Cuba se desangra y descapitaliza humanamente con la avalancha migratoria que no cesa y, unida a la bajísima tasa de nacimientos, dibujan un país de viejos, dependientes de las remesas de hijos y nietos y migajas de la casta verde olivo y enguayaberada que tras el 11 de julio de 2021, aceleró la destrucción de la nación.
Los balseros y caminantes cubanos rumbo a Estados Unidos simbolizan el fracaso del comunismo, que acabó siendo letal para los humildes a quienes pretendía redimir, a los que nunca deja ser adultos, aplasta con represión y cárcel, pobreza y desigualdad.
La emigración cubana ha escalado en ilegalidades y dos tiroteos recientes, con el resultado de un muerto y heridos, en sendas operaciones frustradas de contrabando humano, en las que implicados arriesgan sus vidas y penas de cárcel, cobrando por salvar a un grupo de la perversión del delirio tardocastrista.
Opositores y activistas anticastristas, incluidos los desterrados por la dictadura más antigua de Occidente, son minoría en esa legión de médicos, deportistas, ingenieros, creadores, científicos, macheteros, técnicos medios, campesinos, obreros y niños que huyen de la tierra que los vio nacer, hartos de sobremorir en medio de consignas absurdas y carencias injustificables.
¿De qué valió protagonizar una revolución socialista en las narices del imperialismo yanqui, para acabar siendo una cárcel con miles de fusilados y encarcelados por sus ideas? Las que no se mataban, avisaron.
¿De qué valió imponer un solo partido hegemónico, para acabar lamentando la escasez de vocaciones y las bajas masivas en el Partido Comunista de Cuba y la Unión de Jóvenes Comunistas?
¿De qué valió alardear de independencia y soberanía, para ser mantenidos por la Unión Soviética, la Venezuela de Hugo Chávez y la solidaria emigración cubana?
¿De qué valió la alfabetización y los programas educativos, para acabar siendo uno de los mayores productores de mano de obra calificada del capitalismo?
¿De qué valió fantasear con ser potencia médica, para sucumbir ante el coronavirus y el dengue, alquilar al mejor postor a esclavos de bata blanca y usarlos como sargentos políticos del socialismo del siglo XXI?
¿De qué valió perseguir a disidentes, intelectuales y artistas, religiosos, homosexuales y apáticos; en nombre de la pureza revolucionaria, para acabar construyendo un gran reino de la simulación y el oportunismo?
Cada cubano que huye es un voto diáfano contra la tiranía, incluidos ésos que se declaran emigrantes económicos, como si su fuga no fuera consecuencia del desastre político que aflige a la nación, urgida de libertad, justicia y pan.
Los intentos del Palacio de la Revolución de justificar el desastre de Cuba por causas exógenas, empezando por el comodín de la hostilidad de Estados Unidos, se estrellan contra esos artefactos decimonónicos flotantes, cargados de cubanos que prefieren zozobrar en el Estrecho de la Florida, en la Selva del Darién o los volcanes centroamericanos, a la zozobra infinita a la que están condenados en la Isla desde que nacen hasta que mueren.
Carlos Cabrera
CiberCuba, 30 de junio de 2022.
Leer también: Cuba se está vaciando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario