Google
 

jueves, 18 de junio de 2009

Confesiones periodísticas (II)

Por Tania Quintero


La diferencia estribaba que ellos, los periodistas extranjeros, tenían libertad para hacerlo y los periodistas cubanos no, como puede verse en la foto publicada en el New York Times, a raíz de la entrevista que Barbara Walters le hiciera a Fidel Castro en 1977.

Comencé a trabajar en Bohemia como periodista, pero ocupando una plaza de secretaria, al mes me pagaban 163 pesos (menos de 7 dólares al cambio actual). A pesar de ello, logré buenos trabajos, escribí para las páginas económicas, culturales, nacionales e históricas, entre otras. En 1978 hice un serial sobre los alemanes antifascistas en Cuba, trabajo que me valió una invitación a la República Democrática Alemana. En junio de 1979 estuve tres semanas, invitada por el ministerio de relaciones exteriores de la RDA. Y déjenme decir que ese ministerio después dijo que la periodista más productiva que los había visitado había sido yo. Solamente de ese viaje en Bohemia publiqué 50 páginas, pueden ir a los archivos de la revista o a la Biblioteca Nacional y contarlas.

Junto con el elogio me gané una crítica: "Parecía mentira que fuera una periodista socialista, porque me había comportado como una capitalista". Ellos no podían entender que me había comportado en la RDA como me comportaba en Cuba. No publiqué ni una palabra de la visita que hice a una fábrica de Berlín llamada Rosa Luxemburgo, porque yo quería hablar con los obreros y con quien quisiera y unas personas a nombre del partido, el sindicato y la administración me recibieron de una manera muy formal, en una oficina con café y galleticas. Al día siguiente, a la señora del ministerio de relaciones exteriores que me atendía, le dije que eso no era lo que yo quería y, por lo tanto, no iba a publicar nada. También tuve una discusión muy fuerte con esa misma funcionaria, porque sin consultar con ella, me entrevisté con el hombre que en ese momento era el presidente de la asociación de judíos alemanes y en la RDA ése no era un tema que a ellos les interesara divulgar. Con la periodista Cathèrine Gittis fui al cementerio de los judíos en Berlín y los del departamento de prensa volvieron a disgustarse, dijeron que eso estaba fuera del programa.

En Bohemia publiqué un primer serial titulado "El país de los cochecitos", algo bastante novedoso y ameno. Era la primera vez que salía del país y a mí me impactó ver a las madres con niños en cochecitos por todas partes. En la Cuba de 1979 encontrar a una mujer con su bebé en un coche era como encontrar un cosmonauta por la calle. Ese serial salió en cuatro partes y en él describía cómo era la gente, cómo vestía, el transporte, las carnicerías, llenas de carnes, salchichas y quesos.


Comparado con Cuba, la RDA tenía mucho más desarrollo, era un semitotalitarismo. Ellos tenían la cuestión ideológica ésa tan fuerte con la Alemania Federal y me dí cuenta que había un mal de fondo, pero no tuve una idea más exacta hasta que no leí libros como "La gran estafa", del peruano Eudocio Ravines. Ese tipo de literatura me abrió un poco más las entendederas, porque yo estaba en el bosque y no veía los árboles.

En 1982 pasé a la televisión cubana. Ya tenía 40 años y había quien pensaba que a esa edad no iba a poder adaptarme a un medio tan diferente, con otras normas y estilos. Empecé de guionista en distintos programas, fuí reportera del Noticiero Nacional de Televisión y mi último trabajo fue como realizadora de un espacio que se llamaba Puntos de Vista, de encuestas en la calle, un programa de debate y opinión que salió al aire entre 1986 y 1992. Hasta hoy, ha sido el programa más polémico que ha tenido la televisión cubana.

Después estuve cuatro años cobrando mi salario sin trabajar, no me daban contenido de trabajo poque mi hijo, Iván García Quintero, en marzo de 1991 había sido detenido por la Seguridad del Estado, acusado de "propaganda enemiga". Sin saberlo, había pasado a una lista negra y en la televisión prefirieron que yo cobrara mi salario sin hacer nada. Entonces en 1995, cuando Raúl Rivero crea la agencia de periodismo independiente Cuba Press, prácticamente no tenía nada que perder, a no ser el salario: 250 pesos, unos 10 dólares al cambio actual. Tenía 57 años, me faltaban tres años para jubilarme y decidí dar ese paso y arriesgarme a ser periodista independiente.

(Continuará)


No hay comentarios:

Publicar un comentario