Por Tania Quintero
Doce de la noche de un sábado, y el Pain de París, en la Calzada de 10 de Octubre, esquina a O'Farrill, en la barriada habanera de la Víbora, parecía una cervecería. Las tres únicas mesas estaban llenas y había varios clientes parados, bebiendo cerveza Cristal, de fabricación nacional o la holandesa Heineken.
Una mesa la ocupaba una de las dependientas que cual mesera de los bares proscritos por la revolución a partir de 1959 acompañaba a tres bebedores masculinos. En ese "tiro de cerveza" -como le llaman los cubanos a la venta de cerveza sin restricciones- me tomé, de pie, en un extremo del mostrador, un café con leche.
Aunque las panaderías y dulcerías del Pain de París, fueron creadas con otro objetivo, en la práctica -al menos en las de La Víbora- se han convertido en el lugar ideal para que los sedientos y calurosos, poseedores de dólares tomen cerveza en un ambiente grato donde el frío del "laguer" compite con el del aire acondicionado. La venta de cerveza y refrescos enlatados, junto con la de cigarros, constituye la principal fuente de ingresos del Pain de París viboreño, que de lunes a viernes recauda entre 600 y 800 dólares y los sábados y domingos entre mil 200 y mil 500.
Al igual que el resto de los establecimientos que el Estado ha diseminado por toda la isla, con el objetivo de recaudar divisas, los Pain de París adolecen de los mismos problemas de las llamadas shopping, donde los "faltantes" (sustracción de mercancías por los propios empleados) son tan normales tan como tomarse una aspirina para el dolor de cabeza.
En el Pain de París de La Víbora usted va a comprar un pan a las 8:10 de la mañana o de la noche y tendrá que esperar hasta pasadas las 9: en esos horarios se releva el personal, y después de 12 horas de trabajo, las dos dependientas salientes tienen que traspasarle a las dos entrantes un listado con un conteo físico de todos los productos existentes hasta ese momento. Igual contabilidad se hace con el dinero en la caja. Puede faltar algo, pero nunca en la cuantía de lo que ocurre en la cadena de Tiendas Panamericanas, de la corporación CIMEX, donde se especula que los faltantes mensuales podrían ser de miles de dólares.
En un Pain de París el croissant es uno de los dulces más baratos. Cuesta 0.55 centavos de dólar, que equivale a once pesos, el salario diario de un trabajador. El más caro sobrepasa los 2 dólares. Una flauta de pan francés vale 1.35 de dólar, pero por 0.20 (de la misma moneda) se puede comprar un pequeño panecillo. Menos del 5 por ciento de las personas que regularmente reciben dólares del exterior pueden darse el lujo de adquirir panes y dulces del Pain de París.
-Además de caros, no son tan buenos, sobre todo los panes que casi nunca están frescos", dice Magdalena, 23 años, jinetera de profesión.
Los habaneros prefieren las flautas de pan de Silvain, red de panaderías administradas por el Poder Popular, o las que a 10 pesos oferta el Estado, por la libre.
La controversia principal no radica en gustos ni calidades, sino en el poder adquisitivo de la población trabajadora, con un salario promedio de 200 pesos mensuales. Tamara, 32 años, bibliotecaria, plantea que con su sueldo de 198 pesos "no puedo pagar el equivalente de 16 pesos por un dulce", en alusión a uno de los dulces 'baratos' del Pain de París, cuyo costo es de 0.80 centavos de dólar.
En los comercios por divisas los empleados reciben salarios bajos y en muchas ocasiones el almuerzo es sólo para el personal diurno, entre otros diversos problemas que desalientan a los trabajadores y se refleja en el mal servicio que prestan.
-Este mundo del turismo y los dólares es muy lindo por fuera, pero usted no se imagina lo feo que es por dentro, confesó una persona que no quiso ser identificada.
(Publicado en agosto de 1998 en Cubafreepress).
Foto: musicpb, Flickr.
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