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jueves, 10 de junio de 2010

El Cártel de La Habana (VI)

A mediados de los 80, el término narcoterrorismo se transformó en algo concreto. Un desempeño especial en este nuevo engendro lo tuvo uno de los jefes máximos del Cartel de Medellín, Pablo Escobar. El temido colombiano llegó a un arreglo con Castro, mediante el cual el Cartel recibía bases para sus operaciones a cambio del suministro de amplios fondos a las guerrillas del M-19 colombiano.
Además, el gobierno cubano suministrará al Cartel de Medellín equipos y material químico como acetona y éter etílico, que adquiere en Hamburgo, Alemania. Estas sustancias son ingredientes básicos para producir el clorhidrato de cocaína.
Bajo la protección de la marina cubana, Escobar estableció sus cuarteles generales en Paredón Grande, en la costa norte de Cuba. El funcionario cubano exiliado Oscar Valdés, hermano de Ramiro Valdés, miembro del buró político del partido comunista, ha declarado que él mismo le sirvió de guía a Escobar cuando éste visitó a Castro en Cuba.
A raíz de la liquidación de Escobar en una operación de rastreo del gobierno colombiano en 1994, se incautó una grabación donde el narcotraficante aludía a una reunión que había coordinado entre comerciantes de la droga y Raúl Castro.
El segundo al mando de las operaciones entre Escobar y Castro era el fugitivo norteamericano Robert Vesco. José Figueres, ex presidente de Costa Rica, había dado refugio en ese país al estafador y narcotraficante Robert Vesco, quien había huido de Estados Unidos en 1973 con 212 millones de dólares. Con posterioridad, Figueres intercedería con Castro para que aceptase la estadía de Vesco en Cuba cuando las autoridades de Las Bahamas lo estaban presionando para que abandonase el país.
Vesco era utilizado desde 1978 por Castro en actividades de narcotráfico, y residía en el puerto de Barlovento cerca de La Habana. En Barlovento tiene Castro fondeado uno de sus yates personales, el Yagüaramas, en el que sale de pesquería frecuentemente con Vesco a las aguas del Caribe. Los contactos de Vesco eran el tenebroso personaje chileno Carlos Alfonso (Max Marambio) y el funcionario cubano José Luis Padrón.
Los sandinistas también se beneficiaron del arreglo entre Cuba y el Cartel de Medellín. En sus viajes a Managua, Escobar utilizaba aviones de la fuerza aérea cubana. Siempre se mostraba generoso con los cubanos a los que hacía regalos frecuentemente, como el millar de pistolas checoslovacas que les envió en la Navidad de 1984.
En el juicio contra el general Ochoa, según la acusación del fiscal, se sostuvo en La Habana una reunión con enviados de Escobar, donde se había hablado de instalar una fábrica de cocaína en Angola, y de montar una operación de falsificación de dinero a través de ese gobierno, el cual tendría que obtener el papel. También reza en la acusación que los colombianos habían decidido abrir una empresa en Panamá que les diese cobertura para el movimiento del barco Jennipher en todo el contexto caribeño.
En el careo durante el juicio Ochoa-La Guardia salió a relucir la solicitud hecha por el zar del cartel colombiano Pablo Escobar al gobierno de Cuba, en cuanto a adquirir alrededor de 10 equipos lanzacohetes tierra-aire, y la posibilidad de que se le mantuviera un avión de reserva en caso de urgencia. De acuerdo con el fiscal, la estrategia aérea también fracasa por el descontento de Escobar, que sospecha que los cubanos le habían estafado en varios cargamentos. Se relató la forma en que Tony de La Guardia había recibido un avión cargado de drogas en la base militar de Santa Clara, y cómo el primer cargamento de cocaína fue desembarcado en la pequeña área militar del aeropuerto de Varadero.
En marzo de 1984, el Ministro de Defensa de Colombia, Gustavo Matamoros, expresó que la "pasta" entraba en Colombia de contrabando desde Bolivia y Perú para ser convertida en cocaína que luego se transportaba por avión a Cuba. Matamoros declaró explícitamente que era de conocimiento público que los aviones salen de Colombia llenos de cocaína y regresan de Cuba cargados de armas para las guerrillas del M-19, y que Cuba recibía en pago por esta operación el 10 por ciento del embarque.
Asimismo, un operativo cubano fue establecido en El Salvador para ayudar en el traspaso de armas. El general checo Sejna recuerda que en una conferencia celebrada en Moscú donde se discutía el grado de ayuda que se brindaría al partido comunista salvadoreño, los soviéticos solicitaron a los cubanos que proveyesen recursos de los fondos que ya se obtenían de las operaciones de narcotráfico en El Salvador.
El ex sandinista Edén Pastora describió la actitud de Castro hacia el tráfico internacional de drogas, a partir de su actual apoyo al mismo, como parte del objetivo de desestabilizar la sociedad norteamericana. Apuntó Pastora que Castro recomendaría a los sandinistas a que siguieran su ejemplo "cuando Tomás Borge y otros miembros del Directorio Nacional estábamos en Cuba en 1982, Fidel Castro realizó algunos comentarios concernientes a las drogas y a su tráfico.
Antes, los cubanos capturaban a los traficantes y los entregaban, ahora, nos dijo Fidel, ellos pueden ir y hacer lo que quieran, mientras nos dejen algún dinero. Vamos a blanquear a esa gente con cocaína; y Castro encomendó a Tomás Borge que hiciera lo mismo".
El testimonio de Pastora también arrojó que en la Isla de Maíz, cerca de la costa nicaragüense, existía un intenso tráfico de drogas con Colombia. Pastora admitió haber presenciado los aviones que allí aterrizaban para hacer el trueque de droga por armamentos, y recordó haber visto a Humberto Ortega en una ocasión enviar saquitos de cocaína y píldoras de LSD a ese aeropuerto.
Según declaraciones del convicto narcotraficante Lehder, tras la disputa de mayo de 1984 entre el Cartel y Noriega sobre el laboratorio de Darién, Cuba instruyó a Manuel Piñeiro de hacer los arreglos necesarios para que él, Escobar y otros miembros del Cartel moviesen sus bases hacia Nicaragua. Y, añadió Lehder: "los cubanos estaban a cargo de la operación de la cocaína en Nicaragua y los nicaragüenses no movían un dedo si no se lo decían (los cubanos)".
En agosto de 1984, el ex diplomático nicaragüense Antonio Farach testimonió ante un subcomité del senado norteamericano sobre los altos niveles del gobierno nicaragüense que estaban envueltos en el narcotráfico a través de la conexión colombiana y boliviana, permitiendo incluso el uso del aeropuerto de Managua y otorgando pasaportes nicaragüenses a los traficantes.
Farach reveló también que las embajadas nicaragüenses tenían instrucciones de proporcionar cobertura y apoyo a organizaciones terroristas, como el M-19, la FARC y la OLP. Según reza en su testimonio, la primera vez que supo de tales sucesos fue en septiembre de 1981 durante una visita de Raúl Castro, cuyos objetivos secretos conoció.
De acuerdo a Farach, los cubanos, ya con experiencia y conexiones en el tráfico de drogas, buscaban garantizarle a sus socios una vía razonable y segura de tránsito por Nicaragua. Farach apuntó que Humberto Ortega fue designado como hombre clave en los operativos de contrabando de drogas hacia los Estados Unidos. La oficina de inmigración y naturalización de Nicaragua, controlada en su totalidad por cubanos, se encargó de suministrar la documentación necesaria.
Entre los traficantes que sostenían relaciones con altas figuras sandinistas estaba James Herring, un norteamericano que servía de asesor en el establecimiento de la producción y el transporte de la cocaína. Herring había sido reclutado y presentado a los cubanos y a los nicaragüenses nada menos que por Vesco, y viajaba entre ambos países acompañado siempre por altos funcionarios de La Habana o de Managua.
Otro protagonista era Ubi Dekker, seudónimo de un traficante europeo de hachís, fugitivo de la INTERPOL, quien enseñó a los sandinistas rutas ilegales entre Nicaragua y Europa. Luego de su arresto, Dekker testificó que el gobierno cubano resolvía la seguridad, facilidades, recursos humanos y todo lo necesario para el tráfico de drogas, y que existía una estrecha vinculación entre Cuba y Nicaragua. Otro destacado personaje en el narcotráfico sandinista era Alvaro Baldizón, miembro de la inteligencia nicaragüense.
En 1981, el narcotraficante Jaime Guillot-Lara sostuvo una reunión en México con guerrilleros del M-19 en la que recibió también una visa nicaragüense que le posibilitó abandonar México. Poco después, a principios de 1982, los sandinistas negociaban la venta de un avión DC-6 al cartel de Medellín. La operación que encausó a Guillot-Lara en 1984 fue dirigida contra la organización de contrabando de drogas Gómez-Zapata, cuyo cuartel general se hallaba en Barranquilla.
A fines de julio de 1983, las autoridades canadienses arrestaron al diplomático nicaragüense Rodolfo Palacios, por posesión de cocaína. La policía comprobó que Palacios era parte de una amplia red de traficantes cuyos contactos llegaban hasta el mismo Ministro del Interior sandinista, Tomás Borge.
Un espía de la DEA infiltrado como piloto en el Cartel, realizó viajes de Colombia a Managua en que transportó 1,500 libras de cocaína. Allí fue recibido por Federico Vaughan, alto oficial del Ministerio del Interior y asistente de Borge, y por Escobar, que disfrutaba de la hospitalidad nicaragüense. El 25 de junio de 1984, el mismo agente realiza otro viaje de Managua a Miami con cocaína, en el curso del cual pudo fotografiar a Vaughan.
La documentación fotográfica determinó que a mediados de julio de 1984, un Gran Jurado Federal en Miami aportase pruebas incontrastables contra once personas, entre ellas el nicaragüense Vaughan, Borge, y los colombianos Escobar y Jorge Luis Ochoa. El piloto traficante, transformado en agente de la DEA, declaró haber recibido del propio Borge dos aviones para los vuelos hacia Estados Unidos. También presentó pruebas de un laboratorio de cocaína en Nicaragua a disposición del Cartel.
Si aún cabía duda del papel nicaragüense en todo este engranaje diabólico, un hecho fortuito vino a confirmarlo. El 19 de abril de 1985, la estación costarricense Radio Impacto anunció que las guerrillas antisandinistas habían destruido la Casa Colorada, antigua mansión de Somoza en el área del Crucero. En la villa habían hallado un enorme laboratorio de cocaína.
Lehder, el colombiano del Cartel que desde Las Bahamas había establecido un tráfico de cocaína, testificaría el 20 de noviembre de 1991, en el juicio de Noriega, que altos ejecutivos del gobierno de Cuba, entre ellos el Ministro de Defensa Raúl Castro, habían ayudado a los esfuerzos del Cartel de Medellín para introducir la cocaína en los Estados Unidos durante la década de los 80. Lehder denunció ante el jurado que él mismo realizó varios viajes a Cuba entre los años 1981-1983, y que en dos ocasiones se entrevistó con Raúl Castro y con el coronel Tony de La Guardia.
La inteligencia cubana obtendría mediante los contactos del traficante Carlos Lehder aviones para el uso personal de Castro, que estarían estacionados en el aeropuerto habanero José Martí. En su testificación ante las autoridades norteamericanas, Lehder explicó que había donado un avión a Raúl Castro, y que había pagado a funcionarios cubanos por el permiso de sobrevolar el espacio aéreo y poder utilizar Cayo Largo como punto de reabastecimiento.
Lehder también testificó que sostuvo entrevistas personales con Vesco en Cuba y en Nicaragua en sus esfuerzos por establecer una ruta a través de ambos países. En mayo de 1984, Lehder tuvo que refugiarse en Nicaragua, junto con otros cuatro miembros del Cartel, tras haber sido implicados en el asesinato del Ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara. Las conexiones en Nicaragua las facilitó Vaughn.
Por último, Lehder declaró que el principal contacto entre el gobierno de Colombia y el Cartel era López Michelsen, jefe del Partido Liberal, cuyas campañas políticas el Cartel había financiado. Fue precisamente el testimonio público de Lehder en 1987 lo que desencadenó los procesos en Cuba mediante los cuales Castro trataría de salvar su responsabilidad del narcotráfico ante las posibles acusaciones de un alto miembro del Cartel. Castro usaría de chivo expiatorio al general Ochoa.
El 25 de octubre de 1985, el Diario Las Américas, en Miami, informó acerca de la existencia en Las Coloradas, al oriente de Cuba, de una planta de procesamiento de drogas adquirido en Alemania Oriental. En esa instalación el gobierno cubano procesaba cocaína, qualudes y otras sustancias tóxicas. Aseveró el diario que la materia prima era transportada casi siempre en aviones cubanos para ser procesada en Cuba.
El diario expresaba que Cuba se había convertido en el "Banco" del tráfico de drogas en América Latina. El "Banco" ha funcionado como una institución financiera y los productores giran contra él en operaciones que pueden implicar armas o dinero. En ciertas embajadas claves se tramitan las órdenes de compras y se cierran las operaciones. El "Banco" entrega la mercancía en la forma que requiera el distribuidor, y cuenta con sucursales en Panamá, en Nicaragua y en Perú.
Uno de sus dirigentes es el uruguayo Alberto Fresne, quien desempeñó un papel determinante en la decisión de su gobierno de restablecer relaciones diplomáticas con La Habana. Junto a ese personaje forman parte de la directiva del "Banco" los altos funcionarios cubanos Emilio Aragonés, Osmany Cienfuegos, Aníbal Velaz y Antonio (Pupo) Padrón.
Del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, de Juan F. Benemelis.
Foto: Robert Vesco en 1974, en Costa Rica. Vesco fue sancionado en Cuba y el 23 de noviembre de 2007 falleció, víctima de cáncer de pulmón.

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