Por Vicente Botín
Cincuenta y dos años después de su llegada al poder y cuando están a punto de cumplir 85 y 80 años, respectivamente, Fidel y Raúl Castro todavía no se han puesto de acuerdo sobre el modelo de sociedad que quieren construir. El 17 de noviembre de 2005, en su discurso-testamento en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el Líder Máximo hizo un llamamiento para “refundar la sociedad socialista” porque la revolución, según dijo, estaba en peligro de desaparecer minada por la corrupción.
Cinco años después, en julio de 2010, Raúl Castro, imbuido también de un tardío espíritu fundacional, anunció una “actualización” del modelo, sin renunciar “lo más mínimo a la construcción del socialismo”.Tantos años llevan los dos hermanos anunciando que van a construir el socialismo que los cubanos suelen decir con sorna que se ahorrarían muchas molestias si se decidieran a comprarlo hecho.
Con tantos ajustes los dos Castro tratan en su hora final de evitar el desbarajuste y acuden cogidos de la mano al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, para alumbrar un nuevo-viejo plan de salvación que lleva por título “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. El Congreso, que debería haberse celebrado en 2002, cinco años después del anterior que tuvo lugar en 1997, elegirá con toda probabilidad a Raúl Castro como nuevo primer secretario del Buró Político, en sustitución de su hermano, que ostenta el cargo desde la fundación del partido, en 1965.
Según los estatutos del PCC, el Congreso “examina y señala las vías para la solución de los problemas más importantes de la construcción del socialismo”. Pero esas vías no han ido siempre en la misma dirección. La desastrosa gestión de la economía estatal necesitó del auxilio de la iniciativa privada para regresar después al punto de partida una vez superada la crisis.
En 1993, tras la pérdida de las subvenciones soviéticas que mantenían la isla a flote, Fidel Castro se vio obligado a aceptar una reforma económica sin precedentes, después de que su hermano Raúl le convenciera de que “los frijoles son más importantes que los cañones”. Entre esas reformas, el Comandante en Jefe autorizó a regañadientes el trabajo privado para 115 actividades, entre ellas las de mecánico, albañil, fontanero o barbero.
Las licencias eran solo para menestrales. Los universitarios y los dirigentes del partido tenían prohibido el trabajo por cuenta propia. En 1995 las licencias se ampliaron a 157 oficios y se autorizaron algunos negocios familiares como el alquiler de habitaciones o pequeños restaurantes, las célebres paladares. Los nuevos empresarios, unos 200.000 en total, tenían que hacer frente a altos impuestos y no podían contratar a asalariados.
Fidel Castro nunca vio con buenos ojos el empuje de los que llamaba despectivamente merolicos o cuentapropistas, que tuvieron que recurrir al soborno para sortear los rígidos controles estatales, y al mercado negro, para garantizarse los insumos. Para Fidel Castro, esa casta de “nuevos ricos” era un borrón en una sociedad comunista supuestamente igualitaria. Sus discursos cada vez más agresivos contra ellos se tradujeron finalmente en el cierre de gran número de negocios o timbiriches, por la asfixia impositiva y la retirada indiscriminada de licencias.
Dos décadas después, Raúl Castro saca otra vez de la chistera el conejo del cuentapropismo como panacea para hacer frente a la grave crisis económica del país. Y Fidel Castro camina a su lado como compañero de viaje, olvidados sus anatemas contra los que antaño calificaba de “bandidos” y “especuladores”. El “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución” es una nueva vuelta al viejo calcetín de la revolución, otra “traición” a los postulados igualitaristas del capitalismo de Estado que Fidel Castro impuso al pueblo cubano.
De nuevo los menestrales van a ser el ariete que evite que la revolución se hunda. Ayer fueron 157 oficios los autorizados y hoy son 178. Miles de cubanos han solicitado licencias para trabajar en los oficios más variopintos. La revolución que se enorgulleció de dar a todos los cubanos estudios universitarios, les ofrece ahora la posibilidad de una vida mejor trabajando como zapateros remendones. El salario mensual de un médico o de un ingeniero no llega a los 15 euros mensuales, mientras que un peluquero puede quintuplicarlo y además tener empleados a sueldo, aunque se les llame eufemísticamente “trabajadores contratados solicitados por los trabajadores por cuenta propia para laborar con ellos”.
Si para el escritor soviético Iliá Ehrenburg, España era una “república de trabajadores”, Cuba va camino de convertirse en una república de menestrales. El Estado se reserva la propiedad de los medios de producción, pero concede licencias para trabajar en mil y un oficios, aunque sin posibilidad de ejercer otras profesiones. Es un regreso al “capitalismo en embrión”, como lo definió despectivamente Fidel Castro.
Los cubanos dicen con sarcasmo que los turistas tienen a su disposición las jineteras (prostitutas) más cultas del Planeta y eso reza ahora también para los menestrales. Es la salida que ofrecen los Castro después de medio siglo de revolución. Es lo que llaman “actualizar” el modelo económico. Ya solo les queda girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer, para llegar al país de Nunca Jamás.
Infolatam, 14 de abril de 2011
lunes, 18 de abril de 2011
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