Si algo sobrevive casi ileso la hecatombe económica cubana son las playas. Ese tesoro natural del que siempre ha presumido Cuba y que sigue siendo oasis de nacionales y extranjeros. Para estos últimos ha sido, desde hace un siglo, el principal atractivo turístico del país, no obstante el afán por fomentar un turismo cultural que en las últimas décadas ha permitido visibilizar una parte de su vastísimo y heterogéneo patrimonio.
Por su parte, para los cubanos, la playa suele ser el sitio preferido de descanso y recreo, y uno de los espacios con los que se ha perdido menos apego. Para muchos es incluso motivo de orgullo nacional.
Las urbanizaciones de playa, en cambio, no comparten esa imagen positiva. Han sufrido el mismo abandono, falta de mantenimiento y mala gestión urbana y económica que el resto de las poblaciones. Eso dificulta apreciar los valores arquitectónicos de repartos que muchas veces acompañan con singular distinción la belleza de amplios tramos de playa.
Santa María del Mar, por ejemplo, debería ser un lugar a visitar tanto por el encanto de sus aguas cristalinas y finísima arena, como por el de su trazado urbano moderno donde destacan no pocas viviendas de excepcional diseño arquitectónico. A solo 20 kilómetros del centro histórico de La Habana Vieja, modela el potencial de la arquitectura cubana de la década de 1950, cuando el Movimiento Moderno estaba en su etapa de más alto desarrollo.
Con la construcción de la Vía Blanca se favoreció el vínculo con el este de la ciudad y el disfrute de su excepcional litoral costero. Más tarde, el Túnel de la Bahía lo hizo de manera expedita. Santa María del Mar surgió como reparto en 1952, una vez que definido su trazado según plano del ingeniero Gustavo Bécquer, comenzaron a venderse los lotes para viviendas. El terreno pertenecía a los descendientes de Dionisio Velazco, quien lo había adquirido en 1919.
Concebido como barrio residencial, tiene un trazado regular con manzanas de 150 por 80 metros aproximadamente, divididas por calles primarias y secundarias, donde destaca la Vía Blanca que atraviesa la urbanización. También incorporó calles de servicio para un mejor tratamiento de los residuos y de las instalaciones eléctricas y telefónicas, entre otras.
Santa María se situó sobre un terreno inclinado que desciende hacia el mar, posibilitando excelentes vistas de la costa incluso para los inmuebles más distantes. La simbiosis con el paisaje natural es absoluta. La naturaleza mantiene su protagonismo gracias al bajo perfil de las edificaciones y a la profusión de áreas verdes e impuso retos a la construcción, requiriendo un sistema de balsas para los cimientos de las viviendas próximas al litoral; y en las que están en la loma, adecuaciones de la composición volumétrica para acoplar el inmueble a las irregularidades topográficas. En estos casos, una solución recurrente fue el uso de pilotes para una planta baja libre, por lo general destinada a terraza o aparcamiento.
Las amplias parcelas dedicaron un 40 por ciento a áreas libres, que junto a los parterres, los parques y las anchas vías, conformaron un paisaje verde y despejado, pincelado por los volúmenes ortogonales de las construcciones modernas. Algunas fueron diseñadas por arquitectos reconocidos del momento, como la de 17 entre 3ra y Paseo, de Nicolás Quintana; la de 10 entre 3ra y Vía Blanca, de Manuel Tapia Ruano; y la de 5ta entre 1ra y 3ra, de Nicolás Arroyo y Gabriela Menéndez. Nombres de otros arquitectos cubanos como Frank Martínez, Raúl Álvarez, Enrique Gutiérrez, María Elena Cabarrocas y Virgilio Chacón están asociados a este reparto.
Inicialmente toda la urbanización tenía carácter privado, lo que incluía su tramo de playa, protegida por cercas y garitas. Como era habitual, se constituyó una Asociación de Propietarios y Vecinos que velaban por el progreso del barrio y su mantenimiento. La mayoría eran médicos y abogados. En enero de 1959 aún quedaban muchas parcelas sin construir, aunque estaban vendidas, y así permanecieron al emigrar sus propietarios.
A partir de 1959, la playa se abrió al uso público y las casas decomisadas por el Gobierno se destinaron al recreo de militares y trabajadores . En las décadas siguientes se construyeron nuevas instalaciones turísticas como el balneario Mégano, los hoteles Marazul, Iabo y Tropicoco y el condominio Vista al Mar, al tiempo que se mantuvieron en explotación las existentes, como el Hotel Atlántico, antiguo Club Bancario Nacional.
En un inventario realizado por la gestora del patrimonio Yadira Ramírez, se constató que el 70 por ciento de las edificaciones de Santa María actualmente pertenecen al Estado. De conjunto con las áreas públicas, padecen el abandono y la falta de mantenimiento acumulado por años, que se agrava por la proximidad del mar.
Las calles y la luminaria se encuentran en mal estado, y la vegetación descuidada en ocasiones inhabilita el tránsito y uso de áreas libres. Está prohibido construir obras nuevas o ampliar las existentes en tanto no se establezca una planta de tratamiento de residuales, ya que el alcantarillado y el sistema de acueducto actuales son deficientes. Sin embargo, se han hecho transformaciones en algunas viviendas para su explotación turística, lo que ha afectado el diseño original. Las más importantes son la eliminación de la carpintería y las celosías originales, el tosco cercado y el cierre de garajes, porches, portales y terrazas para crear más habitaciones. El resultado, con un fin más práctico que estético, elimina el atractivo diseño original y, por tanto, su valor arquitectónico. En cambio, las pocas viviendas privadas que quedan se encuentran en mejor estado de conservación y mantienen un alto nivel de autenticidad e integridad.
El 20 por ciento de las edificaciones del reparto se encuentra completamente abandonadas o en ruinas. Caso especial y lamentable son el Anfiteatro y la Capilla de los Padres Franciscanos, en la calle 3ra entre 16 y 17, que en su interior conserva un mural pictórico de Rolando López Dirube.
Santa María del Mar es una de las mejores playas de La Habana, pero es también un valioso conjunto residencial construido en la década de 1950. Hijo del Movimiento Moderno cubano, el reparto ha sido de los menos transformados, pero como ha sido dejado a su suerte y debido a la mala gestión pública, deslucido se pierde entre el salitre y la desidia.
Yaneli Leal
Texto y foto: Diario de Cuba, 15 de septiembre de 2024.
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