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jueves, 26 de abril de 2018

A Morón no vuelvo más



Los mejores artistas y agrupaciones de Cuba visitaban con frecuencia Ciego de Ávila y Morón, plazas fuertes del interior de la Isla. Hasta allí llegaron artistas como Arsenio Rodríguez (Matanzas 1911-Los Ángeles 1970), el ciego maravilloso.

De las dos ciudades, sin embargo, Ciego en un principio contó con mejores vías de comunicación, pues le atravesaba el Ferrocarril y la Carretera Central. Morón, más desfavorecida entonces, tenía como vía de acceso idónea el Ferrocarril de la Trocha, inicialmente, y luego el denominado Ferrocarril del Norte de Cuba.

A pesar de esta limitación, Morón se esmeraba por llevar artistas de puntería, ya sea para que actuaran en sus buenos teatros San Carlos y Apolo, y antes el Reguero, o para amenizar fiestas en las sociedades de instrucción y recreo. Con esta idea, en la década de 1940, contrataron el celebérrimo Conjunto de Arsenio Rodríguez, una de las joyas de la música popular cubana de todos los tiempos.

Arsenio tuvo una exitosa carrera en Cuba y en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, y es el autor de piezas antológicas como los sones Dile a Catalina, Fuego en el 23, 72 hacheros para un palo, o del clásico bolero La vida es un sueño. La impronta de este talentoso músico matancero fue tal, por su originalidad y creatividad, que según Tony Pinelli, estudioso de la música popular cubana, en Nueva York una calle lleva su nombre.

Por su parte, el investigador Radamés Giró agrega que el formato instrumental de su Conjunto “inició la era de los conjuntos y una nueva etapa en la sonoridad e interpretación del son cubano, con mayor riquezas sonora y armónica”.

El Conjunto de Arsenio Rodríguez arribó a Ciego de Ávila, y de allí partió hacia Morón, pero el trayecto se hizo a través del terraplén que unía ambas poblaciones, pues el viejo anhelo de moronenses y avileños de una carretera con todas las de la ley no se había consumado todavía por desidia oficial. Este camino era una auténtica odisea: en la época de lluvias parecía una ciénaga, y en la de seca un desierto del Far West.

Al grupo musical le tocó el recorrido en esta última etapa del año, y se dice que llegaron todos a Morón cubiertos de polvo, y al arribar al hospedaje convenido, Arsenio pidió, perentorio, que le habilitaran baños para él y su tropa. Luego cumplió su compromiso contractual, pero la polvorosa experiencia le inspiró para componer un sabroso son que tituló No vuelvo a Morón, y que en la letra decía: “A Morón no vuelvo más hasta que no haya carretera”.

Arsenio no pudo regresar nunca a Morón, porque la tan ansiada carretera se inauguró el 21 de diciembre de 1951, bajo el gobierno de Carlos Prío Socarrás, y ya para esa fecha estaba radicado en Estados Unidos, a donde emigró con la esperanza de recobrar la vista, lo que no pudo lograr y amargó el final de su existencia.

Ha quedado, empero, esta composición como testimonio de una etapa añeja en el devenir de la atractiva villa del Gallo de Morón.

José G. Quintas
On Cuba Magazine, 25 de febrero de 2018.
Leer también: Arsenio Rodríguez, el ciego maravilloso, primera y segunda parte.

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