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jueves, 24 de febrero de 2011

País de papel

Por Raúl Rivero

La nomenklatura, los medios de comunicación y grupos de adoradores del santoral comunista protagonizan ahora mismo en Cuba un acto de ilusionismo conturbador, que consiste en vivir en un país imaginario, en una nación que ellos inventan cada amanecer.

Es el terreno ilusorio de funcionarios, burócratas y pícaros que permutaron el convulso territorio nacional por un archipiélago truculento, que sacan de los bolsillos de las guayaberas, de la Sansonite, de los despachos refrigerados y de los manuales de Constantinopla.

Es un país aséptico, compacto, grávido de victorias y realizaciones, sin flora ni tierra ni manantiales, hecho de ráfagas constantes de oratoria, de mares de tinta, cadencias guerreras y paralizado en imágenes del pasado.

Es una nación hilarante y terrible, viva artificialmente junto a la verdadera, la dramática, la sombría, la violenta, la dura, la compleja y desconcertada Cuba.

Sucede que el mismo día que grandes sectores de la población viven las angustias de las mesas desnudas, se anuncia en un periódico que la provincia de La Habana, "tiene acumulada un promedio de 357 gramos de hortalizas por habitantes, o sea, 57 por encima de lo establecido por la FAO".

Mientras la televisión pasa tres culebrones colombianos, uno cubano y otro melodrama japonés, otro medio despliega este conmovedor titular: "¡Cultura, qué despegue!"

Se debate el problema de los mercados asiáticos de la langosta, y un funcionario llama a elevar la pesca y la eficiencia. Eso es un asunto del país de papel porque en el auténtico al ciudadano que sorprenda la policía con una langosta, viva o muerta, va a parar a la cárcel o se le impone una multa delirante.

En la Cuba de tinta todo marcha según los planes, todo es perfecto y orgánico, el repertorio de consignas crece, los héroes se agigantan en su quehacer diario y los noruegos comienzan a aceptar su fracaso porque tienen menos médicos por habitantes.

En la de verdad, los planes fracasan, hay corrupción, la gente rechaza las consignas, está aburrida de los héroes y no quiere saber de Noruega ni de la FAO cuando se enferma o tiene hambre.

En esa isla de ficción se odia a muerte al enemigo y las heridas, las guerritas fratricidas y las escaramuzas y contiendas se reabren a cada rato parta que vuelva a brotar la sangre y se mantenga la tensión y la discordia y la división de la familia y el encono.

En la Cuba real se pide paz, reconciliación, reencuentro, remedio, alivio, tranquilidad, se reclama no olvido sino reflexión, se añora una atmósfera de reunificación y convivencia.

Ahí está ese país falso que se enciende con el furor de los discursos, de la letra inocente y la palabra dócil y que se desvanece y se apaga con la cercanía y el contacto.
Y aquí la otra, en las brasas de julio, anónima, plural y soñadora.

Cubafreepress, 20 de julio de 1999
Foto: becario, Panoramio.

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