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viernes, 5 de marzo de 2010

El mulato de los mangos y las guayabas


Por Tania Quintero

Cuando en 2001 escuché por la BBC una entrevista a Carlos Acosta, bailarín cubano radicado en Londres, escribí un artículo corto. En él decía: "Cuando viaja a la Isla, casi siempre lo entrevistan en algún medio local. Le dedican espacio, pero al final uno se queda a medio saber. Sin embargo, en los tres minutos de una conversación con Rafael Estefanía, de la BBC, se descubre al Carlos Acosta real. Al joven que pasó villas y castillas para lograr imponer su talento". El artículo fue publicado el 21 de noviembre de 2001 en Encuentro en la Red.

Ocho años después, yo viviendo como refugiada política en Lucerna, Suiza, y Carlos Acosta por primera vez viajando a La Habana con su compañía, The Royal Ballet, decidí buscar en internet cuáles otros periodistas cubanos habían escrito sobre el laureado bailarín negro. Y hablando de razas, buscando sobre Andrés William, uno de los pocos negros que logró descollar en el Ballet Nacional de Cuba, encontré un blog con su nombre, desactualizado, pero al menos uno se entera que en 2008 tenía su propia compañía y estaba viviendo en Granada, España.

Norma Niurka, sobrina de la actriz Myriam Acevedo, reportera cultural de El Nuevo Herald, recientemente fallecida, en 1998 publicaba Carlos Acosta, un bailarín cubano por el mundo.

Como Acosta ha preferido mantenerse al margen de la situación política del país donde nació, lo que le garantiza poder entrar y salir libremente y hasta trabajar en la isla, su apoliticismo le permite aparecer en medios tildados de "anticubanos", como el Herald, y en los fervorosamente castristas, como La Jiribilla, donde en 2002 la periodista escribió Un Don Quijote de altura. Además de una breve conversación con Carlos, habla también con Viengsay Valdés, bailarina quien al igual que a Acosta y otros artistas, músicos, pintores e intelectuales, el régimen de los Castro les permite tener cuentas bancarias y residencias en la Isla y en el exterior.

Y no necesitan hacer cola en las oficinas nacionales de inmigración ni en los consulados cubanos en el extranjero, en espera del consentimiento para poder entrar al país o recibir la "tarjeta blanca", como en Cuba llaman al permiso de salida. Excepciones que suelen hacer las dictaduras y que no ablanda a todos los compatriotas que se han hecho famosos afuera, como Bebo Valdés o Andy García. "Generosidades" que llegaron tarde para Celia Cruz, fallecida en 2003. Otros, como Ernesto Lecuona, el más universal de los músicos cubanos, fue más drástico. Pidió que no lo enterraran en Cuba bajo Fidel Castro, según recordara Guillermo Cabrera Infante en Auras tiñosas.

En noviembre de 2007, Isis Wirth, escritora cubana radicada en París, difundía El negro soy yo, a propósito del lanzamiento en el Reino Unido de No Way Home.


Bajo el título Sin mirar atrás, el libro será publicado en Cuba por Ediciones Unión, anunciaba el periódico Juventud Rebelde.

Para saber sobre la autobiografía del exniño pobre, he tenido que acudir a un blog independiente, Cuba al pairo. Porque la prensa oficial, al principio indecisa sobre el status de Carlos Acosta (desertor, gusano, quedaíto, insiliado), prefirió comedirse y escribir lo justo. Ahora, al ser un artista "políticamente correcto", no faltan los elogios ni la guataquería.

Sin embargo, los periodistas al margen del control estatal, dentro o fuera de Cuba, serán los que continuarán dando los detalles más interesantes del "mulatico a quien le siguen gustando los mangos y las guayabas". Frutas, por cierto, más difíciles de encontrar en La Habana que en Londres.

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