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martes, 27 de marzo de 2007

CUBA PRESS EN MI MEMORIA II

Entre el KKK y la KGB
Por Tania Quintero

En Cuba no persiguen a los negros. Persiguen a los disidentes. A la manera estalinista.

1997 fue un año especialmente represivo para el periodismo independiente. Marcó el reinicio, con nuevo ropaje, de los actos de repudio instaurados por el gobierno de Fidel Castro en 1980 con la intención de humillar y desmoralizar públicamente a quienes pretendían emigrar de Cuba por el puerto del Mariel.
Raúl Rivero los definió con exactitud: linchamientos verbales. Y el propósito era ése, “lincharlo” a uno con palabras. El ingrediente principal: un centenar de fanáticos e incondicionales del régimen, dispuestos a intimidar gritando improperios, ofensas y calumnias, según un guión previamente diseñado por siniestros cerebros del G-2.

En el ´97 una docena de periodistas independientes, casi todos de Cuba Press, tuvimos que soportar delante de nuestros domicilios a esas jaurías vociferando durante dos horas seguidas.

Nuevamente, en 2005, desempolvaron los mítines de repudio. Y les han añadido su dosis de violencia.

Ver para creer

Yovani tenía 17 años en 1997 y fue testigo del acto de repudio que la Seguridad del Estado me organizó la noche del lunes 10 de febrero delante del edificio donde vivía con mi madre de 82 años, mis dos hijos, mi nuera y mi nieta, entonces de dos años y medio.

—Fue algo alucinante. Si no lo hubiera visto, no lo hubiera creído. No imaginé que la revolución fuera capaz de semejante bajeza ni que hubiera gente tan miserable que se prestara a hacerle eso a una mujer de tu edad, me diría al dia siguiente Yovani.

Entre los movilizados aquel lunes había un hombre de la raza negra que estuvo a punto de morir en Angola. “Llegué del trabajo y en la casa encontré una citación urgente. A las 8 de la noche debía estar en Carmen y 10 de Octubre. Pensé que sería para una de las tantas actividades a las cuales los militantes estamos obligados a asistir. La noche era fría y había mucho viento. Habrían unas noventa personas y continuaban llegando. Le pregunté a una compañera y me respondió que tampoco sabía el motivo de la citación. En eso empezó lo que pensé sería un acto político y resultó ser un mítin de repudio contra la periodista Tania Quintero, una mujer respetada en el barrio. Sentí tanta rabia y vergüenza que di media vuelta y me fui”, le confesaría después este hombre a un amigo común.

Quien sí no se avergonzó y hasta el final me ofendió fue Antonio.

—¿Y ese quién es?, le pregunté a la persona que una vez terminado el “linchamiento verbal” me contó hasta el más mínimo detalle.

—Chica, es ese tipo grande y gordo que hace poco se mudó pa’la cuadra.

—¿Sí, y dónde vive?

—En un pasillo, en la acera de enfrente.

—Pues no tengo la menor idea de quién se trata.

Los vecinos habían quedado desconcertados por la virulencia del sujeto. “Hay que cuidarse de él”, comentó un viejo jubilado. Y añadió: “Pero sin perderlo de vista”. Quizá por ello muchos ojos lo seguían al verlo entrar y salir de su vivienda.

Cuando Antonio y yo coincidíamos en la cola del pan, la bodega o la carnicería y estaba presente alguien del vecindario que recordaba su rol en el acto de repudio, el aire se volvia tenso. Conocedora de la expectación generada, me mantenía inmutable. A fin de cuentas, los vecinos no querían un enfrentamiento verbal. Ellos sólo deseaban que una vez, aunque fuera una sola vez, su mirada se cruzara con la mía.

Me fui de Cuba sin que Antonio supiera que esa mulata canosa de 55 años con quien tantas veces coincidió en las colas era Tania Quintero. La misma a la que a él, sin conocerla, aquella noche del 10 de febrero de 1997 su intolerancia lo había llevado a gritarme una surrealista consigna: ¡QUE LE QUITEN LA CIUDADANÍA!

MENSAJE LEÍDO Y DIFUNDIDO EL 28 DE OCTUBRE DE 2004 EN EL HILTON NEW YORK HOTEL Señoras y señores invitados a esta nueva convocatoria de la Fundación Conrad N. Hilton:

Primeramente permitánme felicitar al Sr. Jo Luck y a todos los que han hecho posible que Heifer International de una manera tan sencilla y original contribuya a paliar el hambre y erradicar la miseria en el mundo. Ha sido muy justo otorgarles a ellos en el 2004 el millón de dolares del Premio anualmente concedido por la Fundación Conrad N. Hilton.

En 1944 surgió Heifer International y ese mismo año también nació la Fundación Conrad N. Hilton. Dan West, el creador de Heifer, era un laborioso granjero de Pennsylvania. Conrad Nicholson Hilton en esa época era ya un avezado empresario hotelero.

Seis décadas después, la vida y obra de estos dos estadounidenses ilustres han quedado perpetuadas en innumerables acciones humanitarias llevadas a cabo año tras año por las dos instituciones.

Señoras y señores:

A fines de 1997 llegó a La Habana, al domicilio del poeta y periodista Raúl Rivero, una carta de la Fundación Conrad N. Hilton que en realidad iba dirigida a mí, una simple periodista cubana. En ella la Fundación Conrad N. Hilton me invitaba a proponer una ONG cubana para el Premio correspondiente a 1998. Yo propuse a Caritas-Cuba, más el galardón de ese año muy merecidamente le fue otorgado a Médico sin Fronteras.

Han pasado siete años. Y nuevamente la Fundación Conrad N. Hilton me ha enviado una carta, esta vez para invitarme a asistir a la premiación de 2004 en el Hilton New York Hotel, con todos los gastos pagados. Pero yo ya no resido en La Habana: desde el 26 de noviembre de 2003 vivo como refugiada política en Suiza. Y Raúl Rivero, el colega que en 1997 recibiera aquella carta, cumple 20 años en Canaleta, una prisión a mas de 400 kilómetros de su hogar habanero.

Después de la represión de marzo de 2003 fui amenazada con veinte años de caárcel, por ello decidí marcharme al exilio con mi hija y una nieta. En Cuba dejé un hijo y otra nieta. Y dejé también a mi gran amigo Raúl Rivero, uno de los mejores poetas surgidos en el país a partir de 1959. En celdas diseminadas por distintas prisiones de la isla se enmohecen otros buenos amigos míos. Para todos ellos pido vuestro apoyo y solidaridad.

En Cuba, por faltar, falta de todo: comida, agua, luz, transporte, medicamentos... La educación y la salud son vitrinas que al igual que el deporte y la cultura Fidel Castro se empeña en mantener encendidas para demostrar los “logros” de su revolución.

Pero la realidad es bien distinta y va mas allá de la propaganda oficial. Cuba vive en penumbras, no solamente por la actual crisis energética, sino porque es una nación que lleva 45 años sometida a un sistema totalitario dirigido por un hombre tenido por “superviviente” por ciertos cineastas estadounidenses.

Steven Spielberg y Oliver Stone, dos de los más grandes directores de cine de Estados Unidos, han visitado Cuba, pero se quedaron viendo lo que Fidel Castro quiso que vieran. No quisieron –o no pudieron- descubrir la verdad, porque quedaron deslumbrados por el “glamour” de haber sido recibidos por un “superviviente”.

Es muy triste y doloroso que personalidades como Stone y Spielberg den la espalda a la realidad de un pueblo como el cubano, sumido en el atraso y la desinformacion, sin acceso a internet ni a teléfonos celulares, pero sobre todo un pueblo carente de libertades.

Con una población de casi 12 millones de habitantes, Cuba tiene alrededor de 200 cárceles y más de cien mil reclusos, 300 de los cuales son presos políticos. Las condiciones de las cárceles cubanas son infrahumanas y los presos políticos son víctimas de contínuos asedios, vejaciones y malos tratos.

Estimadas personas aquí presentes:

Desde que Raúl Rivero fue detenido el 20 de marzo de 2003 y posteriormente condenado a 20 de años de carcel, su esposa, Blanca Reyes, no ha dejado ni un solo dia de movilizarse por la libertad de su marido.

Con el mismo espíritu que movió a Dan West y Conrad N. Hilton a crear sus humanitarias fundaciones, yo, Tania Quintero, periodista independiente, les pido hacer lo que esté a su alcance para sacar de la cárcel a los presos politicos cubanos y en especial a Raúl Rivero, un hombre cuyo delito ha sido escribir en la tierra donde murieron sus abuelos.

Muchas gracias.
(Traducido al inglés por Lucina Kathman, del PEN Club de San Miguel, México).

domingo, 25 de marzo de 2007

CUBA PRESS EN MI MEMORIA
Por Tania Quintero

Cuando en septiembre de 1995 le dije a Raúl Rivero que sí, que aceptaba formar parte del grupo fundador de Cuba Press, no imaginaba lo trascendental de la experiencia que me tocaría vivir.

I
Tomé café y salí de la casa a buscar el M-3, el camello que me dejaría cerca del Nuevo Vedado. Había quedado con Ñico (Juan Antonio Sánchez) en encontrarnos a las diez de la mañana en el domicilio de Vladimiro Roca. De ahí partiríamos hacia la Embajada Checa, a unos cien metros de distancia.

Por si volaba el turno de almuerzo, en el timbiriche de la calle O’Farrill compré dos frituras de harina de castilla sazonada con sal y cebollinos. Pagué con una “monja” (billete de cinco pesos). Los tres pesos de vuelto los reservé para tomarme un batido de mamey en una cafetería particular en la Avenida 26, muy cerca del Zoológico.

En el bolsillo del pantalón me quedarían tres monedas de 0,20 centavos: dos para coger la ruta 27 rumbo a la casa de Raúl y una para retornar de Centro Habana a la Víbora en el M-6, uno de los siete camellos que a diario atravesaban la ciudad repletos de pasajeros.

Alrededor de las once y media, a unos doscientos metros de la Embajada Checa, Ñico y yo fuimos interceptados por un carro patrullero. Un alto y fornido policía de pelo claro, con más pinta de alemán que de cubano, después de pedir nuestros carnets de identidad y pese a nuestras protestas, nos hizo montar en el asiento trasero del patrullero. El grandulón se sentó en el medio, Ñico quedó a la izquierda y yo mirando por la ventanilla derecha. Delante iban dos policías más: uno manejando y el otro, por si acaso...

No demoramos ni diez minutos en llegar a la estación de policía, en Zapata y C, en la esquina del hospital Fajardo. Cuando nos bajamos, el gigantón fue a sacar los bolsos del maletero, oportunidad que Ñico aprovechó para acercarse y susurrarme: “Mantente así, tranquila. Tú no sabes nada, cualquier cosa, me echas a mi la culpa”.
El rubio se dio cuenta y lo mandó a callar y nos dijo que teníamos prohibido hablar. Entramos a la unidad policial, cada uno con sus respectivos bolsos. A Ñico lo sentaron en un banco alejado del mío, pero nos podíamos ver y empezamos a comunicarnos por señas.

En cuanto se percataron del “lenguaje de sordomudos”, a Ñico lo ubicaron fuera de mi vista. Me quedé en el mismo banco, debajo de una ventana cuyas persianas tuve que cerrar porque penetraba un aire frío. Era el 21 de enero de 1997 y por primera vez era detenida por la Seguridad del Estado.

Caída del cielo

Había transcurrido una hora y nadie se acercaba a explicar el motivo de nuestra detención. Pero las constantes idas y venidas de “segurosos” vestidos de civil me hizo deducir que en cualquier momento a Ñico y a mí nos registrarían, nos quitarían las cosas que llevábamos y nos mandarían a los calabozos.

Al policía de guardia le habían dado la encomienda de mantenerme vigilada: después de cerrar la ventana ya no pude pararme más y a quien intentó sentarse en el mismo banco lo mandaba a parar. Pero cuando llegó el horario de almuerzo el policía-vigilante se fue a almorzar. En eso una mujer negra, joven y delgada, en no sé cuales gestiones, se sentó a mi lado. Y nadie se percató. “Ahora es la mía”, pensé.

—Compañera, no te muevas ni me mires. ¿Me puedes hacer un favor? Necesito avisar a mi familia que estoy detenida. ¿Tienes papel y lápiz para anotar?

—Sí, me respondió también en un susurro. Buscó un bolígrafo y sacó un periódico de su catera y sin volverse me dijo: “Lo voy a anotar aquí”.

—Anota ahí estos dos números de teléfono. A cualquiera que te salga dile que Tania y Ñico están en la unidad de Zapata y C.

—¿Más nada?

—No, con eso basta. Mira, dentro de ese bolso verde tengo dinero, pero si lo cojo y lo abro voy a llamar la atención. Todo lo que te puedo dar son tres pesetas que tengo en el pantalón.

—No importa, compañera, ¿no me pediste un favor?

Antes de levantarse y aprovechando que continuaban sin darse cuenta, le dije que en un papelito me pusiera su nombre y un teléfono donde la pudiera localizar. Lo anotó en el borde superior del periódico, lo arrancó y me lo dio. Lo guardé en el mismo bolsillito del pantalón donde tenía las tres monedas de 0,20 centavos.

Son unos delincuentes

En cuanto pudo, la mujer llamó a casa de Raúl Rivero. Blanca, su esposa, fue quien recibió el recado. Inmediatamente después lo sabría también Vladimiro y él se encargaría de comunicar nuestra detención a Frances Kerry, corresponsal de Reuters.

La Kerry se disponía a asistir la conferencia de prensa que al término de su visita a Cuba ofrecería el ministro de asuntos exteriores de Canadá, Lloyd Axworthy, en el Centro de Prensa Internacional. Lo acompañaba el entonces canciller cubano Roberto Robaina.

A la hora de las preguntas, la corresponsal de Reuters se paró y le comunicó al ministro canadiense que dos periodistas independientes de Cuba Press habían sido detenidos esa mañana cuando salían de la Embajada Checa.

Axworthy quiso saber detalles y se dirigió a Robaina y éste, cogido fuera de base, pidió a uno de sus ayudantes que con urgencia averiguara. Unos minutos más tarde Robaina le diría:

—Senor ministro, los detenidos no son periodistas, son unos delincuentes.

Cachito de papel

El pedacito de papel donde la buena mujer había anotado su nombre y teléfono de una vecina no fue detectado cuando me desnudaron y registraron mi ropa y mi cuerpo —cuclillas incluidas. Era tan minúsculo que quedó adherido al bolsillo donde suelen guardar las monedas.

A falta del estuche idóneo, ese cachito de papel me serviría para guardar mis lentes de contacto la larga noche que pasé en el calabozo.
Con cuidado lo rasgué y en la parte donde la mujer puso su nombre envolví el lente izquierdo y donde aparecía el número telefónico, el derecho.

Su nombre no lo he olvidado, pero hasta hoy lo que más lamento no es haber conservado los dos pedacitos de papel, sino no haber hecho lo que me pasó por la mente cuando aquella mujer de apariencia humilde se sento a mi lado: haberle dado el bolso verde.

En su interior, además de medicinas y regalos, había un sobre con 2 mil dólares. A propósito, ¿a dónde fueron a parar esos dos mil dólares?
La respuesta la tiene Francisco Estrada, oficial del DSE al frente del operativo que aquella mañana nos detuvo a Ñico y a mí cuando salíamos de la Embajada Checa.
Supongo que ese dinero —mil 200 para los periodistas de Cuba Press y 800 para los trámites de viaje a Miami de un periodista de la agencia cuyo padre recientemente había fallecido en esa ciudad— habrá ido a parar al mismo “cajón” donde la Seguridad del Estado “guarda” todos los objetos y pertenencias a menudo confiscados a disidentes y periodistas independientes.

El Pavonato, por Tania Quintero

de Anna Veltfort:

No están todos los que son...

Publicado en:
c u b a e n c u e n t r o . c o m
Encuentro en la red -
Diario independiente de asuntos cubanos
Jueves, 10 de abril de 2003
Desde La Habana

El agente Miguel
por TANIA QUINTERO
En la foto:Manuel David Orrio, el chivato.

Raúl Rivero lo vio entrar con camisa color tangerina de mangas largas, pantalón carmelita y su inseparable bastón. No se sorprendió como el día antes, en la misma sala del mismo tribunal, Martha Beatriz Roque Cabello se asombrara al ver como testigo acusador a Aleida Godínez (la "agente Vilma"), persona allegada en la comisión gestora de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. La contrainteligencia cubana decidió "quemar" a Godínez y Manuel David Orrio para poder "reforzar" las evidencias de los "delitos" cometidos por Roque Cabello y Raúl Rivero, supuestamente violatorios de artículos contemplados en la Ley 88 o Mordaza, aprobada en febrero de 1999, y el Código Penal (Ley 62, vigente desde abril de 1988).
En la foto: Raúl Rivero, el periodista.
En todo caso, la sorpresa del poeta, escritor y periodista disidente se debió al hecho de que Orrio no fuera vestido de verde olivo, el color del uniforme del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) al cual el "agente Miguel", según dijo en el juicio, se enorgullece de pertenecer desde 1992. Orrio no podía soportar el talento, la personalidad y el reconocimiento internacional alcanzado por Raúl Rivero a partir de 1991, cuando firmó la Carta de los Diez, pero sobre todo a partir de 1994, cuando sin recurrir a ninguna sesión de Alcohólicos Anónimos se convirtiera en abstemio y con plena conciencia --y valor-- el 23 de septiembre de 1995 fundara Cuba Press, la más profesional de las agencias de prensa alternativa creadas en la Isla.
En la foto: Aleida Godínez, Vilma, la chivata.

Su odio llegó al clímax en junio de 2000, cuando convocó a un grupo de periodistas cercanos a su entorno con el propósito de lograr consenso y atacar, mediante una declaración (que hicieron pública), a quien Orrio despectivamente llamaba "Periodista en Jefe". El "agente Miguel" quería ser el personaje protagónico, la figura central del periodismo independiente. Mientras más sobresaliera y su nombre sonara, más quedaba "sembrado" dentro de la disidencia. Sus intenciones fallaron en el verano de 2000.
En la Foto: Arresto de Raúl Rivero.
Recuerdo que escribí un artículo denunciando la trama. Pero Raúl Rivero me pidió que no lo publicara para no echarle más leña al fuego de la discordia. Fue la única vez que me hiciera una sugerencia de ese tipo. A principios de 1997, Orrio fue nombrado por Rosa Berre --periodista cubana exiliada en Miami-- representante de la agencia Cubanet. A fines de 2002 otro periodista exiliado, José Rivero, lo escogió para estar al frente de la corresponsalía de Carta de Cuba en la Isla. Hasta el final, Orrio fue su "hombre en La Habana".
En la foto: Martha Beatriz Roque, Asamblea para promover la sociedad civil en Cuba.
El 4 de abril de 2003, en el juicio celebrado en el Tribunal Popular del municipio 10 de Octubre contra Raúl Rivero y su colega Ricardo González Alfonso, presidente de la Sociedad de Periodismo Manuel Márquez Sterling, otro "agente" fue presentado como testigo acusador: Néstor Baguer, un anciano que hasta ese bochornoso instante era considerado "el decano de la prensa independiente" por haber fundado, a inicios de los 90, la APIC (Asociación de Periodistas Independientes de Cuba).

En la foto: Néstor Baguer, el otro chivato.


Con su característica boina negra, y auxiliado por un bastón, Baguer, como Orrio, se pasaba el tiempo tratando de desacreditar a Rivero. Si Orrio fue ayudado a sentarse en el juicio (tiene limitación física en una pierna), el "testimonio" de Baguer fue dado mediante video, por sus deterioradas condiciones de salud o por temor a que el "agente Octavio" metiera la pata y hablara más de lo deseado.

El mismo día que detuvieron a Raúl Rivero, el jueves 20 de marzo, éste me contó que cuando Baguer se enteró del operativo de más de 10 horas en el domicilio de Ricardo González y su posterior detención, le había dicho: "Raúl, no te preocupes, después de todo Ricardo no es periodista". Poseedor de un ego enorme, Baguer consideraba que sólo él y Rivero eran periodistas de verdad.

La gota de agua que desató la actual represión fue un "taller" de Ética Periodística en la residencia del jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, James Cason, diplomático que el 6 de marzo había sido fuertemente atacado y amenazado con la expulsión del país por Fidel Castro. La fecha escogida no fue casual: viernes 14 de marzo, cuando la oficialidad celebra el Día de la Prensa Cubana.

No había que ser un James Bond o haber leído a Frederich Forsythe para caer en la cuenta de que había "gato encerrado". En cualquier nación del continente una actividad de ese tipo es común y corriente, pero en Cuba es una muestra de dependencia y servilismo hacia los americanos, tenidos como "sufragadores de la contrarrevolución interna" y agentes de la CIA.
La reunión en la residencia de Cason fue el pretexto para, en cuatro días, del 18 al 21 de marzo, efectuar una razia contra una lista de opositores y periodistas independientes minuciosamente seleccionada por el DSE.

Ni Raúl Rivero ni Ricardo González asistieron al provocador "taller", al cual habían sido expresamente invitados.

Ahora, desde su casa en la barriada de Centro Habana --cercana, por cierto, al apartamento de Raúl Rivero-- Manuel David Orrio navega apaciblemente por Internet, en una Pentium comprada a una profesora de la Alianza Francesa con dinero enviado por un "buen amigo" de Nueva York.

Su nombre ya debe haber sido borrado de Cubanet y Carta de Cuba, pero tal vez siga saliendo en terra.com o en cualquier otra web donde solía colaborar. Puede que en lo adelante use seudónimo.

Sólo en el totalitarismo es delito poseer computadora, navegar por Internet y tener libre acceso a la información. A no ser, claro, que se sea agente de la Seguridad del Estado.

Nota: Señores, las imágnes y los pies de fotos son mi responsabilidad. Magia.

LO QUE EL VIENTO SE LLEVO Por Tania Quintero, desde Lucerna

Si en algo ha fracasado la revolución de Fidel Castro es en la formación de valores en la nueva generación. El sueño del Che, de un hombre perfecto, hace tiempo se lo llevó el viento.

Juan Romero fue un arquetipo de ese hombre de laboratorio que la revolución cubana quiso diseñar. Descendiente de africanos, en 1959 decidió dejar su pueblo e irse a La Habana. Tenía 16 años. Lo primero que hizo fue hacerse miliciano.
Fue destinado a La Cabaña, al otro lado del litoral habanero.
Al frente de la antigua fortaleza militar española estaba su ídolo, Ernesto Guevara. Probablemente lo vió de lejos, pero a Juan eso no le importaba. Le enorgullecía saber que formaba parte de la tropa comandada por aquel guerrillero a quien tal vez por no haber nacido en Cuba se le veía con cierto misticismo.
Soldado obediente y fiel, Juan fue escogido para integrar los pelotones de fusilamiento. Tampoco le importó a quienes mataban. Los condenados a muerte eran identificados con el mismo rótulo: enemigos de la revolución. Decían que unos habían sido militares del depuesto régimen, otros chivatos, policías o agentes de los servicios de inteligencia, participantes en torturas y asesinatos de "subversivos", calificativo dado a los revolucionarios por la dictadura de Batista, fueran del bando que fueran.
Ni Romero ni el resto de los miles vestidos de verde olivo que ciegamente creían en Fidel Castro se cuestionaron las sentencias a la pena capital dictadas en aquellos juicios sumarios, que se celebraban por las mañanas y por las noches ellos se encargaban de cumplir. Juan no había tenido tiempo de estudiar historia y desconocía los pormenores de las revoluciones en Inglaterra, Francia y Rusia. Para él, todo era válido dentro de una revolución verdadera como la cubana, la primera a noventa millas de los americanos.
Hijo de Shangó
Juan había sido bautizado en una iglesia católica. Alguna vez, cuando fue castigado en la escuela o en su casa, en silencio rezó un padrenuestro. Pero en 1959 dejó de creer en Dios. También le dió la espalda a las creencias de sus ancestros. Su abuela paterna, santera, le había dicho que era "hijo de Shangó".
De golpe y porrazo Juan decidió borrar ese pasado de su vida. Y a partir de 1959 fue solo "hijo de la revolución". Ahora sus padrinos eran Fidel, Raúl, Camilo y Che. La devoción arrojó sus primeros frutos: fue seleccionado para estudiar en la Unión Soviética. Cinco años después volvería graduado de piloto y casado con una rusa.
Una de sus frustraciones fue no haber podido estar al lado del Che en Bolivia. Tiempo después sería recompensado: le concedieron el honor de ir a combatir a Angola y tratar de salvar la revolución de Agostinho Neto. A su regreso, con la cabeza un poco estropeada -no por las balas sino por la cruda realidad en aquellas lejanas tierras- decidió matricular una carrera universitaria y dedicarle más tiempo a su familia.
Pero no a pasear y distraerse con su mujer y su hija. No. Juan tenía en mente otro objetivo: hacer que las dos se convirtieran en ejemplo de que el hombre nuevo se podia crear. Por iniciativa propia, Romero se dispuso a rescatar del latón de la basura, a donde "los enemigos de Fidel, el socialismo y la revolución" la habían tirado, la idea de erigir a un ser superior que, entre otras misiones, tendría la de fundar una sociedad donde para siempre desaparecería la explotación del hombre por el hombre.
Comenzó a someter a su hija y a su mujer a un delirante adoctrinamiento diario. A mediados de los 80, cuando los ecos de la perestroika y la glasnost llegaron a Cuba, prohibió a su esposa llevar al hogar publicaciones rusas o en español, como la revista Sputnik o el magazine Novedades de Moscú, porque en ellas se escribía sobre "la debacle" que estaba teniendo lugar en la URSS.
En casa de Romero quedó terminantemente prohibido mencionar a ese "agente de la CIA y el imperialismo yanqui llamado Mijail Gorbachov, enemigo del pueblo soviético, aliado del capitalismo mundial". Tampoco su mujer podía escuchar ninguna emisora extranjera en el VEF regalado por un pariente el día de su boda con Juan en una aldea rusa. Empezó a controlar las llamadas telefónicas, lo que se hablaba cuando venía una visita y hasta lo que la pobre mujer conversaba mientras hacia cola en la bodega o en la panadería.
No sólo vigilaba a su mujer y su hija: también a los vecinos, a quienes delataba en cuanto sospechaba que no eran revolucionarios de verdad, como él, sino unos vulgares "gusanos", adoradores del dólar y el consumo, deseosos de que el vil capitalismo regresara a la isla con su carga de explotación y corrupción. Enseguida informaba cuando se enteraba de que alguien en la barriada escuchaba Radio Martí, tenía una computadora o con ilegales antenas se las ingeniaba para ver canales de televisión de Miami.
A principios de los 90 la esposa no pudo más: se enfermó de los nervios, tuvo que dejar su trabajo y decidió divorciarse. El divorcio no supuso el fin de su calvario, pues como no tenía a donde ir, tuvo que seguir haciendo de tripas corazón y soportarlo diariamente en la misma casa. La fórmula que encontró fue levantarse antes que él, preparar un poco de comida, llenar un pomo con agua y al amanecer irse. Caminaba toda la ciudad. Cuando el cansancio y el hambre la vencían, se sentaba en un parque o en el muro del malecón y se comia lo que llevaba en una cacharrita. La hija, por su parte, decidió irse con el primer hombre con un cuarto donde pudiera estar y salir del infierno en que su padre, "el ahijado de Fidel, Raúl, Camilo y el Che" había convertido su hogar.
Familiares, amigos, vecinos: todos lo dieron por loco. Y así siguió, sin usar desodorante ni cocinar con "aceite de la shopping". Nunca entendió cómo la revolución, para la cual él no dudo en dar su vida, hizo esas "concesiones al enemigo", legalizando el dólar y permitiendo la entrada de "viciosos turistas capitalistas". Sí, era cierto, dejaban los dólares que la revolución necesitaba para sobrevivir, pero a cambio "pervertían al valeroso pueblo cubano".
Cuando nadie lo esperaba, Juan Romero murió. De un tumor cerebral. Para su mujer y su hija fue el comienzo de su liberación. Para sus pocos amigos, la desaparición de un símbolo del "hombre nuevo".
Más rollo que película
En sus inicios, la revolución contó con cientos de miles de adeptos, fanáticos que como Juan Romero creyeron que un ser humano distinto, crisol de virtudes, podría materializarse. Hombres y mujeres para quienes lo principal no fueran el dinero y el consumo desmedido, sino los valores morales. Cubanos capaces de llevar a cabo una lucha sin cuartel contra el imperialismo yanqui.
El siglo XXI, la era de internet y la globalización, ha demostrado que personas como Juan Romero estaban equivocadas. Los intentos por formar un hombre nuevo no cuajaron.
Por el contrario, una generación que hoy peina canas ha podido constatar que los mejores años de su vida se esfumaron y el sueño nunca llegó. Cuesta creelo, pero a partir de 1959 millones de cubanos dócilmente se dejaron adoctrinar y de veras creyeron que una nueva era había comenzado para Cuba. En 1970, con la "zafra de los diez millones", pero sobre todo a partir de 1980, con la estampida por el Mariel, muchos comenzaron a darse cuenta de la gran estafa. De que todo había sido más rollo que película.

Muchachos nacidos en las últimas dos décadas se burlan cuando oyen hablar de planes lunáticos como la siembra de café caturra en las afueras de La Habana; de que en un poblado de Pinar del Rio intentaron poner en práctica una sociedad comunista; del cultivo de uvas y fresas en provincias centrales; la construccion de una costosísima central electronuclear en Juraguá; la compra de barredoras de nieve; la pretensión de entregarle a cada familia una vaca enana; la meta de que cada año, con ciclón o sin ciclón, se iban a construir no menos de 100 mil viviendas o la repartición de GPS para controlar el gasto de combustible en vehículos estatales, entre otros muchos proyectos revolucionarios.
Senderos distintos
En la Cuba actual, por una senda marchan hombres y mujeres de 60 años o más, orgullosos de los "domingos de la defensa" que les permite sacar del escaparate sus uniformes milicianos. Achacosos y con dificultad para caminar, no descartan que "a esos yanquis hijo de putas un día se les ocurra atacar la isla: entonces es cuando van a saber lo que es cajita de dulce de guayaba, porque este pueblo ni se rinde ni se vende".
Por otra carrilera van los realistas, los que tienen los pies en la tierra. Personas de izquierda, incluso militantes comunistas, hartos de un solo partido y de un mismo discurso. Convencidos de que el país esta urgido de cambios y de que la oposición debe tener su espacio.
Entre los dos carriles, una generación de jovenes y adolescentes dedicados a lo mejor que saben hacer: esperar. Mientras aguardan, siguen suspirando por una balsa o una visa para largarse del paraíso del hombre nuevo. Para hacer más llevadera la espera, dedican la mayor parte de su tiempo a mantenerse al tanto de los adelantos tecnológicos y de las estrellas de la música, el cine o el deporte, casi todos estadounidenses, millonarios, capitalistas, representantes del american way of life.
El hombre nuevo no se formó, pero Cuba le sigue sacando partido a la imagen de su creador, Che Guevara.

NEGROS Y "NEGROS"
Por Tania Quintero, desde Lucerna.

A quiénes debemos entrecomillar, a los que por cientos arriban a las costas de Canarias en busca de una vida digna o a los que han podido asentarse en España sin demasiados traumas?

La cantante Lucrecia y el atleta Joan Lino Martínez son dos de los cubanos de la raza negra, residentes en España, que han logrado triunfar en su nuevo país. Antes que ellos, el más conocido fue el músico Antonio Machín (Sagua la Grande 1903-Sevilla 1977). En general, a los cubanos negros y mestizos no les va tan mal en la “Madre Patria” como a los africanos, por razones históricas, idiomáticas y culturales. Un trato distintivo con una dosis de injusticia. Porque España, como Portugal, Francia, Bélgica, Holanda y el Reino Unido, no están en deuda solamente con sus antiguas colonias, sino con todo el continente africano.

Repaso histórico
Si bien las incursiones europeas en el sur del Sahara se remontan a las primeras civilizaciones, no es hasta el siglo XIV cuando la penetración se hace más sistemática y dominante. Los que con más ímpetu y frecuencia llegaron fueron los portugueses, españoles y almohades (surgidos en Marruecos en el siglo XII, cuando los habitantes del Magreb se percataron de que los almorávides –monjes-soldados provenientes de grupos nómadas bereberes del Sahara- habían fracasado en su intento por revigorizar los estados musulmanes de la Península Ibérica).

El descubrimiento de América por Colón en 1492, negativamente repercutiría en África: el continente negro se quedaría fuera de las rutas comerciales. Dos años después, en 1494, con el Tratado de Tordesillas, España y Portugal se repartirían a su manera una parte del mundo: América sería dominio de los españoles y África de los portugueses.

En el Nuevo Continente, los españoles desarrollarían sociedades esclavistas para mantener los sistemas de plantaciones tropicales. Y de dõnde se abastecieron de esclavos? De África. De Senegal, Gambia, Ghana, Níger, Congo y Angola saldrían esclavos con destino a las Antillas, Brasil y Estados Unidos.

Hasta finales del siglo XIX se mantendría la esclavitud y tendría un impacto devastador sobre la demografía de los pueblos afectados. La natalidad descendió bruscamente: los esclavos eran jóvenes en edad de procrear y las mujeres decidieron no seguir pariendo hijos para perderlos.

Además de España y Portugal, en el comercio de esclavos participaron Holanda y el Reino Unido. En el siglo XVIII la esclavitud comenzó a ser condenada y llegó a prohibirse (1817-1822), pero ello no impidió que se mantuviera el comercio de esclavos.

En pleno auge del capitalismo y la revolución industrial en el Viejo Continente, ya en el siglo XX, entre los países europeos se desató el interés por el dominio de África. Antes de la Segunda Guerra Mundial, por cuestiones de equilibrio político, se habían independizado Egipto, Etiopía, Liberia y Sudáfrica. Con la Conferencia de Bandung (Indonesia, 1955) oficialmente comienza el proceso de independencia en África. El primer país en liberarse fue Ghana (1957). Antes de 1965 casi todos se habían independizado. Los últimos en obtener su soberanía fueron Mozambique y el Sahara Español, en 1975.

Tras las descolonización, las metrópolis dejaron de invertir en las colonias y las infraesturas públicas y de servicios se deterioraron. Las guerras, la burocracia y la corrupción no favorecieron nuevas inversiones ni la creación de capitales autóctonos. Resultado: con excepción de las excolonias británicas, debido a la creación por el Reino Unido de la Commonwealth o Mancomunidad de Naciones, los países africanos sin vínculos históricos con los ingleses entraron en crisis. La miseria echo raíces.

Olvido y realidad
La triste y dura realidad de África nos hace olvidar que entre los siglos VIII y XVI hubo grandes imperios en Ghana, Mali y Songhay y destacados reinos en Sudán, Benin, el Congo y Zimbabwe. Pero ninguno logró imponer sus culturas a toda la región. Mientras ellos tenían florecientes civilizaciones y conocían la escritura, otros pueblos vecinos estaban aún en el neolítico. Y así permanecieron hasta el siglo XX.

En África los esclavos eran trocados por productos europeos de dudoso valor: espejos, bebidas alcohólicas y armas, entre otros. Al llegar a América eran cambiados por tabaco, café, algodón, madera, oro, plata y otros minerales preciosos.

El tráfico de esclavos fue una de las causas principales del retroceso económico en África. La agricultura, minería, alfarería, artesanía, elaboración de tejidos y el comercio local se fueron reduciendo y orientando hacia una actividad más lucrativa: la exportación de seres humanos.

África es la gran perdedora en toda esta historia. Los ganadores, Europa y América del Norte. En buena medida su desarrollo y expansión comercial se debe a los esclavos africanos. Gracias también a los beneficios del tráfico negrero, las ganancias de los países que en él participaron pudieron invertirlas en fabricas de transformación cuyo nacimiento marcó el despegue de la gran industria europea y norteamericana.

Se calcula en 60 millones las víctimas de la esclavitud africana, diez veces más que las del holocausto judío (6 millones). La Declaración y el Plan de Acción adoptados en la conferencia sobre africanos y sus descendientes, celebrada en Viena el 28 y 29 de abril de 2001 fue un intento por recordarle al mundo el drama de África.

Si la tragedia africana no ha quedado totalmente olvidada ha sido por un puñado de famosos: Bob Geldof, Bono, Angelina Jolie, Bill Clinton y, sobre todo, Bill Gates, quien ha anunciado que no sólo quiere acabar con la malaria y el sida que cada año matan a millones de africanos, sino quiere también acabar con el hambre en África.

La Fundación Melinda y Bill Gates, junto con la Fundación Rockefeller, se han propuesto revolucionar el cultivo de alimentos y sacar a millones de personas de la pobreza, las enfermedades y la muerte en un continente que alberga a 16 de los 19 países más desnutridos del planeta.

Para poder dedicarse de lleno a esta “revolución verde”, Bill Gates abandonará en 2008 la presidencia de Microsoft. Además del respaldo de la Fundación Rockfeller, para su filantrópica misión contará con 30 mil millones de dólares sacados de su fortuna, y con 31 mil millones más donados por Warren Buffet, otro multimillonario estadounidense.

Luego de tres años investigando y estudiando la situación africana, Gates dejó claro que su proyecto va en serio, pero es a largo plazo. Sus frutos no se verán hasta dentro de quince o veinte años.

Hasta entonces, miles de africanos continuarán echándose al mar, burlándose de gobiernos, acuerdos y patrullas fronterizas. Seguirán en busca de un sueño. O de la muerte. Un remake de las travesías ocurridas 500 años atrás. Sólo que en vez de viajar hacinados en las bodegas de los buques de la British South Sea Company, ahora lo hacen en cayucos construidos con maderas preciosas, pintados a mano con llamativos colores y bautizados con nombres tan sugestivos como Titanic.

LA MALA SUERTE DE OLIVERA Por Tania Quintero, desde Lucerna

No por haber nacido un 8 de septiembre, día en que todos los cubanos veneramos a nuestra patrona nacional, la Virgen de la Caridad del Cobre, Jorge Olivera Castillo debería ser un hombre afortunado. Él merece que le dejen vivir en paz porque es un hombre bondadoso, honesto y sensible.

El 4 de agosto de 2003, desde una celda del Combinado Provincial de Guantánamo, a casi mil kilómetros al este de la capital cubana, Olivera me escribió:

“Tania: Te escribo rememorando aquellos días en que nuestro trabajo transcurría entre cámaras y videotape. ¿Quién iba a pensar en que nuevamente coincidiriamos en este otro contexto? El destino es indescifrable como ciertos jeroglificos, dotado en ocasiones de esa magia que logra sorprendernos.

“Hoy solo veo el paisaje a través de una ventana y el aire apenas me visita, dos realidades que se derivan de un encierro en un lugar torrido y distante. Por más que las adversidades intentan ocupar mi campo visual puedo distinguir la esperanza, esa virtud que sostiene y eleva el ánimo. Al menos puedo escribir cartas y con ello fulminar la lejanía, además de constatar el aprecio por personas que ocupan un sitial en la reducida área del talento y la honestidad.

“Tuve la oportunidad de leer un bodrio donde un personaje se atreve a decir que no eres periodista. ¡Qué infamia! No obstante, de aquí parten mil aplausos por esas excelentes crónicas tuyas que bendicen las cuartillas con amor y profesionalidad. Iván, tu hijo, es otro descollante comunicador, en mi tiene un fiel admirador de sus interesantes temas desarrollados con singular maestría narrativa.”

Respuesta:

Con fecha 18 de agosto/03 le envié por correo una larga carta mecanografiada al Combinado de Guantánamo, cárcel donde presos politicos y comunes cumplen sus penas en infrahumanas condiciones. Situación, por cierto, ignorada por una opinión pública internacional ahora sensibilizada con los supuestos talibanes recluidos en la Base Naval de Guantánamo y que olvida que tras el 11-S el gobierno de Estados Unidos consultó con el de Cuba la posibilidad de llevar hacia la base militar a los sospechosos detenidos por terrorismo y Fidel Castro dio su visto bueno.

Lo más probable es que Olivera no recibiera mi carta, por ello reproduzco un fragmento:

“Olivera, nuestra amistad data de 1989-90, cuando comenzaste a editar conmigo Puntos de Vista. Tu fuiste el editor de los dos últimos programas que hice, a principios de 1991: Guajirito soy, con la participación de Silvio Rodriguez, y Las bicicletas, donde entrevistaba al Embajador de Holanda, un hombre altisimo apasionado por los Tours de France.

“En los cinco años que laboré como realizadora de Puntos de Vista (1987-91), a los editores los escogí por su paciencia, buen carácter y profesionalidad. En tu caso fue muy valioso el oido musical que posees. Si mal no recuerdo, en aquella época tocabas en una orquesta. Ha pasado el tiempo y no te olvido a ti, ni a toda la gente buena de la televisión cubana.

“Lástima que en 1989, cuando hice La pelota, aún no eras mi editor. Pero tuve la suerte de que Maelia Divó me lo editara, recordarás cuán aficionada al beisbol era. Fue Maelia quien me habló de Frank Romero, técnico en el Master.
El año pasado salía yo de casa de Ricardo González Alfonso y en la esquina de 86 y 9na, Miramar, cuando iba a cruzar hacia la parada, veo venir un hombre en bicicleta que al verme se detiene. Era Frank. Se puso contentísimo y me dijo que para él, era un orgullo decir que fui yo quien le abrió el camino de la creación en cine, televisión y video. Para mí, querido Olivera, ésas son las opiniones que tienen valor”.

Ensañamiento:

¿Por qué la Seguridad del Estado se ha ensañado con Jorge Olivera Castillo? En 1981, un año después de haberse graduado como técnico medio en transmisiones en el instituto politécnico Osvaldo Herrera, fue reclutado para pasar el servicio militar y enviado a Angola. Alli estuvo hasta 1983.

Su vida laboral comienza en el Instituto Cubano de Radio y Televisión. Tras un curso de adiestramiento, recibe un certificado que le capacita para trabajar como técnico, grabador y editor en el Departamento de Video Tape de la TVC. Posteriormente sería escogido para integrar el equipo de editores de los Servicios Informativos y quienes, entre otras, tenían la responsabilidad de editar los noticieros y las noticias gubernamentales.

A Olivera todos en el ICRT lo recuerdan como un mulato alto, afable y callado. A nada decía que no, siempre con una sonrisa en los labios. En 1991, cuando durante dos semanas mi hijo permaneció detenido en Villa Marista, acusado de “propaganda enemiga”, Olivera, en ese momento trabajando de editor conmigo, no solo fue de las pocas personas que lo supo sino fue con quien mas hablé al respecto aquellos días.

Ni él, ni yo éramos disidentes, ni nos habíamos propuesto serlo. En 1993 me lo encontré en la cola de la ruta 37, en Santa Catalina y Párraga, y ahí fue cuando supe que ya no estaba en el ICRT y se había unido a un organización sindical independiente. Recuerdo que le dije:

-Olivera, ten cuidado, no te confíes, tu sabes que todos esos grupos están penetrados por el G-2.

No volvimos a vernos hasta 1995, cuando él me visitó en la casa para decirme que habia decidido formar parte de la agencia de periodismo independiente Habana Press. Uno o dos meses más tarde yo tomaría una decisión similar y me sumaría a Cuba Press, recién fundada por Raúl Rivero.

Aunque en distintas agencias, a menudo hablábamos: en esa época vivía por Lawton, relativamente cerca de mi domicilio. Con particular intensidad recuerdo los días de febrero de 1997, cuando nos hicieron aquellos fascistas mítines de repudio. Pero para quien tuvo peores consecuencias fue para Olivera: su suegra no lo quiso más en la casa. Y comenzó un tormento para él y su familia.

Logró rehacer su vida con Nancy Alfaya, buena y valiente mujer. Al límite de lo que un ser humano puede soportar, en octubre de 2002 decidió acogerse al programa para refugiados ofrecido por los Estados Unidos. Fue aprobado junto con su mujer, el hijo de ella y su hijo mayor.

Cuando parecía que por fin la vida le iba a sonreír, el 18 de marzo de 2003 Jorge Olivera sería uno de los 75 opositores arrestados y en una de las parodias de juicios que por aquellos días se celebraron, condenado a 18 años de prisión.

Sin haberlo solicitado, el 6 de diciembre de 2004 le concedieron una licencia extrapenal por razones de salud. Catorce meses después, un juez que cumple órdenes, le citó y amenazó con meterlo de nuevo en la cárcel si no empezaba a “trabajar para el gobierno” y dejaba de escribir. El juez que cumple órdenes le dijo que no puede asistir a eventos públicos ni salir de La Habana, la ciudad donde nació el 8 de septiembre de 1961.

Todo parece indicar que lo que ocurrido a Jorge Olivera es una nueva modalidad represiva. Una más, de las muchas, aberrantes o sutiles, que pone en práctica el Ministerio del Interior y su Departamento de Seguridad del Estado.

El mundo de Mundito
Por Tania Quintero, desde Lucerna

En “La isla durmiente”, documental de David Martín de los Santos exhibido por el Canal Internacional de TVE, el santero Mundito, negro y homosexual, simboliza el segmento más sufrido de la sociedad cubana actual.

En toda Cuba se encuentran mujeres y hombres, negros, mulatos o blancos, creyentes o ateos, que como Mundito viven a diario un drama por no haber nacido con el sexo reclamado por sus entrañas.

Sufren por el sufrimiento de sus familias y también por el rechazo del entorno en que viven y trabajan. En los últimos tiempos las cosas han empezado a cambiar. Aún tienen que cambiar más. Para ellos y para el resto de la población cubana de oriente a occidente.

En las esferas gubernamentales ya no lo pueden ocultar: en la más machista de las islas caribeñas, la población homosexual ha ido en aumento, aunque con exactitud no se conozcan las cifras. No hace falta ponerse gafas especiales para verlos, por doquier, en campos y ciudades.

En Miramontes, una barriada del municipio cienfueguero de Caonao, vivía una bien llevada pareja gay. No tenían el look de los vaqueros de Brokeback Mountain, pese a la ropa varonil usada cuando salían a la calle. Pero cuando tenían que transformarse en vedettes para actuar en teatro o convertirse en glamourosas modelos para competir en Santa Clara en concursos gays en esa ciudad celebrados, lo hacían sin ningún complejo.

Lo de esta pareja no era, no es, un caso demasiado raro en las zonas marginales cubanas, donde suelen ser aceptados, inclusive, por los “aseres” (guapos) del barrio. Un tanto a favor de los homosexuales cubanos es su disposición a ayudar a ancianos, enfermos y personas desfavorecidas. La gente también valora su creatividad y habilidades manuales.

En el municipio 10 de Octubre, el más poblado de la capital cubana, el número de homosexuales es bastante alto. En una misma cuadra es común que vivan cuatro o cinco, solos o en pareja. Rara vez protagonizan escándalos y si hay alguien que rompa su tranquilidad son los agentes de orden público: gustan ensañarse con ellos. Al menos a la vista de todos. Porque...

De dientes pa’dentro

Solamente con anécdotas de las relaciones entre homosexuales, policías y guardianes en las cárceles cubanas se podría escribir un libro.

Lo más conocido son las ofensas y agresiones en la vía pública, unidades policiales y prisiones, que han sido y son innegables. Y lo menos conocido es como suelen utilizarlos para desahogarse sexualmente, casi siempre chantajeándolos.

En la barríada de la Víbora residía uno que por novio tenía un atractivo y remacho policía, probablemente casado o con novia. Era bisexual o como se dice en Cuba “le gustaba jugar a los dos bandos”. Uno y otro sacaban ventaja del peculiar romance: el gay gozaba de cierta impunidad con esa oculta relación y el policía a menudo recibia buenos regalos de su chico.

En las afueras de la iglesia de San Nicolás, en Centro Habana, un travesti a punto de cumplir 50 años -más o menos parecido al Mundito del documental- un día me contó sus m~ultiples penas.

“Juanita”, el nombre con que quiso identificarse, me dijo que cuando cumplió los quince el padre lo botó de la casa y solo tuvo que enfrentar la vida. “Me he ganado la vida decentemente, cocinando, limpiando, cosiendo, maquillando... Pero para seguir luchando en la calle ya estoy viejo. No es fácil, con tantos putos jovencitos que cada noche salen a buscarse el pan”.

-¿A quiénes tu llamas putos?

-Putos para mi son las pájaras viejas como yo y también las mariposas frescas; los travestis, pingueros y esos muchachitos, escolares algunos, que a cualquiera se la maman por un dólar.

Con todos esos personajes tratando de buscarse la vida en el mismo ruedo, lo más duro no es tratar de salir ileso de la corrida, sino enfrentar a otro tipo de toros: delincuentes y policías.

-Una noche me arreglé y me puse preciosa. Con tan buena suerte que por el Capitolio me encontré un “yuma” (extranjero) que solo por hacerle sexo oral me iba a dar diez fulas. No me di cuenta que cerca había un antisocial y cuando salimos caminando, buscando una escalera, el tipo aprovechó una cuadra que estaba oscura y sacó tremenda navaja. Yo ni intenté gritar, no es el primer asalto que sufro y sé que lo mejor es quedarse quieta. Al “yuma” le quitó la billetera y a mí un monederito que llevaba oculto entre los “senos” con cien pesos, el dinero que hasta ese momento habia hecho.

“Juanita” se queda callada. Escucha el relato una señora detrás de una mesita que vende flores, velas y postales de San Judas Tadeo, santo-patrón de la pequeña iglesia de San Nicolás. De pronto “Juanita” dice:

-Tan malos como los jineteros y delincuentes son los policías, porque ellos, además de cogernos el dinero, nos llevan a cualquier rincón, nos obligan a virarnos y se desahogan con nosotros. Son unos desvergonzados.

Submundo

Si dura es la vida en las calles, más dura lo es en las cárceles, desde siempre -y en todas partes del mundo- tenidas como un gran garito de bajezas humanas. Todos los presos comunes o políticos cubanos tienen anécdotas al respecto. El periodista independiente Ricardo González Alfonso, condenado a 20 años de prisión después de la oleada represiva de marzo 2003, en Crónica cruenta escribió:

“Un caso espeluznante es el de Chavela, un muchacho homosexual de Kilo 8. Drogado, se extirpó los testículos y el pene. Por poco muere desangrado, mas no se arrepiente. Eso sí, a veces se sienta en un rincón para llorar su ‘ostinamiento’. Otras, anda de mano con su último amante, añorando ser una mujer y no un hombre trunco”.

En el submundo de los negros cubanos pobres y homosexuales, hay casos de “triunfadores”, jovenes que lograron empatarse con un extranjero y algunos hasta se han “casado”, en ceremonias ficticias e ilegales, llenas de fantasia y público. Otros han podido viajar y después regresan, orgullosos por haber conocido las conquistas alcanzadas por los gays en otros países.

Nino, bailarín con un escultural cuerpo, a los 21 años consiguió una visa para España y allí se quedó, “luchando” por conseguir un blanco que le ayude a resolver la vida a él y su familia, viviendo en una insalubre cuartería habanera.

Entre artistas, intelectuales, políticos y profesionales también convive el homosexualismo, dentro o fuera del armario y con más o menos fama. En el panorama del machismo-leninismo cubano ha surgido una inusual defensora de gays, travestis y transexuales: Mariela Castro Espin, hija de Raul Castro y Vilma Espin.

Es una lástima que en el seno de la oficialidad no surja también un defensor de los derechos de todos y cada uno de los cubanos y se limiten a defender sólo los de aquéllos que como Mundito y “Juanita” sufren por no ser mujer. Sería deseable. Y necesario.
´

Actualización.
Contrasta entonces la situación de Cuba con la que se vive en España:

Cortesía de Yoyin.

Pa’l carajo

Por Tania Quintero.
A la moneda fraccionaria (5, 10 y 20 céntimos) en Suiza le llaman “rappen”. Hace unos días leí que iban a eliminar de la circulación la monedita de 5 rappen, doradita y más pequeña que el quilo o centavo cubano.

Como mi hija y mi nieta habían empezado a echar en una alcancía moneditas de 5 rappen, el sábado decidimos abrirla, contar los rappen y cambiarlos. En total había 320, pero decidimos cambiar 300=15 francos. Mi hija me ayudó a verificar que en cada sobre, de los tres que preparamos, había cien monedillas de 5 rappen en cada uno. Hasta ahí todo bien, pero dónde cambiarlas?

-Iré al estanquillo de periódicos, porque hoy está trabajando la señora que sabe español y los domingos me guarda El País. Ella me conoce y no va dudar de que en cada sobre hay el equivalente a 5 francos en monedas de cinco rappen, expliqué a mi hija.

Primer problema: la señora, muy circunspecta, me dijo que ella no podía hacerme ese cambio, porque no estaban autorizados a hacer “operaciones con dinero”.

Sin darme tiempo a preguntarle dónde tendría que ir, me respondió:

-Tiene que ir al Post (oficina de correos), ellos son los que hacen ese tipo de operaciones.

-Gracias, le respondí.

Regresé a la casa, cogí el abonamiento de la guagua (carné que mensualmente renuevo y pago) y me fuí con los 300 rappen al Post más cercano.

Allí, a la entrada, hay un aparato donde se aprieta un botón y sale el número del turno que corresponde en la cola. Apreté y me salio el 68. Uno tiene que esperar hasta que en una pantalla lumínica aparece tu número y la letra de la ventanilla a la que tienes que dirigirte. Era la quinta en la cola y unos tres minutos después me dirigí a la ventanilla señalada, la D.

-Grüssi (hola), me dice la empleada, bajita y gordita. En mi macarrónico alemán le dije que mi nieta habia abierto su alcancía y, mostrándole los tres sobres, quería cambiar esas 300 moneditas de cinco rappen por 15 francos.

-Nein, nein, nein, me responde. Y se dirige a un extremo de su local de trabajo y viene con seis papelitos morados y me dice que en cada uno tengo que poner 50 moneditas (2,50 francos) y me señala el lugar, diminuto, donde tengo que escribir mi nombre, dirección y teléfono.

Para mis adentros pensé: “Coño, yo que creía que la burocracia la habiamos heredado de los españoles y reforzado posteriormente con los soviéticos, de madre!”.

Eran las nueve de la mañana, los sábados las oficinas de correos cierran a las once. Decidí dejar la “operación” para el lunes. Antes de ponerme a contar, puse mis datos en los papelitos moraditos. Después intenté envolver en ese pedacito de papel 50 moneditas. Imposible.

Finalmente se me prendió la chispa: cogi 25 rappen, logré mantenerlos unidos y en fila y los “inmovilicé” con scotch tape. Puse dos tonguitas en cada papelito y con scotch tape cerré por fuera fuera los paqueticos, no se fueran a salir los dichosos rappen.

Cuando el lunes llegué al correo vi que la empleada bajita y gordita estaba detrás de la ventanilla C. Traté de evitarla, pero tuve la mala suerte de que me tocara con ella de nuevo. En la pesa donde se pesa la correspondencia, empezó a pesar cada montoncito (en el papelito, en alemán, francés e italiano, los tres idiomas oficiales de Suiza, se aclara que debe pesar 90 gramos) y por la cara que puso pensé que me los iba a rechazar.

Muy seria, como si fuera una directora de escuela, en suizoaleman (dialecto) me dijo que no se podía ponerle scotch tape. Pero yo, haciéndome la sueca, me quedé mirándola inexpresivamente, para que se diera cuenta que no había entendido ni pitoche.

Entonces, un poquitín molesta, la empleada señaló para el scotch tape y dijo “Nein” y con la misma me mostró un tubito de goma de pegar.

-Oh, Bitte, Entschuldigen (discúlpeme, por favor).

Y di media vuelta con los 15 francos en el monedero. Si hubieran puesto nuevas trabas para cambiar las malditas 300 moneditas de cinco rappen, no sé como hubiera reaccionado.

Lo más seguro es que en voz alta hubiera dicho “esto es de pinga” y a continuación hubiera caminado los doscientos metros que separan el Post del río y hubiera tirado allí el nailito con la calderilla. ¿No se le hacen ofrendas a Yemayá tirando quilos prietos al mar?
Lo único que... no eran quilos prietos, en Suiza no hay mar y si un policía me hubiera visto, al segurete me hubiera puesto una multa. Por contaminación del medio ambiente. ¡Pa’l carajo!

GILBERT CHASE O LA PERENNIDAD DE LA MÚSICA
Por Tania Quintero, desde Lucerna.
En 2006 se cumplió el centenario del natalicio de uno de los más importantes musicólogos de Estados Unidos, Gilbert Chase, nacido en La Habana el 4 de septiembre de 1906.

Dicen que los libros representan la perpetuidad de sus autores. El postulado se cumple en el caso de Gilbert Chase. Rara es la sección de música de una gran librería o biblioteca de Estados Unidos, América Latina y España que en sus anaqueles y referencias bibliográficas no conserve al menos uno de los tres libros fundamentales de Chase: La música de los Estados Unidos de América; Una guía de la música de América Latina y La música de España.

Pero es en la Biblioteca Pública de Nueva York donde se concentra la mayor parte de sus documentos (1920 a 1992). Organizados y clasificados por secciones, cajas y carpetas, se pueden revisar notas, investigaciones realizadas para diversos libros, cartas, artículos, ensayos, discursos, clases, programas radiales, revistas con trabajos suyos o sobre él, manuscritos no identificados, recortes de prensa, entrevistas, invitaciones, fotos, reflexiones personales, poemas y un proyecto de ópera.
Muchos materiales están en español, particularmente textos redactados para publicaciones de habla hispana. De su correspondencia, sobresale la mantenida con Manuel de Falla, Miguel de Unamuno, Alberto Ginastera y Federico Mompou. Además de inglés y español, Chase hablaba, escribía y traducía del francés, italiano y portugués, entre otros idiomas que dominaba.
Entre tanta valiosa documentación, llama la atención el artículo El Quijote moderno: Miguel de Unamuno (1939) y el simposio La vida es un sueño, dedicado a Ortega y Gasset, Unamuno y Falla (1980). "Cuba, Music" se titula una de las cajas. Otra lleva el nombre de Aurelio de la Vega, prominente compositor cubano de música contemporánea nacido en Cuba en 1925 y actualmente residente en Estados Unidos.
Hasta su muerte, ocurrida en Carolina del Norte el 22 de febrero de 1992, Chase estuvo revisando y actualizando su obra cumbre, America’s Music, from the Pilgrims to the Present, también conocida como America’s Guide (en español, La música de los Estados Unidos de América).
DE SU VIDA Y CURRICULUM
El padre de Gilbert Chase, oficial de la armada estadounidense que en el siglo 19 participara en la Guerra Hispanocubanoamericana, se enamoró en La Habana de quien poco después sería su esposa y madre de Gilbert, Antolina Culmell Vaurigaud.
Antolina era una de los nueves hijos que tuvo el Cónsul de Dinamarca en Cuba, Thorvald Culmell Christensen, personaje que jugaría un relevante rol en las negociaciones que pusieron fin al contencioso bélico entre España y Estados Unidos. Estaba casado con una francesa, Anaís Vaurigaud Bourdin.
El matrimonio con su numerosa prole vivía cerca del Malecón y la más conocida resultaría la hija mayor, Rosa Culmell, cantante de profesión y madre de los tres hijos que tuvo de su casamiento con el compositor cubano-catalán Joquín Nin Castellanos: la escritora Anaís Nin (1903-1977), el pianista y compositor Joaquín Nin-Culmell (1908 -2004) y Thorvald Nin, el único de los tres que vino al mundo en La Habana, en 1905, y que no se dedicaría a la música: hasta su muerte, fue un próspero empresario en Chihuahua, México.
No suele mencionarse, pero Gilbert Chase, cuyo segundo apellido era también Culmell, fue primo de ellos por línea materna. En una entrevista concedida a la Revista de la Residencia de Estudiantes de Madrid, Joaquín Nin-Culmell, al hablar sobre su madre, menciona a su primo: "Una mujer sola en la Barcelona de 1912, aunque enseñando canto, vivía con una economía muy ajustada, más si quería enviar a mi hermana (Anaís Nin) a la primera escuela Montesori, recién inaugurada, y a mi hermano Thorvald a la escuela alemana, que era la mejor. La situación era muy dura y, como mi madre nunca tuvo dudas, nos embarcamos los cuatro rumbo a Nueva York, donde tenía una hermana casada con un capitán de la marina americana, cuyo hijo es Gilbert Chase, el que ha escrito tantos libros sobre la música española, muy buen musicólogo".
Varios son los centros universitarios de Estados Unidos que mantienen viva la obra de Gilbert Chase. Entre ellos destaca la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, donde impartiera clases de 1961 a 1966. Para su Departamento de Música, el cubanoamericano "fue una figura prominente en el campo de la musicología y la etnomusicología. Junto con Robert Stevenson, es uno de los primeros investigadores radicados en Estados Unidos que han prestado una atención devota al estudio de la música de las Américas. Sus libros han sido decisivos para que el aprendizaje de la música de Estados Unidos y América Latina se hiciera en su propio contexto sociocultural".
Además de en Tulane, fue profesor visitante en las Universidades de Oklahoma, Texas, Arizona, Columbia y Seattle. La Universidad de Yale lo ha incluido entre las mayores figuras de la música de Estados Unidos y la de la Florida le otorgó el doctorado en Letras en 1955. Entre otras instituciones, perteneció a la Society for American Music.
Chase se educó en escuelas públicas y privadas de su segunda patria. Estudió piano con Max Drittler en Nueva York y teoría musical en París. En 1928, después de graduarse en la Universidad de Columbia, gracias al apoyo de su prima Anaís Nin y del esposo de ésta, Hugh Parker Guiler, se trasladó a la capital francesa. Fue allí donde se inició como crítico musical. De esa época datan sus contactos con Manuel de Falla y otros compositores españoles.
En 1935, casado con Kathleen Barentzen y con tres hijos, regresa a Estados Unidos y se afinca en Nueva York. Pronto encuentra trabajo como editor asociado de la International Cyclopedia of Music y en la Baker’s Biographical Dictionary of Musicians.
Entre 1940 y 1943 alterna su labor como especialista en música de la Biblioteca del Congreso con la de editor del Handbook of Latin American Studies. Durante cuatro años (1943-47) presenta en la NBC la serie radiofónica Music of the World. Desde 1951 y hasta 1960 se desempeña como consejero de asuntos culturales en las Embajadas de Estados Unidos en Lima, Buenos Aires y Bruselas. Las designaciones diplomáticas las aprovecha al máximo, pues le van a permitir conocer de cerca a músicos y compositores de esos países y tendrá la posibilidad de presentarlos en Norteamérica.
Por internet se pueden comprar libros de Gilbert Chase en inglés o español y también algunos de los discos por él producidos, como Flamenco Music of Andalucia, de Folkways Records.
De todos los homenajes a este autor, crítico, profesor y musicólogo, el más significativo es el Memorial de Lecturas Gilbert Chase, a partir de 2004 anualmente celebrado en Nueva Orleans por la Universidad de Tulane, con el objetivo de contribuir a que estudiantes de musicología, etnomusicología, historia, comunicaciones, antropología, literatura y sociología puedan presentar y discutir sus trabajos sobre música latinoamericana.
Cuba no sólo ha estado presente en carpetas repletas de apuntes de la Biblioteca Pública de Nueva York: lo estuvo, y mucho, en la décadas de 1940-50, cuando con frecuencia Gilbert Chase viajaba a La Habana a impartir conferencias, coordinar proyectos culturales y, sobre todo, disfrutar de la enriquecedora vida musical de la ciudad donde naciera en 1906.