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miércoles, 10 de marzo de 2010

Heimat, eine Reise


Con ese título en alemán (Patria, un viaje), en septiembre de 2007 tuvo lugar en Lucerna el Frauen Synodo (Sínodo de Mujeres), cada cuatro años realizado en una ciudad suiza. Participaron cerca de 700 mujeres, procedentes de diferentes cantones, nacionalidades y creencias, ateas incluidas.

El Sínodo comenzó con un viaje en dos barcos por el Lago de los Cuatro Cantones. Después, entre las 2 y las 6 de la tarde, se efectuaron actividades en varios sitios de la ciudad.

A cinco extranjeras, residentes legales en Lucerna, nos hicieron un documental, Heimat verlassen, Heimat finden (Patria perdida, patria encontrada),de 16 minutos de duración. Excepto María Alba, española casada con suizo, el resto de las entrevistadas éramos refugiadas políticas: Mala, de Sri Lanka; Marlene, de Ruanda; Ruth, de Eritrea, y yo, de Cuba. Realizado por Annelise Frey, de Visualizer Productions, el documental se proyectaba cada media hora en Sentitreff, centro de encuentro para suizos e inmigrantes desde hace más de cincuenta años.

María Alba, Mala, Marlene, Ruth y yo desde las 2 hasta las 5.30 de la tarde estuvimos en Sentitreff, atendiendo a las más de 400 mujeres, suizas y extranjeras, que por allí pasaron para ver el documental y después tomarse un café o un té y dulces, con nosotras. María Alba me sirvió de intérprete, pues mi alemán no fue suficiente para responder algunas preguntas.

Menos mal que los de la embajada cubana no se enteraron de mi participación, porque o si no me hubieran enviado al grupito de suizas, latinas y cubanas que ellos controlan a través de la Asociación de Amistad Suiza-Cuba, y quienes se aparecen donde quiera que se enteran que voy a estar presente, para hablar o como invitada.

Lucerna, debo decir, es uno de los cantones que mejor trabajo realiza con extranjeros, independientemente de su condición: legales, en proceso de legalización o deportación, e ilegales. A diferencia de España, el caso que más conozco, en Lucerna y en Suiza hasta los sin papeles tienen un lugar digno para vivir, reciben un dinero mensual en efectivo y atención médica primaria.

Y lo más importante: si vienen con niños, mientras se decide el futuro de su familia, un proceso que a veces demora años, son matriculados en la escuela, primero para aprender alemán, el idioma de Lucerna, y después incorporados a los cursos regulares de enseñanza, en primaria o secundaria. Si finalmente su familia no es aprobada y son repatriados, los niños, además de su lengua natal, se van sabiendo alemán, francés o italiano, según el cantón que los haya acogido.

En St. Lukas Kirche, iglesia evangelista-reformista, tuvo lugar la clausura del Frauen Synodo. Duró 45 minutos y una vez finalizada, en una gran carpa situada en los jardines hubo un "aperitivo": cestas de pan picado en cuadritos y licor de fruta sin alcohol. A continuación, una comida, a escoger entre cuatro menús, preparados por exyugoslavas, africanas, asiáticas y suizas. Para beber, gratis, agua mineral y coca-cola. La copa de vino, rojo o blanco, costaba tres francos. Hubo postre y café, pero no lo esperé. Ya eran las 8 de la noche y decidí volver temprano a casa.

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