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jueves, 7 de octubre de 2010

Las famosas camisas Ike Behar tienen origen cubano

Por Ivonne Gómez
Las camisas que Ike Behar fabrica son literalmente de película. Basta con recorrer su planta de producción en Miami Lakes para descubrir cómo éstas han sido complemento de elegancia de los protagonistas de inolvidables escenas del cine en cintas como Poseidon, Ocean 13 y Blood and Wine, entre otras.
Los corredores que conducen a las oficinas de la fábrica sirven de galería de exposición de camisas enmarcadas y autografiadas junto a carteles o fotos de la película en que se usaron.
Allí están las camisas blancas de la colección Ike Behar Evening que usaron Kurt Russell y Josh Lucas en Poseidon (2006), aún con las huellas de la acción, barro y tinte que simulan manchas de sangre.
"El barco puede ser destruido, pero sus bellas camisas son indestructibles'', dice una dedicatoria de Josh Lucas. La firma de Jack Nicolson está estampada en la camisa azul Ike Behar Custom que usó en una escena de Blood and Wine (1996), en la que aparece con Jennifer López.
Aparte de las de vaquero de The Cowboy Way, hay camisas con corte presidencial. Las han usado George Bush y Bill Clinton, quien aparece en la portada de Time, de junio 28 del 2004, con una camisa y una corbata Ike Behar.
"Gracias por una camisa tan bonita y tan cómoda, disfruté el usarla'', dice la nota del ex presidente Clinton, al lado de la portada enmarcada.
"Hemos hecho las camisas para cerca de 35 películas'', señala su creador, Isaac ‘Ike' Behar, de 77 años, hijo de Samuel Behar, quien fuera uno de los sastres más reconocidos en Cuba, en la sastrería La Confianza, en la calle Santa Clara 112, Habana Vieja, hace más de medio siglo.
La primera película en la que aparecieron sus camisas fue The Cotton Club (1984), con Richard Gere y Nicholas Cage, gracias a la iniciativa de la diseñadora de vestuario italiana Milena Canonero, ganadora de varios premios Oscar.
Behar es el fundador de lo que es hoy Ike Behar Apparel & Design, Inc, una compañía de propiedad familiar, con oficinas en Miami, Nueva York y Ontario. Sus productos están en tiendas de lujo como Barneys New York, Harvey Nichols, Neiman Marcus, Nordstrom y Saks Fifth Avenue.
Behar no es solo un exitoso hombre de negocios. Su espíritu filantrópico ha sido objeto de reconocimiento al ser premiado hace dos meses en Miami, donde reside, con el Lifetime Achievement Award otorgado por el Latin Auxiliary de Miami Jewish Health Systems (MJHS). "Estamos agradecidos por su gratitud y dedicación a nuestra organización y a nuestra comunidad”, destacó Rebecca Zeligman Salti, presidente de Latin Auxiliary of Douglas Gardens.
Aunque la suegra de Behar sólo vivió un año en el hogar de ancianos del MJHS, él ha seguido apoyando la obra durante los siguientes 15 años. Behar y su familia continúan la tradición religiosa hebrea que practican desde Cuba. Asisten al Templo Menorah en Miami Beach.
Las camisas de Ike Behar hablan además de su historia. En 1969 confeccionó la primera para Polo Ralph Lauren. Para entonces, Behar era propietario de un taller frente al Empire State, en Nueva York, y sus camisas ya eran reconocidas como uno de los mejores productos de la ciudad.
"El siempre ha sido perfecionista como un artista, por eso le salen tan bien las camisas'', lo elogia Regina, su esposa hace 53 años.
"En aquella época vino a visitarme al taller un hombre que hacía corbatas y que estaba interesado en ampliar su negocio al área de las camisas. Hicimos un trato y me dijo: ‘No les cambies nada, sólo les pones mi nombre'. Él tenía el capital que a nosotros nos faltaba, también contaba con los recursos para el marketing. Yo acepté'', explica Behar.
Ese hombre era Ralph Lauren, quien entonces empezaba la ampliación de su sello. "Estuve con él doce años, hicimos una sociedad en materia de producción'', recuerda.
El acuerdo le facilitó abrir una fábrica a gran escala, pero Behar quería también reconocimiento. Decidió independizarse, se redujo a un taller con 15 empleados y le puso el sello Shirt by Ike a sus creaciones. Había hecho contactos con Bergdorf Goodman y Bonwit Teller y su esposa Regina se puso al frente de las ventas.
"Teníamos que ser creativos. Comprábamos telas de lujo que sobraban en las fábricas y en ciertos casos inventamos modelos con cuellos y puños blancos para completar lo que faltaba'', evoca Regina.
Hoy una camisa blanca básica de su marca se vende en 135 dólares, otros modelos pueden llegar a costar entre 220 y 300 dólares.
Más que camisas, Ike Behar Apparel and Design Inc. es un estilo de vida. El sello está en corbatas, trajes, abrigos, ropa interior y de sport, artículos de cuero y ropa para jóvenes, entre otros productos.
La compañía, en la actualidad en manos de sus tres hijos, en julio de 2010 anunció la ampliación y asociación de licencia de producción con Phillips-Van Heusen Corporation, para incluir camisas de vestir ready to wear. Desde hace diez años las dos compañías mantienen una relación comercial para producir corbatas bajo el sello de Ike Behar.
Alan Behar, de 51 años, es el presidente de la compañía y sus hermanos Steven, de 50, se encarga del marketing y la supervisión de diseño, y Lawrence, de 43, de operaciones y del departamento Evening Clothes.
La mejor lección que Steven Behar dice haber aprendido de su padre es nunca escatimar en la calidad de una camisa. "Una camisa es algo que debe durar'', afirma. Sus favoritas son las de lino y denim y no oculta su deseo de tener todos los modelos. "Mi closet se cayó una vez del peso de tantas camisas'', cuenta Steven, mientras recorre la planta de producción junto a su padre.
En la máquina de coser de una de las operarias, revisa una serie de camisas estampadas en flores moradas. "Estas al estilo South Beach, para ir a un club con un par de jeans. Nuestras camisas también están en resorts y tiendas de hoteles de lujo'', indica.
De los cuellos se encarga Iris Montes, una puertorriqueña que desde 1974 trabaja con los Behar. "Hace los mejores cuellos del mundo. A Iris y otros empleados les ofrecí venir cuando cerramos la producción en Nueva York y nos trasladamos a Miami en 1980'', comenta Ike Behar.
Al lado de las máquinas de coser, en cajas individuales que contienen telas y medidas, se apilan las órdenes especiales. Entre ellas las elegantes camisas CEO (Classic Express Original), que se confeccionan con un sistema que permite que cada cliente elija la tela, el tipo de cuello, entalle y puños.
En una especie de semiretiro, Behar se encarga de asesorar a sus hijos y visita con cierta frecuencia la fábrica. "Echo de menos mi trabajo, me gusta la emoción del reto'', dice el patriarca de la familia.
"Desde el comienzo, Ike ha llevado la fábrica como una orquesta'', explica su esposa Regina, que nació en Yugoslavia y creció en Italia. Ike y ella eran vecinos en el Bronx de Nueva York. Él tenía 20 años y estaba recién llegado de Cuba, ella 17 y trabajaba como contadora en una aerolínea.
"Era muy flaco, pero atractivo y olía a Canoe, una colonia famosa en Cuba. En esa época los americanos no se perfumaban y eso me gustó'', confiesa.
La boda se celebró dos años después, cuando Behar regresó del servicio militar en el ejército de Estados Unidos, con el que participó en la guerra de Corea y sirvió en una base en Hawai.
"Tan pronto como regresé fui a buscar a Regina. Llegué a su casa aún vestido con el uniforme'', cuenta Behar, de su reencuentro en Nueva York, en 1955.
Tres años antes, Behar había llegado de Cuba a Nueva York, con 50 dólares en el bolsillo, para reunirse con sus dos hermanos mayores ya radicados en Estados Unidos. A la perfección sabía el oficio que le enseñó su padre, Samuel Behar, inmigrante judío que procedente de Turquía se radicó en La Habana en 1920.
"Cuando cursaba el sexto grado, mi padre me dijo ‘ya aprendiste suficiente en la escuela, ven a trabajar conmigo en la sastería'. Yo tenía 15 años y allí aprendí a coser las camisas a mano y en la máquina de pedal'', rememora Behar, quien de Cuba tiene los mejores recuerdos, especialmente de los días en la playa cuando era niño.
Al regresar del ejército en 1955, Behar se incorporó a un taller de costura de Nueva York, que pocos meses después se declaró en bancarrota. Con sus ahorros decidió ponerlo en marcha de nuevo. Compraron un par de máquinas usadas y empezaron un negocio con cinco empleados. Trabajaba de 5 de la mañana a 11 de la noche. Además de supervisar la producción de camisas, cortaba y cosía cuellos y antes de irse a la casa barría el establecimiento.
Durante la década siguiente, Behar se dedicó a perfeccionar e innovar sus técnicas de costura, hasta que lo descubrió Ralph Lauren.
En su retiro, él y su esposa quieren empezar una vida más sana con ayuda de los especialistas de Canyon Ranch, cadena de hoteles y spa. "Lo más difícil es dejar la adicción al trabajo'', concluye Behar.
El Nuevo Herald, 16 de agosto de 2010

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