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sábado, 9 de abril de 2011

Twitterrevolución (3 y final)

Por Delia Rodríguez

Pero no es solo cosa de adolescentes. Hay escritores, intelectuales, presidentes de Gobierno. Para todos ellos, las ventajas son muchas: se trata de una herramienta de marketing barata, efectiva y fácil de manejar. La desventaja es que se arriesgan a escuchar lo que no quieren oír. En su móvil y en su propio bolsillo. "Al principio me hacían mucho efecto las críticas", explica el presentador televisivo y periodista Màxim Huerta, fascinado con Twitter. "Dan más ganas de contestar al que insulta que a quien dice algo positivo, y eso no es justo". Ha notado el surgimiento del provocador tuitero, que busca que alguien meta la pata, y en una evolución muy común, con el tiempo se ha moderado: "Antes ponía fotos mías en el baño, de mi desayuno, de mi cara... Hasta que un día vi mi foto despeinado, recién levantado a las seis de la mañana en Sé lo que hicisteis", explica. Le han llegado a parar por la calle para decirle que le siguen en Twitter. "No 'te veo en la tele', sino 'te sigo'. La tele es más fría".

Huerta tuitea en directo, pero también adora ver la televisión con el móvil en la mano comentando los programas. "La soledad del espectador ha terminado con Twitter. Es como estar de pronto en un campo de fútbol. Ves todas las reacciones de un montón de gente". No es el único. En la última Super Bowl se tuiteó a un ritmo de 4.000 mensajes por segundo. Ya no se espera al día siguiente para comentar en la oficina la gala de los Goya, sino que se hace en directo. El papel de Twitter como marco social de la televisión o segunda pantalla ha dado una grata sorpresa a la industria, que tras años buscando incentivar el directo para salvar la publicidad, se encuentran con que los espectadores lo prefieren... para poder charlar entre ellos.

Tras unos años de tanteo, muchas empresas y organizaciones lo han incorporado con relativa naturalidad a sus estrategias comunicativas. La cuenta oficial de La Moncloa es seguida por 115.000 personas. Iberia informó al instante desde la suya sobre la última huelga de controladores. El servicio de atención al cliente de las operadoras suele funcionar mejor por Twitter que de forma telefónica. La compañía comercializa publicidad dentro de los flujos de búsqueda y en sus trendingtopics.

Incluso la propaganda y la publicidad encubierta, en un proceso de pérdida de la inocencia que recuerda al sufrido por la blogosfera, han hecho su aparición. Marilín Gonzalo cuenta cómo ha llegado a recibir ofertas para emitir tuits hablando a favor de una empresa, algo que, denuncia, hacen algunos tuiteros sin advertir de ello. Màxim Huerta ha llegado a recibir un envío tan grande de cerveza de una marca, en agradecimiento por tuitear de forma espontánea sobre su costumbre de ir de cañas, que tuvo que organizar una fiesta para acabar con el "regalo".

Mientras el potencial corporativo de Twitter ha ido dándose por hecho, el debate que lo rodeaba perdía interés a favor de otros asuntos. Uno, planteado por Nicholas Carr, es hasta qué punto nuestro cerebro está siendo transformado por tecnologías como Twitter, perjudicando nuestra capacidad para concentrarnos y reflexionar. Defiende que internet nos está volviendo idiotas, mientras otros argumentan lo opuesto, que la tecnología nos obliga a evolucionar como especie. En cualquier caso, la herramienta, han reconocido psicólogos como Steven Pinker, engancha a nuestro cerebro gracias a la constante llegada de paquetes de información. Nada le atrae más que las pequeñas novedades. Actualizar. Ver mensajes nuevos. Actualizar. Mirar mensajes directos.

El segundo de los debates ha pasado en pocos meses de los teóricos de la red a los telediarios. ¿Puede cambiar el mundo Twitter gracias a sus portentosas capacidades para la comunicación? Hace solo un año, la pregunta podía provocar risa. Ya no. Cuando la web de Wikileaks fue inutilizada por la empresa que gestionaba sus DNS, los usuarios difundieron en segundos por toda la red las nuevas direcciones. Las acciones de Anonymous corren por Twitter como la pólvora.

La red social ha sido básica para el último reverdecer del ciberactivimo español, catalizado en las protestas contra la ley Sinde, desde la creación del manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en diciembre de 2009, hasta la última campaña #nolesvotes, que defiende un voto de castigo a los partidos que apoyaron la ley antidescargas. Su eslogan es, directamente, un hashtag.

"Twitter es la clave. Es la herramienta de los activistas", explica el abogado Carlos Sánchez-Almeida, el primero en lanzar el hashtag #nolesvotes. Viejo conocedor de los movimientos de protesta en la red española desde los 90, afirma que, a diferencia de entonces, la velocidad de esta nueva herramienta hace inmediatas las acciones de "guerrilla". En solo una tarde, y gracias a Twitter, los usuarios se organizaron para crear y coordinar 80 grupos regionales para la campaña.

En las rebeliones de los países árabes, Twitter ha ayudado en la organización de los activistas y servido como caja de resonancia internacional de sus acciones. Cuando Mubarak ordenó a los proveedores de internet desenchufar el país, usuarios de todo el mundo ayudaron a los egipcios a saltarse la desconexión y Twitter se alió con Google para crear un sistema que les permitiera tuitear mediante una llamada telefónica local.

"Las revoluciones, ni estas ni ninguna, no son producidas por Twitter o cualquier otra tecnología de comunicación, pero sin Twitter y otras redes sociales no habrían tenido la forma que tienen, no habrían sido tan espontáneas, ni de difusión tan rápida, ni tan autoorganizadas de forma flexible y poco controlable, sin partidos de vanguardia ni autoproclamados líderes", explica por correo el catedrático de sociología Manuel Castells, una autoridad en las relaciones entre comunicación y poder. "Por eso yo las llamo wikirrevoluciones (como Wikipedia), movimientos sociales autogenerados y autoorganizados, que se basan en redes horizontales de comunicación y confianza entre la gente, que empiezan en Twitter y Facebook y acaban en la calle y, cuando es necesario, en las barricadas, como en los tiempos heroicos. Pero para llegar a las barricadas hay que pasar por la red. Estas son las revoluciones de nuestro tiempo, protagonizadas por jóvenes con los medios propios de su generación, las redes sociales".



Publicado en El País Semanal el 13 de febrero de 2011.

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