Google
 

lunes, 30 de septiembre de 2019

1969


El verano de 1969 fue especialmente memorable: en julio, el hombre llegó a la Luna y caminó sobre su superficie; en agosto, tuvo lugar el Festival de Woodstock, el más importante de la historia del rock.

La caminata de los cosmonautas norteamericanos Neil Armstrong y “Buzz” Aldrin sobre la superficie lunar (Michael Collins permaneció en la nave) ocurrió el 21 de julio, al día siguiente del alunizaje de la Apolo XI.

El Festival de Woodstock –que en realidad no ocurrió exactamente allí, sino en Bethel, también en el estado de New York- se desarrolló, día y noche, con sol y lluvia, del 15 al 18 de agosto.

Los cubanos supimos poco de la Apolo XI y la caminata lunar. Solo supimos lo que los mandamases creyeron pertinente informar a través del periódico Granma y el NTV (Noticiero Nacional de Televisión), restándole importancia al hecho y agregando la coletilla de que la millonaria suma que se gastó en la expedición hubiese sido mejor empleada para combatir el hambre y las enfermedades en los países del Tercer Mundo.

A los mandamases castristas les picaba que los yanquis lo hubiesen conseguido. Que, apenas una semana después del fallido alunizaje de la sonda soviética Luna 15, la bandera de las barras y las estrellas estuviera en la Luna en lugar del trapo rojo con la hoz y el martillo. Hasta se pusieron escépticos y se hicieron eco -todavía a estas alturas algunos gaznápiros lo hacen- de disparatadas teorías que afirmaban que había sido un montaje “hollywoodense”.

Recuerdo que algunos afirmaban que pudieron ver la caminata lunar a través de las emisoras de televisión de la Florida, como mismo podían ver Midnight Special y Soul Train cuando había buen tiempo, mediante artilugios en las antenas. Los demás nos tuvimos que conformar con las imágenes de solo segundos de duración que tuvieron a bien exhibir en el NTV, comentadas por Manolo Ortega.

Meses después, algunos mostraban con orgullo, como un preciado tesoro, unas postales tridimensionales, que mostraban a Aldrin saludando la bandera estadoundidense en la Luna, enviadas por sus parientes en Estados Unidos dentro de cartas, acompañadas con chicles y cuchillas Gillette, si tenían la suerte de que las cartas no se extraviaran por el camino o llegaran saqueadas y chapuceramente remendados los sobres.

Del Festival de Woodstock no hubo información en la prensa cubana. Qué iban a hablar de esa cochambre hippie, inmersos como estaban en la lucha contra el diversionismo ideológico. Y eso que por aquella época se había levantado la prohibición sobre la música anglosajona. En el programa Nocturno de Radio Progreso, Radio Cordón de La Habana y Radio Liberación, además de los grupos españoles, ya se podía escuchar a los Fifth Dimension en Aquarius, a Santana en Evil Ways (el video es de su actuación en vivo en el Festival de Woodstock en 1969)..


A aquella banda prodigiosa que se llamó Blood Sweat and Tears, los Creedence Clearwater Revival (que en Cuba llamaban Los Aguas Claras) en Proud Mary, a los Guess Who, algo de Led Zeppelin, que acababa de grabar sus dos primeros discos, y hasta los Beatles, que disparaban sus últimos cartuchazos y, pese a que les censuraron Revolution y Helter Skelter, ya habían dejado de ser el epítome de “la decadente música imperialista”.

Un par de años después, en 1971, vendría un nuevo espasmo prohibitivo, y por un tiempo ya no nos permitirían oír ni a los Fórmula V sólo la Nueva Trova y música andina, con quenas y charangos.

Las primeras noticias que tuve del mega festival hippie (y también de la ópera rock Tommy de The Who) me llegaron varios meses después, a través de una revista argentina (Pelo se llamaba) que me prestó un amigo, y de la canción Woodstock que tocaban Crosby, Stills, Nash and Young, y que no me cansaba de escuchar en la WQAM. Demoraría casi treinta años en ver -en video Betamax- las películas que sobre Woodstock hicieron Martin Scorsese y Ang Lee. No tengo que decirles -pueden imaginarlo- cuanto hubiese anhelado estar allí. Pero estaba aquí, sometido al proceso de formación del hombre nuevo.

En 1969, del mundo los cubanos solamente sabíamos lo que nos “informaba” la prensa oficial: que el Vietcong no paraba de dar palizas a los yanquis, que los pueblos latinoamericanos combatían para ser como Cuba, que la Unión Soviética era la mejor y que el futuro pertenecía por entero al socialismo.

Al Máximo Líder se le ocurrió en 1969 hacer una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar, que según aseguraba, conseguiría sacar a Cuba del subdesarrollo. Para ello, puso todos los recursos en función de dicha zafra.

Con aquella manía de ponerle nombre a los años y para que tuviésemos una idea de lo que nos esperaba, 1969 fue bautizado “Año del esfuerzo decisivo”. Aboliendo las navidades y enviando oleadas de hombres a los cañaverales, empataron ese año con el siguiente. Si Manzanero decía que la semana tiene más de siete días, ¿cómo no iba a poder el Comandante en Jefe hacer que el año tuviese los meses de más que a él se le antojaran?

Resultó un disloque donde solo importaba cortar y moler caña, todo el tiempo martillando con el lema: ¡Los diez millones van…De que van, van! Y, ¡ay del que se atreviera a dudar que no irían! Pero no fueron, la economía cubana se hundió y tuvieron que acudir los soviéticos al rescate, mientras Fidel Castro se las arreglaba para “convertir el revés en victoria”. Del famoso lema lo único que resultó fue el nombre de la orquesta que creó Juan Formell en diciembre de 1969.

El peor de los malos recuerdos que guardo de la Zafra de los 10 Millones fue el período de la escuela al campo de 1969, que duró setenta días en vez de los habituales cuarenta y cinco. Se imaginarán el hambre que pasé en aquel campamento en San Antonio de los Baños. Estaba en octavo grado, aún no había cumplido los 14 años, y estaba perdidamente enamorado de una vecina y condiscípula llamada Isabelita. Bajito, flaco y esmirriado como un gato callejero, era un hervidero de hormonas y rebeldías.

En aquellas escuelas al campo, como muchos de mi generación, fugándome, despistando a los chivatones de la Juventud Comunista, robando comida del almacén y fajándome a palos con los “guaposos”, aprendí muchos de los mecanismos y mañas que me han ayudado a subsistir bajo el castrismo. Pero esa es otra historia.

Luis Cino
Cubanet, 24 de julio de 2019.
Video: Marilú, compuesta por Juan Formell, es uno de los doce temas de Los Van Van Vol. I, que el sello cubano Areíto lanzó en 1969. Los once restantes son El penoso, Yuya Martínez, La bola de humo, La campana del amor, La lucha, Laura Chancleta, Soy yo el que te busca, La composta, Chiquita di sí, Fracasé y Los momis.

Leer también: El Woodstock latino.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes, Tania. En mi casa,gracias a lo "manitas" que era uno de mis hermanos, pudimos ver el alunizaje en directo y con Nixon hablando a los astronautas, eso sí, con todas las puertas y ventanas de la casa cerradas a cal y canto.
    En cuanto a la "música prohibida" tenía un par de amigos que tenían "placas" de Los Beatles o los Rolling y que llevaban dentro de estuches de la Orquesta Aragón o Peyo el Afrocán, y para ponerlas era la misma historia: cerrar puertas y ventanas y asegurarnos de que entre el grupo no hubiera nadie que fuera a chivatearnos. Hace ya muchos años, vi una película, creo que polaca, que tocaba el tema de la música prohibida en los paraísos comunista, era un grupo de jóvenes fans de Los Beatles que se reunían en secreto para tocar su música preferida, creo que ha sido la única vez que me sentí unida a esa juventud de "los países amigos" y eso que ya yo estaba por la treintena, pero me hizo recordar mi propia adolescencia en Cuba.
    Saludos,

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Lola, por tus siempre interesantes comentarios. Un abrazo, Tania

    ResponderEliminar