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lunes, 29 de septiembre de 2025

Juan Emilio Fríguls, una crónica para la historia

 

Hace mucho tiempo que tenía pendientes estas palabras, en deuda permanente con un maestro, un mentor y un amigo inolvidable que se llamó Juan Emilio Fríguls (1919-2007). El 3 de agosto de 2025 estaría cumpliendo 106 años, una cifra que parecía alcanzable para un hombre de bien, que practicó siempre la bondad como estrategia de vida y que compartía la cotidianidad profesional con la serena alegría de un patriarca adelantado al porvenir.

Fríguls fue el laico católico más conocido en la Cuba republicana y prolongó su preeminencia como reportero de asuntos religiosos y coberturas culturales en los años en que el periodismo cubano descarriló sus rumbos y se torció en propaganda celebrativa tras la estatización de los medios de comunicación, en 1960. Aún así, la conducta de Fríguls mantuvo un esmero, una contención expresiva y un apego al compromiso ético que le permitieron sobrevivir en tiempos difíciles con una dignidad periodística realmente modélica.

Lo conocí en el verano de 1983, cuando apenas acaba de graduarme de periodista, asistiendo a una conferencia de prensa sobre conservación patrimonial. Desde entonces la admiración, las coincidencias de criterios, y hasta los rasgos físicos y de personalidad que compartíamos –en el gremio llegué a ser honrado con el calificativo “el joven Fríguls”– nos acercaron entrañablemente.

Fríguls tenía un particular don para entender y sintonizar con la gente joven, de manera que se convirtió en una figura de devoción en nuestro grupo íntimo de amigos, transitando por la historia y la intrahistoria, el costumbrismo, el vasto conocimiento de los personajes habaneros (El Caballero de París, Bigote de Gato, La Marquesa et al) y, obviamente, la actualidad nacional, puertas adentro del inefable hermetismo oficial.

Fríguls fue el caballero de la decencia, el hombre que sabía demasiado en una Habana en tránsito a la decadencia, en un país enquistado en la mentira y el triunfalismo. Lo sabía, lo comprendía, lo conversaba en privado, y solía sonreír con la sapiencia que se percibe por encima de las palabras y las declaraciones de fe, sin necesidad de verbalizarlas. El prontuario periodístico de Fríguls es tan excepcional que a veces nos resulta difícil imaginar lo que este hombre fue capaz de cumplir y establecer un legado con tanto magisterio.

Ingresó muy joven en el Seminario de Derecho Diplomático, pero abandonó la carrera al enterarse del nacimiento de la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling” y su primera convocatoria, lanzada en 1942. Se graduó oficialmente cinco años después, pero desde antes de titularse sus columnas sobre catolicismo y sociología religiosa ya salían en el periódico Información, y en 1947 pasó a encargarse de la sección “Catolicismo” en el Diario de la Marina.

Colaboró con la mítica sección En Cuba de la revista Bohemia, fue reportero de la no menos legendaria Unión Radio, de Gaspar Pumarejo, y se desempeñó también como corresponsal de National Catholic Welfare, con sede en Washington DC, que antecedió a la agencia Zenit News del Vaticano. Entrevistó a los papas Pío XII y Pablo VI, dio en primicia para Cuba y el mundo la muerte del líder ortodoxo Eduardo Chibás (1907-1951), y tuvo un rol destacado en la mediación de la Iglesia Católica ante el gobierno de Fulgencio Batista para proteger la integridad de Fidel Castro y otros asaltantes del Cuartel Moncada, en 1953.

Fue columnista también del diario habanero El Mundo, dirigió las ediciones juveniles de la Imprenta Nacional de Cuba, por encargo de Alejo Carpentier, y en las últimas décadas de su ejecutoria periodística se erigió en un pilar noticioso en Radio Reloj.

El periodista e historiador Orlando Márquez, quien realiza una extraordinaria labor de rescate y preservación de la memoria histórica cubana en su blog Otra Palabra, ha relatado en detalle la misión que el Cardenal Manuel Arteaga, arzobispo de La Habana, le encomendó a Fríguls con destino a Santiago de Cuba, donde lo esperaría monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo de la Ciudad.

Fríguls voló la noche del viernes 31 de julio de 1953 desde el aeropuerto militar de Columbia, en La Habana, en un avión militar para realizar su gestión, con la anuencia de la familia Díaz-Balart, que había acudido a Monseñor Arteaga como única esperanza para salvar al máximo responsable del ataque armado. La crónica que escribió Fríguls al cabo de su compleja gestión apareció en la portada del Diario de la Marina el 5 de agosto de 1953 y fue reproducida por múltiples publicaciones y emisoras radiales, dado su contenido exclusivo.

Juan Emilio Fríguls fue un amigo insuperable, virtuoso y magnánimo, que entró en la gloria de la mano de su fe, sus convicciones de servicio público y su profundo amor por Cuba.

Wilfredo Cancio Isla
Texto y foto: Café Fuerte, 3 de agosto de 2025.
Leer también: Juan Emilio Friguls.

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