Google
 

miércoles, 9 de junio de 2010

El Cártel de La Habana (V)

Lighthouse by Jorn Ake.
La desmoralización en que se precipitó un grupo de oficiales de la seguridad cubana al verse envueltos en estas operaciones llevó a que Raúl Castro tuviera que sustituir a uno de ellos, al coronel Pedro Rodríguez Peralta, jefe de las tropas de guardafronteras. Según Manuel de Beunza, miembro de la seguridad cubana que desertó en Canadá en 1980, Raúl Castro destituyó y degradó al vicealmirante Generoso Escudero por haberse apropiado de algunas pacas de marihuana y haberlas vendido dentro de Cuba cuando en su función de jefe del puerto de Cienfuegos brindaba apoyo al trasbordo de marihuana.
Asimismo Raúl Castro destituyó a los vicealmirantes José Cuza y Pedro Perera por haberse negado a usar sus unidades de superficie en el tráfico de drogas. Raúl Castro utilizaba una base cerca de Cienfuegos llamada La Caleta desde donde el yate de Castro, El Pájaro Azul, era utilizado para el tráfico ilegal.
La historia de la última década en América Latina registra el nacimiento de una poderosa internacional del tráfico ilegal de drogas que ha logrado imponerse por encima de cualquier ideología o tipo de gobierno. Dos organizaciones insurgentes colombianas desarrollaron conexiones con el tráfico de drogas: las FARC, la organización más antigua y con base rural, y el M-19.
Los frentes guerrilleros de la FARC operaban en aéreas de producción de coca y marihuana donde establecieron acuerdos con los traficantes de quienes recaudan pagos de protección contra las autoridades. Asimismo, la FARC proporcionó un número de aeropuertos clandestinos a los traficantes a cambio de dinero para armas y vituallas.
En el mes de noviembre de 1981 el movimiento guerrillero M-19 secuestró a Marta Ochoa Vásquez hija del connotado narcotraficante Fabio Ochoa, y pidió un cuantioso rescate por su liberación. Los hermanos Ochoa decidieron no pagar el dinero exigido por los guerrilleros del M-19 y, al mismo tiempo, llamaron a una reunión de todos los traficantes colombianos para la organización de una defensa conjunta: así nació el Cartel de Medellín, para defender por las armas sus intereses contra la guerrilla del M-19.
En esa época, Cuba mantenía relaciones diplomáticas con Colombia. Su embajador en ese país, Fernando Ravelo, logró un acuerdo entre el M-19, el Cartel de Medellín y otros grupos guerrilleros con el fin de que las facciones se apoyasen mutuamente.
Para la época en que se inicia el Cartel, los servicios de inteligencia de los Estados Unidos ya habían recibido informes del papel de Cuba en el narcotráfico. Desde inicios de los 80 se había hecho evidente -por las cartas náuticas, los diarios de navegación, y los aviones que se estrellaban en Colombia- de que Cuba facilitaba el tráfico transcaribeño de narcóticos. Los funcionarios colombianos comentaron por esa época que los aviones transportadores de la droga retornaban con cargamentos militares para la FARC. Para el otoño de 1981, las evidencias eran incuestionables.
Un grupo de guerrilleros arrestados en Colombia implicaba a la embajada cubana como centro de contactos del M-19 para la recepción de armas. Ellos informarían que a cambio de grandes sumas y del traspaso de armas al M-19, Castro ofrecía la protección de sus puertos y aguas territoriales a importantes narcotraficantes que operaban entre América del Sur y el sureste de los Estados Unidos.
El acuerdo incluía el apoyo de Castro a las embarcaciones de transporte de la droga en su ruta de Bahamas a Miami. Por su parte, el Cartel suministraba armas y dinero a las guerrillas a través de Panamá.
Los barcos zarpaban desde el puerto colombiano de La Guajira y llegaban al cayo cubano Paredón Grande, en Sagua La Grande. Aun hoy día lo hacen. Allí, una lancha torpedera de la marina cubana los custodia. Miembros de la inteligencia cubana supervisan la transferencia del cargamento y cuidan de los botes rápidos de los traficantes de Miami escondidos en Cayo Güincho, en Las Bahamas.
Estos barcos rápidos disponen de bandera cubana y son guiados por torpederas de la marina cubana hasta las costas norteamericanas. Asimismo, los aviones despegan desde pistas secretas cerca de La Guajira, en Colombia, hacen escala en Camagüey, Cuba, y se encaminan luego hacia la Florida o Texas.
Tony de La Guardia lo explicaría al Tribunal Militar de Honor durante el juicio en su contra y la del general Ochoa: no era difícil para Cuba lograr entre 2 mil y 3 mil millones de dólares anuales en el narcotráfico. Para lograrlo, Tony de La Guardia tendría que lidiar con los productores de la droga y no con sus distribuidores, es decir, era necesario obviar al Cartel de Medellín.
Según de La Guardia, había que garantizar la producción de laboratorios para lo cual se precisaban apreciables sumas de dinero. Esto en general había sido el objetivo de Castro. Esta estrategia la corroboran otros acontecimientos, como por ejemplo el famoso incidente, en 1981, de la expedición de Jean Michel Cousteau por las junglas del Amazonas.
En ese entonces, los ecologistas franceses hallaron en una pequeña aldea india un complejo secreto de laboratorios de cocaína. A preguntas de Cousteau, los indígenas indicaron ante las cámaras que la cocaína se intercambiaba por armas provenientes de Cuba para grupos guerrilleros.
Al describir las operaciones de narcotráfico en Cuba, Tony de La Guardia expresó que los botes entraban en Varadero donde un oficial coordinaba su arribo con el jefe militar del área. Los buques guardacostas permanecían junto a los botes y varios oficiales ayudaban a descargar el material. Según Tony de La Guardia, estas operaciones se hacían desde 1980.
A partir de 1982, todos los contactos del M-19 y otros grupos guerrilleros colombianos como el FARC y el FLN se realizaron en Panamá. Bajo la jefatura de Jorge Luis Ochoa, el Cartel de Medellín estableció fuertes relaciones con Cuba, los sandinistas y el M-19. Uno de los resultados de estas relaciones sería el apoyo de los jefes colombianos del narcotráfico al pago de la deuda externa de Panamá y Cuba a cambio de asistencia en el tráfico. Lo mismo hicieron en Colombia y Bolivia.
Jesús Raúl Pérez Méndez, capitán de la inteligencia cubana que desertó en Nueva York en julio de 1983, declaró a las autoridades norteamericanas que Raúl Castro, Ministro de Defensa de Cuba, aceptó dinero de los narcotraficantes a cambio del uso de la isla como base de operaciones para introducir drogas en Estados Unidos.
De acuerdo con William Casey, ex director de la CIA, una estrecha simbiosis se fue conformando a lo largo de las costas del Caribe entre los narcotraficantes y la subversiva organización de la FARC de Colombia que contribuyó al incremento del crimen y del desorden en los Estados Unidos.
Por otra parte -continua Casey- se sorprendió al entonces gobierno sandinista de Nicaragua en plena producción y tráfico de narcóticos entre Colombia y Miami, en una búsqueda de dinero para depositar en Panamá. Un estimado conservador de las agencias de inteligencia norteamericana que los ingresos anuales de Cuba, por concepto de mediador en el narcotráfico se elevan a cerca de 2 mil millones de dólares.
El capitán Pérez Méndez, también dijo a las autoridades de Estados Unidos, que mientras se hallaba a cargo de una sección en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, una organización pantalla de espionaje, pudo conocer que existía una red de 300 espías cubanos que trabajaban activamente en la Florida en el negocio del narcotráfico para La Habana. Asimismo expresó que este comercio ilícito se hallaba bajo la supervisión personal de Raúl Castro20.
El 7 de agosto de 1984, el Secretario de Justicia norteamericano, William French Smith, acusó públicamente a Cuba y a Bulgaria de haber empleado activamente el tráfico de drogas para ayudar a los terroristas. Las motivaciones cubanas se ponen al descubierto en las declaraciones de Francis Mullen, director de la DEA en 1984:
"Perjudica a la sociedad estadounidense ayudando a los traficantes y recibe de éstos dinero para financiar actividades terroristas. Informes de inteligencia demuestran que la participación de Cuba en el contrabando de drogas en gran escala no ha cesado a pesar de los cargos formulados contra cuatro funcionarios importantes del gobierno cubano".
Del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, de Juan F. Benemelis.
Foto: Jorn Ake, Flickr. Faro en el Cayo Paredón Grande, Cuba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario