Por Raúl Rivero
Superman ha sobrevolado La Habana. Por pura curiosidad la ha observado desde las alturas. Con su vista de rayos X entró a los solares
escandalosos y, a toda velocidad, pasó cerca las cumbres de hormigón de la ciudad. Se ha detenido a descansar en el malecón unos minutos antes de regresar a la redacción del diario El Planeta. El problema es que no puede levantar el vuelo. No tiene fuerzas.
Dice el cuento popular que no hay ni un gramo de kryptonita en las cercanías. El problema es que el héroe norteamericano tiene a un millón de cubanos aferrados a su capa roja. Gente de la calle, hombres y mujeres sencillos, desesperados por despegar y hacer, gratis y sin necesidad de visado, el viaje de 40 minutos hasta un playazo de Florida.
Para muchos ciudadanos de aquella isla esa categoría de humor no tiene ninguna gracia. Encierra, eso sí, la tragedia de un pueblo que ve en la salida del país la única solución a su viejo inventario de dificultades materiales y espirituales.
Esa historia surrealista de Superman sin poder despegar del malecón es el reflejo de un trabajo sistemático del Gobierno cubano. Es, entre otras cosas, el resultado de medio siglo de torpe propaganda contra Estados Unidos.
Muchos amigos del comunismo viven convencidos de que los grandes sectores de aquella nación rechazan, odian al vecino del norte. Lamento informarles que están equivocados. El sonsonete de la amenaza de guerra y la quincallería política han creado el efecto contrario.
Los laboratorios donde se elabora la llamada batalla de ideas, aunque utilizan los recursos más modernos y les sobra el dinero, siguen instalados a la sombra de aquellos carteles soviéticos que muestran, en primer plano, los brazos poderosos de unos obreros que son los superhombres del proletariado.
Tanta bobería, tanta falta de imaginación, tanto desprecio por la inteligencia de la gente ha servido para dar entrada a una especie de fascinación por el país que se trata de degradar.
No se pueda olvidar que en esos territorios viven los padres, los hermanos, los tíos y los primos que envían ropas, medicinas y los dólares (mil millones al año) que ayudan a sobreponerse a las dificultades de la vida cotidiana. Ellos hacen llegar también fotos y vídeos. Van de visita y hacen miles de llamadas telefónicas cada mes.
La aguerrida tropa de combatientes no se ha tomado siquiera la molestia de hacer análisis profundos de los problemas de la sociedad norteamericana. Es más fácil descalificar con los mismos mecanismos del siglo pasado. Ellos son quienes más trabajan para que las ideas que defienden, en una Cuba democrática, vayan a agonizar a las parcelas de los viejos nostálgicos.
Es el castrismo el que invita a Superman. Es su sistema de propaganda el que le llena la capa de pasajeros.
(Publicado en El Mundo el 19 de mayo de 2008)
escandalosos y, a toda velocidad, pasó cerca las cumbres de hormigón de la ciudad. Se ha detenido a descansar en el malecón unos minutos antes de regresar a la redacción del diario El Planeta. El problema es que no puede levantar el vuelo. No tiene fuerzas.
Dice el cuento popular que no hay ni un gramo de kryptonita en las cercanías. El problema es que el héroe norteamericano tiene a un millón de cubanos aferrados a su capa roja. Gente de la calle, hombres y mujeres sencillos, desesperados por despegar y hacer, gratis y sin necesidad de visado, el viaje de 40 minutos hasta un playazo de Florida.
Para muchos ciudadanos de aquella isla esa categoría de humor no tiene ninguna gracia. Encierra, eso sí, la tragedia de un pueblo que ve en la salida del país la única solución a su viejo inventario de dificultades materiales y espirituales.
Esa historia surrealista de Superman sin poder despegar del malecón es el reflejo de un trabajo sistemático del Gobierno cubano. Es, entre otras cosas, el resultado de medio siglo de torpe propaganda contra Estados Unidos.
Muchos amigos del comunismo viven convencidos de que los grandes sectores de aquella nación rechazan, odian al vecino del norte. Lamento informarles que están equivocados. El sonsonete de la amenaza de guerra y la quincallería política han creado el efecto contrario.
Los laboratorios donde se elabora la llamada batalla de ideas, aunque utilizan los recursos más modernos y les sobra el dinero, siguen instalados a la sombra de aquellos carteles soviéticos que muestran, en primer plano, los brazos poderosos de unos obreros que son los superhombres del proletariado.
Tanta bobería, tanta falta de imaginación, tanto desprecio por la inteligencia de la gente ha servido para dar entrada a una especie de fascinación por el país que se trata de degradar.
No se pueda olvidar que en esos territorios viven los padres, los hermanos, los tíos y los primos que envían ropas, medicinas y los dólares (mil millones al año) que ayudan a sobreponerse a las dificultades de la vida cotidiana. Ellos hacen llegar también fotos y vídeos. Van de visita y hacen miles de llamadas telefónicas cada mes.
La aguerrida tropa de combatientes no se ha tomado siquiera la molestia de hacer análisis profundos de los problemas de la sociedad norteamericana. Es más fácil descalificar con los mismos mecanismos del siglo pasado. Ellos son quienes más trabajan para que las ideas que defienden, en una Cuba democrática, vayan a agonizar a las parcelas de los viejos nostálgicos.
Es el castrismo el que invita a Superman. Es su sistema de propaganda el que le llena la capa de pasajeros.
(Publicado en El Mundo el 19 de mayo de 2008)
Tienes toda la razon, es el regimen totalitario de La Habana el que ha acabado con y martirizado a su propia gente, estoy segura que los de alla si tuvieran alas ya hubieran volado.
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