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martes, 22 de enero de 2008

BAJO UN FLAMBOYÁN

Por Iván García, desde La Habana.

Justo a la medianoche, Miguel se acuesta ebrio, sucio y cansado bajo uno de los tantos flamboyanes que embellecen la avenida Santa Catalina, en el municipio habanero de 10 de Octubre.
Miguel fue un boxeador que hizo mutis. Tiene 54 años y en la década de 1960 fue uno de los mejores welters (67 kg). Participó en una docena de torneos internacionales y en lides nacionales bautizadas con el nombre de "Giraldo Córdoba Cardín", un púgil mediocre y desconocido que por el sólo hecho de haber participado en la escaramuza del asalto al cuartel Moncada, comandada por Fidel Castro, en julio de 1953, en Santiago de Cuba, fue elevado a la categoría de Héroe Nacional del deporte cubano.
A Miguel le apena saber que en la patria del gran Kid Chocolate (en la foto) no haya un campeonato que se le consagre a uno de los mejores púgiles del mundo.

El ex boxeador padece de cirrosis hepática. Le tiene pánico a la muerte pero la espera tranquilo bajo flamboyanes que no se cansan de lanzarle sus flores. Después que se retiró por una lesión en la retina que le hizo perder la visión del ojo izquierdo, su vida ha sido una calamidad. Su cerebro dejó de estar a la par de la calidad de sus puños. Es semianalfabeto. A sus padres nunca les preocupó su suerte, y sus hermanos lo echaron de la casa. Fue suficiente. Fuera del ring se sentía un extraño. Entonces quiso imponerle a la vida la fuerza de sus puños. Y esta le dio nockout. Tras varios asaltos con violencia para robar dinero y prendas, Miguel fue sorprendido por la policía en 1975. Fue condenado a 17 años de privación de libertad.
"En 1980 mi vida pudo cambiar al conminarme las autoridades penales a abandonar el país a través del éxodo masivo por el puerto del Mariel", explica. No quiso ser uno de los 125 mil a los que una sociedad cerrada los expulsaba de la tierra que los vio nacer. No lo lamenta a pesar de su tragedia. "Casi me obligaron. Incluso me pusieron un pulóver con la consigna Abajo la escoria. Pero no puedo irme de Cuba. Algo divino me ata a esta isla maldita." Quizás sean raíces poderosas y profundas como las del flamboyán que lo acoge a diario.
Miguel salió de la prisión en 1988. Después de trece años se había acostumbrado a vivir entre rejas. "Allí al menos comía y tenía cama. Cuando salí, la calle me asustó. No sé hacer nada. Me había adaptado a la vida de la cárcel. Lo primero que me pasó por la mente fue pegarle un derechazo a cualquiera y volver a prisión"
Tuvo suerte: un amigo lo llevó a trabajar a un bar. Allí se acentuó su tendencia a beber ron. Se convirtió en un alcohólico y enfermó del hígado. Tras una riña en la cantina, perdió el empleo. Al quedarse sin dinero no pudo seguir pagando el alquiler de una habitación en una cuartería del reparto Santa Amalia. Su situación empeoró al no tener una compañera que le sirviera de apoyo: nunca quiso casarse ni comprometerse con ninguna mujer. Siempre llevó la típica vida bohemia de los boxeadores, con grandes dosis de alcohol y hembras distintas.
Ahora Miguel vaga por la avenida Santa Catalina, escoltado por flamboyanes que desde el inicio de la primavera hasta el fin del verano convierten las aceras en una alfombra multicolor: sus flores son rojas, amarillas o anaranjadas. Pisoteándolas camina el ex boxeador. Casi siempre ebrio. Los trago se los pagan bebedores luego de escucharlo cantar viejos bolerones ahora de moda. "Canto como si fuera Luis Miguel", dice y se sonríe dejando entrever las pocas piezas de su boca.
No importa si hace frío o calor, si llueve o no. Cada madrugada coloca unos cartones debajo de un flamboyán y se tira a reposar su cuerpo estropeado y maloliente. El sueño lo vence enseguida. Una de esas noches no despertará. Porque la muerte está ahí, avanzando a grandes zancadas. Él la espera desafiante. Miguel sabe que pelea su último round.


(Publicado en Cubafreepress el 22 de agosto de 1998).

3 comentarios:

  1. Triste, pero hermoso artículo.

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  2. En medio del pugilato cultural de la calle ocho, en mayo próximo, la exhibición de pintura de C. Beltrán en Contemporánea Fine Art, 1550 SW Eight Street, Miami FL. Paisajería moderna con vista al pasado de Galiano, kind of a fragmented landscape from the past (in Havana).
    machetico

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  3. Desde mi blog: Reflexiones al desnudo
    Qué triste esa vida del ex boxeador cubano pero, más aún, esperar la muerte así sin alicientes, parece muerto en vida solo espera que lo entierren.

    Eso de salir de la cárcel y querer volver por no tener familia ni recursos me conmovió.

    Respiro profundo y desde aqui lo encomiendo al todo poderoso.

    Besitos amistosos para tí apreciada Tania!

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