Por Iván García
Antes de 1959 ser maestro era un honor. Celia Cruz, la guarachera de Cuba, fallecida el 16 de julio de 2003 en Estados Unidos, siempre se vanaglorió de haber cursado la Escuela Normal de Maestros de La Habana, uno de los claustros más prestigiosos que había en la isla y de donde salió lo mejor del magisterio cubano. Otra famosa cantante, La Lupe, también fue maestra, graduada en Santiago en Cuba.
“Es difícil que una persona nacida antes del 50 no recuerde a sus maestros en la primaria, el bachillerato o la universidad”, dice Ana, 75, maestra jubilada. En aquella época en escuelas e institutos públicos o privados daban clases poetas de la talla de Emilio Ballagas o el mejor orador cubano de todos los tiempos, Salvador García Agüero. El escritor Alejo Carpentier también fue maestro. Tuvimos grandes pedagogos: Enrique José Varona, María Luisa Dolz, Alfredo M. Aguayo y Ramón Rosaínz, entre otros muchos.
Por supuesto, había desigualdades y las universidades no estaban al alcance de todos. La enseñanza era pública o privada, laica o religiosa. El analfabetismo rondaba el 23,6 por ciento y el nivel escolar promedio era de sexto grado. En el campo escaseaban aulas y maestros. Entonces llegó el comandante y mandó a parar. El 6 de julio de 1961 se dictó la ley de nacionalización de la enseñanza. Fue ése el Año de la Alfabetización. Más de un millón de cubanos aprendieron a leer y escribir. En 1960-61 se formaron cientos de maestros voluntarios “para llevar la luz de la verdad por llanos y montañas”.
Los proyectos eran fabulosos. Algunos se cumplieron, como las escuelas de superación para antiguas criadas y las de corte y costura para miles de muchachas campesinas. Muchos maestros emigraron cuando se percataron de la excesiva politización de la enseñanza tras el cierre de colegios privados y religiosos. Algunos locales, como el del seminario de los Hermanos Maristas, en el Reparto Sevillano, devinieron centros represivos: hoy es sede del Departamento de Seguridad del Estado, la tenebrosa Villa Marista.
De 44 entrevistados, 40 desearían que en un futuro gobierno sin los hermanos Castro se mantenga la salud y educación gratuitas y 4 quisieran que se cobraran, para poder exigir buena atención. Las 44 personas, de 18 a 82 años (mitad hombres y mitad mujeres), aplaudirían la apertura de colegios religiosos, “porque los curas y las monjas son rectos, pero educan bien”, opinaron.
El 99 por ciento de los cubanos en su sano juicio saben leer y escribir. El gobierno apostó alto y creó escuelas de todo tipo y niveles. Según cifras del curso escolar 2001-02, existen 12,195 escuelas con un personal docente de 218,036. La matrícula inicial de ese año fue de 2.292,319 alumnos. En el curso 2000-01, el número general de graduados ascendió a 471,227. Cerca de 433,755 estudiantes son becarios y 539,201 aprenden en seminternados y tienen derecho a almorzar en la escuela (la comida ofrecida no es para tirar cohetes).
A ello se suma la existencia de 1,117 círculos infantiles con capacidad para 146,586 niños. En 429 escuelas se preparan personal docente emergente, instructores de arte, profesores de educación física y deportes y otros profesionales. A la educación se dedica el 11,4 por ciento del producto interno bruto (2.386,6 millones de pesos en el 2001).
Pero de la avalancha de maestros tan jóvenes como sus alumnos, sin la brillantez de Ballagas o García Agüero y por lo regular sin demasiada vocación por el magisterio, no se puede aspirar a resultados óptimos en materia de educación. El tiempo dirá si del alumnado preparado por estos maestros emergentes saldrán ciudadanos con conocimientos y comportamientos como los preparados por los maestros de antaño. Pero vivimos en una isla donde lo primordial no es precisamente el pensamiento ilustrado, sino dominar la lectura, escritura y operaciones matemáticas elementales.
No hay sitio, por muy lejano que se encuentre, que no disponga de escuela o por lo menos de un aula. Unas 2,320 escuelas rurales fueron electrificadas con paneles solares. El 90 por ciento de las escuelas poseen un televisor en cada aula y una sala de computación. Pero todas esas ventajas, incluido el aumento de salario y el mejoramiento de condiciones laborales, no han impedido el éxodo de maestros hacia la llamada área dólar.
Con la llegada del período especial en 1990 y con el desarrollo del turismo y la creación de tiendas recaudadoras de divisas, muchos educadores comenzaron a desertar. Y sin ningún prejuicio aceptaban empleos como maleteros en el aeropuerto, custodios en un hotel, cajeros en una shopping o simplemente decidieron reconvertirse en jineteros.
A fin de cuentas, los 50 o 100 dólares que puedan obtener en un mes, representan varias veces su salario como maestro. “Y, sí, es muy lindo enseñar y ser maestro, pero más lindo es poder cubrir tus necesidades básicas todos los meses”, confiesa Emilio, 36, barman en un restaurante de lujo y quien en su casa tiene un diploma de maestro guardado en una gaveta.
Foto: Manolo Marrero, Flickr
Cuando en Cuba el analfabetismo rondaba un 23, 6 por ciento, en México había un 60 por ciento de analfabetismo. Habría que averiguar ahora cuál es el prociento de analfabetismo en la isla. Gracias por este trabajo. Importante.
ResponderEliminarEstimada Tania,
ResponderEliminarQuería pedirte un favor, ¿podrías darle difusión al evento "Protesta No + Castro, No + Cháves". Más información en Facebook:
http://www.facebook.com/group.php?gid=175877927506
Gracias de antemano y en cualquier caso.
Atilio
Viva Latinoamérica libre de Comunismo