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lunes, 2 de septiembre de 2019

Benny Moré, los cien años de un genio


Benny Moré es un dios en Cuba. Se habla de él en presente, como si fuera un amigo cercano, un vecino inmediato, como si nunca se hubiera ido, como si todavía su voz estremeciera el Ali Bar, el night club que convirtió en guarida personal y donde sus seguidores solían esperarlo cada noche, no importaba la hora a la que irrumpiera por la puerta para que se desatara el delirio.

Nadie podía resistirse a su incomparable voz, a su inigualable carisma, a su singular manera de hacerlos bailar. Los cubanos de todas las partes del mundo hablan de él y lo tutean, le llaman simplemente El Benny, o El Bárbaro, El Bárbaro del Ritmo.

No hay un cubano que, en un trance de nostalgia, no eche mano a uno de sus grandes boleros. Oírle cantar Cómo fue, Oh, vida, Alma mía o Mi amor fugaz es suficiente para que afloren los sentimientos contenidos. No son pocas las veces que se le escucha en una celebración. Al compás de Qué bueno baila usted, Santa Isabel de las Lajas o Maracaibo oriental se desata la locura del ritmo y, en ese momento, se confirma la certeza de que El Benny es atemporal: sus sones, guarachas y boleros resisten el paso del tiempo.

Benny Moré es un genio popular, cuyo talento innato se impuso: tenía que cantar, siempre cantar, y lo hizo desde sus inicios en la calle, en las esquinas, como músico ambulante para ganar unos centavos que ayudaran a paliar la pobreza en la que vivía.


Debió estar muy seguro de lo que llevaba dentro, de su talento genuino y del coraje que demostraría después, cuando solo con unos cuantos pesos y su guitarra al hombro llegó a La Habana a probar fortuna. Su voz resonó en bares precarios, cabarets de dudosa reputación, fondas y cantinas, hasta que Miguel Matamoros lo descubrió cantando en un restaurante de la Avenida del Puerto y Benny, rápido y listo, aceptó enrolarse en el conjunto que el gran sonero armaba para viajar a México.

Ese fue el punto de giro en su vida y el inicio de una carrera musical histórica: vendrían su paso por México, sus primeras grabaciones para la RCA Victor, su trabajo en discos con Pérez Prado y su incursión en filmes del llamado cine de rumberas, en la Época de oro del cine mexicano, lo cual lo sitúa en los inicios de la eclosión internacional del mambo; Benny es la voz de la gran big-band con la que Bebo Valdés estrenó su ritmo batanga, referente decisivo al que apelaría luego el propio Benny para conformar la imbatible Banda Gigante.

Con ella reafirma su clase. Es excelente cantando lo mismo un son montuno, una guaracha, un bolero, que improvisando unas décimas campesinas. Pero lo que es aún más asombroso: es capaz de dirigir su gran orquesta de avezados músicos; hace brillantes arreglos y orquestaciones partiendo de los sonidos, sin haber estudiado música, ni poder leer una partitura.


Benny le pedía a su director musical y compadre, además de genial trombonista, Generoso Jiménez, lo que quería de cada instrumento en una pieza determinada. El resultado son esos extraordinarios y modernos arreglos, que Jiménez articulaba y llevaba al papel pautado, y causaban el asombro y la complacencia de todos.

Durante los años cincuenta, Benny Moré provocaría una auténtica locura en la música popular cubana. La certeza se iba adueñando de quienes lo veían y escuchaban cantar. Benny Moré es un fenómeno musical sin precedentes, es el gran genio musical de Cuba.

Así llegó con su música a Venezuela, Colombia, Perú, Panamá. También a Puerto Rico, a Los Ángeles y Nueva York. Acompañado por Tito Puente y su orquesta, actuó en 1960 en el Hollywood Palladium en una presentación única. Puente, al igual que Machito y sus Afrocubans, le acompañaría una que otra vez en el famoso Palladium de Nueva York. Con esas actuaciones, Benny pretendía iniciar en cierto modo una conquista: pocos allí le conocían. Su fama entonces se reducía a la comunidad latina y a los norteamericanos asiduos a estos escenarios, donde el mambo y el chachachá hicieron época.

Pero no pudo volver más a ellos. Moriría a los cuarenta y tres años, cinco meses y diecinueve días, en medio de una carrera triunfal que solo una terrible cirrosis hepática pudo detener. El alcohol y un ritmo de vida que disfrutaba -tanto como aborrecía-, adelantaron su final.

La leyenda ha sido fiera en enfatizar la informalidad y la incapacidad para atenerse a una disciplina cronométrica, como rasgos característicos del gran músico cubano. Sin embargo, aquí también sería contradictorio un juicio crítico definitivo, cuando se sabe que a cuarenta y ocho horas de morir y en condiciones alarmantes no canceló un baile pactado en el poblado cienfueguero de Palmira, a más de 200 kilómetros al sureste de La Habana. Lo dio todo sobre el escenario hasta que terminó de cantar y un vómito de sangre anunció el cercano e inminente final.

Quienes lo vivieron, aseguran que no se recordaba una manifestación de duelo popular tan grande y espontánea. El pueblo le acompañó con profundo dolor a lo largo del recorrido fúnebre desde la capital hasta su natal Santa Isabel de Las Lajas, querida, municipio que hoy pertenece a la provincia de Cienfuegos.

Le bastó su tiempo, sin embargo, para dejar un legado que lo coloca sin equívocos entre los más grandes músicos de Cuba y Latinoamérica. Ahí están sus grabaciones, en su mayoría con la RCA Victor, donde quedaron apresados su voz y su manera tan personal de ser cubano.

Bartolomé Maximiliano Moré (Santa Isabel de las Lajas 24 de agosto de 1919-La Habana 19 de febrero de 1963) no tuvo precedentes, ni ha tenido sucesor, de tanta genialidad y talento inigualables. Con él se cerró un ciclo en la música cubana que no ha podido ser renovado, porque Benny es único, es de esos genios naturales y raros, que nacen con escasa frecuencia.

La ausencia definitiva de Benny Moré sedimentó la percepción de su genialidad, y también la verdad y el mito, nunca tan rotundos y certeros, y alimentados cada vez más con el amor que solo un país bailador y de boleros es capaz de construir.

Si leyera esto, Benny, probablemente respondería con una sonrisa incrédula y despreocupada, porque, para él, cantar y guarachar era lo más natural del mundo, lo mismo en La Habana, Los Ángeles o Nueva York.

Rosa Marquetti Torres
On Cuba News, 14 de julio de 2019.
Video inicial: Benny Moré acompañado de su Banda Gigante interpreta el bolero Hoy como ayer, de Pedro Vega, en el filme mexicano No me olvides nunca (1956), rodado en La Habana con Rosita Fornés, Luis Aguilar y Armando Bianchi en los roles principales. Tomado del canal que el blog Desmemoriados de la Música Cubana tiene en You Tube.

Nota aclaratoria.- En el video realizado en Cuba con testimonios sobre el Benny, hacia el final se dice que actuó en unos Premios Oscar. En la excelente investigación hecha por Rosa Marquetti sobre los distintos viajes y presentaciones que el Bárbaro del Ritmo hiciera a Estados Unidos, publicada en Desmemoriados con el título Mapa inconcluso de Benny Moré en U.S.A., se aclara lo siguiente:

"El periodista Anthony Macias incluye a Benny entre los músicos cubanos contratados por Sesma para el Hollywood Palladium y también se presentaron en el Zenda Ballroom de Los Angeles, en única referencia encontrada sobre otras presentaciones del cubano en la gran urbe de la Costa Oeste. Y esta posibilidad, la de que Benny haya animado otros night clubes y fiestas durante su estancia en Los Angeles, parece estar en la base de las afirmaciones repetidas hasta el cansancio, acerca de una eventual actuación de Moré en la gala de los Premios Oscar. Al parecer fue su hermano Teodoro quien primero mencionó este hecho, no se sabe si, confundido, vinculando el nombre de Hollywood (Palladium) a los afamados Premios de la Academia. Sin embargo, tal posibilidad no ha podido ser confirmada, y la ausencia del nombre del cubano en los records históricos públicos de estos premios y de la Academia de Cine de los Estados Unidos, ni tampoco el de Luis Arcaraz asociado a él, como se ha dicho, como presunta orquesta acompañante, permiten confirmar tales aseveraciones: no es posible afirmar que Benny haya actuado en alguna gala de los Premios Oscar. No han podido ser encontradas ni fotos, ni noticias, ni documentos, ni testigos que lo confirmen. Consultados por la autora, tanto Santiago Peñalver, Filiberto Sánchez Aguilar como Enrique Benítez 'El Conde Negro' (en su caso, hace varios años), afirmaron no haber escuchado nunca decir que Benny había actuado en la ceremonia de entrega de los Oscar. Los tres son voces autorizadas por haber sido miembros de la Banda Gigante en diversas etapas y El Conde Negro, todo el tiempo que vivió Benny. Lo que sí pudo ser posible, en un plano especulativo, es que fuera contratado o invitado a cantar en alguna fiesta privada, de las que se celebran en el entorno de este evento, pero en cualquier caso, entre 1956 y 1958 estos eventos anuales tuvieron lugar a finales del mes de marzo, mientras que en 1959 y 1960 éstos transcurrieron los días 6 y 4 de abril, respectivamente. Los documentos migratorios consultados no registran entradas de Benny a USA en fechas cercanas a éstas".

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