Escribo estas líneas para liberar esos pensamientos y sucesos que me llevaron a tomar la decisión más correcta que he tomado en mi vida: declararme opositor y luchar contra la dictadura más vieja de Latinoamérica.
Corría el año 1978 o 79 cuando mi abuelo Blas Roca llegó a la casa indispuesto. Según oí decirle a mi abuela, Dulce Antúnez, había tenido una fuerte discusión con Fidel Castro. Esas discusiones acaloradas con Fidel eran bastante frecuentes. Ya se sabe cómo era el carácter del dictador, su prepotencia y autosuficiencia. Mi abuela le preguntó al doctor Cabeza qué le pasaba a mi abuelo y le dijo que nada, que solo había sido un dolor de cabeza y le había dado un calmante. Pero mi abuela, que lo conocía bien, me llamó al cuarto y me dijo que me preparara porque íbamos para la clínica con mi abuelo. El doctor Cabeza cuestionó la decisión de mi abuela, pero ella le dijo que conocía bien a su marido, pues llevaban más de 50 años casados. Cuando llegamos a la clínica, ya mi abuelo tenía el rostro y la boca desfigurados y le diagnosticaron una trombosis cerebro-vascular.
A partir de ese momento se empezaron a poner las cosas tensas, al punto que lograron divorciar a mis abuelos para casarlo con su secretaria Justina Álvarez. Argumentaron que mi abuelo y Justina mantenían una relación extramatrimonial de muchos años, algo totalmente incierto. En ese estado que se encontraba mi abuelo, Raúl Castro lo divorció y lo casó con Justina. Fueron innumerables las cosas que le hicieron a mi familia, al extremo de no dejarnos ir a verlo. Yo fui en varias ocasiones y Justina decía que tenía que avisar y sacar una cita. Otras veces me botaron, porque hablaba con mi abuelo cosas que a ellos no les gustaba, sobre todo las humillaciones y desprecio hacia mi familia.
Recuerdo el día que murió mi abuelo. Mi abuela, con un valor tremendo, me dijo: "Yuri, se murió tu abuelo, vístete que vamos para el velorio". Y nos fuimos caminando hasta la Plaza de la Revolución, ella se sentó al lado del féretro y yo a su lado. Imagínense cuando llegó la Justina, pero mi abuela y yo inconmovibles. Fidel, Raúl, Ramiro Valdés y Guillermo García miraban detrás de un paraván situado cerca. En eso Raúl me llama para decirme porque yo no llevaba a mi abuela para la casa, para que descansara, a lo que le respondí: "Por qué pinga no se lo dicen ustedes, o no tienen valor para hacerlo, así que váyanse a la mierda, hijos de puta". Y regresé y me senté junto a mi abuela. Cinco minutos más tarde terminaron el velorio. Al entierro pidieron que no fuera mi abuela. Después que finalizó la ceremonia, mi madre al ver que había gente echando la tierra dentro de la tumba, fue y le quitó las palas a los sepultureros y se las dio a sus hijos, para que fuera su familia quien le diera sepultura a su padre, Blas Roca Calderío.
Fueron muchas las vejaciones y humillaciones contra mi familia. Había mucho odio de parte de Fidel y su camarilla contra mi abuelo, que fue un hombre humilde, sencillo y correcto. Nosotros comíamos, como el pueblo, por la libreta de abastecimiento. Nunca mi abuelo quiso casas en la playa y a mucha insistencia de Fidel y Raúl, en las vacaciones alquilaba una casa en la playa, pero la familia tenía que ahorrar todo el año para pagarla. En una ocasión, Raúl le mandó un jeep de regalo a mi abuelo y él se lo devolvió. Le dijo que en el Comité Central solo se podía tener un auto. Son innumerables las cosas que puedo contarles, por eso mi abuelo caía mal pues nunca lo pudieron corromper. Tuvo discusiones con Fidel cuando la Constitución de 1976, que Fidel quería imponer cosas arbitrarias y mi abuelo nunca estuvo de acuerdo. Él era el único que a Fidel Castro le decía que algo no se podía hacer. Por eso lo odiaban, por eso lo divorciaron enfermo, con su cerebro destrozado por coágulos de la trombosis.
En otra ocasión, en 1981, yo tenía 20 años y estaba pasando el servicio militar en tropas guardafronteras, en la escuadrilla nacional ubicada en la Ensenada de Cubanacán, cerca de Jaimanitas, La Habana, donde me desempeñé como radarista en un barco interceptor Griffin. En esa marina guardaban sus barcos y yates muchos dirigentes entre ellos Fidel, el patrón de sus yates era el coronel Kiki Finalé, que andaba por allí ese día en una lancha rápida. Uno de los muchachos que yo tenía bajo mi mando fue corriendo a buscarme, para decirme que Finalé estaba abusando de ellos y humillándolos, haciendo gala y derroche de su prepotencia y despotismo por ser coronel y patrón de los yates de Fidel Castro.
Fui en ayuda de los soldados, entablando una tremenda discusión con el coronel Finalé, a quien terminé diciéndole que por mis cojones no saldría de la marina hacia Varadero, a donde se dirigían ese día, y salí en el barco para hacer mi guardia. Cuando vi venir su lancha de zafarrancho de combate y le hice los disparos de advertencia, paró la lancha. Cuando me acerqué, en la lancha con Finalé iban Alejandro Castro y Juan Juan Almeida, que enseguida me reconocieron. Yo no sabía que Kiki estaba acompañado por ellos, me disculpé y siguieron su viaje. Este hecho trajo como consecuencia que a los cinco días me botaron del servicio militar, con la prohibición que no podía portar ningún arma de fuego.
Espero entiendan que no sea más explicito y dé más datos y detalles, pero estoy preso y tengo muchos presos a mi alrededor, pendientes hasta del más mínimo detalle, lo que como, lo que escribo, todo. Además, para sacar este escrito y hacerlo llegar a su destino, debo burlar requisas y registros. Espero que con estos pocos ejemplos comprendan porque decidí ponerme contra la dictadura.
Mis abuelos siempre me dijeron que yo pensara y fuera lo que yo quisiera. De ellos aprendí a odiar a la dictadura, a ayudar a los más necesitados y que el pueblo, el soberano, es el que manda. También me enseñaron estas palabras de nuestro Apóstol: “Un hombre solo no vale más que un pueblo entero, pero hay hombres que no se cansan cuando su pueblo se cansa, y se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a si mismo. Y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto ”.
La vez que más orgulloso me sentí de mis abuelos, Blas Roca y Dulce Antúnez, fue en uno de mis viajes a Estados Unidos, cuando fui recibido por amigos que conocieron a mi familia. Sus palabras de admiración y respeto a mi familia, fueron conmovedoras. Por eso lucho contra la dictadura, por eso cada día me siento orgulloso de mis abuelos y de mi madre, Lydia Roca Antúnez, quienes impregnaron en mí sentimientos puros y patrióticos.
Es mi compromiso seguir con la lucha que ellos iniciaron. Llevar a cabo sus ideas son mi guía y mi fuerza. Y los ejemplos de Martí, Maceo, Agramonte, me dan fuerzas para enfrentar todos los atropellos y humillaciones que me hacen, para tratar que desista en mi lucha para que Cuba y los cubanos seamos libres de una vez y por todas. El Apóstol nos enseñó que "son héroes los que pelean por hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad".
Muchas gracias a todos los hermanos que alzan sus voces en mi defensa para sacarme de este injusto y arbitrario encierro, que enfrento con la firmeza de mi legado familiar y de mis ideales. Y con la convicción de que Cuba tiene que ser libre ya.
Patria, Vida y Libertad.
Lázaro Yuri Valle Roca, preso político de conciencia.
Combinado del Este, prisión de máxima seguridad, 25 de junio de 2022,
a tres días de ser arbitraria e injustamente juzgado por un tribunal.
*Testimonio dado a conocer en La Habana por Eralidis Frómeta, esposa de Lázaro Yuri.
Foto: De la vez que detuvieron a Valle Roca en las afueras del cine Yara, en la céntrica esquina habanera de 23 y L, cuando junto con otros activistas se manifestaba pacíficamente el 10 de diciembre de 2015, Día Internacional de los Derechos Humanos. Antes de ser encerrado en Villa Marista el 15 de junio de 2021 y después enviado al Combinado del Este, Yuri estuvo muchas veces detenido. Imagen tomada de Radio Viva 24.
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