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lunes, 9 de septiembre de 2024

El español a quien tanto debe la economía cubana

Sin azúcar no hay país, pero solo con azúcar no habría desarrollo. A esa conclusión llegó el economista español Julián Alienes Urosa, luego de haber estudiado la economía cubana y su sometimiento extremo a la industria azucarera de los años 40 y 50 del siglo pasado. Fue una conclusión sabia y certera. También fue una advertencia que el tiempo convirtió en realidad porque la economía cubana ha sido, con azúcar y sin ella, un desastre sin par durante los últimos 60 años.

Urosa no era adivino, pero vio cómo se cuajaba la ruina de Cuba. Así que hizo sus maletas y regresó a su España natal al triunfar la revolución de 1959. Prefirió vivir, trabajar y morir bajo la dictadura de Francisco Franco por muy mala que haya sido, y a pesar de haber servido al ejército que la combatió.

Julián A. Urosa nació el 25 de agosto de 1909 en Madrid, donde estudió para Intendente Mercantil en la Escuela Superior de Comercio. Al graduarse en el año 1932, aseguró una plaza como profesor ayudante en esa misma institución. En el año 1936, casi se hizo de la catedra de Economía de no haber sido por la Guerra Civil española. Se enlistó en el ejército republicano, donde ejerció como banquero, pero pronto lo promovieron a jefe superior del Servicio Central de Inspección Económica de Madrid. Urosa llegó a ser capitán del ejército republicano español.

Al finalizar la guerra civil, Urosa emigró a Cuba, luego de haber vivido en Francia durante casi un año. Allí rápidamente encontró trabajo como profesor de matemáticas y otras asignaturas en la Asociación Hispano-Cubana de Cultura, que Don Fernando Ortiz dirigía. Después fue a trabajar a la Cámara de Comercio, donde laboró por siete años. Fue en la Cámara donde comenzó a destacarse por los informes mensuales y anuales titulados La economía cubana que él preparaba, y que incluían observaciones sobre lo que hoy conocemos como risk management (gestión de riesgos). En ese sentido, Urosa fue pionero, al menos en Cuba.

Si bien el doctor Felipe Pazos es reconocido como el fundador el Banco Nacional de Cuba (BNC), fue Urosa quien condujo y preparó los estudios de viabilidad del BBC que la Cámara de Comercio y el Ministerio de Comercio de Cuba habían solicitado. Le tomó tan solo siete días preparar la propuesta de creación del BBC, y también fue él quien defendió exitosamente esa propuesta frente al Senado cubano. Y cuando el BNC fue finalmente inaugurado, el doctor Pazos lo nombró jefe de la Oficina de Servicio de Estudios (OSE) del BNC, deduzco que en reconocimiento a su labor y su talento.

Además de Urosa, la OSE estuvo integrada por los economistas keynesianos Claudio Escarpenter, Concepción Rodríguez Betancourt y René Montserrat, siendo Urosa el más keynesiano de todos ellos. Está de más decir que entonces la OSE y sus recomendaciones tenían un carácter netamente keynesiano. Desde esa Oficina, Urosa y su triunvirato de economistas asesoraron, directa e indirectamente, a banqueros, industrialistas y gobernantes cubanos, quienes siempre estaban preocupados por las altas y bajas del precio del dólar y de las tasas de interés dictadas desde la Reserva Federal estadounidense, todo lo cual afectaba la hoja de balance (débitos, créditos, deuda) del empresariado cubano por estar tan atado al mercado estadounidense.

Urosa fue un experto en tipos de cambio de monedas en el mercado mundial, y ya por entonces aconsejaba alternativas al dólar estadounidense. Es que había, de facto, una dualidad de monedas (peso cubano y dólar) y una cuasi paridad entre ambas en el mercado cubano. Urosa razonó que tanto la dualidad como la paridad eran temporales, y que a largo plazo el empresariado azucarero sufriría y tendría, como siempre, que acudir al gobierno cubano para que negociara con el estadounidense. Solo que al gobierno cubano cada vez le era más difícil lograr concesiones y ventajas económicas de los Estados Unidos.

Puede que haya sido coincidencia, pero, en general, el período 1940-1959 fue el más fructífero de la economía cubana. Durante ese período, muchos factores, como el precio del azúcar, sin duda contribuyeron al crecimiento económico en Cuba. Pero también hay que destacar el asesoramiento que Urosa y su triunvirato dieron al empresariado, la banca y los gobernantes de turno. Aparte de sus obligaciones en el BNC, Urosa se desempeñó como director del Instituto Cubano de Investigaciones Tecnológicas de Cuba, profesor de Economía Política en la Universidad de La Habana y miembro de la Dirección de Asuntos Económicos del Ministerio de Estado. En agradecimiento, el presidente Grau San Martín otorgó a Urosa la Orden Carlos Manuel de Céspedes, la condecoración más alta que ofrecía el gobierno cubano por aquel entonces.

La literatura cubana sobre economía era escasísima por aquellos tiempos. Eran poquísimos los que escribían sobre ese tema, y quienes lo hacían no eran economistas sino historiadores. Los títulos publicados no pasaban de la veintena, y casi todos abordaban la azúcar y la industria azucarera como tema central. En esa bibliografía se destacaron Luis V. Abad y su Azúcar y can caña de azúcar; Fernando Agete y su Apuntes sobre la evolución de las variedades de caña en Cuba y Ramiro Guerra con Azúcar y población en las Antillas. Algunos escribieron además sobre el tabaco y los ferrocarriles, pero con poco éxito.

Urosa publicó muchísimo y superó a todos y a sí mismo, al optar por temas y técnicas investigativas diferentes. En primer lugar, fue uno de los primeros en escribir sobre la industria no azucarera cubana, provocando la ira de los azucareros. Retó la mítica frase “sin azúcar no hay país” del hacendado José Manuel Casanova, y eso fue como un sacrilegio. Pero para Urosa era evidente que el potencial de esa industria era limitado a largo plazo. Y estaba el hecho de que las negociaciones con el gobierno estadounidense sobre el precio de la azúcar y la cuota azucarera eran cada vez más tensas, y a Cuba, repito, le costaba mucho obtener ventajas y, cuando las lograba, eran casi siempre a costa de la industria no azucarera. Urosa ofreció una solución novedosa a los empresarios no azucareros: crear un mercado doméstico para sus productos, aprovechando que la población cubana crecía rápida y sostenidamente.

Al principio, escribió desde el punto de vista institucional, desde el institucionalismo, de por sí una novedad entre los economistas cubanos en aquellos años. Podemos citar La economía nacional de Cuba (1941), La economía cubana e inversiones internacionales (1942) y el Censo del año 1943 (1948) entre otros. En este último precisamente, Urosa expuso la factibilidad de un mercado doméstico para la industria no azucarera, basado en el crecimiento de la población cubana. En ese análisis, ya él comienza a utilizar matemática y estadística para tratar temas como la macro y microeconomía, importaciones y exportaciones, sistemas de seguros y estructuras de comercio, préstamos y tasas de interés, entre otros.

En 1950, publicó Características Fundamentales de la economía cubana. Se trata, básicamente, de una colección de ensayos que él había preparado para impartir clases y conferencias. Es un libro difícil de leer debido al uso abultado de análisis estadísticos, pero también es un estudio sin par y además pionero dentro de la escuela de economía cubana. Para muchos, constituye el tratado de economía cubana más importante de la época y que aún mantiene vigencia. Por mi parte, recomiendo leer Tesis sobre el desarrollo económico de Cuba, publicado en la Revista Bimestre Cubana en 1951.

Urosa no era de meterse en política. Seguramente tuvo opiniones, como es natural, pero no se le recuerda por haber criticado, al menos públicamente, a los gobiernos y gobernantes cubanos, al menos no mientras vivió en Cuba. Quizás evitó hacerlo por ser inmigrante, o bien para proteger la integridad de sus análisis económicos y por respeto a su profesión. Consideró que no trabajaba para ningún partido político en particular, sino para la economía cubana en general, y por tanto debía ser imparcial, mantenerse al margen de la política y someterse estrictamente a lo que datos y números le indicaban. Urosa trabajó por más de 15 años para gobiernos auténticos y ortodoxos por igual, así como para el de Fulgencio Batista, quien solía asociarse a todos los partidos políticos y a ninguno a la vez. Sin embargo, nunca fue acusado de corrupción, soborno, abuso de poder ni ningún otro delito, como sí sucedió con tantos políticos y trabajadores públicos de la Cuba republicana.

De todos modos, los revolucionarios cubanos no dudaron en vejarlo y acusarlo de contrarrevolucionario y muchas otras cosas. Y los economistas revolucionarios tildaron, a él y su obra, de estar al servicio de la burguesía. Por ejemplo, de Urosa, Manuel M. Fraginals expresó, con exageración: “Quizás el hombre de más sólida formación burguesa que diera el imperio español, incluyendo la propia España, al nivel de los grandes pensadores europeos de entonces…”. Y la economista española Nelida Lamela escribió que era “un economista keynesiano, representante de los intereses del capitalismo de Estado, que implementó los mecanismos de reactivación de la economía capitalista frente al socialismo”. De modo que Urosa recibió críticas no académicas, sino políticas, desde todos los flancos o extremos, solo por ser keynesiano. La burguesía lo acusaba de comunista y socialista, mientras comunistas y socialistas lo acusaban de burgués. ¿Tiene lógica eso?

El gobierno comunista cubano censuró a Urosa. Retiró toda su obra de las librerías y bibliotecas cubanas, con una excepción: la Universidad de La Habana. Primero, el gobierno autorizó la reedición de Características fundamentales de la economía cubana[vii], pero solo para los estudiantes de la Escuela de Economía de esa universidad. Segundo, la facultad de dicha escuela, dentro de la asignatura Pensamiento Económico Cubano, dedicó un capítulo a Urosa, el cual aún en los años 90 era parte del currículo y por tanto se impartía. Eso sí, el capítulo era parte de lo que esa facultad definió como la “escuela de economía burguesa”.

Durante los años 90 precisamente, algunos profesores de Economía comenzaron a destacar, en sus clases el nombre y la obra de Urosa. Eran los días del Periodo Especial. La economía cubana había colapsado y esos profesores, quizás por curiosidad, quizás buscando alternativas, releyeron la obra de Urosa y comenzaron a hablar, nada más y nada menos, del turismo como posibilidad económica viable dentro de la industria no azucarera. ¡Urosa lo había sugerido ya en los años 50! Incluso, había aplaudido las inversiones estadounidenses en la industria hotelera cubana sin importarle la procedencia, si venia de la mafia o de Wall Street. Insisto: él no era dado a hablar de política, la cual excluía de todo análisis económico, a pesar de ser profesor de Economía Política.

El régimen castrista abrazó la idea y apostó por el turismo. Pero como ese gobierno cuando no llega se pasa, fue de un extremo a otro, de invertirlo todo en la industria azucarera y prohibir el turismo en Cuba durante las décadas del 60, 70 y 80 del siglo pasado, al desmontaje total de la industria azucarera para invertirlo todo en el turismo, desde los años 90 hasta la actualidad. En todo caso, me parece justo e inteligente que de alguna manera hayan desempolvado la obra de Julián A. Urosa, al menos por un tiempo. Fue justo porque él aportó muchísimo a la escuela de economía y a la economía cubana, e inteligente porque había sido un error garrafal el ignorar esos aportes, un error por el que Cuba y los cubanos aún estamos pagando.

Ya de regreso a España, Urosa se dedicó a trabajar en el Banco Urquijo hasta que se retiró. También impartió clases y continuó escribiendo y publicando. Murió en el año 1998, de modo que supo de la destrucción paulatina de la industria azucarera y de la economía cubana en general, pasando por esos disparates que fueron la zafra del 1970 y la siembra de café en La Habana, hasta tocar fondo con el Periodo Especial. Urosa llegó a ver todo eso y no creo que le haya dado risa.

Manuel Rivero de León
Cubaencuentro, 5 de julio de 2025.

Foto: Portada del texto de Julián Alienes Urosa publicado en 1942 en La Habana. Tomado de George A. Smathers Libraries.

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