Por Miguel Paz
Por Miguel Paz
Le carga que escriban sobre su vida. Dice que siempre lo tratan de espía cubano, de “palo blanco” de Fidel y que nunca lo ven por lo que es hoy: un empresario. Conozca el perfil del único hombre en Chile que maneja un Porsche y un Mercedes, tiene un helicóptero, un yate y que pese a ello se define como “pobre, pero con plata”.
Estigmatizado, mitificado, admirado, repudiado, temido, el multifacético empresario Max Marambio ha vivido aventuras suficientes como para escribir un libro. Él ha dicho que escribirá tres porque sus memorias “Sobre mi vida indebida” no caben en un solo tomo.
Como en la película “El talentoso señor Ripley”, donde el protagonista es acosado por una historia oculta y su intento por despegarse de ella, a Max Marambio su pasado lo persigue.
Y su presente lo posiciona con amigos y socios en todo el espectro político y empresarial.
Mezcla de animal político, convencido idealista y empresario pragmático, quienes hablaron para este reportaje concuerdan en que si algo caracteriza al Marambio de hoy es su estilo seductor y su desprejuicio para establecer lazos de todo tipo.
La reconversión de Max Marambio ha sido tal que muy pocos se lo perdonan. El miércoles en el programa Caníbal se lo tiraron en la cara. “Eres la versión 2.0 del proletariado”, le dijo Carolina Delpiano con una sonrisa en la boca.
Cuba sigue siendo su segunda casa. De hecho durante dos semanas esta publicación trató de contactarlo, pero no fue posible porque hasta el cierre de la edición permanecía en la isla. A través de otros contactos, este medio le pidió al empresario conocer su versión. Pero él no quiso hablar telefónicamente y sólo estuvo dispuesto de hacerlo personalmente cuando regresara a Chile.
La vinculación de Max ‘Guatón’ Marambio con la revolución cubana se remonta a un viaje que realizó a La Habana con su padre, el diputado socialista por Colchagua, Joel Marambio, en 1966. Por entonces el joven Max, recién egresado del Instituto Barros Arana, quedó prendado de Fidel. Conocerlo “fue como una especie de fuerza de la naturaleza”, ha dicho. En medio de una recepción al grupo de chilenos, Castro le preguntó qué quería estudiar. Marambio contestó: arquitectura. El comandante respondió: “Fenómeno, porque nosotros nos estamos volcando por entero a la agricultura”. Entendiendo el error intencional de Fidel, Marambio comenzó a estudiar Agronomía. Pero le duró poco.
Bajo el influjo de la revolución y sus ideales, Max Marambio se sumó a una generación de latinoamericanos que a fines de los 60 pasaba de las aulas de la Universidad de La Habana a los campos de entrenamiento de guerrillas inspirados por el ejemplo del Ché.
Su muerte en la sierra boliviana precipitó el regreso de Marambio a Chile con la idea de hacer su “revolución de bolsillo”, como ha reconocido. En eso estaba, concientizando campesinos de Colchagua, cuando ingresó al MIR y luego al GAP, la escolta de Allende.
En 1970 y con apenas 23 años se convierte en jefe del Grupo de Amigos del Presidente. ¿La chapa? Un nombre de película de espías: Ariel Fontana. Con Allende nunca fueron cercanos. Al “Chicho” le costaba aceptar las restricciones de movimiento que imponía su seguridad. Más difícil le era recibir órdenes de un jovencito que poco a poco se fue desencantando de su doble rol en el GAP y miembro del MIR.
Para Marambio, el proyecto de revolución pacífica de la UP era “un enunciado contradictorio en sí mismo”, según dijo a La Tercera a raíz de los 30 años del golpe. Y el MIR, en tanto, una organización que había despreocupado la preparación militar de sus militantes y se alejaba peligrosamente de la unidad de la izquierda. Desde su punto de vista, el proceso se encaminaba a un suicidio político. Unos y otros no estaban conscientes de lo que vendría.
Pese a que siguió realizando algunas operaciones de inteligencia a pedido de Allende, como la investigación del asesinato del edecán naval del Presidente, Arturo Araya, en noviembre de 1971 se retiró del GAP y seis meses después salió del MIR. No sin antes dar la prueba de la blancura revolucionaria, incorporándose como “instructor en un centro de entrenamiento guerrillero que el movimiento tenía en las montañas de Temuco”, escribe Marambio.
La racionalidad de su análisis 30 años después, no obstante, contraviene la pasión por la velocidad que adquirió por esos días. Acostumbrado a volar por las calles de Santiago en los Fiat 125 arreglados del GAP, el 20 de enero de 1972 Max Marambio tuvo un accidente automovilístico en el que murió su polola Valentina. Él venía al volante y el acontecimiento lo dejó “deshecho”. Sería el primero de varios grandes dolores como la tortura de su madre por el agente de la DINA, Osvaldo Romo.
El golpe militar lo haría regresar a Cuba.Tras estar encerrado diez meses en la embajada cubana en Chile, Marambio parte a Suecia sin intenciones de vivir la melancolía del exilio. “Nada de empanadas ni cuecas lagrimosas”, dijo. Las condiciones habían cambiado. Cuba. La única revolución latinoamericana que persistía no podía morir.
Max Marambio pisa suelo cubano a fines del 74 de la mano de su primera esposa, una sueca de la cual se divorcia rápidamente e ingresa a la Universidad de La Habana para estudiar Ciencias Políticas.
Al poco tiempo, determinado por la agria lección del fracaso chileno ingresa en Tropas Especiales, el cuerpo militar de élite de Cuba.
Si el primer contacto de Max Marambio con Fidel había sido a través de su padre, la estrecha relación que mantienen hasta hoy tiene nombre y apellido: Tropas Especiales.
En Chile había estado con dos de sus más importantes oficiales: los gemelos Patricio y Antonio “Tony” de la Guardia, quienes en 1989 serían detenidos y procesados en La Habana por narcotráfico junto al general Armando Ochoa. El primero recibiría 30 años de cárcel en lo que se conoció como la Causa No1; ‘Tony’ y Ochoa, pena de muerte.
Aunque testimonios de opositores a Fidel Castro, como el del escritor Norberto Fuentes, aseguran que el chileno se salvó del proceso al hacer “informes de inteligencia en contra de ‘Tony’”, Marambio alega que él fue corsario, pero no devino en pirata.
Pero a principios de 1975 ni los hermanos de la Guardia o Marambio podían predecir el futuro. En nombre de la revolución y con patente de corso brindada por Fidel los nombres de la Guardia, Marambio y otros se fundirían en operaciones secretas militares y comerciales durante los siguientes tres años. Angola, Palestina, el Líbano, Corea, Centroamérica y Europa los vieron traspasar sus fronteras en misiones encubiertas de “ayuda internacionalista” a las luchas de liberación.
“Me tocó participar en algunas guerritas, pero nada más”, admite Marambio cada vez que le preguntan por los tres años de misiones especiales que el actual empresario nunca ha querido revelar. Según él, se debe a que “le tengo demasiado respeto a quienes tomaron ese camino y no pudieron vivir para verificar o corregir mis palabras”. Pero un chileno radicado en Cuba que perteneció al MIR y que participó en operaciones de la “solidaridad internacionalista cubana” desplegada en la década de los 70, da otra explicación.
Según él, hombres como Marambio y Antonio de la Guardia, “ayudaron a Cuba siendo testaferros de sus negocios en los 70”. Explica que debido al bloqueo norteamericano y la necesidad de divisas “las operaciones económicas encubiertas fueron intensas”.
¿El método? “El movimiento de capitales era la base de confianza, te pasaban 100 mil dólares para multiplicarlos, no te preguntaban cómo los ibas a usar, confiaban en ti y tú les respondías bien”. Así de simple, dice. No obstante, asegura que cuando se fundó la Corporación Importadora Exportadora de Cuba, Cimex, en 1978 y Fidel decretó la autorización para crear empresas de propiedad mixta (un 50 por ciento de propiedad privada y un 50 por ciento del Estado cubano), “las cosas empiezan a moverse más abiertamente”.
Precisamente Marambio fue quien encabezó Cimex e inició el turismo a la isla de exiliados cubanos, hasta 1983, fecha en que es destituido. Aquí las versiones nuevamente varían. La oficial precisa que la dirigencia cubana no vio con buenos ojos lo que consideró el germen de un “capitalismo de pacotilla”. La informal apunta a que Marambio tenía cuentas y tarjetas de crédito en el extranjero. “Fue una experiencia magnífica, aunque por el desenlace que tuvo para mí, dolorosa”, contó el empresario recientemente. De ahí en más, “Guatón” se lanzó a los negocios.
En sus entrevistas, Marambio siempre defiende a la isla. “Allí hay de todo, aún los artículos más refinados o de lujo. Lo que falta es dinero para comprar. Por cierto que la gente no tiene acceso a todo lo que necesita. Hay pobreza. Pero me atrevería a decir que sin carencias fundamentales ”, declaró a la revista Capital.
Casado desde 1995 con la pintora Soledad Correa, hoy Max Marambio es un vividor.
Como buen chileno no le gusta hablar de plata, pero la aprovecha para darse sus gustos. Tiene un yate bautizado en honor a su mujer, “Oh Sole mía II”, con el que en febrero ganó la primera fecha de la Copa “Viña del Mar-Primex” en el lago Vichuquén.
Le gusta el golf y salir a cazar tórtolas con sus amigos. Es un filántropo miembro de los “Amigos del Museo de Bellas Artes” que aprecia la plástica y tiene una colección importante de obras de artistas latinoamericanos. Y además realiza aportes anónimos a causas justas.
Es un fanático de la aviación. Es dueño de un helicóptero Bell 206 con el que ha sumado varias miles de horas de vuelo. Irónicamente, el modelo del helicóptero es el mismo utilizado por los cuatro miembros del FPMR-A que se fugaron de la Cárcel de Alta Seguridad en 1996.
En ese helicóptero llegó vestido con un traje negro con rayas, al más estilo Al Capone, hasta la Viña Tarapacá para participar en el matrimonio de Enríquez-Doggenweiller. Y no se despegó de su caja de arroz que compartía con los demás invitados.
El 007 de Fidel, como le denominan por su relación con Castro, tiene una amplia casa en La Habana, una residencia en Madrid y una quinta en Pirque, donde vive con Soledad, la hija del hombre al que su padre, Joel Marambio, le expropió el campo.
Aunque ninguna persona pobre va al trabajo en helicóptero ni tiene velero o casa en el extranjero, cuando le preguntan, Max dice que es “un pobre con plata”.
Con más de 30 empresas en cinco países (Chile, España, Cuba, México y Ecuador) agrupadas en el holding ING (International Network Group) Marambio tiene un patrimonio, sólo en Cuba, superior a 20 millones de dólares. ING, que nació en 1985 tras la salida de Marambio de Cimex, con el propósito de producir películas latinoamericanas, actualmente está enfocada al rubro turístico, inmobiliario, de aviación y agroindustrial. Con todo, Max Marambio es hoy el chileno mejor conectado con Fidel Castro, según explica el ex subsecretario del Interior, Belisario Velasco, quien tiene una larga relación con la isla y un hijo con negocios allá. “Es el comerciante con más llegada en Cuba”, dice.
Sin embargo, muchos se preguntan cómo logró acumular tanto dinero. Aunque no es el chileno con más plata sí es el único que la obtuvo en el corazón del socialismo latinoamericano.
¿Cómo lo logró? La historia oficial de cómo Max Marambio se hizo millonario suena casi tan pintoresca como la de Fra Fra y sus pollitos. Una terrina congelada de foie gras llevada por Marambio a Cuba desde París en 1983 y una comida con Fidel entre los invitados le bastaron para que la administración del zoológico de La Habana le prestara diez gansos para intentar producir el paté francés en la isla.
Sólo sobrevivieron dos. Con ellos “pudimos obtener un hígado de 650 gramos y preparar foie gras”, dijo el empresario a Qué Pasa. Como los panes, el negocio se multiplicó y nació La Oca, que exporta más de un millón de gansos anuales en forma de plumas, carne y foie gras. Marambio, ya retirado del negocio, ha dicho que “recibía un 15 por ciento de comisión”, con la cual habría sumado los primeros dólares de su fortuna.
Para los anticastristas la historia es otra. Según un documento titulado “Las Reservas del Comandante” ampliamente distribuido en 1997, Marambio sería uno de los encargados de las finanzas personales de Fidel. El empresario se ríe de las acusaciones. “Qué te puedo decir de esas idioteces. Caen por su propio peso”, dijo a Capital.
Igual la duda permanece. “A mí me cuesta explicarme cómo gente como Marambio de un día para otro mueva millones de dólares”, se pregunta un pequeño empresario chileno que por sus nexos políticos y económicos con Cuba, pide anonimato. Aún así, la respuesta según él se encuentra en el buen timing de Max en los 70. “Marambio tuvo una gran habilidad: el haber estado cuando más se necesitaba. Demostró eficiencia, resolvió problemas y generó negocios para Cuba. Además, su historia lo avala, no era un aparecido”, dice.
Con el desplome de la URSS y el cese de su ayuda económica, la isla literalmente se murió de hambre. Obligado por las circunstancias, Fidel Castro debió aceptar la apertura de Cuba a una dolarización informal y a una política de puertas abiertas al turismo. Lo que en 1983 para la dirigencia cubana había sido el símbolo de “un capitalismo de pacotilla”, se convertía en la salvación de su economía en pleno “Período Especial”. Por entonces, Marambio fue el principal promotor de las inversiones de otros empresarios chilenos en Cuba.
Pero no todo es por amor a la causa, indica un miembro del PS con fuertes nexos con el gobierno cubano. “Persona que él lleva a Cuba tiene que tener nexos con él”, dice.
El chileno con negocios en Cuba, lo explica de la siguiente manera: “Marambio es un proveedor, un facilitador de contactos porque no tienes otra manera de operar debido al bloqueo”, dice. Hombres como Marambio le dan confianza a los empresarios. Aportan el “know how” y “su nombre es símbolo de que las trabas burocráticas desaparecerán si negocias a través de él”. Su conocimiento del modo de trabajar en Cuba les asegura a los hombres de negocios “mover la entrada de inversiones, el flujo del negocio y el retorno de los pagos”, explica. Y eso se agradece y remunera.
La fuente asegura que Marambio no es el único. “Hay otros, varios ex miristas que tienen contactos antiguos que ahora les sirven para propósitos comerciales”. La diferencia está en la importancia que alcanzó Max Marambio para Cuba. “Con el nivel de contactos que él tiene, las utilidades son importantes”.
Marambio ha dicho: “Yo entendí que la capacidad de influir en la gente pasa por los recursos que tú tienes”. Y en eso está. Al igual que su gran amigo y socio Carlos Cardöen, el empresario sabe que el paso del papel de diario y la polémica al glamour y tranquilidad del papel cuché tiene que ver con la cultura, el arte, la educación y los medios de comunicación. Hace poco mostró interés por participar en la Universidad Arcis y en reflotar el diario La Época.
En el caso del periódico, un cercano al empresario reconoció que estuvo en conversaciones con el dueño de la marca, el actual embajador en México, Fernando Molina, en 2002. Pero Marambio no era el único posible accionista en el negocio. “También participaba un consorcio periodístico español, que no es Prisa”, aclara un testigo de las conversaciones.
En el caso de Arcis es al revés. Según un miembro del Consejo Superior de la Universidad, el sociólogo Tomás Moulián, antes de convertirse en rector de la casa de estudios, tomó contacto con Marambio para que este ayudara a la Universidad a salir del hoyo financiero en que estaba en 2003. El interés de Marambio, explicado por Moulián en una de las reuniones del Consejo Universitario a fines del año pasado, es ratificado por Andrés Pascal. “Me consta porque colaboré con él en los estudios sobre la Universidad y sobre las posibilidades que tiene”.
Para los anticastristas la historia es otra. Según un documento titulado “Las Reservas del Comandante” ampliamente distribuido en 1997, Marambio sería uno de los encargados de las finanzas personales de Fidel. El empresario se ríe de las acusaciones. “Qué te puedo decir de esas idioteces. Caen por su propio peso”, dijo a Capital.
Igual la duda permanece. “A mí me cuesta explicarme cómo gente como Marambio de un día para otro mueva millones de dólares”, se pregunta un pequeño empresario chileno que por sus nexos políticos y económicos con Cuba, pide anonimato. Aún así, la respuesta según él se encuentra en el buen timing de Max en los 70. “Marambio tuvo una gran habilidad: el haber estado cuando más se necesitaba. Demostró eficiencia, resolvió problemas y generó negocios para Cuba. Además, su historia lo avala, no era un aparecido”, dice.
Con el desplome de la URSS y el cese de su ayuda económica, la isla literalmente se murió de hambre. Obligado por las circunstancias, Fidel Castro debió aceptar la apertura de Cuba a una dolarización informal y a una política de puertas abiertas al turismo. Lo que en 1983 para la dirigencia cubana había sido el símbolo de “un capitalismo de pacotilla”, se convertía en la salvación de su economía en pleno “Período Especial”. Por entonces, Marambio fue el principal promotor de las inversiones de otros empresarios chilenos en Cuba.
Pero no todo es por amor a la causa, indica un miembro del PS con fuertes nexos con el gobierno cubano. “Persona que él lleva a Cuba tiene que tener nexos con él”, dice.
El chileno con negocios en Cuba, lo explica de la siguiente manera: “Marambio es un proveedor, un facilitador de contactos porque no tienes otra manera de operar debido al bloqueo”, dice. Hombres como Marambio le dan confianza a los empresarios. Aportan el “know how” y “su nombre es símbolo de que las trabas burocráticas desaparecerán si negocias a través de él”. Su conocimiento del modo de trabajar en Cuba les asegura a los hombres de negocios “mover la entrada de inversiones, el flujo del negocio y el retorno de los pagos”, explica. Y eso se agradece y remunera.
La fuente asegura que Marambio no es el único. “Hay otros, varios ex miristas que tienen contactos antiguos que ahora les sirven para propósitos comerciales”. La diferencia está en la importancia que alcanzó Max Marambio para Cuba. “Con el nivel de contactos que él tiene, las utilidades son importantes”.
Marambio ha dicho: “Yo entendí que la capacidad de influir en la gente pasa por los recursos que tú tienes”. Y en eso está. Al igual que su gran amigo y socio Carlos Cardöen, el empresario sabe que el paso del papel de diario y la polémica al glamour y tranquilidad del papel cuché tiene que ver con la cultura, el arte, la educación y los medios de comunicación. Hace poco mostró interés por participar en la Universidad Arcis y en reflotar el diario La Época.
En el caso del periódico, un cercano al empresario reconoció que estuvo en conversaciones con el dueño de la marca, el actual embajador en México, Fernando Molina, en 2002. Pero Marambio no era el único posible accionista en el negocio. “También participaba un consorcio periodístico español, que no es Prisa”, aclara un testigo de las conversaciones.
En el caso de Arcis es al revés. Según un miembro del Consejo Superior de la Universidad, el sociólogo Tomás Moulián, antes de convertirse en rector de la casa de estudios, tomó contacto con Marambio para que este ayudara a la Universidad a salir del hoyo financiero en que estaba en 2003. El interés de Marambio, explicado por Moulián en una de las reuniones del Consejo Universitario a fines del año pasado, es ratificado por Andrés Pascal. “Me consta porque colaboré con él en los estudios sobre la Universidad y sobre las posibilidades que tiene”.
El empresario habría ofrecido prestar el dinero que hacía falta para pagar las deudas (estimadas en más de 300 millones de pesos), pero con la condición de que se saneara rápidamente la situación administrativa de la Institución y de que él pasara a ser miembro del directorio de la Corporación. Las conversaciones no llegaron a nada “porque puso muchas condiciones como sanear la universidad en tres meses”, explica la fuente.
Para un miembro directivo de la Universidad, “lo que quiere Marambio es adquirir una cierta respetabilidad y eso es lo que hace poniendo una cantidad de plata en Arcis. Él busca un modo de adquirir el aspecto de un filántropo cultural y eso es lo que buscó acá en algún momento”
Pero Pascal piensa que no. El interés de Marambio “es apoyar el desarrollo de una universidad que siendo privada es la más progresista de las universidades privadas”, explica el ex dirigente del MIR.
Sentado hoy en el sillón de rectoría, Tomás Moulián no desmiente ni afirma nada, solo dice que no han llegado a ningún acuerdo con Marambio. Pero Andrés Pascal dice lo contrario: “Es un tema que no está cerrado del todo”.
"La izquierda y derecha unidas, jamás serán vencidas", dice Nicanor Parra. Según Max Marambio es la frase más acorde a los tiempos. Y la sigue al pie de la letra. Sus amistades en la derecha son variadas y bien conocidas.
Es amigo de los nuevos samuráis de Lavín: Andrés Allamand y Manuel José Ossandón (UDI), el edil de Puente Alto. Del primero ha dicho que “es la gran esperanza blanca de la derecha” y que no le cabe duda que algún día será presidente de Chile. Con el segundo lo une una relación doble. Se conocieron siendo vecinos en Pirque y fueron socios en las gestiones para la visita de Joaquín Lavín a Cuba en febrero de 2002.
Pese a que Marambio ha negado públicamente haber sido nexo con Fidel, en una ocasión se ufanó de la maniobra ante el alcalde de Buin. Angel Bozán recuerda sus palabras en medio de una discusión por el aeródromo que Marambio desea instalar en la localidad. “Cuando yo tuve aquí en mi oficina a Max Marambio le dije: Lamento que usted haya llevado a Lavín a Cuba”, dice. Bozán asegura que Marambio le contestó: “Algún día la izquierda chilena me va a agradecer el haber llevado a Lavín a Cuba, para hablar con Fidel Castro”.
Si la izquierda no lo hace, sin duda que Lavín sí. En un eventual gobierno suyo, el alcalde de Santiago no podría olvidar el puente de plata con La Habana que Marambio le tendió y que por estos días ha vuelto a cruzar, reuniéndose con dignatarios del PC cubano, quienes le pidieron que interceda para que el gobierno se abstenga de votar contra Cuba en la Comisión de DD.HH. de la ONU. Otros derechistas que no le niegan el saludo a Marambio son Raúl Torrealba, el alcalde RN de Vitacura, y el diputado del mismo partido Maximiano Errázuriz.
Con éste se conocieron a fines de la década de los 80 en un cóctel organizado por Carlos Cardöen, otro partner de Max. El otrora productor de armas y renovado filántropo cultural tenía un stand en la Fidae donde promocionaba sus helicópteros. Pero la amistad con Errázuriz se afianzó tiempo después debido a un incidente donde el diputado casi pierde la vida: “Fui a pescar al lago Ranco, estalló una tempestad, y casi me ahogué. De repente aparece una lancha muy bonita, muy grande, muy importante y me rescata”, dice el parlamentario.
La lancha pertenecía al empresario inmobiliario Francisco Posadas, el socio de Marambio y del general retirado de la FACH, César Topali, en la empresa Los Silos de Nazareno. Errázuriz no puede ocultar su admiración por el empresario. “Quizás lo que más sorprende de Max Marambio es que él en sí mismo es un poder fáctico”, explica. Así quedó demostrado con su pelea con Ricardo Claro y los viñateros y residentes de Alto Jahuel por instalar un aeródromo en Buin.
El proyecto, desarrollado por Los Silos de Nazareno, aún se encuentra en etapa de evaluación de impacto ambiental, y enfrenta a dos pesos pesados del lobbismo nacional. Enrique Correa por el lado de las Viñas y el estudio Allamand & Schaulsohn en representación del empresario de traje de lino.
De triunfar Max Marambio en esa batalla, el mito de que el aeródromo tiene como objetivo recibir a Fidel en un eventual exilio en Chile estaría más cerca de la realidad.
Para un miembro directivo de la Universidad, “lo que quiere Marambio es adquirir una cierta respetabilidad y eso es lo que hace poniendo una cantidad de plata en Arcis. Él busca un modo de adquirir el aspecto de un filántropo cultural y eso es lo que buscó acá en algún momento”
Pero Pascal piensa que no. El interés de Marambio “es apoyar el desarrollo de una universidad que siendo privada es la más progresista de las universidades privadas”, explica el ex dirigente del MIR.
Sentado hoy en el sillón de rectoría, Tomás Moulián no desmiente ni afirma nada, solo dice que no han llegado a ningún acuerdo con Marambio. Pero Andrés Pascal dice lo contrario: “Es un tema que no está cerrado del todo”.
"La izquierda y derecha unidas, jamás serán vencidas", dice Nicanor Parra. Según Max Marambio es la frase más acorde a los tiempos. Y la sigue al pie de la letra. Sus amistades en la derecha son variadas y bien conocidas.
Es amigo de los nuevos samuráis de Lavín: Andrés Allamand y Manuel José Ossandón (UDI), el edil de Puente Alto. Del primero ha dicho que “es la gran esperanza blanca de la derecha” y que no le cabe duda que algún día será presidente de Chile. Con el segundo lo une una relación doble. Se conocieron siendo vecinos en Pirque y fueron socios en las gestiones para la visita de Joaquín Lavín a Cuba en febrero de 2002.
Pese a que Marambio ha negado públicamente haber sido nexo con Fidel, en una ocasión se ufanó de la maniobra ante el alcalde de Buin. Angel Bozán recuerda sus palabras en medio de una discusión por el aeródromo que Marambio desea instalar en la localidad. “Cuando yo tuve aquí en mi oficina a Max Marambio le dije: Lamento que usted haya llevado a Lavín a Cuba”, dice. Bozán asegura que Marambio le contestó: “Algún día la izquierda chilena me va a agradecer el haber llevado a Lavín a Cuba, para hablar con Fidel Castro”.
Si la izquierda no lo hace, sin duda que Lavín sí. En un eventual gobierno suyo, el alcalde de Santiago no podría olvidar el puente de plata con La Habana que Marambio le tendió y que por estos días ha vuelto a cruzar, reuniéndose con dignatarios del PC cubano, quienes le pidieron que interceda para que el gobierno se abstenga de votar contra Cuba en la Comisión de DD.HH. de la ONU. Otros derechistas que no le niegan el saludo a Marambio son Raúl Torrealba, el alcalde RN de Vitacura, y el diputado del mismo partido Maximiano Errázuriz.
Con éste se conocieron a fines de la década de los 80 en un cóctel organizado por Carlos Cardöen, otro partner de Max. El otrora productor de armas y renovado filántropo cultural tenía un stand en la Fidae donde promocionaba sus helicópteros. Pero la amistad con Errázuriz se afianzó tiempo después debido a un incidente donde el diputado casi pierde la vida: “Fui a pescar al lago Ranco, estalló una tempestad, y casi me ahogué. De repente aparece una lancha muy bonita, muy grande, muy importante y me rescata”, dice el parlamentario.
La lancha pertenecía al empresario inmobiliario Francisco Posadas, el socio de Marambio y del general retirado de la FACH, César Topali, en la empresa Los Silos de Nazareno. Errázuriz no puede ocultar su admiración por el empresario. “Quizás lo que más sorprende de Max Marambio es que él en sí mismo es un poder fáctico”, explica. Así quedó demostrado con su pelea con Ricardo Claro y los viñateros y residentes de Alto Jahuel por instalar un aeródromo en Buin.
El proyecto, desarrollado por Los Silos de Nazareno, aún se encuentra en etapa de evaluación de impacto ambiental, y enfrenta a dos pesos pesados del lobbismo nacional. Enrique Correa por el lado de las Viñas y el estudio Allamand & Schaulsohn en representación del empresario de traje de lino.
De triunfar Max Marambio en esa batalla, el mito de que el aeródromo tiene como objetivo recibir a Fidel en un eventual exilio en Chile estaría más cerca de la realidad.
La Nación, Chile, 28 de marzo de 2004
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