El 14 de septiembre de 2006, a varios amigos, entre ellos a Eberhard, envié un texto titulado El dilema de arroz, que a continuación pueden leer:
Durante años, una de mis obligaciones diarias en Cuba, era colocar un mantel en la mesa de la sala-comedor y sentarme a limpiar arroz. Cuando ya estaba limpio, mentalmente tenia que prepararme para saber si lo iba a poder cocinar sin problemas en la olla arrocera: más de una vez, un apagón me cogió con el arroz acabado de poner. Y tenía que sacarlo y continuar cocinándolo en el caldero de hierro.
Una vez me hablaron de una mujer que se dedicaba a limpiar arroz en el vecindario, cobraba dos pesos la hora (había quien la contrataba para que limpiara el arroz que consumirían ocho personas durante toda la semana) y casi estuve a punto de pedirle que me tirara un cabo con el maldito arroz -casi sîempre chino o vietnamita, el mas sucio de todos era el "arroz de la tierra", como se le llama al cosechado en el pais.
Una de mis grandes alegrias fue cuando en diciembre de 2003 en Migros, el primer supermercado donde puse un pie en Suiza, descubri unos paquetes de arroz Carolina, de grano largo, blanco y limpio, listo para enjuagar y poner a la candela. El paquete de un kilo costaba 2 francos suizos. En ese momento no me fijé su procedencia, sólo que no tenía que 'escogerlo' o sea, limpiarlo.
Desde entonces y hasta hoy, ha sido el arroz que hemos comido. Pero esta mañana, cuando abrí la computadora y revisé noticias online, en Swissinfo leí una noticia que me dio mala espina. Resulta que el 27 de noviembre de 2005, mas del 55% de los suizos respaldaron la iniciativa popular "Por alimentos producidos sin manipulacion genética". El voto también impide a la agricultura suiza utilizar OMG (contenidos genéticamente modificados, según sus siglas en inglés) en plantas ni animales durante un plazo de cinco años, cuando el tema se volverá a someter a votación.
El problema es que Migros, principal cadena de supermercados de Suiza, el arroz que vende lo compra a Estados Unidos y el 18 de agosto autoridades de ese pais les comunicaron que habían encontrado una concentracion de 0,01% de OMG, nada más y nada menos que en el arroz Carolina, de grano largo, el que siempre hemos comprado. Aunque no se ha demostrado que este bajo porcentaje pueda afectar la salud humana -el minimo tolerado es de 0,09%- la cuestion es que Migros, a partir de hoy, decidio retirarlo de sus supermercados (también canceló a EEUU la venta de mil 500 toneladas para 2007).
Como buena cubana, cogí una jaba y me fui al supermercado donde habitualmente compro. Ni un solo paquete de Carolina. Cogí el ómnibus y me fui a uno mas pequeño, cercano a la casa, y ahií enseguida lo vi, junto a los paquetes de arroz "bolito", que aquiíusan para preparar risotto. Mi fallo fue que solo compré cuatro paquetes. Fui para la casa, preparé el almuerzo a mi nieta y regresé de nuevo a ese Migros.Ya los habían retirado. Arroces, claro, hay de todo tipo y en muchos comercios, pero a mi gustaba ése: abria el paquete, lo echaba en un envase plastico, lo enjuagaba bien y pum, pa'la arrocera, con su correspondiente sal y aceite.
En Suiza, cada vez más, todo es Eco, Bio, Light... Para quienes hemos vivido décadas en el despelote, el desmadre y el descaro, todo eso nos parece una exageración. Después de haber comido arroz con gusanos, frijoles con gorgojos, pescado siguato, pan con mocos de panadero, frituras con moscas adentro, café mezclado con chícharos, latas de spam vencidas, picadillo de cáscara de plátano burro y gato asado, ¡no entiendo tanto melindre por un arroz que namá tiene el cero coma cero uno porciento de contaminación!
Once días, después, desde su casa en Dresden, Eberhard me enviaba este correo:
Hola, Tania,
Gracias por el texto, lo leí de cabo a rabo. Es verdad que a veces esas cosas parecen exageradas. Pero por otro lado, la manipulación de los géneros alimenticios a veces me parece peor que lo sucio. Esto último, lo ves, lo puedes limpiar o echar fuera, si te parece que no se puede comer (aunque sé muy bien, por habermelo contado amigos que vivieron en Cuba, que es muy duro si la única comida que te venden es incomible). Por lo menos aquí en Alemania, en Europa y en Estados Unidos, donde hay lo suficiente para comer, podemos exigir que no nos engañen con cosas que no vemos, que no sabemos su origen.
Por otro lado, tambien sé que detrás de todo eso está la competencia de los monopolios. Y el que más influencia ejerce sobre el gobierno consigue que sus productos sean considerados inofensivos. Yo, por ejemplo, en mi jardín, donde producimos nuestras papas, tomates, pepinos, lechugas, zanahorias, manzanas y peras, entre otros frutos, no utilizo ni un miligramo de herbicida ni de insecticida. El aire puede estar contaminado, pero en la tierra no echo ningún producto químico. Tampoco confío en lo bio, pues no todo lo que dice el rótulo es bio.
Es cierto que a muchas de mis manzanas les caen bichos, se pudren pronto y no puedo guardarlas en el sótano para el invierno. Y no todas son tan bonitas como las permitidas por la Unión Europea. A propósito, te cuento algo que ocurre en Dresden, la ciudad donde vivo. En los barrios que quedan en las afueras, hay árboles de manzanas, peras, cerezas... Antes, en mi infancia (como tú, nací en 1942), habían hombres que venían a recoger las futas y a nosotros, los niños, nos prohibían recoger las que habían caído en el suelo, casi todas estropeadas.
Pero en la década de 1980, cuando ya nadie quería hacer ese trabajo mal remunerado, alquilaban los árboles a particulares, quienes se encargaban de recoger las frutas. Ya ni eso. Ahora vienen dos hombres con una grúa montada en un carro, mueven los árboles con palos para que las frutas caigan y las llevan a un depósito de basura, porque no tienen el tamaño exigido por la Unión Europea.
La venta de manzanas, por ejemplo, está prohibida en los supermercados, para que no hagan competencia a las que parecen pintadas procedentes de Holanda. Es el mundo en el cual hoy en día vivimos. Si en el caso del arroz que mencionas se puede argumentar que por la salud es mejor no comerlo, en el caso de las manzanas y otros productos agrícolas, donde solo se trata de normas y medidas (y por detrás de competencia) no hay justificación. Por lo menos podían utilizarlas para hacer dulces.
Bueno, aprovecho este correo para enviarles un cordial saludo y los abrazos de Eberhard y Hannelore.
Foto: Eberhard Gärtner y su padre en el exterior de la casa familiar en Dresden, 1961.
No hay comentarios:
Publicar un comentario