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viernes, 29 de octubre de 2010

Lo que se perdió Dalí

Por Iván García
Trechos de la vida cubana fue el óleo que le faltó al pintor surrealista Salvador Dalí. Hay anécdotas en la isla que dejan en pañales los sucesos paranormales.
Y cuando lo absurdo se mezcla con la corrupción galopante y las diferencias en el trato a turistas y cubanos, entonces tenemos entre las manos, un coctel molotov a punto de estallar.
La gente del primer mundo es la que más sufre con el surrealismo cubano. He visto ponerse morado a un madrileño amante del cine, cuando unos guardias de seguridad le dijron que en las áreas del Castillo de la Fuerza se pueden tirar fotos, pero no grabar videos.
Un alemán de Munich, estupefacto, no comprendía cómo era posible que a un nacional le cobraran 5 pesos (0.10 centavos de euro) por entrar a un museo y que él tuviese que desembolsar 10 cuc o pesos convertibles (9 euros).
Un desprevenido noruego con la boca abierta y su castellano chamuscado no podía entender, por mucho que se lo explicara la oficial de inmigración, que él no podía parar en casa de un amigo habanero.
Sin mover un músculo de su rostro, la funcionaria de extranjería le repetía “debes parar en un hotel o una casa de alquiler autorizada”. “Pero yo leí en una página web cubana que uno podía residir en casa de un amigo”, ripostaba el nórdico. “No crea todo lo que lea en internet”, apuntaba la oficial y daba por terminada la polémica.
Hasta a un impasible japonés que apenas levantaba su voz al hablar, le vi gritar histérico en una estación ferroviaria, por el retraso de 12 horas en la salida del tren.
Los de este lado del mundo se lo toman a chacota (risa). Brasileños, mexicanos y caribeños conocen y ya están habituados a tales escenas surrealistas. En sus países también suelen ocurrir, aunque tal vez no con la intensidad y frecuencia de Cuba.
A un turista español con quien hablé, le molesta en grado sumo el descaro con que las autoridades bancarias y turísticas saquean como corsarios el bolsillo de los foráneos.
“Cuando extraigo dinero del banco me cobran un 12% de impuesto. Es un casino lo que tiene montado Castro. Sin gastar un duro, el Jefe se lleva al bolso 12 de cada 100 euros que uno gasta. Luego vienen los precios, que ni en Paris. Te alquilan un Hyundai incómodo con cojones, a 70 euros por día. En Madrid, por ese coche de mierda, lo más que te cobran son 2 euros diarios, vaya país que ustedes tienen”, señala insultado el ibérico.
Si exasperante es el surrealismo criollo, qué decir de la corrupción y el trato diferenciado a turistas y locales. Con rabia, un cubano vociferaba por no poder alquilar una moto náutica en las playas del este habanero. “Señor, sólo se alquilan a extranjeros”, mecánicamente respondía el empleado.
A pesar que desde 2008 el general Raúl Castro autorizó que los cubanos si pagamos en moneda dura, podíamos acceder a centros y ofertas para turistas, esto no se cumple a cabalidad.
Sí, es cierto que ahora los del patio estamos mejor que hace dos décadas, donde el gobierno burlándose de su propia Constitución le negaba esos derechos a sus ciudadanos. Pero aún subsiste una especie de apartheid. A pesar del intenso calor veraniego, un nacional no tiene derecho a comprar un aire acondicionado en las tiendas recaudadoras de divisas. Es sólo para extranjeros residentes en Cuba.
En ciertos hoteles te miran como un bicho raro cuando vas a navegar por internet. Fuera de La Habana es peor. Tienes que presentar el pasaporte para poder conectarte a la red.
Claro, la llave de los malos tratos la suele abrir un billete de 5 cuc deslizado por debajo de la mesa. Hasta algunos policías entran en el juego. En ocasiones, detienen a los autos rentados por foráneos cuando cometen una infracción, para que los unten con plata. He visto en el malecón a un turista que conducía borracho y el policía, por 10 pesos convertibles, dejarlo ir.
Cuando eres honrado, en Cuba te tildan de bicho raro. Una tarde, en una peña deportiva no se hablaba de béisbol: se comentaba la noticia, divulgada por la tele, de una mucama que devolvió a un turista 30 mil euros dejados en una maleta. “Qué comemierda”, señalaba la mayoría de los participantes.
Por supuesto, existen personas incorruptibles. Es el caso de los tipos que alquilan motos náuticas. Ni aunque les ofrezcas una gran cantidad de dinero, acceden a rentar a un cubano. Sucede, me explicaba un empleado, que ya se han dado varios casos de locales que han alquilado motos acuáticas, escondido combustible en boyas flotantes, e intentado largarse rumbo a la Florida.
Cuba es una mezcla de absurdo, corrupción y diferencias notables. Si Dalí hubiera sido cubano, no hubiese sido uno de los creadores del surrealismo. Habría sido pintor de brocha gorda.

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