La vida bohemia de La Habana en los inicios de la década de 1930 acogió al joven Francisco Diez Junco (Matanzas 1909-La Habana 1995), más conocido por Barbarito Diez, cuando decidió abandonar su trabajo como mecánico durante la molienda en el antiguo central azucarero Manatí en Las Tunas.
La carrera artística del Príncipe del Danzón se inició en la capital y estuvo signada por el danzón, el bolero, el Café Vista Alegre, la maestría de Antonio María Romeu, su amistad con Graciano Gómez e Isaac Oviedo y la radio, con la emisora en aquel momento llamada El Progreso Cubano.
“La primera vez que vine a La Habana fue en 1928. Regresé y al terminar la zafra del 29 hice mi segundo viaje a la capital, pero regresé para hacer otra zafra, y en el año 30 le dije a mi madre que iba a repetir el viaje a La Habana, pero ya para quedarme. Ella no me lo creyó. Como a todos los del campo, a todos los guajiros, La Habana me deslumbró desde la primera vez”, declaró Barbarito al periodista Orlando Catellanos en 1975.
A su llegada a la urbe, un amigo, Alberto Rivera, lo llevó a los ensayos del Sexteto Matancero de Graciano Gómez. Allí hizo una audición y sin imaginarlo, se convirtió en la voz prima del conjunto.
En una entrevista concedida por Diez y Graciano a Orlando Castellanos, esta vez en 1977, el entonces director del trío Los Gracianos declaró: “Barbarito tenía 21 años cuando se inició en ese ambiente de bohemia y tragos, pero nunca bebió ni fumó. Eso sí, trabajaba, cantaba con toda dedicación y seriedad. A Barbarito le decían 'el negro lindo' y le gustaba mucho a todo el mundo. Desde entonces empezaron a admirarlo por su 'hombría de bien', como antes se decía. No solo por su forma de cantar, si no por su trato al público y las personas. Desde los más pobres hasta los más ricos lo elogiaban por esas cualidades”.
El trío Los Gracianos lo componían Graciano Gómez, Isaac Oviedo y Barbarito Diez. Actuaban en el Café Vista Alegre, uno de los sitios preferidos de la intelectualidad habanera y donde Barbarito conoció a Antonio María Romeu (1876-1955), el músico que le lanzara artísticamente a nivel nacional e internacional.
Ese debut llegó a finales de los años 30, cuando se presentó por primera vez en la radio cubana, junto a la orquesta de Romeu, uno de los principales promotores en aquel momento del danzón.
En una entrevista a Barbarito Diez en la década de 1970, dijo: “Comencé a cantar con el maestro Romeu en la emisora El Progreso Cubano, la actual Radio Progreso, instalada entonces en la calle Monte. Uno de sus cantantes era Diego Rodríguez y el otro era Rogelio Martínez, quien cuando necesitaba hacer algún otro trabajo me pedía que lo supliera en las transmisiones. En 1937, Dieguito pasó a la orquesta de Armando Valdespí y me quedé fijo con el 'mago de las teclas', como le decían a Antonio María Romeu. Era el cantante de su orquesta, pero seguía actuando con el trío”.
El cancionero tradicional nutrió las grabaciones de Barbarito, al rescatar composiciones de Eliseo Grenet, Ernesto Lecuona, Sindo Garay, Manuel Corona. Moisés Simons, María Teresa Vera, Miguel Matamoros, Luis Casas Romero, Félix B. Caignet y Eduardo Sánchez de Fuentes, entre otros importantes autores.
Sobre el legado musical de Barbarito Diez, el actual director de programas musicales de Radio Progreso, Guille Vilar, comentó:
-Su legado musical resulta extraordinario sobre todo porque rinde culto a la belleza de la vida desde cualquier punto de vista. Pudiéramos decir que por su inspirado canto, pero a la vez por su carismática personalidad donde predomina la elegancia tanto en el vestir como en su conducta social, Barbarito Diez era un paradigma del cubano de todos los tiempos.
-Pero también por la selección de su repertorio, donde todas las canciones estaban en una similar línea estética. El tiempo, ese gran crítico del buen arte, ha permitido que sus canciones permanezcan en cada generación de cubanos que buscan la esencia del valor artístico verdadero.
Desde hace poco más de una década, en la localidad tunera de Manatí se celebra un Festival de Música Popular que lleva el nombre del intérprete de Perla Marina. La XI edición, del 30 de noviembre al 4 de diciembre, recordó el 105 aniversario del natalicio del Príncipe del Danzón, y los centenarios de los músicos Roberto Faz y René Márquez, explicó Pablo Diez, hijo del popular cantante.
Artistas locales como la Orquesta Danzonera de Las Tunas, y parejas de baile del Movimiento Amigos del Danzón, e invitados a la cita como los cantantes Beatriz Márquez, Vania Borges, David Álvarez y Rafael Espín y el guitarrista concertista holguinero Eliécer Travieso, entre otros.
Además de actuaciones musicales y bailables, la agenda del Festival incluyó un taller teórico-práctico sobre el baile del danzón y chachachá, y la transmisión en vivo del evento en los programas Discoteca Popular y Al lado del corazón, de Radio Progreso. También se propuso que la casa donde Barbarito vivió en Manatí sea convertido en museo.
Para Guille Vilar, “la radio continúa siendo un medio de información general imprescindible en la vida cotidiana de la población. Una canción hermosa, siempre va a serlo aunque sea de hace 50 o 60 años, igual que la belleza de una mujer. Eso nunca va a cambiar. Barbarito lo sabía y por eso su repertorio era tan selecto.Ya volverán otros tiempos, donde lo chabacano y lo vulgar, ocupe el lugar que le corresponde, en los últimos escalones de la música cubana. Entonces, intérpretes como Barbarito volverán a renacer”.
Según Pablo Diez, hijo de Barbarito, "la obra de su padre y el danzón, género del cual fue uno de sus principales intérpretes, mantienen su vigencia y notoriedad, lo mismo que su estampa, de hombría de bien y voz y por la cual fue calificado como el Príncipe del Danzón".
Publicado en Radio Cubana el 30 de noviembre de 2014 con el título Hombría de bien y voz.
Video: Con la Orquesta de Antonio María Romeu, probablemente de un programa televisivo en la década de 1940-50. Al inicio, Barbarito Diez interpreta como danzón el bolero Ausencia, con letra del poeta mexicano Fernando Celada Miranda (1872-1929) y música del compositor y flautista cubano Jaime Prats Estrada (1883-1946). Después, su hijo canta Que vengan los rumberos, de Gilberto Valdés (1905-1972).
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