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lunes, 24 de julio de 2017

Pepe Luis, un sastre holguinero



Ante el predominio de la ropa industrial, la sastrería se ha convertido en un oficio casi extinto. Pero el holguinero José Luis Aguilera García, lleva más de seis décadas cultivando el arte del buen vestir.

Mi madre era costurera, así que aprendí el valor de la exclusividad con retazos de las faldas de mi abuela. Mientras mis amiguitas usaban ropa "made in...", yo andaba orgullosa con los diseños de Ana. Por eso cuando oí la historia del sastre José Luis, quise conocerle.

Pepe Luis, como todos le dicen, no parece de nuestro tiempo. La paciencia de un maestro de yoga y los modales de un lord, lo convierten en un entrevistado poco común.

-Pase señorita, tome asiento, enseguida la atiendo.

Solo una breve mirada y sentí que ya me estaba tomando las medidas. Entonces me apresuré y le dije: "Buenos días, soy periodista y quisiera hacerle una entrevista"

A Pepe Luis no le gusta la publicidad, la fama ni la fanfarria. Tuve que convencerle. Finalmente accedió a ser entrevistado.

¿Qué ha pasado con la sastrería, por qué se ha ido perdiendo el oficio?

-En la década de 1950, en la ciudad de Holguín habían más de 15 talleres de sastrería, La Mistirko, una de las más grandes y famosas. También estaba la de los Augier, los Hermanos Soler, los Avilés y los Aguilera, que era la de mi padre. Cualquiera podía escoger con quién hacerse un traje. Se cuidaba mucho la reputación porque había competencia. Luego pasaron muchas cosas y el período especial, en los años 90, hizo de las suyas, no había tela para nada. Con el tiempo ganó terreno la ropa industrial y se olvidó el placer de vestir a la medida.

Entonces, para usted la sastrería es una tradición familiar.

-Era algo que venía de la familia de mi padre, sus hermanos, sus tíos, casi todos se habían dedicado a la sastrería y yo me crié en ese ambiente.. También era común legar la profesión a los hijos y así comencé a interesarme. Cuando tenía 16 años un tío me llevó a La Habana y fui a una de las academias más importantes, la Gentleman-Milady de Carlos Ayala. Ahí compré unos libros y empecé a estudiar la teoría, pues la práctica la tenía en la casa, en el taller de mi papá. Ahora le toca a David, uno de mis hijos, que va por buen camino.

¿Cuándo supo que estaba listo, que ya era sastre?

-Bueno, para aprender la vida siempre parece corta, pero el momento decisivo para mí fue cuando hice el primer traje. Yo tenía 18 años y era para un joven que se casaba, fue mi gran estreno. Lo recuerdo como si se tratara de mi graduación, ahí comenzó mi historia en la sastrería, hace ya 60 años.

¿Qué es lo que más disfruta de su oficio?

-Primero que todo, enseñar, formar a las personas. Cuando trabajaba en la antigua sastrería Corte Fiel, de la ciudad de Holguín, durante 30 años y hasta que me retiré, fui instructor de oficio. Allí impartía clases, también di algunos cursos que me solicitaron y todavía brindo asesoría a quienes que lo piden.

-Disfruto ver un trabajo terminado y que el cliente salga satisfecho. No creas que es fácil, no todos se dejan guiar, sobre todo las mujeres que son más caprichosas. En ocasiones vienen con diseños que no se ajustan a su cuerpo ni a su estatura, y sin que lo noten, trato de conquistarlas con otra idea. Me gusta que la gente se vea bien, que la ropa le asiente a su somatotipo, acentuar las cualidades y disimular los defectos.

Muchos piensan que en la sastrería todo está dicho, sin embargo, usted ha realizado un aporte.

-Sí, hace tiempo hice una innovación que llamé "el multipatrón de pantalones". Es un instrumento de madera en forma de una regla, con una serie de escalas que permite ajustarlo a las medidas de cada persona y cortar la pieza sin necesidad de hacer patrones de papel como tradicionalmente se hace. Y es más rápido. Gané un premio en un Forum Nacional de la ANIR, mi intención no era ser premiado, sino facilitar el trabajo en las sastrerías, pero nunca se implementó.

¿Para usted, cuál es la diferencia entre una costurera y un sastre?

-El sastre siempre se ha dedicado a vestir exclusivamente a los hombres. Las mujeres tenían que ir al atelier, incluso ninguna podían llegar a ser sastre, a pesar de la concepción machista. El sastre se especializa en cortar y confeccionar, mientras la costurera es como un operario en la sastrería, que es el que cose, por lo general de manera empírica. Había quienes menospreciaban el trabajo de las costureras. Las cosas han cambiado y hoy hay costureras que cosen mejor que muchos que dicen ser sastres. Y ahora los sastres hacen ropa para hombres y mujeres.

¿Cree que la sastrería es un oficio que va a desaparecer?

-No debe y estoy seguro que no lo hará, hay muchas personas interesadas en retomar el oficio. Por otro lado, no creo que la ropa industrial sea siempre la preferida, porque ella no va a las individualidades, se fabrica con medidas estándares y muchas veces no quedan bien, siempre hay que ajustarlas al cuerpo. Sin embargo, la sastrería va al detalle, a las particularidades, trabaja con la anatomía del cuerpo humano. Creo que el público se ha ido educando: la mayoría de los jóvenes, de uno u otro sexo, vienen a encargar un traje para la ocasión, igual si van a casarse o a viajar. Ésos son buenos síntomas.

Pepe Luis tiene 78 años y la mayor parte de su vida la ha dedicado a lo que él llama su pasión, con todo el respeto que le debe a Amelia, su esposa. Asegura que los achaques son los que le tocan por el almanaque y que todavía tiene varios proyectos que el roban el sueño de muchas madrugadas, entre ellos un curso audiovisual para la formación de sastres. Este sastre holguinero no piensa detenerse, convencido de que cuando uno se detiene, se empieza a morir.

Ivonne Pérez Pérez
Periódico Ahora, 27 de junio de 2016.

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