Google
 

viernes, 9 de octubre de 2009

Le ronca el mambo (II y final)


Por Armando López

Los éxitos de los mambos de Pérez Prado se sucedieron: ¡Qué rico mambo!, Caballo negro, Ni hablar, Lupita, Mambo No. 8, La niña Popoff, Mambo del Politécnico. Los mejores coreógrafos fueron traídos desde La Habana para diseñar los pasos, que las películas mexicanas repetirían: hombros, caderas y pelvis se moverían de arriba a abajo recordando el acto sexual. El mambo sería competencia del rock and roll.

Ya en 1951, Pérez Prado es un semidiós. Se presenta en el Auditorio Ashland de Chicago. Celoso, el sindicato de músicos de México no le permite llevar a sus músicos. Pero el matancero no se rinde, arma una orquesta con músicos puertorriqueños y estadounidenses, y lo que haría historia: suma a su banda al estelar conguero Mongo Santamaría.

El 10 de agosto de 1951, Dámaso regresa a Estados Unidos, se presenta en Los Ángeles. Ocho conciertos, un enorme éxito. La revista Newsweek lo llama "el nuevo Glenn Miller". Y la Jazz Metronome califica su agrupación como "la orquesta de jazz con más swing de los Estados Unidos", mientras la Downbeat lo llama el "Stan Kenton de México". Graba de Armando Romeu, Mambo a lo Kenton. El genial jazz leader responde grabando: "¡Viva Prado!".

A su regreso triunfal al país azteca, la envidia de los músicos mexicanos se desata. El poderoso sindicato de músicos del Distrito Federal hace que le retiren al "músico extranjero" el permiso de presentación, con la intriga de que el cubano quería convertir en mambo el Himno Nacional de México. Conociendo a mis paisanos, no dudo que así fuera. El caso es que el 6 de octubre de 1953, el Rey del Mambo sale deportado rumbo a La Habana.

En Cuba, Pérez Prado es recibido como una estrella internacional. Inaugura la planta de televisión Telemundo, de Gaspar Pumarejo. Los teatros Encanto, Martí y Campoamor hacen revistas con la pareja de baile Ana Gloria y Rolando. En el cabaré Zombie surgen las mamboletas de Gustavo Roig; en Tropicana, el coreógrafo Rodney lanza las esculturales Mulatas del Fuego, que bailan un ¡Qué rico mambo! de infarto.

Como cangrejos en la pecera, músicos cubanos le disputan a Pérez Prado la paternidad del mambo. Son los mismos que ya lo habían acusado en las páginas de
Bohemia de extranjerizante: el flautista Antonio Arcaño, por un lado, y su pianista, chelista y orquestador Orestes Macho López, por el otro.

Cada uno por su lado (entre ellos sacarían chispas) insisten en decir que el mambo les pertenece. Y sacan a relucir el DanzónMambo que la orquesta de Antonio Arcaño estrenó en 1938, dando comienzo a lo que Arcaño llamó "El ritmo nuevo". Un danzón acelerado en los estribillos, que por un tiempo entretuvo a los bailadores y pronto pasó al olvido.

Pérez Prado no responde, regresa a Los Ángeles, donde se presenta en el programa de televisión que lo lanzaría a la fama mundial, el estelar del genial músico-cómico norteamericano Spike Jones.

Los Ángeles sella su fama universal. Su tema Cerezo rosa se convierte en el instrumental más vendido de todos los tiempos. El hermoso mambo lento es el más tocado en las victrolas y el que ha estado más semanas en primer lugar del hit parade estadounidense (26 semanas, por encima del Don't Be cruel, de Elvis Presley, que estuvo 24 semanas).

Escribe allí la música del filme Underwater, protagonizado por Jane Rusell, mientras en Roma se filma la película Mambo, con la voz de Xiomara Alfaro, el ballet de Catherine Dunhan y la actuación de Silvana Mangano.

¿Hasta dónde llegó el mambo? Baste saber que el cardenal de Lima prohibió a sus feligreses bailarlo, por sus movimientos lascivos; que Mario Vargas Llosa aclamó al Rey del Mambo en su novela La ciudad y los perros, y que, en Japón, al otro extremo del planeta, el famoso grito de "¡uhhhhhhh!" de Pérez Prado fue adoptado por millones de japoneses.

En Nueva York, otro cubano, el sonero Arsenio Rodríguez, no se cansaba de repetir que el mambo lo había inventado él. En 1951, el Ciego de Oro declaró a la radio: "Quiero destruir el maldito mambo que acabó con los compositores cubanos, porque ya nadie compra ni sones ni boleros ni guarachas. Estamos poseídos por la mambomanía. Yo soy el doctor Frankenstein que ha creado el monstruo, y ahora mismo el monstruo me quiere matar a mí". Pobre Arsenio. ¡Qué rico mambo! había vendido cinco millones de discos.

Los que insisten en decir que el Danzón Mambo, de Orestes Macho López y su hermano Cachao, o los montunos de los sones de Arsenio, son el origen del mambo de Pérez Prado, están haciendo una arqueología fallida de la música cubana. Es un insulto al oído comparar la orquestación de violines y flautas de Arcaño con la impronta de metales y percusión de Dámaso Pérez Prado.

El musicólogo Leonardo Acosta, en su libro Otra versión de la música popular cubana, dice sobre la polémica que desató la paternidad del mambo: "El problema es que se han mezclado dos conceptos distintos, el del ritmo mambo y el de el mambo como género. El ritmo mambo, con claros antecedentes en el son oriental, suele caracterizarse como muy sincopado. Aquí se atribuye la paternidad a los hermanos López, ambos con la danzonera de Arcaño, o al tresero Arsenio Rodríguez con su conjunto, quien llamó diablo a este patrón rítmico…".

Y aclara Acosta: "Para hablar de un nuevo género se requiere la concurrencia de varios elementos nuevos: 1) la ritmática o patrones rítmicos; 2) el ámbito melódico armónico; 3) el tipo y estilo de orquestación con timbre y sonoridad propios; 4) la forma o estructura. Dámaso Pérez Prado es, sin duda, quien más se ajusta a estos requerimientos".

Que tras Dámaso, otros cubanos como Bebo Valdés, el Niño Rivera y René Hernández experimentaran el mambo con acierto, ¡bravo! Que los puertorriqueños Tito Puente, Tito Rodríguez y el cubano Machito grabaran excelentes mambos para el sello Tico, que titularon Los Reyes del Mambo, es válido. Se aprovecharon del éxito de Pérez Prado. El mambo vendía en el mundo entero.

¿Por qué entonces la película Los reyes del mambo tocan canciones de amor, basada en la novela del cubano Oscar Hijuelos, ni siquiera menciona a Pérez Prado? ¿Por mala intención? Nada de eso. La banda sonora del filme no tiene nada que ver con el mambo verdadero. Lo que tocan es salsa.

El mambo de Pérez Prado traspasó las barreras del idioma. Dejó de ser un género musical para convertirse en una palabra genérica. En Nueva York (donde se desarrolla la novela ganadora del Pulitzer), muchos grupos de salsa se autodenominan bailadores de mambo. Y hasta un nuevo perfume mambo se pone de moda entre la generación del rap. El arte verdadero es el que resiste el paso del tiempo.

En 1994, el comercial Anticipation, de la cerveza Guinness, desbordó Europa con el Guaglione de Pérez Prado; los seriales The Perez Family, Mean Guns, Primary Colors, Office Space llenaron las pantallas de mambo en 1998. Su Mambo No. 5 volvió a ser éxito mundial por Lou Bega en 1999 y en 2001 con el animado Bob the Builder. Recientemente, la popularísima serie Sex and the City usó como tema de sus capítulos la erótica música de Patricia, la misma que provocara en 1960 el striptease del filme La dolce vita, de Federico Fellini.

¿Se escucha en la actualidad el Danzón Mambo interpretado por la Orquesta de Arcaño y sus Maravillas? En cambio, más de medio siglo después de su éxito, los mambos de Pérez Prado, esa fusión espectacular de percusión cubana y jazz, con sus metales al fuego, están acabados de componer, de orquestar, de grabar, están vivos.

Pero ni en La Habana ni en Matanzas -donde nació Dámaso Pérez Prado- hay una calle, un teatro, una plaza que lleve su nombre. No es de extrañar, si el más prestigioso premio de la música insiste en que Israel Cachao López es el inventor del mambo.

(Publicado en Cubaencuentro el 20.2.09)

1 comentario:

  1. Tania,
    gracias por hacer honor a quien honer merece.
    Damaso Perez Prado fue y sera siempre el Rey del Mambo, no importa quien diga lo contrario.

    ResponderEliminar