Por Ariel Tapia
La Terminal de Ómnibus de La Habana, ubicada muy cerca de la Plaza de la Revolución, con su bullicioso y reiterativo servicio de amplificación local, es la último contacto del viajero con la capital, si decide viajar en este medio de transporte. Después de pasar por múltiples vicisitudes, montarse en una guagua y salir a la Autopista Nacional es un acto de liberación -y el comienzo del "proceso de interiorización" con la República. Los pequeños pueblos suelen aparecer de vez en cuando por la carretera aunque cinco minutos bastan para perderlos de vista.
El campo cubano, ése que supuestamente ha recibido más bendiciones de la revolución, cambió muy poco en cuatro décadas: Todo lo que existía antes es lo que hay ahora, pero con su natural envejecimiento. En plena madrugada ávidos comerciantes esperan el arribo de los ómnibus a las cabeceras de provincia para vender sus mercancías.
Cada ciudad se distingue por su oferta: El queso en Camagüey; las rodajas de piña en Ciego de Avila; la caldosa en Las Tunas. Y por fin, tras cientos de kilómetros recorridos llegamos a la provincia de Granma, que antes de la división político-administrativa de 1976, formaba parte de una misma provincia, Oriente, tierra donde están enclavadas ciudades históricas por sus luchas patrióticas, como Bayamo y Santiago de Cuba, y terruño de dos celebridades nacionales: en Banes nació Fulgencio Batista, y en Birán, los hermanos Castro Ruz.
En esta Isla, que ha conocido regionalismos apasionados desde que orientales, camagüeyanos, y villareños se disputaran el protagonismo en las guerras de independencia, también afloran divisiones entre habitantes de regiones muy cercanas geográficamente. Muchos manzanilleros se sienten mal ubicados respecto a Bayamo porque consideran que su ciudad debería ser la capital de la provincia Granma. Desde Bayamo se extienden los permisos para ir a pescar, a pesar de que Manzanillo es el pueblo pesquero por excelencia.
Muchas dependencias oficiales como la sede municipal de Inmigración radican en la capital provincial y no en Manzanillo, cuyos vecinos están obligados a tomar la carretera para resolver asuntos de su interés. Por su parte, los habitantes del costero poblado camagüeyano de Santa Cruz del Sur, manifiestan su incomodidad con una boleta que zarpa de Manzanillo y que ha transportado muchos de los problemas de aquel lugar. También del limítrofe Santiago de Cuba llegan personas a los sembradíos de arroz en Yara para adquirir grandes cantidades del grano, con lo que contribuyen a que los precios se aumenten en todas las localidades vecinas.
El siempre paternalista Estado cubano aquí logra hacer de las suyas a diestra y siniestra. Las donaciones que solidariamente llegan del exterior se venden en tiendas "especializadas", bautizadas por los cubanos como "trapishoppings" (trapi de trapo pues a veces se vende ropa usada). A los trabajadores que se han ganado la distinción de "vanguardias" por su labor en los cultivos de café y arroz, se les premia con bonos que sirven para entrar a otros comercios igualmente "especiales", y de los cuales en Manzanillo hay dos: Cubarroz y Cubacafé. Tanto uno como el otro están abastecidos como si fueran una TRD (tienda de recuperación de divisas).
En este otro mundo, con las mismas causas y los mismos efectos se combinan en sutil complicidad una gran valla que proclama a Santiago de Cuba, "rebelde ayer, hospitalaria hoy, heroica siempre", y un anuncio lumínico de una gasolinera Cupets, que sólo expende en dólares. Es el interior de una Isla tan cercana y desconocidoa.
(Publicado el 1 de junio de 1998 en Cubafreepress)
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