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sábado, 16 de octubre de 2010

La Habana: casarse por casarse

Por Iván García
A pesar de haber visto el video cientos de veces, a Diana, 25 años, se le siguen llenando de lágrimas los ojos. Y en la pantalla de su televisor chino, mira cuando en un Cadillac descapotable de 1957, recorría las calles habaneras, vestida de blanco y al lado de su futuro esposo.
Fue el momento más feliz de su vida. La entrada al palacio de los matrimonios, el momento en que el notario los declaraba marido y mujer y la gritería de los presentes pidiéndoles el beso.
Cómo olvidar la luna de miel. Cuatro días con tres noches de sexo con amor, en un hotel discreto. “Cuando muera, sin dudarlo, quisiera llevarme el video y las fotos de mi enlace”, expresa Diana, una mulata de campeonato.
Un tiempo después, el casamiento se convirtió en una pesadilla. El dinero escaseaba y su marido le sugirió que jineteara discretamente. “Mi amor, me dijo, no podemos vivir en una realidad virtual. Debieras saber las sensaciones que despiertas en los hombres", recuerda.
El amor todo lo puede. Y Diana se fue a la guerra. Su batalla era acostarse con amigos de su marido que con lujuria la miraban y estaban dispuestos a pagar 50 pesos convertibles por una noche. Luego aparecieron extranjeros que pagaban mejor.
En lo material, las cosas fueron viento en popa, pero el amor se fue a bolina. “La noche que decidí romper, fue cuando un ruso maloliente me ofreció 120 dólares por hacer el sexo conmigo y que mi esposo nos mirara, lo peor fue que él aceptó calmadamente”, dice indignada.
Diana sigue jineteando. Pero por su cuenta. Carlos, sociólogo, considera que uno de los grandes daños provocados en cinco décadas de revolución ha sido la pérdida de conceptos tradicionales acerca de la familia y el matrimonio y la ausencia de códigos éticos y morales.
“Ésta fue una revolución que en sus primeros años tuvo un discurso anticatólico. Y en el afán de darle más espacio a la mujer en la sociedad, propició nidos de promiscuidad, con albergues en el campo y escuelas de internados, lejos de las familias desde muy corta edad. Eso creó en los hombres y mujeres de hoy un sentimiento frívolo hacia la institución del matrimonio, sobre todo en las parejas de 25 a 35 años”, apunta el sociólogo.
Ricardo, notario de un bufete civil, concuerda con el sociólogo.
“En pleno período especial, el aumento de matrimonios en La Habana fue espectacular. Las razones eran simples. La gente se casaba porque tenían derecho a comprar 3 cajas de cervezas y pasar tres días en un hotel donde se podía desayunar, almorzar y cenar y no se iba la luz.
Cuba probablemente es el país de América con mayor tasa de divorcios rápidos. La mayoría de las uniones duran como máximo dos años. Otros se separan y ni siquiera pasan por el juzgado”, afirma el notario.
Se da el caso de chicas que se casan por pura extravagancia. “Soñaba con vestirme de blanco. Me casé por la iglesia. Es como una moda, para luego mostrar las fotos y videos. Y aunque estamos conscientes del error cometido, nos queda el consuelo de haber participado en la liturgia del matrimonio", cuenta Delia, artista plástica.
Otros se casan por el deseo de imitar a sus padres. “No puedo entender cómo los viejos han podido durar 45 años juntos. Yo lo intenté. Pero fue un fracaso”, confiesa Rolando, estudiante universitario.
Los jóvenes intelectuales no suelen tomar en serio el matrimonio. “Entre mis amigas, es normal que nos acostemos con el esposo de la otra, con su consentimiento. Incluso hacemos el amor entre nosotras. Como si fuese un juego. A ratos necesito mi espacio y le digo a mi marido que se vaya de la casa, que esa noche necesito un hombre o mujer diferente en mi alcoba. La actual generación cubana es más liberal”, dice una escritora que desea el anonimato.
El sociólogo Carlos se pregunta: ¿Para qué entonces se casan?
La respuesta se la puede dar Ana: “Para huir de la familia. Nuestros padres con sus conceptos arcaicos, a veces hacen nuestras vidas insufribles. Para ser independientes. Y por desconocimiento. Cuando nos enamoramos, creemos que casándonos culminamos la obra. Aunque el tipo sea un pillo de la peor calaña”.
Sus razones tendrán las parejas capitalinas cuando deciden ir ante el altar. La realidad es que hay una tendencia alarmante en La Habana, a casarse a la primera. Y luego se ven horrores. Como el de la joven escritora que manda a su esposo a pasear, mientras ella se gasta una orgía con sus amigos.
Es bueno ser liberal. Pero no tanto.

1 comentario:

  1. CUBA EJEMPLO DE DIGNIDAD Y RESISTENCIA.
    Con semejante bloqueo infame del imperio, ningún gobernante podrá hacer prosperar y lograr que un pueblo nativo logre una vida digna y óptima. La doble moral del imperio (USA) se hace evidente cuando habla de derechos humanos, cuando habla de opresión, cuando habla de evitar la guerra, cuando habla de trabajar mundialmente a favor de la niñez. Con la presión política norteamericana, que hace arrodillar gobiernos poco dignos y gobernados no en representación de un pueblo raso de mayoría, sino de una minoría coacionadora, ávidos de recoger lentejas sucias en un inmundo suelo, sólo queda exaltar la dignidad que es lo que nunca se debe dejar de mostrar al mundo, así sea con hambre y precariedad. Fidel no ha hecho otra cosa que mostrar de frente la dignidad nacionalista de un pueblo soberano. Fidel eres grande y tu obra traspasará la frontera de la historia por siempre. El capitalismo que ha cimentado una oligarquía discriminante en América latina es sinónimo de desigualdad, de hambre, de represión y de pobreza. ARTURO MUSKUS VILLALBA http://desdemiexilio228.blogspot/

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