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miércoles, 18 de mayo de 2011

Periodista, nada más (VI) - Soy periodista a la vieja usanza


Por Tania Quintero

Soy autodidacta. Y si más de 35 años de experiencia (1974-2011) ameritan concederme un título y una clasificación, pido que me ubiquen como periodista a la vieja usanza. De ésas donde lo imprescindible es papel, bolígrafo y máquina de escribir.

Me hice sobre la marcha. Aprendiendo de quienes tenían más experiencia que yo, fueran periodistas, fotógrafos, correctores de estilo, jefes de redacción, emplanadores, obreros gráficos, editores, archiveros, musicalizadores... De todas las personas que trabajan en un medio de prensa, escrita o televisada. También, cómo no, de los lectores y televidentes. Y en particular de esa fuente natural del periodismo que es la gente de a pie. Esa misma que lleva 52 años 'luchando', 'resolviendo', 'forrajeando', para poder comer, bañarse y no andar sin zapatos por la calle.

El 1º de mayo de 1981, Día Internacional de los Trabajadores, fui invitada al homenaje festivo ofrecido por la Central de Trabajadores de Cuba en El Laguito, en las afueras de La Habana. De recuerdo quedó una foto. Aparezco en el extremo derecho, al lado de tres héroes laborales (pomposo calificativo dado a los más destacados en la agricultura, producción, servicios) y de la realizadora Estela Bravo, en ese momento no tan famosa ni polémica como sería después.

Estela Bravo era muy controvertida en Cuba. No tan odiada como en Miami, pero a medida que fue asumiendo lo que muchos en Cuba consideran una actitud oportunista -especialmente después del documental Fidel, realizado en 1996 y reelaborado en 2002- Estela dejó de ser la americana simpática que nunca aprendió a hablar bien el español.

En 1977 conocí a Estela, a su esposo el argentino Ernesto Bravo, y a sus hijos Ariadna, Patricia y Daniel. Fue mi prima Lydia Roca quien me dijo que Estela había participado en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Bucarest, Rumanía, en 1953. Y en Bucarest mi prima -hija de Blas Roca y hermana del disidente Vladimiro Roca- había conocido a Stella, su verdadero nombre.

Formando parte también de la delegación cubana al Festival de Bucarest se encontraba un joven lampiño y achinado llamado Raúl Castro. Allí se empataría con Susana Rieumont, mulata blanconaza y educada, con quien en alguna ocasión recorrí barrios habaneros, recogiendo dinero para la Juventud Socialista. Una vez fuimos a la dulcería que en la calle Tamarindo tenía una hermana de Armando Acosta, viejo comunista.

En 1957-58 había conocido a los Jiménez, una familia de Santa Clara que se había mudado a La Habana y había conseguido un cuchitril al lado de la bodega que había en San Joaquín y Cádiz, Cerro. Eran dos hermanas, Limbania y Argentina, y un varón, Pericles, vivían con el padre, cuyo nombre olvidé. Lo que sí recuerdo que eran 'patatos' (de baja estatura).

Fue en aquella mínima pieza de los Jiménez donde conocí a Susana y también a Fulgencio Oroz, uno de los líderes de la Juventud Socialista (en 1958 sería detenido, torturado y desaparecido: su cuerpo jamás apareció). Aunque yo no era militante de la JS, acepté salir a recaudar fondos con la Rieumont (años después, ella pertenecería al equipo de coordinación y apoyo de Fidel Castro). Limbania se casó con Jorge Risquet, siempre situado en altos puestos partidistas, no sé si antes o después de casarse se hizo militar y era conocida por Nancy, su seudónimo de la clandestinidad. Argentina estudió periodismo y llegó a ser jefa de redacción en Tribuna de La Habana. Y Pericles, alguien una vez me dijo, era oficial de la Seguridad del Estado.

Veinte años después de haber conocido a los Jiménez, en 1978, a propósito de la celebración en La Habana del XI Festival, en la revista Bohemia comencé a publicar una serie de reportajes sobre los participantes cubanos en estos festivales, surgidos tras la Segunda Guerra Mundial en las llamadas “democracias populares” (que de democracia no tenían un pelo, por eso en Occidente preferían decirle "cortina de hierro").

Uno de los entrevistados para esa serie de reportajes en Bohemia fue Joel Domenech, con cargos en el comité central del Partido Comunista y el Consejo de Estado. Domenech procedía del PSP y sabía quién yo era. La entrevista no fue nada del otro jueves, pero tuvo un significado peculiar para mí: fue la primera y última vez que utilicé una grabadora. Un modelo del año de la corneta.

Acudí a la oficina de Domenech con el mejor vestido que poseía en 1977. De color azul turquesa, me había costado 20 pesos en una tienda que una vez vendió ropa a periodistas y colaboradores de Bohemia.El fotógrafo era Gilberto Ante. Todo un personaje.

Mulato, de Manzanillo, Gilberto hacía cualquier cosa para lograr una buena foto. Se quitaba los zapatos, se encaramaba en una ventana o en un árbol, se tiraba en el suelo o interrumpía la conversación y te pedía te pusieras así o asao. O te quitaba los espejuelos o los aretes o te pedía que te pasaras una servilleta o pañuelo por el rostro, porque tenías “mucho brillo”.

Una vez, mientras hacíamos un trabajo en El Morrillo, Matanzas, sitio donde mataron a Antonio Guiteras (líder revolucionario en la década de 1930) había muchas hojas secas y comencé a quitarlas con las manos. Gilberto estaba con su cámara, parapetado en lo alto para un plano general. De pronto bajó corriendo gritándome: “No, no, deja las hojas así como están, forman parte del paisaje”.

Así era Gilberto Ante. Los otros fotógrafos de Bohemia tenían su estilo y majaderías, pero ninguno como él.

Volviendo a Estela Bravo. Nació en Brooklyn, Nueva York, de origen ruso-judío. Desde muy joven se vinculó a la defensa de obreros y afroestadunidenses. Posteriormente se volcaría en la campaña para salvar la vida de los esposos Ethel y Julius Rosenberg, acusados de espionaje y ejecutados en la silla eléctrica en Estados Unidos, el 19 de junio de 1953.

En Buenos Aires, la militancia en la juventud comunista llevó a Ernesto Bravo a la cárcel. Fue torturado por sicarios de Perón. En una Bohemia de los años 50 se relata su martirio. Se casaron en Argentina. Stella se convirtió en Estela. A Cuba llegaron en 1963, cargados de equipajes y con la meta de contribuir a la consolidación de la revolución cubana.

Se ame o se odie a esta pareja, hay que reconocer que han sido consecuentes con sus ideales. Lo mismo no puede decirse de sus hijos: uno primero, otro después y el tercero al final, se marcharon del socialismo omuerte y se establecieron en la patria del imperialismoyanqui. Con ellos se repite una verdad: los hijos no se parecen a sus padres, sino a su época.

Ernesto no tuvo mayores contratiempos para seguir ejerciendo como profesor universitario en su especialidad. A Estela, de complexión menuda, pero extremadamente inquieta, no le fue fácil encontrar su vocación de cineasta. Antes de dedicarse a la realización de documentales, tuvo sus altas y sus bajas. Una de sus primeras actividades fue en la Casa de las Américas. Llegó cuando Haydée Santamaría había decidido auspiciar un encuentro de la canción protesta. Dos figuras serían descubiertas: Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

La familia Bravo era muy 'negrera', de ahí que afinaran más con Pablo que con Silvio. Recuerdo que una noche Ernesto y Estela me contaron una conversación con 'Pablito', y de la cual Milanés salió convencido de que tenía condiciones para crear su propio grupo. Y proyectarse más allá de la guitarra y el micrófono de trovador solitario.

Estela adoraba a Pablo. En casi todos sus materiales ha usado sus canciones. Durante mi etapa de reportera televisiva (1982-1991), entrevisté a Silvio y Pablo. Pero en dos ocasiones, Silvio fue protagonista de dos programas míos: El servicio militar, en 1988, y Guajirito soy, en 1991, los dos trasmitidos por la televisión cubana.

A Estela Bravo no la podían ver en el ICRT. Porque ella caía de fly (de pronto) sin estar programada para editar en aquellos limitados e inadecuados cubículos. Dos de sus más famosos documentales, Los que se fueron y Los marielitos, los editó en el ICAIC, donde era mejor aceptada. En el fondo, a los cubanos les jodía que ella decía querer mucho a Cuba y su revolución, pero nunca renunció a su ciudadanía. “Sí, muy revolucionaria, pero todas las puertas se le abren porque nació en los Estados Unidos”.

La gente envidiaba la facilidad con que Estela entraba y salía del país. En el medio periodístico y artístico la abrazaban y felicitaban por los éxitos y premios de sus documentales, pero por detrás la tildaban de “americana vivebien”. Les fastidiaba que tuviera auto, viviera en un buen apartamento en Miramar y, además, podía tener dólares. Esa doble moral tan enraizada entre los cubanos, nunca la he soportado y en el caso de Estela me molestaba bastante.

Colaboré con Estela en la transcripción de casetes con el audio de entrevistas filmadas para varios de sus documentales. No cobré un centavo por ello. Las cuartillas transcritas facilitaban la edición y elaboración del guión. El método, muy trabajoso, posteriormente me fue útil en la realización de Puntos de Vista, programa que hice entre 1987 y 1991. La digitalización no había hecho su irrupción y esa manera rústica era la más apropiada para sentarse a editar sin perder tiempo. En la televisión, el tiempo es oro.

En El Santo Padre y la Gloria, realizado durante la visita del Papa a Chile en 1987, en los créditos aparecía mi nombre (a lo mejor lo quitaron después que me hice periodista independiente). Termina 'arriba', con la Oda a la Alegría del binomio Schiller-Beethoven. En el proceso de edición y musicalización de ese documental laboré junto a Estela a tiempo completo. La última vez que estuve en casa de los Bravo fue a mediados de agosto de 1994. Contaré la historia.

Mañana: Reportando bajo el sol.

Foto: Underwood como la que yo tenía cuando empecé a trabajar en agosto de 1959. En una Remington, mucho más antigua, teclée por primera vez, en casa de la familia Jiménez.

8 comentarios:

  1. Muy interesante todos sus articulos...doble moralidad?' uH..solo a mi entender conoci un cubano sin ese lastre.

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  2. Platano Microjet:
    Gracias al blog de Zoe' por haberte conocido. Me encanta tu lenguage tan cubano. Tania, que tengas muchos exitos.
    P.S. Esta portatil la traje de Miami y no tengo acentos

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  3. ¿Te acuerds cuando hizo Niños desaparecidos? Que le dijeron que no podía hablarle a los niños de sus padres desaparecidos, porque estaban traumatizados, y ella lo primero que hizo fue ahondar en la llaga. Cuento de Miriam Talavera.

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  4. Gracias por sus comentarios a Zoé y Diana (eres la muchacha que vi nacer y hoy vive en Uruguay?), también a Noel y al plátano, a los dos ya dejé comentarios en otros posts.

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  5. soy Antonio Ante , hijo de Gilberto Ante , gracias por su emotiva evocación de mi padre como fotoreportero , el murió en el olvido total y decepcionado del proyecto social al que entrego su obra u su pasion , aqui le dejo mi correo .tony.ante@hotmail.com

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