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viernes, 15 de octubre de 2010

El final feliz de dos lesbianas habaneras

Por Laritza Diversent
Lo que parecía iba a ser una historia trágica, tuvo un happy end al mejor estilo de Hollywood.
Todas las noches, Sandra lloraba sin consuelo sobre la almohada. Su padrastro la despertaba a las 6 de la mañana y antes de irse a la escuela, tenía que limpiar toda la casa. De rodillas, con una frazada pulía el piso. Si no quedaba limpio y seco, la golpeaba. Sandra no entendía por qué aquel hombre la odiaba y maltrataba tanto. Entonces tenía 16 años.
Deseaba que su padrastro muriera. A Dios le pedía que falleciera de un cáncer o en un accidente. Pero el Señor no la complació. Isabel, su madre, también sufría, pero no decía ni hacía nada.
Sandra era fruto de su una primera relación y su actual pareja la había ayudado a criarla desde los 5 años. Estaba muy agradecida a este hombre despiadado, con el cual llevaba casada 15 años y dos hijas en común. Gracias a él, Isabel pudo salir del paraje intrincado donde vivía, en el oriente de la isla.
Una noche, Sandra decidió no llorar y escaparse, cuando todos dormían. Corrió hasta que sus pies se cansaron. Una carretera la hizo reaccionar. Estaba lejos de casa y la autopista solitaria le recordó historias de asaltos ocurridas por esa zona.
El miedo la hizo esconderse entre las altas yerbas.
Pensó tirarse ante uno de aquellos autos veloces. Con un pedazo de vidrio decidió frotarse las muñecas. Pero comprendió que no tenía suficiente valor para acabar con su amargada existencia.
Necesitaba que alguien la escuchara. Sintió música en una casa cercana y aunque era de madrugada, tocó la puerta. Se sorprendió al ver a Laura, una excompañera de estudios. Después de tomarse un vaso de agua y contarle su historia, aceptó unos tragos de ron. La cabeza empezó a darle vueltas.
Mareada, sintió cómo Laura la desvestía, acariciaba sus senos y la besaba en la boca. Luego no recordó más. Despertó con un terrible dolor de cabeza. Estaba desnuda y sola en la casa.
Se sentía tranquila. Estaba decidida a no regresar, no quería ver nunca más a su padrastro. Laura volvió y la abrazó. Sus ideas se iban ordenando, aunque apenas recordaba lo que había sucedido entre ellas dos.
Para quedar bien con su familia, Laura se había casado. Un año después se divorció. Ahora era una mujer independiente, decidida a mantener su verdadera inclinación sexual. Sandra la conocía desde el preuniversitario y nunca sospechó que Laura estaba enamorada de ella.
Ante esta disyuntiva, Sandra debía escoger entre los maltratos de su despótico padrastro o la estabilidad emocional y amorosa que le ofrecía su amiga.
Cinco años después, las habaneras Laura y Sandra, lesbianas y profesionales, son una pareja estable y feliz. Cuando las conocí, estaban esperando la respuesta para viajar a España con un contrato de trabajo. "Estamos muy ilusionadas, si pudiéramos establecernos en España, podríamos casarnos. Y tener dos hijos, uno de cada una".
Foto: Dos desnudos en la selva, cuadro pintado por Frida Kahlo en 1939.

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