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lunes, 20 de enero de 2020

En busca de las raíces


Empecé a interesarme en mis raíces desde niña. Después de terminar el 6to. grado, en el mes de julio, durante las vacaciones de verano, comencé a dibujar en una libreta cuadros sinópticos de las familias. Mi papá había fallecido cuando tenía yo cinco años, pero mi madre me proporcionó lo que pudo.

Poco antes de marcharme de Cuba, mi tía paterna menor, Mercedes, me informó en Caibarién dónde había nacido mi padre. En documentos de mi hermano Santiago, en Port Richey, obtuve el lugar de nacimiento de su esposa. Mi prima paterna Lílliam, en Miami, me informó el apellido paterno de la esposa de su hijo.

De mi abuela paterna tenía una fotografía de busto que mi padre conservaba en una cajita blanca con un escudo rojo y negro en la tapa. Después de haber nacido mi hijo Alberto Luis, en el libro Historia de familias cubanas del Conde de San Juan de Jaruco, encontré la línea paterna de mi abuela, Mercedes Hidalgo-Gato. También encontré una anécdota sobre un antepasado de ella del siglo XVIII en la Enciclopedia de Cuba por Guillermo Rubiera Rodríguez. De mi abuelo paterno sólo sabía que provenía de la provincia de Lugo. A nadie más en la familia parecía interesarle mucho la historia de nuestras raíces.

En julio de 1983 viajé con mi hijo a Lugo, Galicia, buscando información sobre mi abuelo, Juan Lage. Acudimos al arzobispado un par de veces, habiéndole escrito de antemano al vicario Don Arturo Veiga, que trató de ayudarme, pero no pudo buscar nada. Compré en esa ocasión un mapa de la provincia de Lugo, que tengo colgado en un marco en la pared, Lugo: 100 Años de vida local, por José Trapero Pardo; Las leyendas tradicionales gallegas por Leandro Carré Alvarellos, un llavero con el escudo de Galicia y medallas de la Virgen de los Ojos Grandes.

Escribí a geneálogos profesionales y acreditados en Provo y Syracuse, Utah y en Pontevedra, Galicia, y al Family History Center de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días en Miami. Gracias a la genealogista Mayra F. Sánchez-Johnson, en Taylorsville, Utah, supe la parroquia en que había nacido mi abuelo y recibí la partida de su matrimonio en Matanzas. Me hice socia de la Cuban Genealogical Society en Salt Lake City.

A sugerencia de Jorge R. Piñón Cervera, en Coconut Grove, de la Universidad de Miami, solicité del Archivo General Militar de Segovia y obtuve la historia del servicio de mi abuelo en la Subinspección General de Voluntarios del ejército de 1871 a 1888. Un amigo genealófilo, Filiberto J. Henderson Hernández, en Carolina, me proporcionó la dirección del Obispado y el Padre José María. Fernández Fernández, director del Archivo Diocesano en Mondoñedo, me envió su fe de bautismo y la partida de matrimonio de sus padres, mis bisabuelos, remontándome hasta 1801. Pedí la guía Visita Lugo y su Provincia, por Julio Giz Ramil, de la Editorial Everest en León.

Escribí a la Real Academia Galega de la Lengua en La Coruña interesándome por un diccionario gallego-castellano, sin resultado. Me dirigí a la Biblioteca Municipal de Jove y al Ayuntamiento del Municipio de Xove indagando sobre posibles familiares de mi abuelo todavía en el área, en vano. Recurrí al Consulado General de España en LeJeune Road en Coral Gables con una solicitud similar y el Cónsul General Santiago Cabanas, amablemente me envió fotocopia de las páginas del directorio telefónico correspondientes a la ciudad de Xove.

Le escribí a los 20 abonados de apellido Laje y Lage que aparecían en la guía, dos me contestaron negativamente, el gerente del hotel-restaurante de la cabecera llevaba el mismo apellido que mi tatarabuelo y su bisabuela el mismo que mi abuelo, 17 ignoraron mi carta, y el lunes 14 de noviembre de 2005 por la tarde, después de casi 24 años de búsqueda, recibí al fin respuesta de una muchacha en Vivero, diciéndome que había visitado a su abuelo y hablando creían que su tatarabuela era hermana de mi abuelo, que se había ido a Cuba con otro hermano. Era prima quinta mía, establecimos comunicación e intercambiamos fotografías de la familia, y me envió un disco compacto con sus padres, hijas, esposo, hermanos y tío-abuelo, su casa y el pueblo... y la casa en Reboyra en la que probablemente haya nacido mi bisabuelo a inicios del siglo XIX.

Encontré el escudo de armas del apellido en el Blasonario de la Consanguinidad Ibérica, por Vicente de Cadenas, 1980, Madrid, y por último mandé imprimir profesionalmente la genealogía, hasta donde había logrado investigarla, 68 páginas, escudo de armas en la portada azul marino, en Ozark, Missouri, en agosto de 2006, con mapas, escudos, signo y fotografías, y se la envié a miembros de la familia en Estados Unidos, España, Cuba y Argentina.

Me invitaron a visitarlos y me animé a viajar. Salí el miércoles 15 de julio de 2009 para España y estuve 26 días. Entré de regreso por la puerta de la casa el lunes 10 de agosto a las 5:35 de la tarde hora de Miami (11:35 de la noche hora de España). El viaje fue fantástico. Estuve 4 días en Barcelona. El hotel era superior. La prima segunda paterna política de mi hijo Alberto, Maruja Dolz Bondia (Vda. de Paco González), me invitó a comer, tenía 91 años y aún cocinaba, hizo merluza, y su hija Ana Mari se portó muy afectuosa. Rosario Martínez Pérez (Vda. de Pepe González) me llamó por teléfono, se comportó sorprendentemente histérica, tenía 86 años, interpretó que yo iba a Trives en Orense a ver a las hermanas del abuelo paterno para reclamar herencia, su hija Rosarito fue a verme al vestíbulo del hotel. Me arreglé las uñas en el hotel y me lavé la cabeza con shampoo de soya y el pelo me quedó muy bien.

El lunes 20 por la mañana, en el aeropuerto de Galicia estaban esperándome cuatro personas: la prima quinta María Isa Jr., armada de dos fotografías mías, la madre, Isabel Sr., el padre y el esposo. Les llevaba ocho pullovers, perfumes, un rosario, seis discos compactos, dos llaveros, barras de dulce de guayaba, pasta de mango y boniatillo, un libro y sellitos adhesivos.

Pasé parte de las tres semanas en Lugo, en casa de la prima cuarta Isabel I en Vicedo, al oeste de la ría, y parte en la de la prima quinta María Isa II en Cilleiro, al este, y el primo tercero Celso en Vilachá, en una punta al norte, y otra prima cuarta, Lola, que me invitó a comer, se portaron todos muy cariñosos. Isabel, la madre, era mariscadora (así le llaman en Galicia a las mujeres que se dedican a la pesca de almejas, berberechos y percebes, entre otros moluscos, Isabel pescaba almejas), y el marido, Germán, padre de María. Isa, albañil y en 1973 fabricó la casa donde viven.

Me pareció un viaje al pasado, como si todo hubiera sucedido ayer. El mayor, Celso, sobrino-nieto de mi abuelo, afectuoso, me dijo, "De tantos que se fueron tú eres la primera que regresa". Me conmovió, se me formó un nudo en la garganta y se me aguaron los ojos. Habían transcurrido más de catorce décadas. Ellos nos ven como pedazos de ellos que pertenecemos allí y nos les hemos ido del redil.

Germán construyó una fuente de piedra en el patio, y es muy consciente, considerado, cortés y atento. Tienen una gata, Chulita y un perro, Jasper. Cosechan papas, ciruelas, coles, lechuga, albaricoques, cebollas, ajos, tomates, habas, judías y avellanas. Crían puercos, conejos, gallinas y abejas. Isabel cultiva rosas, hortensias, margaritas, camelias. María Isa, la hija, trabaja en una guardería, y el marido, Xavier, es mecánico de barcos, un hermano, Francisco Xavier, trabaja en una fábrica de aluminio y el otro, Pablo, de guardajurado en una planta.

Mi primo tercero Celso vive con la sobrina, Lola, en la casa que fabricaron en 1949 en el mismo terreno en que había estado la casa en la que nació mi abuelo en 1834. Con Jaime, el marido de Lola, trabaja la tierra, y tienen una granja de vacas. Trabajan duro. Me llevaron a las ruinas de la iglesia en que bautizaron a mi abuelo en Portocelo, junto a la costa del Mar Cantábrico. El hermano, Francisco Xavier, analítico, receptivo y reservado, le tomó fotografías y me llevó a donde un vecino había colocado la fuente bautismal que se había llevado, en la que había sembrado rosas de mármol.

El hermano mayor de Celso, Segundo, había fallecido hacía dos años, se parecía a mi padre y me hubiera gustado mucho haberlo conocido, ya que era el que más interés había tenido en que yo fuera. Me dijeron que yo me parecía a Elena, que noté tenía una expresión triste. Celso contó que a su abuela, Josefa Rosalía, le gustaba leer y escribía con plumas de gaviota, y que su tío-abuelo José Benito había ido también a Cuba, pero había regresado enfermo de los pulmones y reclamado un estanco de tabaco. Me parecía como si mis antepasados hubieran cobrado vida y siglo y cuarto se hubiera desvanecido. Le tomé una fotografía al hórreo (construcción típica gallega donde se guardan maíz seco y otros cereales).

Saludan besándose en ambas mejillas. Tienen palabra, son cumplidores. La mayoría tiene ojos color avellana. María Isa, observadora, amable, era delgada, le gusta la plata, tiene un perro, Sándor. Isabel, la madre, bajita, fuerte, complaciente, se tiñe el pelo con rayitos y usa jeans con piedras, y teje a crochet. Las casas, de dos plantas, con pisos de baldosas de terrazzo y dos baños contemporáneos, son modernas, con lámparas y cortinas blancas, están limpias; tienen autos (europeos), tres televisores, satélite, cocinas eléctricas con superficies de vitro-cerámica lisas, refrigerador, lavadora, máquina lavaplatos, horno micro-ondas, congeladores, agua caliente, calefacción en invierno, teléfonos celulares, computadora, videocámara. Todas las comidas se comen en platos de loza. Conversan, tienen muy buen sentido del humor. Todos hablaban en gallego, les entendía una tercera parte.

Eran las fiestas del Mar, por la Virgen del Carmen, con procesión en el puerto de Cilleiro, las de Santa Ana, las de San Esteban en Vicedo, otras en Viveiro, había ferias con kioscos y aparatos de diversiones, actuaban orquestas. Todo se celebra comiendo. Comen en tiendas bajo toldos en el patio, una docena de familiares a la mesa. Sentí celos de no haber formado siempre parte integral de la vida cotidiana de aquella familia unida. Hicieron paella, caldo gallego, empanada, almejas, gambón, centollas, rape, verdel, crisonado, congrio, xouba, besugo, merluza, bonito, boi de Francia, pollo, rollos de pescado, jamón, bifstecs, carne asada, carne con papas, tarta de almendras y de crema catalana, brazo gitano, membrillo. Elaboran licor de melocotón. Comen más papas (patacas) que arroz.

Lola tiene dos varones, de los cuales el mayor habla mucho y el menor muy poco, María Isa dos hijas. La mayor, Yesmina, espiritual e idealista, estaba estudiando historia del arte en la Universidad de Santiago de Compostela, vive en una residencia y pintaba al óleo. Las mujeres manejan autómoviles, una vecina mayor montaba motocicleta y llevaba casco, otra admiraba a Sylvester Stallone, usan denim, muchachitas tocan la gaita. Los viejos bailan. Se duchan todos los días. Las lavadoras son más modernas que las norteamericanas.

No se habla de "baldear", ni se "trapea", ni exprimen una frazada, como las cubanas que se han quedado estancadas en los años 20 y no conciben cocinar sin el consabido sofrito. Esperaba encontrar gente rústica detenida en 1938, pero la más rústica era yo, una cubanoamericana residente en Estados Unidos hace más de medio siglo. La imagen de aquellos gallegos bodegueros de Cuba en la década de 1940, con alpargatas y mal olor en los pies que dormían sobre sacos de judías en la trastienda de la bodega pasó a la historia.

Tomé 86 fotografías. Isabel me regaló un marquito con la Virgen del Carmen, unos panty para mi nieta Alicia y un pomo de miel de su colmena, María Isa un tapete bordado por ella en punto de cruz, Celso un delantal y una bolsa con una receta para preparar pulpo; un hermano, Pablo, de 33 años, muy noble, confiado y comunicativo (el único fumador), el libro El secreto de Rhonda Byrne, que el técnico de aire acondicionado me había recomendado y el otro, Francisco Xavier, me puso videos sobre la guerra civil española. Vi la Puerta de Carlos V.

Pude cambiar los cheques de viajero en un solo lugar, la Caixa d’Estalvis i Pensions, el cambio estaba a 1.447 dólares. Fui dos veces a una farmacia en la que me tomaron la presión arterial, compré un billete de la lotería. Tomé valeriana. Mandé hacerle copias a una fotografía sepia, ampliándola un poco, de mi abuelo Juan en Cuba de pie junto a una butaca de mimbre, de alrededor de 1866 que Celso conservaba. Compré un diccionario gallego-castellano de Editorial Galaxia en Vigo, le encontré unas roscas de colores en pirámide a Alicia, compré un bolígrafo de madera tallada para mi hijo Alberto Luis, un zapatico de loza azul, un llavero con el escudo azul de Galicia, una medalla, unos escudos-parches, unos imanes y dos tarjetas, y mandé reponerle el espejo a un vanity que Alberto padre me había regalado por Navidades en New York en 1967.

El dueño de una tienda había nacido en Guanabo. Tenía intenciones de invitar a toda la familia a comer en el restaurante Boavista, en Casanova. A María Isa II le pareció buena idea para la semana del 3 al 8 de agosto, pero Isabel I no quería que incurriera en ese gasto tan grande. Al fin no se pudo reunir a todos los familiares un mismo día. No tuve oportunidad de ir a saludar al director del Archivo Diocesano en Mondoñedo, a 60 kilómetros.

Tengo el segundo dedo del pie más largo que el gordo, mi padre decía que eso era característica de su familia. Les pregunté, y el primo quinto Pablo lo tiene y la familia consideraba que era un defecto genético. La prima quinta MaríaIsa opinó que cometían "atrocidades", tíos casándose con sobrinas y cosa por el estilo y no sabía cómo no habían surgido anormalidades en los hijos, y yo saqué a relucir el dedo.

Fue una experiencia incomparable. Siento como si hubiera cerrado el círculo, envuelto el paquete, que he encontrado mi concavidad sobre la Tierra. Llovía a menudo, estaba nublado, había neblina, había que dormir con manta, el viernes 7 tuve que taparme con dos frazadas. Me había levantado el lunes a las 5:30 de la mañana hora de allí, así es que estuve 25 horas despierta. No cogí catarro, ni me dio indigestión ni tuve irregularidades. Pero aumenté 4 libras (1.8 Kilo) y en el avión los pies se me hincharon como botijas.

Quedé en enviarle pomada Tegrin a Pablo, que tiene psoriasis en los antebrazos. El martes llevé las cuatros cámaras a revelar, mandé repetir algunas fotografías y le compré gelatina Psoriasin de Alva para Pablo, ya que me encontré con que descontinuaron la pomada Tegrin, que era tan efectiva, Reedco ya no la fabrica.

Coloqué la fotografía de mi abuelo en un cuadrito doble ovalado de cerezo con la de mi abuela María Mercedes. Puse las 86 fotografías en un albumcito morado que compré. El jueves les envié 18 fotos a la prima cuarta con el tubo de Psoriasin para el hijo; 18 a la prima quinta con un mapa del condado Dade para la hija; 16 al primo tercero con una postal de agradecimiento por las atenciones; 4 a una de las primas segundas políticas de Alberto, Maruja en Barcelona y 3 a Rosarito, la hija de la otra.

Hay todavía algunos datos que me eluden, como el nombre de la aldea de origen de un antepasado paterno, la iglesia de bautizo de mi padre y las fe de bautismo de mis bisabuelos maternos. Lo que le ataría el lazo a la cinta.

Zilia L. Laje
Foto: Con las dos primas Isabel, yo en el medio, con la gatica Chulita, ante la fuente de piedra en el patio de la casa en Vicedo, municipio de la provincia de Lugo, Galicia, España.

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