En los aeropuertos de todo el mundo, los policías y aduaneros no ven con buenos ojos a ciudadanos de determinados países, entre ellos a los cubanos. Tal vez por la fama de desertores o por esa lista negra del terrorismo en la cual Estados Unidos mantiene a Cuba. O por temas sanitarios, como las epidemias de dengue y cólera que han habido en la isla en los últimos meses. Pueden levantar sospechas aquellos pasajeros que viajen sin dinero, y por equipaje solo lleven un maletín de mano o una mochila. Piensan que se van a quedar.
Tampoco es recomendable cargar con botellas de ron, cajas de tabaco y joyas, aunque hay cubanos que se arriesgan, creyendo que se pueden buscar un dinero extra para sobrevivir en tierras extrañas. Y, por supuesto, nada de frijoles negros: en casi todos los países los venden, brasileños inclusive. Por razones sanitarias, está prohibido entrar -y salir- con alimentos crudos.
Hace poco, a varios amigos residentes en La Habana, entre otros consejos, les sugerí llevar dos copias (una a mano para mostrar y otra en su bolso) de la carta de la organización que les invite, con membrete, firma y cuño, donde diga que han sido invitados por tal organización para participar en tal evento durante tanto tiempo y que asumen todos los gastos, de estancia y atención médica.
Si es por motivos personales, también es recomendable llevarla, diciendo que fulano de tal te invita a permanecer equis tiempo en tal ciudad o país y que esa persona, asume todos los gastos, incluidos los médicos en caso de enfermedad. En cualquiera de las dos cartas, deben aparecer dirección, teléfonos y correo electrónico de la organización y/o persona. Si el viaje es solo a España o a países de habla hispana, la llevan en español, pero si es a Estados Unidos o países europeos, asiáticos o africanos, la llevan en inglés, y si es a Francia o una ex colonia francesa, en francés.
Si viajan con un menor, no olviden llevar el documento oficial donde conste que el padre o la madre han autorizado al niño a viajar con tal persona, durante tal tiempo a tal país. Los suizos, que son muy previsores, sacan copia del pasaporte, del billete (o del papel que dan cuando se reserva por internet), del seguro aéreo y otros documentos, y los llevan encima, igual que el dinero que nunca se debe poner en el equipaje, por si éste se extravía. Además de comprar un mapa del país o ciudad a visitar y de informarse del clima, horarios, costumbres, etc, llevan anotadas las direcciones y teléfonos de su consulado y embajada, entre otros datos. Algunos llevan también dos o tres fotos, por si el pasaporte se extravía o se lo roban.
El 25 de noviembre de 2003, cuando salí de Cuba con destino a Suiza, nadie me advirtió que debía llevar encima una carta de ese tipo. Fue la intuición la que me aconsejó poner, junto con los pasaportes y billetes de avión, la carta que el consejero de la Embajada suiza me dio para presentar en la oficina de Inmigración. La misiva en español, era escueta y no estaba dirigida a nadie en particular, si no A quien pueda interesar. Decía que mi hija, mi nieta y yo teníamos residencia en Suiza y estábamos autorizadas a viajar y permanecer en el país. No se mencionaban las palabras 'asilo político'.
Cuando llegamos al aeropuerto Charles de Gaulle, en París, tuvimos que caminar por largos pasillos, subir y bajar escaleras rodantes, y cada cierto tramo había un policía o funcionario de aduana, a veces hombres, otras mujeres. Todos eran negros o mulatos, algo que llamó nuestra atención. Porque una de las campañas con las cuales bombarden a los cubanos en la isla, para que vean 'lo malo' que es el capitalismo, es hacer hincapié en la marginalidad y discriminación de los negros en Estados Unidos y Europa. Sabía que en Francia vivían muchos negros y mestizos, procedentes de sus ex colonias en África y el Caribe, pero no podíamos imaginar que hubieran tantos trabajando en el principal aeropuerto francés.
Además de mostrar los pasaportes y pasajes de las tres a los policías y funcionarios, les mostraba la carta: de haber sabido que iba a ser decisiva para no tener problemas, la hubiera llevado traducida al francés y alemán. Esa carta, que aún conservo, la tuvimos que mostrar cinco o seis veces, apresuradamente, para llegar a tiempo a la puerta de embarque por donde a las 13.00 partía el avión rumbo a Zürich.
El vuelo demoró una hora. En Zürich, los viajeros eran controlados por una policía, blanca y rubia. No sé si por no saber español o por estar ya en territorio suizo, se demoró varios minutos en revisar la carta. La complicación vino después, pero esa historia la cuento otro día.
Tania Quintero
Foto: Tomada de El Diario.
Leer también: Adiós, mi amor y Los que pueden viajar y los que no.
Excelentes consejos, pero la gente en Cuba ya no sale como se debe, ni siquiera piensan en los que dejan atrás.
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