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lunes, 26 de noviembre de 2018

Portocarrero como salvador



En la antediluviana década de 1960, cuando Fidel Castro anunciaba a cada rato que los norteamericanos bombardearían La Habana y la destruirían, el pintor René Portocarrero (1912-1985) se dedicó a pintar la ciudad. A dejarla atrapada en sus cuadros para que su belleza y su fervor no fuera a desaparecer nunca.

Fue hacia 1963 que culminó aquella serie con su Paisaje de La Habana. Y ahora, gracias al gran artista, tenemos la ruina maquillada que ha dejado el castrismo de la capital y La Habana eterna en los cuadros de René.

Claro que no son sólo en aquellas piezas donde está la gran dimensión de la obra de Portocarrero, un hombre un poco tímido y retraído que trabajaba todo el día en su apartamento frente al Hotel Nacional de La Habana, con visitas largas y esporádicas al bar de La Roca, junto a su amigo el también pintor Raúl Milián.

El hombre, un tipo de la barriada de El Cerro, considerado uno de los artistas más importantes del siglo XX cubano, era un maestro del color y de la armonía, realizó más de 20 exposiciones personales, 60 muestras colectivas, enseñó pintura en una cárcel y estuvo muy vinculado siempre a los escritores del grupo Orígenes. El poeta José Lezama Lima escribió varias notas sobre la pintura de René.

El pintor publicó, además, dos libros El sueño (1939) con dibujos y textos suyos y Las Máscaras (1955) una colección de doce dibujos. Portocarrero, que ya había recibido el Premio Nacional de Pintura, en 1951, por su Homenaje a Trinidad, hizo una serie denominada Color de Cuba sobre la santería y realizó trabajos de mucha fuerza de los famosos carnavales de La Habana.

Una nota crítica revela que el artista realizó su primera exposición privada en 1934 y luego durante varios decenios “en su obra se reflejarían la luz, el color de su país. En el segundo lustro de la década de 1940 aborda los temas de las fiestas populares en una amplia serie de pasteles, y comienza a decorar piezas de cerámica. Concibe en esa técnica el Mural de las Antillas para el otrora Hotel Havana Hilton y otro en 1968 con el tema de las mujeres ornamentadas y de Flora, que cuajara en una serie de cuadros exhibidos en la 33 Bienal de Venecia.”

Le debemos a René Portocarrero toda su obra monumental y su nombre en la historia de la cultura cubana. Y en particular, La Habana que tiene salvada en sus cuadros, una ciudad viva, llena de colores, de poesía y de espiritualidad.

Raúl Rivero
Texto y foto: Blog de la Fundación Nacional Cubano Americana.

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