El mundo de Mundito
´Por Tania Quintero, desde Lucerna
En “La isla durmiente”, documental de David Martín de los Santos exhibido por el Canal Internacional de TVE, el santero Mundito, negro y homosexual, simboliza el segmento más sufrido de la sociedad cubana actual.
En toda Cuba se encuentran mujeres y hombres, negros, mulatos o blancos, creyentes o ateos, que como Mundito viven a diario un drama por no haber nacido con el sexo reclamado por sus entrañas.
Sufren por el sufrimiento de sus familias y también por el rechazo del entorno en que viven y trabajan. En los últimos tiempos las cosas han empezado a cambiar. Aún tienen que cambiar más. Para ellos y para el resto de la población cubana de oriente a occidente.
En las esferas gubernamentales ya no lo pueden ocultar: en la más machista de las islas caribeñas, la población homosexual ha ido en aumento, aunque con exactitud no se conozcan las cifras. No hace falta ponerse gafas especiales para verlos, por doquier, en campos y ciudades.
En Miramontes, una barriada del municipio cienfueguero de Caonao, vivía una bien llevada pareja gay. No tenían el look de los vaqueros de Brokeback Mountain, pese a la ropa varonil usada cuando salían a la calle. Pero cuando tenían que transformarse en vedettes para actuar en teatro o convertirse en glamourosas modelos para competir en Santa Clara en concursos gays en esa ciudad celebrados, lo hacían sin ningún complejo.
Lo de esta pareja no era, no es, un caso demasiado raro en las zonas marginales cubanas, donde suelen ser aceptados, inclusive, por los “aseres” (guapos) del barrio. Un tanto a favor de los homosexuales cubanos es su disposición a ayudar a ancianos, enfermos y personas desfavorecidas. La gente también valora su creatividad y habilidades manuales.
En el municipio 10 de Octubre, el más poblado de la capital cubana, el número de homosexuales es bastante alto. En una misma cuadra es común que vivan cuatro o cinco, solos o en pareja. Rara vez protagonizan escándalos y si hay alguien que rompa su tranquilidad son los agentes de orden público: gustan ensañarse con ellos. Al menos a la vista de todos. Porque...
De dientes pa’dentro
Solamente con anécdotas de las relaciones entre homosexuales, policías y guardianes en las cárceles cubanas se podría escribir un libro.
Lo más conocido son las ofensas y agresiones en la vía pública, unidades policiales y prisiones, que han sido y son innegables. Y lo menos conocido es como suelen utilizarlos para desahogarse sexualmente, casi siempre chantajeándolos.
En la barríada de la Víbora residía uno que por novio tenía un atractivo y remacho policía, probablemente casado o con novia. Era bisexual o como se dice en Cuba “le gustaba jugar a los dos bandos”. Uno y otro sacaban ventaja del peculiar romance: el gay gozaba de cierta impunidad con esa oculta relación y el policía a menudo recibia buenos regalos de su chico.
En las afueras de la iglesia de San Nicolás, en Centro Habana, un travesti a punto de cumplir 50 años -más o menos parecido al Mundito del documental- un día me contó sus m~ultiples penas.
“Juanita”, el nombre con que quiso identificarse, me dijo que cuando cumplió los quince el padre lo botó de la casa y solo tuvo que enfrentar la vida. “Me he ganado la vida decentemente, cocinando, limpiando, cosiendo, maquillando... Pero para seguir luchando en la calle ya estoy viejo. No es fácil, con tantos putos jovencitos que cada noche salen a buscarse el pan”.
-¿A quiénes tu llamas putos?
-Putos para mi son las pájaras viejas como yo y también las mariposas frescas; los travestis, pingueros y esos muchachitos, escolares algunos, que a cualquiera se la maman por un dólar.
Con todos esos personajes tratando de buscarse la vida en el mismo ruedo, lo más duro no es tratar de salir ileso de la corrida, sino enfrentar a otro tipo de toros: delincuentes y policías.
-Una noche me arreglé y me puse preciosa. Con tan buena suerte que por el Capitolio me encontré un “yuma” (extranjero) que solo por hacerle sexo oral me iba a dar diez fulas. No me di cuenta que cerca había un antisocial y cuando salimos caminando, buscando una escalera, el tipo aprovechó una cuadra que estaba oscura y sacó tremenda navaja. Yo ni intenté gritar, no es el primer asalto que sufro y sé que lo mejor es quedarse quieta. Al “yuma” le quitó la billetera y a mí un monederito que llevaba oculto entre los “senos” con cien pesos, el dinero que hasta ese momento habia hecho.
“Juanita” se queda callada. Escucha el relato una señora detrás de una mesita que vende flores, velas y postales de San Judas Tadeo, santo-patrón de la pequeña iglesia de San Nicolás. De pronto “Juanita” dice:
-Tan malos como los jineteros y delincuentes son los policías, porque ellos, además de cogernos el dinero, nos llevan a cualquier rincón, nos obligan a virarnos y se desahogan con nosotros. Son unos desvergonzados.
Submundo
Si dura es la vida en las calles, más dura lo es en las cárceles, desde siempre -y en todas partes del mundo- tenidas como un gran garito de bajezas humanas. Todos los presos comunes o políticos cubanos tienen anécdotas al respecto. El periodista independiente Ricardo González Alfonso, condenado a 20 años de prisión después de la oleada represiva de marzo 2003, en Crónica cruenta escribió:
“Un caso espeluznante es el de Chavela, un muchacho homosexual de Kilo 8. Drogado, se extirpó los testículos y el pene. Por poco muere desangrado, mas no se arrepiente. Eso sí, a veces se sienta en un rincón para llorar su ‘ostinamiento’. Otras, anda de mano con su último amante, añorando ser una mujer y no un hombre trunco”.
En el submundo de los negros cubanos pobres y homosexuales, hay casos de “triunfadores”, jovenes que lograron empatarse con un extranjero y algunos hasta se han “casado”, en ceremonias ficticias e ilegales, llenas de fantasia y público. Otros han podido viajar y después regresan, orgullosos por haber conocido las conquistas alcanzadas por los gays en otros países.
Nino, bailarín con un escultural cuerpo, a los 21 años consiguió una visa para España y allí se quedó, “luchando” por conseguir un blanco que le ayude a resolver la vida a él y su familia, viviendo en una insalubre cuartería habanera.
Entre artistas, intelectuales, políticos y profesionales también convive el homosexualismo, dentro o fuera del armario y con más o menos fama. En el panorama del machismo-leninismo cubano ha surgido una inusual defensora de gays, travestis y transexuales: Mariela Castro Espin, hija de Raul Castro y Vilma Espin.
Es una lástima que en el seno de la oficialidad no surja también un defensor de los derechos de todos y cada uno de los cubanos y se limiten a defender sólo los de aquéllos que como Mundito y “Juanita” sufren por no ser mujer. Sería deseable. Y necesario.
En toda Cuba se encuentran mujeres y hombres, negros, mulatos o blancos, creyentes o ateos, que como Mundito viven a diario un drama por no haber nacido con el sexo reclamado por sus entrañas.
Sufren por el sufrimiento de sus familias y también por el rechazo del entorno en que viven y trabajan. En los últimos tiempos las cosas han empezado a cambiar. Aún tienen que cambiar más. Para ellos y para el resto de la población cubana de oriente a occidente.
En las esferas gubernamentales ya no lo pueden ocultar: en la más machista de las islas caribeñas, la población homosexual ha ido en aumento, aunque con exactitud no se conozcan las cifras. No hace falta ponerse gafas especiales para verlos, por doquier, en campos y ciudades.
En Miramontes, una barriada del municipio cienfueguero de Caonao, vivía una bien llevada pareja gay. No tenían el look de los vaqueros de Brokeback Mountain, pese a la ropa varonil usada cuando salían a la calle. Pero cuando tenían que transformarse en vedettes para actuar en teatro o convertirse en glamourosas modelos para competir en Santa Clara en concursos gays en esa ciudad celebrados, lo hacían sin ningún complejo.
Lo de esta pareja no era, no es, un caso demasiado raro en las zonas marginales cubanas, donde suelen ser aceptados, inclusive, por los “aseres” (guapos) del barrio. Un tanto a favor de los homosexuales cubanos es su disposición a ayudar a ancianos, enfermos y personas desfavorecidas. La gente también valora su creatividad y habilidades manuales.
En el municipio 10 de Octubre, el más poblado de la capital cubana, el número de homosexuales es bastante alto. En una misma cuadra es común que vivan cuatro o cinco, solos o en pareja. Rara vez protagonizan escándalos y si hay alguien que rompa su tranquilidad son los agentes de orden público: gustan ensañarse con ellos. Al menos a la vista de todos. Porque...
De dientes pa’dentro
Solamente con anécdotas de las relaciones entre homosexuales, policías y guardianes en las cárceles cubanas se podría escribir un libro.
Lo más conocido son las ofensas y agresiones en la vía pública, unidades policiales y prisiones, que han sido y son innegables. Y lo menos conocido es como suelen utilizarlos para desahogarse sexualmente, casi siempre chantajeándolos.
En la barríada de la Víbora residía uno que por novio tenía un atractivo y remacho policía, probablemente casado o con novia. Era bisexual o como se dice en Cuba “le gustaba jugar a los dos bandos”. Uno y otro sacaban ventaja del peculiar romance: el gay gozaba de cierta impunidad con esa oculta relación y el policía a menudo recibia buenos regalos de su chico.
En las afueras de la iglesia de San Nicolás, en Centro Habana, un travesti a punto de cumplir 50 años -más o menos parecido al Mundito del documental- un día me contó sus m~ultiples penas.
“Juanita”, el nombre con que quiso identificarse, me dijo que cuando cumplió los quince el padre lo botó de la casa y solo tuvo que enfrentar la vida. “Me he ganado la vida decentemente, cocinando, limpiando, cosiendo, maquillando... Pero para seguir luchando en la calle ya estoy viejo. No es fácil, con tantos putos jovencitos que cada noche salen a buscarse el pan”.
-¿A quiénes tu llamas putos?
-Putos para mi son las pájaras viejas como yo y también las mariposas frescas; los travestis, pingueros y esos muchachitos, escolares algunos, que a cualquiera se la maman por un dólar.
Con todos esos personajes tratando de buscarse la vida en el mismo ruedo, lo más duro no es tratar de salir ileso de la corrida, sino enfrentar a otro tipo de toros: delincuentes y policías.
-Una noche me arreglé y me puse preciosa. Con tan buena suerte que por el Capitolio me encontré un “yuma” (extranjero) que solo por hacerle sexo oral me iba a dar diez fulas. No me di cuenta que cerca había un antisocial y cuando salimos caminando, buscando una escalera, el tipo aprovechó una cuadra que estaba oscura y sacó tremenda navaja. Yo ni intenté gritar, no es el primer asalto que sufro y sé que lo mejor es quedarse quieta. Al “yuma” le quitó la billetera y a mí un monederito que llevaba oculto entre los “senos” con cien pesos, el dinero que hasta ese momento habia hecho.
“Juanita” se queda callada. Escucha el relato una señora detrás de una mesita que vende flores, velas y postales de San Judas Tadeo, santo-patrón de la pequeña iglesia de San Nicolás. De pronto “Juanita” dice:
-Tan malos como los jineteros y delincuentes son los policías, porque ellos, además de cogernos el dinero, nos llevan a cualquier rincón, nos obligan a virarnos y se desahogan con nosotros. Son unos desvergonzados.
Submundo
Si dura es la vida en las calles, más dura lo es en las cárceles, desde siempre -y en todas partes del mundo- tenidas como un gran garito de bajezas humanas. Todos los presos comunes o políticos cubanos tienen anécdotas al respecto. El periodista independiente Ricardo González Alfonso, condenado a 20 años de prisión después de la oleada represiva de marzo 2003, en Crónica cruenta escribió:
“Un caso espeluznante es el de Chavela, un muchacho homosexual de Kilo 8. Drogado, se extirpó los testículos y el pene. Por poco muere desangrado, mas no se arrepiente. Eso sí, a veces se sienta en un rincón para llorar su ‘ostinamiento’. Otras, anda de mano con su último amante, añorando ser una mujer y no un hombre trunco”.
En el submundo de los negros cubanos pobres y homosexuales, hay casos de “triunfadores”, jovenes que lograron empatarse con un extranjero y algunos hasta se han “casado”, en ceremonias ficticias e ilegales, llenas de fantasia y público. Otros han podido viajar y después regresan, orgullosos por haber conocido las conquistas alcanzadas por los gays en otros países.
Nino, bailarín con un escultural cuerpo, a los 21 años consiguió una visa para España y allí se quedó, “luchando” por conseguir un blanco que le ayude a resolver la vida a él y su familia, viviendo en una insalubre cuartería habanera.
Entre artistas, intelectuales, políticos y profesionales también convive el homosexualismo, dentro o fuera del armario y con más o menos fama. En el panorama del machismo-leninismo cubano ha surgido una inusual defensora de gays, travestis y transexuales: Mariela Castro Espin, hija de Raul Castro y Vilma Espin.
Es una lástima que en el seno de la oficialidad no surja también un defensor de los derechos de todos y cada uno de los cubanos y se limiten a defender sólo los de aquéllos que como Mundito y “Juanita” sufren por no ser mujer. Sería deseable. Y necesario.
Actualización.
Contrasta entonces la situación de Cuba con la que se vive en España:
Cortesía de Yoyin.
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