Por Tania Quintero
En 1996, cuando era periodista de Cuba Press, escribí sobre el embarazo precoz. De ejemplo puse el de Niurka Flores, quien a los 14 años tuvo su primer hijo. Tiempo después, su historia interesó a Raúl Rivero y me pidió tomarla para una serie de relatos sobre la vida cotidiana que estaba escribiendo para un libro. El tiempo volvió a pasar y en 2003, el escritor cubano Eliseo Alberto seleccionó veinticuatro crónicas de Rivero para el libro Sin pan y sin palabras. La primera que se puede leer se titula Bienvenido, Mr. Yandy.
Yandy nació el mismo año en que escribí sobre el embarazo precoz de Niurka, en 1996. Dos años después llegó Niurkita, su hermana. Ahora los dos han quedado huérfanos. A mediados de 2006 su madre murió de leucemia. Tenía 24 años. Desde que ella enfermó, Yandy y Niurkita comenzaron a peregrinar: de casa de Gabriel, el padre, en San Miguel del Padrón, a la de Lupe, la abuela materna, en Lawton. O a Los Pinos, donde reside otra parte de la familia. Todos pertenecen a la raza negra. Todos viven en barriadas pobres y marginales.
Le quedaban unos meses de vida a Niurka cuando a través de Yanet y Yamila, sus primas, me mandó a pedir una revista, para hacer más llevadera la estancia en el hospital. Ya los sueros le habían tumbado el pelo, pero quería ver fotos de artistas y modelos con hermosas cabelleras. Todo lo que comía lo vomitaba, pero quería ver anuncios de la coca cola que apetecía y no se podía tomar por no tener dólares.
Envié emails a amigos de distintos países. No utilicé el correo electrónico para pedir revistas, sino medicamentos y dinero, para que pudieran comprarle refrescos y jugos, lo que mejor su estómago soportaba. Cuatro personas respondieron, pero ninguna al final le mandó nada a Niurka.
El 28 de enero de 2006 me enteré de un suizo que al día siguiente viajaba a La Habana. Vivía en las afueras de Lucerna y como en invierno oscurece a las cinco de la tarde, la noche muy pronto se me vino encima. Luego de casi una hora caminando por calles solitarias y frías, logré encontrar la dirección. El hombre ya tenía hecha la maleta. Me dijo que lo sentía, pero no me podía llevar una jaba de nailon con una toalla, un ropón, dos jabones, un cepillo y un tubo de pasta dental, un desodorante y un paquetico de servilletas húmedas. Sólo aceptó llevar una revista del corazón en español y un sobre con una cartica y 50 francos, todo lo que en ese momento a Niurka le podía enviar.
No he encontrado en internet lo que escribí en 1996. Por ello les ofrezco lo que Raúl Rivero escribió sobre Yandy Herrera Flores, quien este 2 de octubre cumple 12 años. Lo último que supe de él y de Niurkita fue que estaban viviendo con la abuela paterna. En 2007 me hicieron llegar la dirección: en cuanto mi situación económica me lo permita y encuentre un portador fiable, quiero hacerles llegar algo de dinero, ropa o material escolar.
Bienvenido, Mr. Yandy
Por Raúl Rivero
En La Habana nacen mil 200 niños todos los días. El 2 de octubre de 1996, bajo el signo de Libra, Yandy Herrera Flores fue uno de esos bebés.
La madre de llama Niurka y tiene 14 años. Gabriel, el padre, tiene cinco más y es mecánico automotor. Yandy es el representante de la tercera generación de la familia que nace en el imperio de la libreta de racionamiento impuesto en Cuba desde 1962. El abuelo tiene treinta y cinco años y la abuela, treinta y dos. En el registro de consumidores de la barriada de Lawton, el niño figura ya con una x en el epígrafe de edad y aparece en la columna de 0 a 13. Exactamente el 2 noviembre, al mes de nacido comenzó a recibir lo que el Estado asigna a un ciudadano que se integra a la sociedad.
Hasta el día que celebre su tercer aniversario, Yandy podrá adquirir catorce laticas mensuales de compota, el sabor se decide de manera natural, en el albedrío de las cosechas, en el caprichoso designio de las lluvias y en la eficiencia de los planes agrícolas del gobierno revolucionario. La compota será el sabor que el Estado esté en capacidad de producir.
Hasta los siete años tiene asignado 1 litro de leche por día. Cada mes tendrá, igual que los adultos, 7 huevos, 6 merluzas pequeñas y cada mes y medio, 3/4 libra de picadillo de soya o algún sustituto de la carne.
Un mes sí y otro no, en el caso de que no haya catástrofes, alcance la gasolina, no se produzcan desvíos (ese eufemismo criollo que designa el robo), el niño recibirá 1/4 de pollo o 1/2 libra de carne de res de segunda.
Desde que llegó a Cuba, Yandy tiene asegurada para toda su vida 6 libras de arroz por mes y 6 de azúcar. ¡Faltaba más, en la azucarera del mundo! Hasta el día que muera tiene también 2 libras de chícharos o frijoles. Aquí tampoco interviene para nada el paladar, eso depende de Comercio Exterior y la cadena Transporte Economía Interna.
Pero hay más. Tiene para siempre 1/2 libra de sal, 4 onzas de café y un panecillo diario. La familia de Yandy está feliz, porque él vino y grita fuerte y no quedó dentro del 8,2 por 100 niños que están bajos de peso al nacer en La Habana. Todos están contentos de que Yandy esté entre nosotros. Es una pena que él mismo, por ahora, no pueda decir nada.
He tenido suerte, la semana pasada una viejita francesa muy amable, me llevo a Cuba un maletin grande, lleno de ropa y medicinas, no es facil encontrar gente asi.
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