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viernes, 23 de agosto de 2013

Los Pocitos, donde habita el olvido



El gobierno vende su modelo sociopolítico como si fuera un boleto para el paraíso. Sin embargo, basta recorrer la zona oeste de La Habana para percatarse de que la realidad no se parece en nada a lo que anuncian.

Hay que desandar los municipios de Marianao y la Lisa. Esa zona ofrece a sus propios vecinos y a los visitantes unas circunstancias realmente peligrosas, asfixiantes y crueles. Un ejemplo son asentamientos como el del barrio marginal Los Pocitos, infrahumano e insalubre, donde se hacinan centenares de personas resignadas a sobrevivir en medio de la mayor miseria y podredumbre.

Desde hace décadas, Los Pocitos es un barrio marginal, desatendido por las autoridades locales y provinciales. Pero esto no fue siempre así. Alguna vez, en la historia más antigua de Marianao, el barrio fue un atractivo centro de reunión para familias habaneras. Éstas iban allí atraídas por la excelencia de las aguas de El Pocito, un manantial del Río Quibú cuyos minerales servían para el tratamiento de enfermedades del estómago.

La formación histórica de Los Pocitos se encuentra en el período conocido como la Danza de los Millones, entre 1914 y 1918, años en que aumentó el precio del azúcar, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Entonces, se hicieron impresionantes inversiones en obras de urbanización dentro de nuevas áreas de esta zona. Y se fueron rediseñando algunas otras como Coco Solo, Los Quemados, o las barriadas de Buenavista, Pogolotti, La Lisa y La Ceiba, donde vivían muchas familias humildes.



Después del triunfo de la revolución, se hizo poco o casi nada por el bienestar de esta gente. Al contrario, su bajo estándar de vida se agravó. Debido a la pésima situación económica por la que atravesaban, fueron multiplicándose los barrios de “llega y pon”, tan propicios a enfermedades y vicios.

La falta de un plan urbanístico para Marianao y sus asentamientos marginales, conllevó a que se produjeran construcciones de forma anárquica, sin medidas reguladoras que facilitaran el tránsito y procuraran áreas de recreo.

Según datos del censo de 2002, en Marianao habitaban unas 549 mil 469 personas. Es de destacar el alto índice de desempleo y que un gran porciento de sus viviendas, se encontraban en estado regular o malo, por lo que fue necesario realizar un proceso de intervención urbanística del municipio.

Muchos habitantes de Los Pocitos son mestizos o negros, lo que permite ejemplificar el alcance de la división clasista en la Cuba actual, que se acentúa particularmente en el problema racial.

Con mayoritario entusiasmo, en Marianao se practica la religión afrocubana conocida como santería. En casas y solares se ofrecen excelentes bailes a los Orishas. Existen más de 55 babalawos consagrados y unas 30 casas de raíz religiosa. También se practica la religión abbakúa, particularmente en los barrios de Los Pocitos y El Palmar, donde existen tres plantes de diferentes raíces. Además, hay que destacar que existen varias ceibas, donde se depositan brujerías, hechizos, ofrendas para ese tótem natural.

En Los Pocitos conviven cinco generaciones de cubanos -muchos “hijos de la revolución”- que han crecido bajo el hacinamiento, la insalubridad, la podredumbre y los delitos comunes. Caminar de día por allí es quedarse sin respiración, por la miseria reinante. Hacerlo de noche, no es aconsejable.

Texto y fotos: Polina Martínez Shvietsova
Cubanet, 8 de julio de 2013
Ver fotos de Marianao en el blog 2902 Año Bisiesto.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El suicidio, otro "logro" de la revolución


El suicidio fue la causa de muerte de al menos cinco personas en los meses de abril y mayo de 2013 en el municipio Palma Soriano, Santiago de Cuba, a 860 kilómetros al este de La Habana.

Sobre las 11 de la mañana del 28 de abril, Yurislais Martínez Girón, 25 años, se dio candela, produciéndose quemaduras de tercer grado. Según familiares y conocidos, el motivo principal fue la dificultad económica por la que atravesaba.

Ronald Doren Cosme, 33 años, graduado universitario, se disparó en la cabeza con una pistola. Falleció el 3 de mayo en el hospital, debido a la gravedad de la herida. Desde hacía un tiempo bebía mucho y mantenía inestabilidad en su trabajo.

Juan Carlos Vulgo Montalván, 45 años, el 7 de mayo, alrededor de las 3 de la tarde, apareció ahorcado en su vivienda. Testimonios familiares revelan que la vivienda del fallecido había quedado en muy mal estado después del huracán Sandy, que en octubre de 2012 causó daños de consideración en Santiago de Cuba y otras provincias orientales.

Dulce María Galán Jiménez, 66 años, al mediodía del 14 de mayo fue encontrada muerta en el interior de su casa. Según el médico forense, ingirió fármacos imprudentemente.

Delina Arias declaró que hacía 18 días su hermana, de 55 años, se había quitado la vida “por problemas económicos. Vivía de una pensión por ser discapacitada y a su cargo tenía de una nieta menor quería trabajar, pero debido a su discapacidad le decían que no había trabajo para ella”.

Estas tragedias no fueron las únicas que ocurrieron en Palma Soriano, donde son frecuentes a edades más tempranas, principalmente en el sexo masculino.

En lo que va de año, en ese municipio santiaguero se han registrado más casos de suicidios que en igual período de 2012. Los métodos más empleados fueron; ahorcamiento, salto al vacío desde un lugar elevado, prenderse fuego, envenenamiento con medicamentos y disparos con armas de fuego, principalmente en jóvenes que en contra de su voluntad son obligados a pasar el servicio militar.

La situación en la que quedaron las provincias orientales después del paso del huracán Sandy, cuando más 100 mil viviendas resultaron destruidas total o parcialmente, en opinión muchos entrevistados, ha sido una de las causas en el aumento de muertes no naturales.

Cifras divulgadas por la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba entre 2004 y 2011, indican que 12,509 cubanos se quitaron la vida en 7 años. Si ese número lo dividimos entre 7, arroja unos 1,787 suicidios anuales, un promedio de 148 al mes. Un informe de la Organización Mundial de la Salud sitúa a la isla como uno de los países de América Latina con mayor índice de suicidios.

El suicidio está entre las diez principales causas de muerte en el país, y la primera causa de muerte no natural. Las cifras pudieran ser mayores, porque es el médico forense quien determina la causa de muerte y a él corresponde clasificarla como suicidio o autolesión, frente a otras causas posibles. Pero en Cuba, al certificar un caso como suicidio se puede incurrir en responsabilidad sobre terceros. Por tanto, muchos casos se archivan como “accidentes”.

Veizant Voloy
Cubanet, 6 de junio de 2013

lunes, 19 de agosto de 2013

La violencia oculta


A eso de las 10 de la mañana, tres individuos atravesaron el pasillo que comparten varias viviendas, en una cuartería en el habanero barrio de Buena Vista. Se detuvieron frente a una de las puertas y uno de ellos tocó varias veces.

Le abrió el más anciano de los residentes en la casa. Uno de los hombres preguntó por el hijo y éste le respondió que no estaba. El viejo no pudo decir media palabra más, fue casi atravesado por un punzón a la altura del pecho y murió en el acto.

Los hombres penetraron en la pequeña vivienda y también atacaron a machetazos, y con igual saña, al nieto adolescente del viejo y a una de las hermanas menores de éste. Se comentó luego que lo ocurrido fue consecuencia de una deuda de dinero y el intento de estafa del hijo ausente a los atacantes.

Noche de sábado. En un centro nocturno concluye el concierto de William El Magnífico y Osmani García La Voz. El reggaetón, la bebida y la droga caldean los ánimos. Sin embargo, se aparenta control frente a la policía. La cosa cambia de tono varias cuadras más allá del lugar.

La rencilla entre dos proxenetas de barrios distintos por el mayor control del negocio de la carne, estalla. Y dos grupos se enfrentan a golpe de machetines, cuchillos, piedras y tubos fluorescentes de luz, cuyas astillas y polvo son letales. Varios son los heridos y seguramente alguno terminará muerto.

Un día cualquiera. Un ómnibus repleto de pasajeros. El calor es insoportable. El hacinamiento y la incomodidad convierten el más mínimo roce en detonante de un conflicto. El choque ocurre en la puerta trasera del vehículo, cuando un tipo saca un punzón e intenta agredir a su oponente en la discusión. Frenazo. Se generaliza la reyerta. Pasajeros abandonan el vehículo saltando por las ventanillas.

Parafraseando a Virgilio Piñera, La Habana es hoy la capital marginal de un país marginal. La crisis económica, y su expresión más visible, en forma de crisis espiritual, le están cobrando factura de “boutique” al entramado social cubano. La desesperación y la angustia generadas por una prolongada secuencia de incertidumbres llevan a un estado mental de abandono de los escrúpulos.

La violencia es precaria válvula de escape, por la cual se puede ser víctima o victimario. Toda la rabia contenida y la frustración personal se convierten en impotencia, primero, y luego en renuncia al sentido común, en nombre de la lucha implacable por la supervivencia.

Los medios oficiales tocan el tema de la latente violencia social de modo superficial o condicionado por el decadente discurso político gubernamental. Generalmente se establecen comparaciones con el estado de violencia extrema en el cual viven sociedades como la mexicana, colombiana o guatemalteca. Se obvia el carácter histórico y acumulativo de esos estados de violencia. Se culpa al omnipresente “capitalismo feroz” del cual, curiosa y paradójicamente, estamos recibiendo nuestra cuota en el día a día. Proceso gradual, pero inexorable.

En agosto (de 2012) en la capital se celebraron los festejos carnavalescos. Las áreas donde transcurrieron estuvieron fuertemente custodiadas por tropas de choque de la policía. Esta caricatura de los otrora célebres Carnavales de La Habana, tuvo un trasfondo de violencia y muerte, algo que, como siempre, las autoridades gubernamentales silenciaron. Pero los cadáveres apuñaleados en los quirófanos de los hospitales y del Instituto Medicina Legal fueron una evidencia inocultable.

La violencia tiene otros rostros, y no por menos visibles, dejan de ser igualmente implacables. Estos “rostros ocultos” aparecen frente al ciudadano común, cuando decide encontrarse a sí mismo en una zona peligrosamente libre. Ellos han sido los ejecutores de una política sistemática de restricción y aplastamiento del derecho a disentir. Sus métodos son diversos: mítines de repudio, detenciones arbitrarias, fabricación de procesos penales, chantaje emocional, vigilancia como forma de presión psicológica…

Los cubanos que dentro de la Isla hemos dado el paso en pos del ejercicio a contracorriente del derecho a la libertad de expresión, conocemos bien estos rostros. Para actuar, ellos se basan en leyes que condenan a penas irrisorias los actos de bárbara violencia y, por otra parte, son implacables con la disidencia política.

Legislaciones que condenan a 6 años de prisión a una persona porque desfiguró horriblemente el rostro de otra. Esas mismas leyes, dictan reclusión por décadas para otras personas por el simple hecho de pensar y expresarse públicamente contra el sistema político, o intentar romper el monopolio del silencio cibernético que la dictadura ha impuesto al pueblo.

Mientras tanto, el país se desangra en un círculo vicioso y gravitando sobre el abismo en una débil cuerda floja.

Camilo Ernesto Olivera
Cubanet, 18 de julio de 2012
Leer también: Camarero apuñala a cliente.

viernes, 16 de agosto de 2013

Ir de compras en La Habana


Lo narrado a continuación forma parte de un diálogo que sostuve con un matrimonio amigo cuya identidad me reservo, por razones obvias.

"El jueves 27 de junio, sobre las 3 de la tarde, entramos en La Época, conocida tienda que vende en divisas, en Neptuno y Galiano. La tienda, aunque abierta, está en reparaciones, no funciona el aire acondicionado, las escalares eléctricas están desarmadas y en todos los pisos hay paquetes de mercancías y estantes regados. Como íbamos acompañados de una persona mayor, intentamos subir por el elevador, pero un empleado nos dijo que de los dos que hay, uno está roto y el otro solo se utiliza para carga.

"Llegamos al cuarto piso por las escaleras. Antes, hicimos una parada para ir al baño, pero el servicio tenía un cartel donde se decía que estaba en reparaciones, aunque nadie reparaba nada allí. Nos dirigimos al departamento de artículos del hogar, que regularmente vende velas, pero su acceso estaba limitado por paquetes y mostradores. Le preguntamos a un empleado, que al parecer era el único que en esos momentos hacía algo, pues el resto desesperadamente se echaba aire con cartones. Contestó que no sabía para qué piso habían trasladado ese departamento y nos recomendó que fuéramos a La Filosofía o a un bazar en la calle Águila.

"Cuando bajábamos para irnos, mi esposa quiso entrar en la peletería. Allí, tres dependientas conversaban, sentadas cerca de la puerta de entrada del almacén. Una de ellas expresó: 'El día que yo trabajo me gasto dos dólares en chucherías para la niña'. ¿Cómo una persona que gana unos 20 cuc mensuales (salario promedio nacional) puede gastar esa cantidad el día que trabaja?

"En la calle aledaña a La Época, habían varias revendedoras, de pañales desechables de todas las tallas, calentadores de agua, tirantes de silicona y delineadores, entre otros artículos que se supone solamente son suministrados a las tiendas estatales. ¿Hay policías en la zona? Sí, muchos. ¿Y qué hacen? No darse por enterados.

"Cruzamos la calle y nos dirigimos a La Filosofía. Mi esposa compró un desodorante y después de habérselo cobrado, la dependienta le dijo que no tenía 'jabita' (bolsa de nylon), le dio el comprobante y tuvo que salir con el desodorante en la mano. Sin embargo, afuera, tres particulares vendían 'jabitas', las mismas que en la tienda no pudieron ofrecer y que se supone van dentro del valor del producto .

"Decidimos llegarnos a la tienda Talla Extra, pero la dependienta dijo que estaba cerrada. Explicó que le habían mandado a hacer un inventario y como no podía con las dos cosas a la vez, por eso cerraba. Y literalmente dijo: Gústele a quien le guste y pésele a quien le pese”.

En fin, durante un simple recorrido de media hora, este matrimonio pudo constatar una serie de violaciones evidentes ante los ojos de cualquiera: indisciplinas, falta de ética de los empleados, robo, ventas ilícitas... Pero la Contraloría General de la República y otros organismos de carácter nacional y local, disponen de miles de inspectores y auditores. La policía ve a un ciudadano en la calle con un paquete y se lo decomisa. Entonces, ¿cómo es posible que estas cosas ocurran?

¿Será que al régimen le conviene ese estado de cosas, porque mientras la gente esté preocupada con problemas tales como ¿qué vendo?, ¿qué robo?, ¿qué me llevo a la boca para alimentarme?, ¿qué zapatos me pongo?, no tendrá el empoderamiento imprescindible para exigir los cambios y las libertades que Cuba necesita?

Martha Beatriz Roque Cabello
Cubanet, 10 de julio de 2013
Leer también: Operativo policial en el centro comercial Plaza Carlos III.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Peripecias de un viaje


El 11 de enero de 2013, el periódico Venceremos, órgano del partido en Guantánamo, anunció que a partir del mes de marzo, entre esa ciudad y La Habana, comenzaría a volar un moderno avión AN 158, fabricado en Rusia y Ucrania. Según el propio periódico, la nave, con capacidad para 96 pasajeros, realizaría cinco vuelos semanales.

Aunque el AN 158 estuvo operativo dos meses después de lo anunciado, desde entonces han sido muchas las cancelaciones del vuelo. El viernes 5 de julio fui víctima de otro de los incumplimientos de Cubana de Aviación.

Antes de viajar a La Habana había sido advertido en el aeropuerto Mariana Grajales, en Guantánamo, de que debía reconfirmar mi pasaje de regreso. O sea, con 72 horas de antelación, confirmarlo personalmente en las oficinas de Cubana de Aviación, en Infanta entre 25 y 27, Vedado, o por teléfono, gestión bastante complicada pues te responde una contestadora automática, corriendo el riesgo de que nadie atienda tu llamada, como a mí me pasó.

El martes 2 de julio fui a las oficinas de Cubana, en el Vedado. Solo habían dos o tres personas. Con prontitud me atendió un empleado, parado en el centro del salón. Me remitió a otro, sentado detrás de un buró, al parecer molesto por tener que atenderme, me respondió que mi vuelo no tenía problema, que estuviera en el aeropuerto a las 11 y 30 am.

El viernes 5 de julio llegué al aeropuerto a las 11 de la maña. A las 12 y 30 todavía no había comenzado el chequeo, así que me dirigí al departamento de información. Allí no sabían qué ocurría y me indicaron que viera al supervisor, quien me informó que el avión que iba a volar a Guantánamo tenía problemas técnicos, que nos iríamos en el vuelo de Santiago de Cuba, que saldría a las 3 y 40 de la tarde.

A la 1 y 40 comenzó el chequeo. En el salón de última espera, a las 4 y 15, dos trabajadores de Cubana nos entregaron un bocadito de jamón con queso y una lata con refresco de cola, pero no nos dieron ninguna explicación. A las 4 y 50 llamaron para abordar un avión bimotor, de hélice, modelo ATRC, que nos llevaría a Santiago de Cuba. Aterrizamos en esa ciudad a las 6 y 45 de la tarde. Ninguno de los funcionarios de Cubana, a quienes reiteradamente preguntamos por qué no nos llevaban hasta Guantánamo, nos respondió.

En el aeropuerto de Santiago de Cuba nadie de Cubana de Aviación estaba esperándonos para ofrecernos disculpas por lo ocurrido o para explicarnos cómo proseguiría nuestro viaje. A las 7 y 10 comenzó la entrega de equipajes. A las 7 y 30, la empleada que atiende los servicios sanitarios nos informó que en el parqueo había un ómnibus de TRANSTUR que nos llevaría hasta Guantánamo.

Luego de más de veinte minutos parados en la acera, esperando a que abrieran los maleteros del ómnibus, llegó un chofer y abrió el compartimiento de equipajes. Ya dentro del bus, ese mismo chofer nos informó que sólo harían dos paradas, una en la terminal de ómnibus Guantánamo y otra frente a la oficina de Cubana. Y aclaró que los pasajeros que llegaran hasta la oficina, debían bajarse en la terminal, para vigilar sus equipajes, pues ellos no se responsabilizaban con las pérdidas.

Alrededor de las 9 y 10 de la noche llegamos a Guantánamo, casi seis horas después de lo previsto. Una palabra amable, una información oportuna, habrían causado un buen efecto, pero es evidente que a los funcionarios de Cubana de Aviación no les interesa ni preocupa. Este suceso demuestra, una vez más, lo desprotegidos que estamos los consumidores cubanos, lo que amerita otro comentario.

Cercano ya el congreso de los periodistas oficiales, y que por estos días tanto hablan de la necesidad de que la prensa sea objetiva y veraz, de que el pueblo necesita ser informado y de que es necesario eliminar el secretismo, sería bueno que alguno de ellos indagara sobre lo que ocurre con el avión AN 158, que cinco veces a la semana debía estar volando entre las provincias de Guantánamo y La Habana.

No importa si nuevamente la primicia la tienen los periodistas independientes. Lo que importa es que comiencen a ser coherentes con lo que pregonan.

Roberto Jesús Quiñones
Cubanet, 10 de julio de 2013

lunes, 12 de agosto de 2013

Supuestamente, todos los chinos son iguales (IV y final)


La etnia Han es la mayor de China, y también es la etnia dominante, que ha impuesto a través del sistema comunista su lengua -el mandarin- sobre el resto de las etnias nacionales en detrimento de culturas y lenguas tan ricas como las cantonesas, tibetanas y uyghur, entre las 55 etnias que mal conviven con la etnia dominante de los Han en el extenso país asiático.

Los modernos mandarines de carnet rojo han hecho lo que nunca soñó hacer el Celeste Imperio, es decir, ha transformado la rica y variada cultura china en una cultura homogénea, al menos de cara a Occidente, con el objetivo de imponer los modos, lengua, cultura, y objetivos políticos de la elite partidista dentro de la etnia dominante. Hace mucho tiempo, Mao decidió que la etnia Han era la única que estaba llamada a detentar el poder en la China de su creación, y comenzó con la destrucción de la verdadera historia de Sun Yat Sen, el cantonés fundador de la Republica China, re-escribiéndola a su conveniencia.

El nacionalismo de Mao tuvo un carácter fascista desde el primer día aunque lo encubrió bajo el manto de la ideología gemela, el comunismo. La limpieza étnica, el genocidio, y la revolución cultural tuvieron como objetivo la implantación de la su versión de la cultura de la etnia Han como cultura dominante. Es decir, eliminó a todas las expresiones culturales que no respondieran a su visión de la cultura y la ideologización de la sociedad como primer paso. La religión budista fue casi proscrita, los creadores de etnia Han tenían que responder única y exclusivamente a las ideas de Mao y a los lineamientos maoístas de creación y propagación cultural.

Luego de establecer mediante la represión de la revolución cultural -tan admirada por algunos intelectuales occidentales- una versión partidista de la cultura Han, se dedicó, con la ayuda de miles de comisarios político culturales, a la eliminación de otras lenguas y culturas en China, dejando solamente como exponentes de una falsa diversidad a los creadores maoístas que pudieran existir dentro de esas culturas.

Hoy por hoy, la cultura Han en versión maoísta -aunque oficialmente se diga que ya no hay maoísmo en China- sustituye a las culturas locales. Especialmente cruel ha sido la eliminación de las culturas Uyghur y del Tibet, donde la lengua impuesta a través del terrorismo cultural institucionalizado es el mandarín. En Cantón, por ejemplo han eliminado poco a poco los periódicos en cantonés y se han reducido las transmisiones de radio y televisión en esa lengua -tanto, que la academia de la lengua cantonesa se encuentra en Hong Kong.

En Tibet y en Xingjiang, donde vive la minoría Uyghur, la violencia gubernamental ha sido primordial en la imposición de la cultura Han. Los mongoles, de la hoy llamada Región Autónoma de la Mongolia Interior están sufriendo la misma suerte, con una saña especial ya que aún hoy se recuerda que Genghis Khan invadió Pekín y sus hombres se impusieron a la etnia Han, ya en aquella época dominante en la hoy capital de China.

Hay ejemplos de la crueldad estatal por doquier, pero el más dramático es la “conversión” de huérfanos, niños abandonados, y niños raptados por el gobierno de sus padres prisioneros políticos o disidentes en miembros de la cultura Han en una limpieza étnica sin sangre. Esos niños reciben nombres chinos, se educan única y exclusivamente en mandarín ya sea en orfanatos o en las familias de miembros del partido, eliminando toda traza de su origen étnico.

Aprovechando la percepción racista occidental de que todos los chinos se parecen, los mandarines del partido no tienen reparo en ofrecer en adopción a parejas occidentales niños de apariencia general asiática como niños de la mayoría Han, cuyos padres han supuestamente fallecidos, pero que bien pudieran haber sido ejecutados o son prisioneros políticos. Una observación típica de los Han que pertenecen al partido, es que a los niños de las minorías se les debe hacer una cirugía plástica para conformarle los ojos según el modelo canónico de la belleza Han.

También el gobierno y sus “independientes” raptan a niños de las minorías, ya que la política de un matrimonio un hijo -o más bien de 'una mujer un hijo'- que se aplica con un tremendo grado de flexibilidad en la mayoría Han (dependiendo del dinero que se tenga o de la lealtad al partido), no se aplica a las minorías, es decir, estas minorías producen una abundante cantidad de niños que luego son raptados por las instituciones gubernamentales si los padres son desafectos al régimen, disidentes, o practicantes del Islam o el Budismo Tibetano.

La “chinificación” de un niño -en su mayoría niñas- de origen tibetano va desde darle un nuevo nombre chino, ubicarlo en una familia inmigrante Han con probada lealtad al régimen, o en un orfanato donde el mandarin es la única lengua en que se dirigen a los niños, los cuales son dados en adopción más tarde con esta identidad étnica falsa. A los niños de origen Uyghur se les “chinifica” un poco más violentamente, con castigos si hablan su idioma a los mayores y con una dieta forzada que incluye carne de cerdo (no muy abundante, tampoco hay que hacerse ilusiones) y carne de perro, animales prohibidos por el Islam para consumo humano.

Entre otras religiones perseguidas están los practicantes de cualquier variante del cristianismo o de la secta Falun Gong. Sus miembros son internados en campos de trabajo forzados, o lanzados a la prisión, y sus hijos “desaparecen” y son dados a las familias de represores, carceleros o miembros del partido. Si su identidad no es negada desde el principio y presentados como hijos naturales de las familias que les reciben, entonces son declarados huérfanos y sus padres aparecen como “muertos” en sus certificados de nacimiento, con nombres falsos y lugares de nacimiento falsos también.

A los de las minorías Miao (una de sus “subetnias” los Hmong, están entre las minorías étnicas peor tratadas por el grupo dominante a nivel de todo el planeta), los Tujia y los Dairae o Dai se les considera poco hombres, y por tanto dignos de ser exterminados en campos de trabajo forzado y sus mujeres son vistas como perfectas para el apareamiento con los Han, produciendo “Han que son racialmente aceptable” de acuerdo con los jefazos del partido. Una minoría china, los Hui, también practican el Islam, pero los Han los reconocen como parte de su propia etnia dominante, asimilándolos racialmente a la vez que atropellan cultura y religión, y venden una falsa imagen de diversidad al complaciente occidente.

Esta práctica ha generado mucho escándalo durante las dictaduras militares de Argentina, Brasil y Chile. También se ha notificado su presencia en la España franquista, pero virtualmente no se conoce nada de esta genocidio silencioso como se ha practicado por décadas en China.

Tal pareciera que el mundo es selectivo a la hora de escuchar. Y que son pocos los dispuestos a escuchar y aún menos abundantes, los seres humanos dispuestos a destruir un sistema de injusticias como éstas. Las baratijas fabricadas en China producen una enorme cantidad de dinero: con él compran el silencio occidental.

Charlie Bravo
Foto: Tres niñas de la etnia Uyghur. Tomada del blog Detrás de la Muralla.
Fuentes: Conversaciones en China con un verdadero disidente de la etnia Han, en China; Conversaciones con activistas minoritarios en Washington DC; Reportes de organizaciones de derechos humanos en Washington DC, publicados y no publicados; Amnistía Internacional y Wikipedia.

viernes, 9 de agosto de 2013

Crónicas de viaje: Escenas personales (III)



Mi experiencia en China tuvo también un lado personal muy interesante. El chino de a pie, muy emprendedor en Hong Kong, donde todo el mundo parece trabajar a toda hora, por lo general es completamente diferente al chino que por lo apático o miedoso se encuentra en la miseria en la China roja.

En Hong Kong, las personas con las cuales tuve oportunidad de intercambiar opiniones, pertenecían a diferentes clases sociales y nacionalidades: desde el empleado de un banco, a la 'concierge' de un hotel; desde la vendedora en un mercado tradicional, a la filipina que hace las veces de niñera; desde el taxista al refugiado vietnamita que regentea un modesto restaurant, o al joyero y al galerista. Las mujeres con su piel cuidada, bajo una perenne sombrilla para protegerse del sol; los ancianos, respetados y respetuosos. Los niños, de educación excelente y de modales correctos.

Esas personas en Hong Kong llevan una vida donde el trabajo es el medio para lograr progreso y placer. Ellos identifican al chino de “allá”, del otro lado de la cerca, como una persona que es el producto de un régimen que por más de 60 años ha destruido la cultura, el pensamiento, el lenguaje y la voluntad de todo un pueblo de más de mil millones de habitantes.

Y, naturalmente, no se identifican con el chino de China y se preguntan cómo es que sus seres queridos se han quedado atrapados en una sociedad que deforma al ser humano como un peso monstruoso sobre sus cabezas. No comprenden que el ser humano se haya prestado para ser el peor enemigo del ser humano, sirviendo de perro de presa a un régimen que les esclaviza a todos por igual.

No entienden cómo un ser humano puede caer tan bajo, de abusar de niños recién nacidos, llegando al abandono y el asesinato solo porque los mandarines han decretado que los esclavos pueden tener solo un hijo. No entienden cómo los ancianos son abandonados a su suerte por sus propios hijos, ni cómo se pueden vender niños en el campo. No entienden cómo se puede vivir en una sociedad cruel que es más enemiga del chino que todos los enemigos del chino creados por la propaganda gubernamental.

Solo hay que ver la cola de chinos que necesitan un plato de comida decente y caliente,y una muda ropa que no sea tres tallas más grande, que se tuestan al sol en la Plaza Tiananmen. No para protestar o para rebelarse, o para al menos llamar la atención del mundo, como los pocos -en comparación con la población de Pekín- que tuvieron los cojones de hacerlo en 1989. No, se estan tostando al sol en una cola para entrar al Mausoleo de Mao y rendirle homenaje al mayor asesino en serie que ha dado la humanidad, del cual el Che Guevara fue un alumno desventajado y mediocre.

Mao es la representación más diabólica que existe de la maldad humana. Mayor que Hitler y Stalin combinados, en términos de años en el poder, número absoluto de asesinatos -que la historia no se molesta en contar, ya que los muertos no fueron “blancos caucásicos” ni “americanos” ni “europeos”. Solo chinos y un número no despreciable de otros asiáticos.

Pero allí estan los chinos, muy disciplinados en esa cola (es la única cola donde no se meten delante de los demás o meten escándalos para traer una manada de familiares y ponerlos en primer lugar) y donde pagan por el Libro Rojo (se llamará así por la sangre derramada) escrito por el mismísimo Mao.

Ahora, peores que los chinos -teniendo en cuenta que la mayoría de los chinos no conoce más que el maoísmo de la vieja escuela como alternativa al maoísmo de la nueva escuela- son los occidentales y americanos a los que la figura de Mao tanto fascina.

Me encantaría saber qué hubiera pensado el mayor retratista de Mao que jamás ha existido, Andy Warhol, de lo que el 'gran líder' hizo con los homosexuales chinos: tortura, castración y tiro en la nuca. A lo mejor lo sabía, y a mí no me extrañaría que lo hubiera sabido, ya que muchos de los que siguen al Che Guevara no son ignorantes, sino que saben muy bien lo que hizo y así y todo lo siguen.

Peor aún que los chinos ignorantes y los occidentales cómplices son los chinos con poder: ésos sí que han visto mundo y saben lo bueno que es el jamón de verdad (y no el spam, que en China piensan que el spam es jamón chino) y lo bien que se vive en ese paraíso para esclavistas e infierno para los esclavos con la billetera llena de dólares y euros.

Existe una categoria aún peor, la de los disidentes permitidos, especialmente esos disidentes que vivieron durante los 80 en New York, se educaron en Pratt Institute y en Cooper Union, cuando nadie podía viajar fuera de China y menos a los Estados Unidos, si no era un gerifalte del partido o un hijo de un gerifalte del partido, pues una educación en arte es lo más ideológico que hay. El famoso disidente Ai Wei Wei, al que inclusive le permitieron hacer el Nido de Pájaros de las Olimpíadas 2008 junto a los suizos Herzog y de Meuron, es un ejemplo. El disidente Ai Wei Wei tiene una oficina donde trabajan varios extranjeros y quienes, al parecer, manejan su agenda y son los que organizan reuniones y visitas.

En Cantón conocí a un jovencito que quería ser rockero, pero “eso es imposible en este país”, me dijo. Conoci también a una chica que nos recordó los afortunados que eramos por “vivir en cualquier lugar que no sea China”. Ellos dos arriesgaban sus trabajos solo por hablar con extranjeros, ya que no trabajaban en ninguno de los lugares donde los extranjeros se presentan habitualmente. Como hecho a notar, el muchacho tenía solo 14 años y ya trabajaba, para poder sostener a su familia, todos considerados 'desafectos' y por tanto, él no podía ni siquiera soñar con estudiar en la universidad. La chica, recién cumplidos los 17, había sido expulsada de la educación superior por 'problemas ideológicos'.

Es decir, por pertenecer a una familia “señalada” por los chivatos que le cuelgan una etiqueta a todo el mundo, con una efectividad impresionante.

Esta chica sueña con conocer a un extranjero que la saque de ahí, para cualquier país del mundo, aunque le parece que los Estados Unidos, Canadá o Australia serían alternativas muy viables para una joven como ella, que ha conseguido trabajo con un número de identidad ficticio en una empresa estadounidense. Vive cometiendo un delito para buscar una salida al imposible de vivir en un país que la rechaza y reprime, por medio de sus compatriotas, que tienen tan poco como ella, pero que no tienen el menor reparo en delatarla. Un sistema siniestro, donde la delación es una industria muy lucrativa y la represión es un deporte de masas.

En Pekín conocí a una señora muy digna en el parque que está entre la Ciudad Prohibida y la Plaza de Tiananmen. La señora, como tantas señoras y señores de este mundo, se dedica a dar de comer a los bellos gatos que se ven en ese parque, los cuales viven de la comida que esta pobre mujer les trae. Por esta afición, la señora es acosada a diario por la seguridad del estado. La conocí porque me acerqué al seguroso y le dije que la dejara tranquila, y al verme con una cámara y atuendo occidental, se alejó.

En su inglés chapurreado, la señora me dijo que ella vivía de hacer favores a los demás y de lo que éstos le dieran. No me aceptó dinero para comprarle comida a los gatos, se va a la cama sin comer si es necesario, pero alimenta a sus gatos y lo mismo hace su esposo, a quien también conocí. Es un poeta no publicado y condenado al ostracismo, se dedica a vender poemas pintados con excelente caligrafía china sobre rectángulos de cartulina. Cuando lo vi ya no le quedaba ninguno, porque se los hubiera comprado todos.

Según me dijo, a veces se los compra algún turista de la izquierda trasnochada, un eurocomunista, o peor, un americano-obamista. Sin saber lo que dice el poema, claro. Pero se lo compran porque lo ven necesitado y hambriento. Y porque creen que son odas al sistema esclavista chino. Si nadie se los compra, se los quita la seguridad del estado. O se los compra la misma seguridad, para luego registrarle la casa y quitarle el dinero recaudado, con golpizas, amenazas de trabajos forzados, paseo en auto policial y detención en calabozo incluida.

No es que el poeta y su esposa vivan en una casa propiamente dicha. Es una choza, detrás de un muro de dos metros y medio de alto que rodea un montón de casuchas que los nuevos mandarines prefieren tener lejos de la vista de los extranjeros. Ahí sobreviven como pueden los chinos 'desafectos', con mucho miedo y mucha vigilancia sobre ellos, en una miseria que uno no puede imaginar hasta que la ve y la palpa.

Este matrimonio del poeta y la dama de los gatos de mediana edad, aunque de apariencia muy anciana, y un adolescente al que también conocí en el parque y quiso retratarse conmigo para presumir ante sus amigos, me dijeron que por mi apariencia tendría que ser un 'enemigo del estado'. Se comportaron con una impresionante dignidad, con una riqueza moral y espiritual que falta a la disidencia permitida en China.

Ellos son la representación del chino que ha perdido todo, menos la dignidad, y actúa con entereza bajo el sistema más represivo que el mundo ha conocido. Como ellos mismos me recordaron, Corea del Norte es solo una burda aplicación de los “principios” de Mao, sin engaños ni afeites. En China, por el contrario, no es necesario ni tener campos de trabajo, ni tener tanta dureza: basta con el esclavismo de estado. El autobús de las ejecuciones aún rueda por ahí, todavía existe. Meten al chino 'enemigo del estado', le dan un tiro en la nuca, le sacan la sangre y los órganos para el mercado (negro, gris o blanco) de sangre y órganos, y le pasan la cuenta a la familia por 0.29 centavos de dólar americano, que es lo que cuesta el balazo.

No esperen nada de una sociedad donde ancianos y niños son maltratados y desechados a voluntad, donde la crueldad contra los seres más desvalidos, como los enfermos mentales y los mendigos, está a la orden del día, con los agentes represivos que los usan para recaudar dinero, y que con una enorme violencia los ponen a mendigar como esclavos propios. No esperen nada de una sociedad donde se maltrata tanto al humano como al animal, sin medida y sin escrúpulos.

Esa misma sociedad ha destruído una cultura milenaria sustituyéndola por el dictado de Mao y hoy en día es una jungla donde todos van contra todos en pos de lo único que les permiten adorar, el dinero y el pequeño poder sobre los demás. Los chinos que verdaderamente se oponen a ese sistema o sobreviven en la miseria, o son destruidos por el estado, ya sea física o moralmente, o se van al exilio. Terriblemente familiar todo.

Charlie Bravo
Blog de Zoé Valdés, 26 de junio de 2013.
Foto: La señora en esta imagen de la edición española de 20 Minutos se llama Ding Shiyang (no es la misma que Charlie conoció en Pekín). Se hizo famosa por dar cobijo en su casa a 250 gatos y perros, que le fueron llevando personas preocupadas por la 'limpieza' de animales callejeros anunciada por las autoridades chinas antes de los Juegos Olímpicos 2008. Más sobre ella en La abuela de los gatos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Crónicas de viaje: De Hong Kong a Pekín (II)



Lamentablemente, muchos 'laowai' (expatriados occidentales, la palabra es tan peyorativa como 'gringo') no tienen idea de lo que sucede a su alrededor o callan por alguna razón que no se han dedicado a explicarme. La mayoría trabaja para empresas de sus países, o vienen a enseñar su idioma natal, o en un programa de intercambio a aprender chino. Dicen ser apolíticos. Es decir, no tienen el menor interés en la vida real de China.

También están los 'herederos de izquierda', ésos que viajan con un dineral inagotable heredado de sus muy capitalistas familias, y a éstos se les puede ver comprando viejas medallas maoístas y textos del 'gran líder' en la Academia Chen, uno de los pocos edificios históricos junto al templo de Guang Xiao, que se conservan en la ciudad y que no tienen una carga maoísta, pero que han revestido de una carga nacionalista impresionante. Hay una tercera clase, los aventureros de negocios que creen que cada chino necesita un montón de productos americanos y que tienen dinero para comprarlos, y están también los que vienen a China para no pagar impuestos en sus países o casados con una nativa y se aplatanan en la realidad sin plátanos de Cantón.

Otra comunidad importante son los comerciantes musulmanes y sus extensas parentelas. Además de los tratos comerciales con africanos para exportar teléfonos celulares y electrodomésticos a esos países, también tienen el negocio de llevar mujeres chinas de religión musulmana a sus países, como esposas. Son muy apreciadas por su tez de porcelana. Como capítulo aparte, se destacan en el negocio del hachís.

Los japoneses también son una comunidad económica muy importante en Guangzhou, con propiedades que van desde tiendas hasta fábricas, edificios y restaurantes. La relación con Japón es de amor y odio, ya que quieren emular a Japón en todo, pero les odian por las crueldades y salvajismo del ejército imperial nipón durante las guerras sino-japonesas. En septiembre de 2012, Japón anunció que compraría las islas Daiyou que son objeto de una disputa territorial con China y la ocasión fue aprovechada por la facción nacionalista del partido para instigar una serie de manifestaciones anti japonesas que llevaron al ataque y destrucción de consulado japonés en Guangzhou, quema de fábricas japonesas en las afueras de la ciudad, vandalismo contra comercios japoneses y la destrucción de cuanto auto de fabricación japonesa encontraran en la vía pública.

El restaurante japonés Furusato, del Garden Hotel, fue reducido a escombros y el lobby arrasado por los manifestantes, lo cual demuestra el control que aún tiene el partido sobre las masas y el poder de movilización sobre la población, que con mucha facilidad puede ser enardecida con un discurso nacionalista. Un buen contraste cuando se ven las colas en los consulados occidentales, incluido el japonés, muy bien nutridas de chinos que desean emigrar y uno se pregunta cuántos no habrían participado en esos mismos disturbios hace unos meses y ahora están ahí, junto a personas que sinceramente quieren dejar la pesadilla detrás.

El mercado de las perlas y el jade en Guangzhou, en la Plaza Liwan, es en realidad el mercado del estraperlo (contrabando), con comerciantes que tratan de inflar el precio si el posible comprador es americano. Se trata de un centro comercial de los 80, sucio y abarrotado de pequeños espacios llenos de sacos de perlas y cajones de jade, con productos semi elaborados y terminados, que parecen ser mucho más baratos que lo que su precio indica, es decir, cuando se molestan en decirle al comprador cuánto quieren por algo. No es el lugar indicado para buscar una obra de arte, ni una joya bien hecha, ni una buena obra de orfebrería. El mal gusto y la vulgaridad tienen un templo en este mercado de falsedades, que si estas perlas fuesen auténticas serían custodiadas por guardias bien armados. Sin embargo, el lugar carece de toda protección y seguridad. Típica trampa para turistas occidentales.

El Río de las Perlas es la arteria fluvial de la ciudad, y todos hablan de la belleza de la vista urbana desde la cubierta de un barco de paseo. El barco se llena pronto, de turistas y lugareños, que al grito de "a comer" proferido por un empleado, se lanzan desaforadamente sobre una escasa cena de pobre aspecto y peor olor. Finalmente, la luz del día decae y el río se ve negro en lugar de sucio y comienza el espectáculo de luces de la ciudad Potemkin: se iluminan los edificios de las grandes compañías nacionales y extranjeras que se alinean a lo largo de las riberas y se iluminan también los paseos a ambos lados del río. Edificios de oficinas, apartamentos para nuevos ricos políticamente integrados y correctos, la torre de Cantón, imponente, todo iluminado. Unos metros más allá, tierra adentro, la ciudad se mantiene tan a oscuras como siempre. Todo muy siniestro.

Al regreso, por callejuelas laterales sin importancia, se ven gentes que cargan enormes bultos de baratijas sin vender, otros que comen en mesas que los restaurantes locales ponen en la acera, en medio de la inmundicia y con pobres perros callejeros que hurgan a su alrededor. Es lo que sucede en las sombras en la vida del chino de a pie, mientras que la China de los nuevos ricos partidistas, los empresarios y el turista crédulo, vende el espectáculo de luz y color como algo auténtico. O sea, auténticamente falso.

El moderno aeropuerto de Guangzhou -diseñado por una estrella de la arquitectura europea- no se caracteriza por su eficiencia y limpieza. En medio de la modernidad el único toque de tradición china lo dan los inodoros: son placas cerámicas sobre las cuales el cagante se acuclilla y toma puntería para colar su carga a través de un hueco. Los pisos del aeropuerto distan bastante de estar limpios, los pasajeros resuelven sus diferencias con los empleados de las aerolíneas a gritos y manotazos. El avión rumbo a Pekín se pierde en la nube tóxica que cubre a la ciudad de Guangzhou, mientras deja detrás la vista de algunos caseríos campesinos premaoistas. Al menos, tienen un encanto antiguo y rural.

Desde el aire, Pekín se percibe como un conglomerado de edificios que sobresale de una nube tóxica gigante, rodeada por varias copias de los campos de golf europeos o americanos, con villas de lujo a su alrededor. Desde tierra, Pekín demuestra que Ceauscescu era un alumno mediocre y desaventajado del camarada Mao, que fue un 'verdadero maestro' de la arquitectura y urbanismo de la represión. Ni siquiera con los grandes proyectos de arquitectura de los Juegos Olímpicos de 2008 y de las grandes empresas comerciales, la mediocridad gris de la represión de diseño puede atenuarse. Tian An Men tiene esa luminosidad siniestra de los lugares donde el crimen masivo es una rutina, el encanto de los jardines que la rodean se destruye por la presencia de ese monumento a la represión.

Hay muchos monumentos, templos y jardines antiguos preservados en Pekín. Todos esos sitios carecen de otro significado que no sea el ideológico. Entristece ver el Gran Templo Celestial, que una vez fue el complejo budista más grande del mundo, convertido en una gigantesca máquina de recaudar dinero, sin el menor asomo de actividad espiritual (lo primero que hizo Mao fue sacar a los monjes por la fuerza). La religión del neocomunismo chino es el dinero.

No se puede decir que Pekín sea una ciudad con encantos: es antiséptica y sin alma. Sólo en algunos de los vecindarios que rodean a la ciudad prohibida aún subsiste algo de la tradición de China. El pekinés se ve mejor vestido y mejor alimentado que el cantonés, y la comida en Pekín es mucho mejor. Incluso la comida cantonesa que se sirve en esta ciudad es mejor que la servida en Cantón. Los mercados están mejor surtidos y la cantidad de boutiques y concesionarios de autos de lujo es impresionante. Abundancia sin libertad.

Se puede conducir un Maserati de último modelo, portar un Rolex, vestir de Saville Row, hacerse acompañar de una dama vestida de Valentino con un collar de perlas de Mikimoto y vivir en una lujosa villa, pero hay que o ser miembro del partido o callar. Ahora que el partido no es masivo sino una casta, la gente prefiere callar. No todos, naturalmente. Un adolescente me pide hacerse una foto conmigo, en el parque cercano a Tian An Men, buscaba retratarse con un occidental para presumir ante sus amigos. La burla es que los pekineses flacos son en realidad policías que importan de las provincias.

No sólo hay lujo, hay verdaderos recintos amurallados que datan de varias décadas y que ocultan viviendas insalubres donde se albergan miles y miles de chinos en la miseria, muy cerca del turista, pero muy lejos de su mirada, en el mismo centro de Pekín. La mirada indiscreta del viajero las descubre. La diferencia entre viajero y turista es que el viajero se aventura en esos sitios, mientras el turista se dedica a visitar solamente los lugares sugeridos por las guías y el partido, donde ve al sector de mediana edad de la población de Pekín participar en bailes masivos, al parecer una actividad recreativa permitida por el régimen, a juzgar por su omnipresencia en todos los grandes parques, bailan para no pensar y para no quejarse. El baile es como una lobotomía a gran escala en esta ciudad.

Los jóvenes descontentos han perdido toda esperanza de cambio, y no creen en los disidentes permitidos. Aquí los verdaderos disidentes y los verdaderos artistas contestarios no son publicados o tolerados ni por el régimen ni por los disidentes permitidos, la amenaza de ambos se siente como un peso insoportable y es aún más tóxica que la nube de polución que se cierne sobre Pekín. Estos jóvenes sueñan con Australia, Canadá y los Estados Unidos, porque saben que aquí no tienen cabida.

La luminaria disidencial con visos de celebridad local que se gastan por estos lares no respondió a mi llamada para tener una buena conversación. Su oficina dijo que no podían atenderme, porque están muy ocupados. Así es, la disidencia permitida tiene oficinas y atienden sólo si uno tiene la suerte de obtener cita. Curiosamente, en esa oficina trabajan algunos extranjeros. Sorprendente ¿no es cierto? Es una disidencia de cara al mundo, de exportación, a la cual no interesan ni los jóvenes artistas, ni los escritores underground, ni los rockeros, por no hablar de pensadores y artistas de mediana edad que jamás han comulgado con el régimen.

Para ser disidente permitido, y aceptado en el exterior, me aseguran que se tiene que haber estado de algún modo comprometido con el régimen en algún momento. A la disidencia permitida le interesa sólo la disidencia permitida, y son los primeros en denunciar a los verdaderos disidentes, cosa muy familiar.

En Pekín, al extranjero se le trata aún con más desconfianza que en Cantón. Si la referencia en Cantón es Hong Kong, por la cercanía y la presencia de exiliados cantoneses en la ex colonia, en Pekín la referencia es Seúl y Tokio, donde se han exiliado personas de estas áreas del país. La relación con el exiliado es la misma que en Cantón, no saben si les aman, si les odian o si les tienen envidia, lo que sí saben es que tienen dinero que le viene muy bien para disfrutar de una relativa abundancia en silencio político. El conformismo está generalizado, y los únicos actos de "rebelión" son tratar de timar al turista, y manejar como locos.

Hoy en día, el régimen chino se percibe como extremadamente autoritario, y no hay política alguna a nivel de la población, sólo imposiciones, que no se discuten ya que por designio "supremo" estas órdenes son órdenes y no se discuten. A cambio del comercio y la abundancia, los mandarines han prescrito una dieta de silencio, y casi todos los chinos se han acostumbrado a que en boca cerrada no entran moscas... y sólo la abren para comer. Como en el libro Rebelión en la granja, los cerdos se han vestido con las ropas del granjero, y su comportamiento viene a ser muy similar. Estos cerdos del partido son más iguales que el resto y sobre los otros han impuesto absoluta obediencia. Los correctivos no son nada benévolos para quienes se atrevan a tener una opinión diferente.

Internet en China está muy controlada, y mucho del contenido a que estamos acostumbrados en el mundo libre está férreamente censurado, como Google, Twitter, blogs, y cualquier página que los mandarines a cargo del tinglado consideren pertinente bloquear o censurar. Prácticamente los filtros de e-mail cancelan cualquier tipo de mensaje que no se ajuste a las palabras claves predeterminadas por los censores y existen sustitutos locales para Twitter, con mucho control sobre el contenido de los mensajes. El control resulta más severo en Pekín que en Cantón, y se detecta un cierto conformismo o fatalismo con respecto a estos controles.

Pensamientos al vuelo

La diferencia con el chino (generalmente cantonés) emprendedor que se veía en La Habana antes de 1959 es abismal. Tal parece que hubiera una intención manifiesta de negar la imagen del chino trabajador, industrioso y respetuoso de la ley, que progresaba donde quiera que se asentaba y que se integraba a la sociedad, no sólo en el Barrio Chino o en la calle Dragones, sino en todas las facetas de la vida habanera, o de cualquier gran ciudad o pequeño pueblo de cualquier lugar del mundo con un barrio chino. Eso ya no existe aquí.

Quien piense que los cambios llegan automáticamente al instalar grandes compañías americanas o europeas en un lugar atenazado por una dictadura comunista se equivoca groseramente: lo que viene es el esclavismo de estado, un nuevo feudalismo, donde los cabecillas del partido hacen las veces de señores y la totalidad de la población está en el más abyecto vasallaje. China es prueba de ello.

La desidia, el desprecio por el cliente extranjero -rayano con el racismo y el chauvinismo- son patentes hasta en los restaurantes de comida rápida americana. Lo mismo se puede decir de otros negocios. La industria parece salida de una pesadilla orwelliana y la contaminación ambiental pesa sobre las cabezas de los habitantes de Pekín. El dinero es la única religión y el individualismo creativo no existe, sólo el egoísmo despiadado. Mientras la marca Made in Hong Kong garantiza que el producto tiene calidad y precisión, la marca Made in China es sólo indicador de que el producto es una baratija, como las que se encuentran en el mercado mayorista pekinés, donde los letreros están escritos en chino, árabe e inglés.

China también tiene pueblos cancerosos, donde por la contaminación ambiental y la contaminación de los alimentos y el agua hay una altísima incidencia de cáncer y malformaciones congénitas. La más reciente crisis occidental provocó el cierre de infinidad de fábricas y el aumento desmedido del desempleo. Y numerosas ciudades construidas alrededor de estas fábricas se convirtieron en ciudades fantasmas.

Mucho cuidado con los proponentes de las maravillas del 'modelo chino'.

Charlie Bravo
Foto: Tomada de El Periódico de Catalunya.

lunes, 5 de agosto de 2013

Crónicas de viaje: De Hong Kong a Pekín (I)


A modo de introducción: En mayo y junio de 2013, Charlie Bravo y su esposa estuvieron varios días recorriendo localidades de Hong Kong y China. Todos los gastos los costearon de su bolsillo. Charlie nació en La Habana y desde hace veinte años vive en Estados Unidos como refugiado político. A diferencia de los opositores, periodistas independientes y blogueros residentes en Cuba, que gracias a la reforma migratoria puesta en vigor por el régimen el 14 de enero de este año, han podido viajar a Estados Unidos y otros países, Charlie fue tomando notas y cuando regresó a su casa, se sentó en la computadora y redactó este excelente testimonio. Originalmente lo tituló Tras el muro y el bambú, pero me tomé la licencia periodística de cambiárselo. Sirva su ejemplo a esos disidentes que viajan a costa del dinero desembolsado por otros, y lo menos que pudieran hacer es plasmar en blanco y negro sus experiencias. Tania Quintero

* * * * *

Después de 16 horas de vuelo se llega a una de las grandes metrópolis del Asia contemporánea, donde la expresión 'lujo oriental' es algo redundante: si es lujoso, y oriental -sin que por un instante falte lo occidental- entonces usted está en Hong Kong. Las diversas islas y otros territorios que conforman Hong Kong fueron absorbidos de facto por la China comunista a partir del 1 de julio de 1997 con la expiración del arriendo del enclave británico. La población decididamente anti-Pekín ha sobrevivido todo estos años gracias a su ingenio y su tesón.

Es una ciudad extensa, con gran densidad de población y con áreas verdes maravillosas. Grandes boutiques de lujo sirven a los habitantes y al turista, y al lado de éstas hay callejones con mercados tradicionales asiáticos, el pescado y el marisco, el huevo, la carne, los vegetales y productos tradicionales se ven por todas partes, al lado de restaurantes microscópicos que presentan sus platos con una presencia y calidad que provocan la envidia de los más exclusivos restaurantes de lujo.

La cocina local es excelente, abundante, la presentación es exquisita y la atención es impresionante. En Hong Kong todo el mundo parece amistoso y tranquilo, con excepción de la anciana que se molestó de mala manera cuando quise fotografiar a su gata, que comía tranquilamente en su tarima del mercado. Paso por el hotel Mandarín Oriental y me doy cuenta que el nombre le viene muy bien al chino viejo de Birán, Raúl Castro, el vice dictador suplente de Cuba.

Las cocinas de los restaurantes de esos callejones tan típicos de las viejas películas de Bruce Lee parecen salidas de la obra de Dickens en los días de la revolución industrial: son pequeñas, claustrofóbicas, humeantes y con las llamas que salen del wok (sartén típica asiática, abombada en el fondo, hechas de acero y hierro fundido) cuando se incendia el aceite o riegan los ingredientes con licor de jengibre. Uno puede pasar por la más pintoresca y estereotípica escena hongkonesa, o frente a uno de los más exclusivos joyeros del mundo o un importante banco y todo está limpio, con abundantes arreglos florales.

Una visión típica es la del propietario del pequeño negocio barriendo constantemente fuera de su local y la de los verduleros de los mercados al aire libre, que limpian todo como posesos. Otro de los contrastes más interesantes son los andamios de construcción hechos de varas de bambú. Nada más curioso que este antiguo método empleado para escalar por la piel de edificios modernos. Se ven muchas mujeres que vienen a trabajar como domésticas y niñeras, filipinas e indonesias, que pasan sus días de asueto en los parques de la ciudad. Pero la historia de éxito entre los inmigrantes pertenece a los 'boat people' vietnamitas, sumamente emprendedores.

El hotel donde nos hospedamos está en la península de Kowloon, llamada "the dark side" por las guías turísticas, no sin razón, ya que es la meca de comerciantes árabes, africanos, malayos, paquistaníes, indonesios e hindúes, dedicados a la venta de artículos falsos que sólo compran los turistas, para disgusto de los nativos. Uno de ellos trató de venderme copias de artículos de lujo a la vez que pretendía tenderme una encerrona para estafarme. Quitarlos de encima no es nada fácil, por lo persistentes que son.

En Hong Kong la única nota discordante la dan estos personajes y una lujosa boutique, de cuyo nombre no quiero acordarme, que vende unas cajas pintadas bajo un nombre francés con la jeta del Che Guevara sobre ellas, que al grito de izquierdosos de todos los países uníos -pero claro, bajo la protección y la abundancia capitalista- americanos de la izquierda trasnochada jadean orgásmicos.

Tengo que hacer la pregunta, porque los paralelos no pueden ser más evidentes. Y la respuesta es no: los habitantes de la China comunista no pueden ir libremente a Hong Kong, los comunistas aún patrullan armados las fronteras, para impedir que un pobre cantonés se dé a la escapada. Y sí, los hongkoneses mandan remesas a sus familiares y amigos en China y además invierten en los negocetes privados de éstos desde Hong Kong. No, no se permite la emigración de China a Hong Kong, y el que tenga la suerte de casare con un residente de la ex colonia es afortunado, pues recibe los mismos privilegios que un hongkonés nativo.

Por otra parte, el chino de China pasa más tribulaciones (que Jean Paul Belmondo en su película) para poder visitar Hong Kong. Solo los jerifaltes del partido, infiltrados y familiares de los residentes de la ex colonia son los que pueden hacer el viaje. Naturalmente, Pekín ha instalado una élite en Hong Kong, para chafarle y chuparle los recursos. El hongkonés les conoce hasta por el caminado y así lo señalan.

No puedo menos que pensar que cuando Carlos Alberto Montaner desea que Cuba sea como Hong Kong no se da cuenta que ya Miami es para Cuba como Hong Kong a la China Roja, con el mismo tipo de relación. Las dos dictaduras comunistas -la china y la cubana- en estos enclaves de exiliados, se dedican a sacarle hasta el tuétano de los huesos, a los exiliados y sus descendientes. Montaner, sin embargo, pierde la perspectiva.

El modelo para Cuba no puede el de Hong Kong ni el de Singapur o Macao, tendría que ser el modelo de la prosperidad precastrista actualizado con los avances en ciencia, cultura, tecnología y, sobre todo, con valores y principios. La recuperación del modelo que funcionaba antes de 1959 es lo que tendría que lograrse, y ya el modelo de prosperidad existe en Miami. Y la relación de esta ciudad con Cuba es lo mismo que se ve aquí con la voraz China. Si se descuidan, los chupan.

Luego de varios días en Hong Kong, maravillándome de la cultura culinaria, después de ver un pato amarillo gigante de goma en la bahía, y del agradable pasear por una ciudad donde los habitantes caminan por pasarelas modernas y por empinados callejones, y por los parques y jardines tradicionales y de la cultura china que se respira, doy el salto a lo que dejé hace más de veinte años detrás: estoy en la estación del tren con destino a la ciudad de Cantón, en la China roja.

La estación de trenes en Hong Kong es luminosa, ordenada y precisa. Hay trenes a las áreas rurales del antiguo protectorado, y un área reservada a "los viajes a China" tal y como la hay en el aeropuerto de Miami para los viajes a Cuba. Cambio la moneda local y muestro los billetes con la efigie de Mao a un simpático vejete que nos ha acompañado y quien se los lleva a ambos lados de la frente, saca la lengua y se lanza en una microdanza diabólica. La mayor parte de los visitantes a China la forman los comerciantes de pacotilla falsa, que van a Cantón a avituallarse de sus mercancías, una buena parte son turistas ideológicos americanos y europeos, que van a insuflarse una manguera de ideología nostálgica maoísta por el más recóndito de sus agujeros, y una buena parte son hongkoneses que van a llevar dinero o regalos a sus familiares.

También están los chinos que regresan al redil, con cantidades industriales de papel sanitario, muy simbólico, claro. Entre ellos un empresario de Cantón, que aprovecha para hacer negocios por su cuenta en Hong Kong y esconder dinero fuera. Conozco a una chica que, en la primera parada del tren en la ciudad de Shezhen, se bajará a dos cosas: a ver a un traficantes de libros occidentales impresos en China y a ver a la manicure, a la que lleva esmaltes y productos de moda. Pasamos la frontera. Lo anuncia un guardia hosco, con un uniforme tres tallas más grandes, sucio y ajado, frente al emblema rojo de la hoz y el martillo recién (re) pintado sobre un cochambroso muro. La inscripción maoísta debajo del emblema está descolorida y borrosa, como de otra época, pero ahí sigue diciendo que todavía es vigente, aunque de modo solapado.

El recorrido en tren de Hong Kong a Cantón estuvo marcado por un fuerte contraste. Antes de cruzar la frontera, los campos se veían bien trabajados y organizados, con casas de campo sin lujos, pero bien construidas, y con vehículos de trabajo aparcados frente a ellas, los campos seguían trazos geométricos bien determinados. Después del cruce, los campesinos se veían desnutridos y al lado de los terrenos tenían sus chozas, hechas con materiales de desecho. Los sembradíos más bien parecían conucos que campos de producción agrícola organizada. Desde el tren se veían militares en motocicletas y otros vehículos anticuados y, de tanto en tanto, un pueblo polvoriento. En la distancia, algunas casas de dudoso lujo, con entradas flanqueadas de palmas reales, evidentemente propiedad de algún que otro magnate partidista, y muchos bloques habitacionales prefabricados con ropa colgando por todas partes. El cielo, gris y plomizo: ya nos acercábamos a la nube de contaminación ambiental que se cierne sobre la ciudad de Cantón, por las industrias que se ceban del trabajo esclavo promovido por el régimen como una de sus grandes ventajas en los negocios.

La estación de trenes es un espacio desproporcionado, gigantesco, con un eco horrible. Me recuerda una escena cinematográfica de la novela 1984, de George Orwell. Pasamos bajo un domo enorme, y un tipejo uniformado se ofreció a llevarnos las maletas y un taxista ilegal a llevarnos hasta el hotel. La estación, hasta entonces vacía, pareció llenarse de repente de una enorme cantidad de personas. El taxista condujo como un poseso en medio de una ciudad oscura y lluviosa. Llegamos al hotel, un enclave para turistas, de un gran lujo, en contraste con la ciudad que le rodea, pobre y sucia. Sensación de déjà vu, recuerdos.

Guangzhou, que es el nuevo nombre de Cantón según la pronunciación local, se vislumbra desde la ventana del hotel. Si en la noche era simplemente oscura y desolada, con figuras que se deslizaban de un lado a otro en los callejones y con peatones cruzando la calle entre un tráfico no muy abundante, en la mañana la visión es otra. Gris, plomiza, desde la cúpula de polución que se cierne sobre la ciudad, hasta el color de los edificios, y el ánimo general de los transeúntes. Todo es gris. El tráfico es caótico, las líneas que demarcan las sendas están ahí como elementos decorativos solamente, los autos y autobuses las ignoran. Los intermitentes no se usan, y los taxistas van a la carga contra peatones y ciclistas. Se ven pocos ciclistas, hasta las bicicletas están escaseando en esta ciudad. Regresamos al hotel.

Una manada de prostitutas colombianas está en tratos con pacotilleros musulmanes, como nos había dicho antes un piloto americano. Los árabes no parecen ser muy generosos con las prostitutas, y éstas piensan que no hay una actuación estelar de los machos musulmanes que merezca un precio de amor, más bien piensan que deben pagar un poco más por la molestia. Los habitantes de la ciudad tienden a ser toscos, mal encarados y alérgicos a la sonrisa. Claro está, viven bajo una terrible dictadura, con carros jaulas minúsculos aparcados en las esquinas, listos para 'sacar de paseo' a cualquiera.

El extranjero no escucha la palabra 'Gracias' de nadie, todo el mundo piensa que estamos aquí para dispensar dinero a diestra y siniestra por servicios inexistentes. Todo el mundo aquí parece necesitar con urgencia una ducha y una muda de ropa limpia, más un plato de comida decente y caliente. Los mercados agrícolas, sin productos locales, sólo con alimentos preempacados de dudosa calidad, pero con mucho color en las etiquetas -y quizás una buena cantidad de productos químicos bajo la cáscara. No hay un mango ni un higo, ni un mamey ni un aguacate a la vista, ni una mazorca de maíz, ni un ajo, todo esto lo hay en versión de economía centralizada en tres o cuatro paquetes demasiado cercanos a la fecha de vencimiento. Ni hablemos de la ausencia de pescados o mariscos, cerdo o carne de res. Ni de la oportunidad de cazar o pescar para llenar el caldero, salvo la pesca de la claria cantonesa o similar en los muy contaminados ríos y canales locales. Los supermercados están medianamente surtidos de productos de tercera o cuarta calidad.

La policía con sus uniformes demasiado grandes campea por todas partes, e internet está espiado por completo. Esta gente tiene hambre, siembran unos matojos en sus techos o sus balcones para suplementar la dieta que pueden poner en la mesa entre remesa y remesa de Hong Kong, pero a la vez desprecian a los hongkoneses y dicen que no son la verdadera China. Esta es la verdadera China, la de personas que no miran a los ojos al hablar, que mienten a conciencia y que temen a la libertad. Eso es, tienen miedo de la libertad y lo que ésta significa, es mejor esperar que el amigo o pariente en Hong Kong mande más dinero para servir falsa comida española en un falso restaurant español con un falso chef español. Llamo para hacer una reservación y el 'chef Antonio' es un fantasma inexistente.

La comida local, cantonesa como la de Hong Kong, es pésima, a diferencia de la de Hong Kong que es exquisita porque es cocinada con amor y servida con arte. Esta comida es una mezcla de fritanga y hervidura tirada como quiera en un plato grasiento. Así y todo, la propietaria me grita en la cara que esto es China, que Hong Kong es una China falsa. Qué cara tiene me digo, luego que ha exprimido a su familia o amigos del otro lado de la línea fronteriza para que le monten este tinglado. Salgo convencido que la verdadera cultura cantonesa está en Hong Kong, y también allí está la verdadera cultura china. Y la verdadera cocina. En Hong Kong tienen una academia de la lengua cantonesa y todos los colegios enseñan mandarín y cantonés, aquí solo se enseña el mandarín, como mandan los mandarines de Pekín.

Ya es de noche y por todas partes se ven chicas jóvenes. Pese a la política de un solo hijo y el rechazo a las niñas, me doy cuenta que sí bien en el campo quieren niños para que trabajen la tierra, mucha de esta gente quiere niñas para ver si se casan con un extranjero o un hongkonés, no para salir de este infierno, sino para atraer al extranjero a este infierno y montar un negocio que permita la subsistencia. No se atreven a ser libres, los únicos actos de rebelión que se atreven a llevar a cabo son cruzar la calle por cualquier sitio, conducir como cretinos sonámbulos, y pasar por encima a cuanto extranjero vean con sus oxidadas bicicletas.

La ciudad es una amalgama de edificios deformados por caóticas tuberías que bajan por las fachadas: donde quiera que hay baños, hay tuberías que bajan por toda la fachada, hay plantas por todas partes, ni una sola flor ni una sola fruta. El único color en los edificios despintados lo pone la ropa en las tendederas, todo de color muy triste, de un color río sucio, como el de un canal que atravesamos para ver Shaiman Island, el enclave europeo del siglo XIX, que es hoy un lugar triste y desolado con la sola excepción de la tranquila y desierta misión católica y un parque vigilado por policías y esbirros de civil. Nadie se atreve a saludar a un extranjero.

Regresamos al hotel, pues nadie sabe dónde está la parte vieja de la ciudad, ni los jardines tradicionales, y nos gritan "no photos, get out of here". En un par de lugares vemos unas cuantas ruinas de viejos caserones entre los míseros rascacielos, las colmenas de esclavos típicas del comunismo. Entre la maleza de lo que debió ser un huerto popular maoísta, se ven las ruinas de una muralla histórica a la cual han arrancado piedras y tejas para construir no se sabe qué cosa, todo está enrejado, la sensación de opresión es pesada e insoportable. Todo es gris, las dictaduras se viven en blanco y negro. Al otro lado, al final del éxodo, la vida cobra color.

Personajes con pinta de 'segurosos' se ofrecen para darnos giras por la ciudad, previo pago de varios cientos de yuans. No se atreven a aceptar pagos en dólares de Estados Unidos o de Hong Kong. Tiene que ser la moneda local, con la efigie de Mao. "No, gracias, vamos a todos lados por cuenta nuestra", respondemos. Es la única ciudad del mundo de todas las que he visitado en que los taxistas no hablan con sus pasajeros, ni siquiera lo intentan. Es una ciudad deprimente.

Un lugareño me dice que han sembrado palmas reales como las de Cuba, la isla que no se toca. O la dictadura que no se toca, le corrijo al chino. Es un hombre de a pie, que ni bicicleta tiene, y está trabado en la contradicción de odiar a Hong Kong y pedir que le manden dinero para sobrevivir. Y ni hablar de unos 'Buenos días', o de la palabra 'Gracias'. "Qué es lo que quiere", ladrado en la cara, parece sustituir al saludo. El lugar de 'Gracias' lo ha tomado la expresión 'Ok', como si automáticamente merecieran cualquier cosa que reciben. Nada se mueve sin un "regalo". Muy sintomático también que algunas banderas tienen un compresor que les sopla aire para que ondeen permanentemente y en la dirección deseada. Ni el viento es libre.

Mientras tanto, el periódico del partido -en inglés y para turistas- como gran historia de éxito propone la saga de una campesina que "ha llegado, que se ha hecho". La pobre mujer ha tenido éxito como criada para chinos ricos y extranjeros, y exhorta a las mujeres sin educación universitaria a "emprender una carrera en el servicio doméstico con la gran oportunidad de aprender a cocinar platos occidentales y quizás aprender otro idioma", pero con la misión de enseñar a los extranjeros los "valores chinos". Vaya valores, donde la vida de un niño vale tan poco que su suerte está echada por la política de "un matrimonio, un hijo", que la cúpula partidista no la ve como algo que ellos tengan que cumplir. Esas imposiciones son para el populacho esclavo.

Un carrera muy próspera de la cual no habla el periódico es la de matón a sueldo: por el equivalente de 32 dólares americanos, un matón viene del campo, hace su trabajo y liquida al que sea. Muchos 'segurosos' retirados se dedican a esto. Al cabo de un par de días por la calle, comienza uno a distinguir al 'seguroso' por los zapatos y las gafas de sol Ray Ban. Una manera de dejarles saber que ya uno se ha dado cuenta de que andan tras de ti es decirles "nice shoes" o "cool glasses". Nada les molesta más que se rían de sus zapatos de 'segurosos'. Estos mismos personajes se encargan de controlar la prostitución con rusos y africanos, además del negocio de los mendigos, a los cuales instalan en lugares céntricos y al final del día le quitan el poco dinero recogido.

Una carrera desdichada, sin dudas, es la de rockero, especie social vigilada por los cuatro costados y última carta de la baraja chinesca. En el mercado de guitarras uno puede encontrar cualquier cosa, desde falsificaciones a guitarras hechas en China por Fender y Gibson bajo los marcas de Squire y Epiphone, sin que sorprenda mucho. Hay otras que tambien son fabricadas aquí por esas marcas bajo su nombre propio aunque no para la venta local. Aparecen, y con precios muy similares a los de los Estados Unidos, pero sin número de serie. Los instrumentos también son de una procedencia imprecisa. El chico de la tienda lo escucha todo, listo para en cualquier momento dejar todo atrás. La chica del café sueña con un buen hombre que la rescate del tedio en que se vive en Guangzhou.

Charlie Bravo
Foto: Dulcería en el hotel Mandarin Oriental de Hong Kong.

viernes, 2 de agosto de 2013

"La Reina de Cuba" (III y final)


Para Lucy Montes, la detención de su hermana Ana fue humillante. A Tito y ella les preocupó la posibilidad de perder sus puestos en el FBI, y sintieron sucesivas oleadas de indignación. Pese a eso, durante casi una década, Lucy pensó que no servía de nada hablar en contra de ella. “Me pareció mejor ser simplemente su hermana, no juzgarla ni sentenciarla”.

Sin embargo, a finales de 2010, Ana se excedió. Desde su celda en una prisión de Texas, escribió una carta llena de furia en la que sugería a Lucy que fuera a ver a un psicólogo para librarse de la ira latente que la inundaba. Semejante hipocresía fue la gota que colmó el vaso. “He pensado que ha llegado el momento de que te cuente exactamente qué pienso de ti”, respondió Lucy el 6 de noviembre de 2010, en una carta de dos folios que mostró a este periodista. “Nunca te lo había dicho porque... me parecía una crueldad, contigo en la cárcel. Pero debes saber lo que nos has hecho a todos nosotros”.

Lucy empezaba mencionando a su adorada madre, Emilia. “Tienes que saber que has arruinado la vida de mamá. Cada mañana se levanta destrozada por lo que hiciste y por dónde estás”. No bastó, seguía Lucy, con que su madre “estuviera casada con un hombre violento durante 16 años y criara a cuatro hijos sin ayuda. No, tú has tenido que arruinar sus últimos años, cuando debería poder vivir contenta y en paz”.

Luego pasaba a hablar de los más próximos a Ana. “Traicionaste a tu familia, traicionaste a todos tus amigos. Traicionaste a todos los que te querían”. “Traicionaste a tus colegas y tus jefes, y traicionaste a nuestro país. Espiaste para un megalómano perverso que entrega o vende nuestros secretos a nuestros enemigos”.

Por último, Lucy deshacía las manidas justificaciones de Ana. “¿Por qué hiciste lo que hiciste, de verdad? Porque te daba la sensación de ser poderosa. Sí, Ana, querías sentirte poderosa. No eres ninguna altruista, no te preocupaba “el bien común”, te importabas tú. Necesitabas tener más poder que otras personas”, era la conclusión de Lucy. “Eres una cobarde”.

En las entrevistas, Lucy se niega a disculpar a su hermana. Aunque su difunto padre tenía un genio aterrador, Lucy también recuerda que era un hombre compasivo y con sólidos valores. “Crecimos todos en el mismo hogar, tuvimos los mismos padres, así que no se puede achacar todo a lo que pasaba en nuestra casa”, dice. “Si hay algo que nos enseñó mi padre es el respeto a la ley y la autoridad. A mí no me se pasó jamás por la imaginación que mi hermana pudiera hacer algo semejante, porque no nos educaron así”.

En la actualidad, Ana Belén Montes vive en el Centro Médico Federal Carswell de Fort Worth, en una galería de 20 presas reservada para las criminales más peligrosas del país. La podían haber acusado de traición, que implica pena de muerte, pero se declaró culpable de espionaje a cambio de una condena de 25 años. Le quedan aún otros 10 años. “Por lo visto es un ambiente espantoso”, explica Lucy. “Dice que es como estar en un manicomio”.

Los servicios de inteligencia y del ejército de Estados Unidos han dedicado años a evaluar las consecuencias de los delitos de Montes. En una vista celebrada en 2012 en el Congreso, la responsable de esa evaluación declaró que Montes fue “una de las espías más dañinas de la historia de Estados Unidos”. La antigua directora del servicio nacional de contraespionaje Michelle Van Cleave explicó a los congresistas que Montes “puso en peligro todos los programas de obtención de informaciones” que se utilizan para espiar a las autoridades cubanas y que “es probable que las informaciones que transmitió contribuyeran a la incapacitación y la muerte de agentes americanos y proamericanos en Latinoamérica”.

Las estrictas reglas penitenciarias impiden que Montes hable con periodistas ni otras personas, aparte de unos cuantos amigos y familiares. No obstante, en su correspondencia privada, se niega a pedir perdón. Su labor de espía estaba justificada, dice, porque Estados Unidos “ha hecho cosas terriblemente crueles e injustas” al Gobierno cubano. “Debo guardar lealtad a los principios, no a un país, un Gobierno ni una persona”, escribe en una carta a un sobrino adolescente. “No tengo por qué ser leal a Estados Unidos, ni a Cuba, ni a Obama, ni a los hermanos Castro, ni siquiera a Dios”.

Lucy Montes sabe lo que es la lealtad. Cuando Ana salga de la cárcel, el 1 de julio de 2023, ella estará esperándola. Le ha propuesto que viva en su casa durante unos meses, hasta que se organice. “Lo que hizo no tiene nada de aceptable. Pero, por otra parte, creo que no puedo darle la espalda, porque es mi hermana”.

Jim Popkin
El País, 27 de abril de 2013.
Foto: Tomada de El País, cortesía de la familia. Ana Belén Montes, con su familia en un centro de entrenamiento del FBI en Quantico en 1989. De izquierda a derecha, su padre, Alberto; Ana; su hermana Lucy; su cuñada Joan y su hermano Tito.