Por Delia Rodríguez
Desde su puesta en marcha, prácticamente todas las grandes noticias han saltado primero en Twitter. Impensable hace cinco años hasta para su fundador, Evan Williams, que ya había tomado parte en otro terremoto informativo anterior creando ni más ni menos que Blogger, la temprana herramienta de publicación sencilla de blogs que vendió a Google en 2003.
Williams pensó en Twitter como una forma divertida de comunicación entre familia y amigos, y junto a Jack Dorsey y Biz Stone ideó un prototipo en un par de semanas. Los earlyadopters tecnológicos, que se apuntan a todas las novedades por el placer de seguirlas, descubrieron que conversar ahí era más sencillo que hacerlo en otros espacios como los comentarios de los blogs. Pronto la comunidad le encontró otras utilidades: inventaron el retuit (RT, una forma de repetir el tuit de otra persona), se organizaron con hashtags para poder seguir conversaciones (etiquetas marcadas con el símbolo de la almohadilla #) y poco a poco la conversación cotidiana y casual se mezcló con la actualidad.
"Al principio no éramos conscientes de que nuestra charla era tan pública, era casi un chat entre freaks", cuenta Marilín Gonzalo, directora de contenidos de la red de blogs Hipertextual y usuaria pionera. De esa época queda el aire desenfadado de la red y su logotipo: un pájaro azul que adquirieron en un banco de imágenes barato. De hecho, tweet significa trino en inglés. Hoy, la empresa se toma muy en serio a sí misma: su objetivo es llegar a los 1.000 millones de usuarios, una meta compartida con Facebook, y algunos analistas financieros calculan que vale 10.000 millones de dólares.
Su secreto es volverse imprescindible para sus usuarios. Lo primero que hace Marilín por las mañanas es encender el ordenador y mirar Twitter, que se queda en segundo plano durante toda la jornada. Si sale a la calle, lo usa en el móvil, y antes de dormir, también. Desde que abrió su cuenta hace cuatro años, nunca ha estado más de tres días sin él. Célebre en la red, pero desconocida fuera de ella, esta periodista argentina es una de las mujeres más seguidas de España. Cada comentario suyo sobre un asunto de actualidad provoca docenas de respuestas, aunque ha aprendido que no tiene por qué contestarlas todas.
A diferencia del correo electrónico, la etiqueta tuitera no requiere una respuesta inmediata... ni siquiera una respuesta. Tiene más de 105.000 followers. "A partir de cierto número de seguidores eres mucho más cuidadosa con lo que dices", afirma. Suena lógico: es más popular que la mayoría de los medios de comunicación españoles.
Usuarios y medios están aún aprendiendo que Twitter es un polvorín donde se mezclan lo público y lo privado, donde verdad y mentira vuelan a la misma altura. Las reputaciones se construyen o se destrozan con rapidez. En EE UU ha sido sonado el caso del periodista Nir Rosen, que dimitió de su trabajo tras un comentario sobre la violación sufrida en Egipto por la enviada de la CBS. El título del artículo en el que se trató de explicar era elocuente: "Como 480 caracteres deshicieron mi carrera".
En España corrieron ríos de tinta cuando el mes pasado EL PAÍS suspendió la campaña publicitaria del director Nacho Vigalondo después de que publicara una broma sobre el Holocausto en su Twitter. Otro director, Alex de la Iglesia, pasó del infierno al cielo de la red al modificar su opinión sobre la ley Sinde tras el contacto con los tuiteros y dimitir, en consecuencia, como presidente de la Academia de Cine.
El escritor Arturo Pérez-Reverte tuiteó en el último baile de ministros sobre las lágrimas de despedida de Moratinos que "ni para irse tuvo huevos". De inmediato, los usuarios se pusieron a hacer chistes sobre la machada del escritor. Al académico le hizo gracia y se unió a los tuiteros, que lo recibieron encantados. Sus palabras fueron ampliamente recogidas en prensa y televisión. Meses después diría al respecto en un congreso sobre redes sociales: "Twitter es una charla de amigos, una barra de bar. Ocurrió como cuando un periodista saca de contexto una frase. Al día siguiente, dos ministros citaron mi nombre en el telediario. Trasladar un tuit tan crudo, aislado, descontextualizado... En Twitter, todo lo que digas será utilizado en tu contra. Estropea su espíritu. Hay que apelar al sentido común. No es un medio para dar una rueda de prensa".
José Luis Orihuela replica que, más que un bar, Twitter es comunicación pública y que no se puede tomar a la ligera. Que los arranques de espontaneidad se pagan caros. Culpa en parte al hecho de que se use de forma móvil y rápida, desde cualquier lugar y momento. La viralidad del medio puede jugar a tu favor, pero también en tu contra. Tampoco ayuda la fascinación mediática que ejerce: "Los medios cada vez prestan más atención a aquello de lo que está hablando la gente en las redes sociales. Es un elemento que tienen que incorporar de forma más seria, sofisticada y cuidadosa. Twitter es el festival del texto sacado de contexto".
El humor, una parte muy importante de la experiencia tuitera, corre muchos riesgos de ser malentendido al transportarse a un titular. Gerard Piqué dio un gran espaldarazo a la popularidad de Twitter en España el mes pasado, cuando decidió publicar una foto con un grupo de amigos que confirmaba de facto su relación con Shakira. Pero los tuiteros decidieron no fijarse en la pareja, sino en un amigo de Piqué que aparecía en un rincón de la imagen con una camisa de cuadros y un gesto gracioso.
La broma se convirtió en algo viral, llegó a la lista de trendingtopics y el futbolista aprovechó para organizar un partidillo entre los usuarios y su amigo en un hábil gesto. En horas, el joven había pasado del anonimato a protagonizar las noticias más leídas de todos los digitales. Piqué bromeó diciendo que era el nuevo mánager del chico de la camisa de cuadros y que pedía "respeto por su intimidad". Muchos medios entendieron el tuit de forma literal, como si el futbolista se hubiera convertido realmente en representante.
"El humor requiere contextos compartidos", dice el profesor. "Cuanto más hay, es más fácil, por eso se ríen tanto los amigos, porque una sola palabra hace recordar toda la anécdota. En Twitter, el contexto no es compartido, lo pone el lector, no hay espacio para él. Es fácil que de forma involuntaria -o intencional- ocurran ese tipo de malentendidos".
El cantante David Bisbal también fue víctima en febrero de la presión tuitera, aunque no fue tan hábil en su manejo como Pérez-Reverte o Piqué. Escribió en plena crisis egipcia a su millón de seguidores: "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto se acabe la revuelta". En minutos, la frase fue la comidilla de medio internet. Indignado, publicó un tuit de queja. Después borró ambos. Lo empeoró.
Alejandro Sanz, el español más seguido en Twitter con más de 1,7 millones de followers, mantiene una postura sobre las descargas muy impopular, que a menudo le lleva a enzarzarse en discusiones con los usuarios. Sorprende que mientras muchos políticos, empresas y organizaciones delegan en community managers, muchas celebrities usen el servicio en persona. La desintermediación de internet aplicada a la fama, sin mánagers ni periodistas por medio. Para bien y para mal.
El poder de los fans es una de las fuerzas ocultas que mueve Twitter: en su momento, la empresa calculó que un 3% de sus servidores estaban dedicados al ídolo canadiense Justin Bieber. Tuvieron que modificar el algoritmo que detectaba los temas calientes para que no apareciera siempre en ellos. El día que se cortó el pelo perdió 80.000 seguidores.
Publicado en El País Semanal el 13 de febrero de 2011.
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