Por Iván García
Las hay jóvenes y maduras. Bonitas y con buenos cuerpos. Otras tienen la mirada triste y la piel cetrina. Están a la caza de clientes. Pululan por las afueras de los centros nocturnos. Discotecas de medio pelo y cabarets de mala muerte.
Tienen una tarifa fija. 10 pesos cubanos convertibles (8 dólares) por una noche. El ligue es rápido. Una mirada, un simple gesto y te abordan. Hacen de todo. Es el mismo precio para las lesbianas. Si quieres tener sexo anal o un poco de sadomasoquismo, tienes que pagar más.
Las hay atrevidas, como Marisleydis. Al igual que los predicadores de Jehová, cuando cae la noche, toca a las puertas de hombres que viven solos en su barrio.
“Formo mi show particular. Llego con ropas minúsculas y provocativas, y con una mirada que derrite le digo ‘papi me siento muy sola’. Si observo que el tipo me mira con lascivia, en la propia escalera, me voy quitando la ropa. Tengo once buenos clientes, en distintas noches, que me garantizan 110 pesos cubanos convertibles (95 dólares) mensuales y me ayudan a mantener a mi hijo de 4 años”, explica Marisleydis.
Algunas se bajaron del tren la noche anterior. Rosalía una mulata de color cobrizo, nacida en Manzanillo, acaba de llegar a La Habana. Sin sacudirse el polvo del camino, sale a un bar de moneda dura a ligar un cliente.
En Manzanillo, en casa de su madre, dejó una niña de 8 años sin padre y una escasez material abrumadora. “Practico la nueva modalidad de puta a domicilio. Es más seguro. Primero estudio bien al hombre con quien me voy a acostar. Luego le doy una noche movida. Más de uno se ha enamorado de mi”, cuenta Rosalía.
Todas andan con sus teléfonos móviles. Una llamada y al poco rato están en casa del cliente. Dora, una muchacha achinada y con el pelo teñido de rubio, dice que su especialidad son los hombres maduros y hacer un striptease antes del sexo.
“Muevo el culo con gracia, me tratan bien, aunque lo ideal hubiese sido acostarme con extranjeros, para ganar más plata o tener la posibilidad de enganchar a uno y marcharme del país. No ha podido ser. Pero el destino ha querido que sea una puta discreta”, apunta pasada de trago.
Las putas a domicilio no pierden la esperanza de ligar a un tipo con billetes o un cándido y pálido turista europeo. Es su sueño. Mientras, tocan a las puertas de los hombres que viven solos.
Foto: Invision Images
tristisimo, aunque excelentemente bien escrito.
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