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lunes, 22 de mayo de 2017

La Burke canta, siempre


Cuando ganó el concurso de una estación de radio habanera en 1943 algunos oídos atentos quizás pudieron advertir, con cierto estremecimiento, que había llegado una criatura singular al canto en Cuba. No se trataría de una más entre las “estrellas nacientes”, la mayoría de trayectoria más bien momentánea.

Aquella mulatica espigada, dueña de inesperados graves, venía a aportarnos una manera distinta, profunda, de entender letra y melodía. Esa vez cantó un tango del repertorio de Libertad Lamarque: Caminito que el tiempo ha borrado / que juntos un día nos viste pasar y aunque en dos oportunidades anteriores “le habían sonado la campana” a la tercera fue la vencida: nadie ha dicho que los destinos artísticos brillantes comienzan necesariamente con un vergel florido.

A propósito de brillos: en varias fotos de los años 40 aparece con una trusa de satén de dos piezas, está en México con Celia Cruz y Vilma Valle en los días iniciales de las Mulatas de Fuego. Después asoma de rumbera en otra foto –pareja del genial Litico (inauguraron bailando el cine-teatro Warner, actúan en el Fausto, en el Payret)– y uno se pregunta: ¿pero cómo es que la contratan para bailar y no la ponen sólo a cantar con ese vozarrón de maravilla?

Lo comenté con César Portillo de la Luz: “aún no era el momento para las cancioneras, el repertorio sentimental en Cuba aún era cosa de hombres: René Cabell, Reynaldo Henríquez, los cantantes de conjuntos, como Faz y Espí y antes, el mismísimo Miguelito Valdés que desde 1938 ya cantaba ‘cosas’ de René Touzet y de Juan Bruno Tarraza”.

Reviso montones de discos de las cantantes populares de entonces: afro, pregón, rumbita, guaracha… Olga Guillot no consiguió convertirse en un suceso de victrola hasta 1954 con la jazzband Hermanos Castro y un bolero de Chamaco Domínguez: Miénteme, disco que abrió puertas para otras intérpretes cubanas de lo romántico. En este caso, del bolero-bolero.


No solo distingue a Elena su voz de contralto, de generosa extensión y hermoso timbre, también su sentido rítmico y un especial gusto para enfrentar los géneros más diversos. Por eso fue solicitada para integrar los mejores grupos vocales de la época -Facundo Rivero, Orlando de la Rosa, el prodigioso cuarteto Las D’Aida- hasta que en el umbral de la década de 1960 inició una carrera como solista, dueña plena de un estilo de interpretación -un personal mood- que le mereció un epíteto monárquico: Su Majestad.

Su disco La Burke canta transcribe el ambiente íntimo de los clubes del Vedado donde actúa por esos años con el piano de Meme Solís. Canciones entonces muy recientes de Ela O’Farrill, Marta Valdés, Vicente Garrido, René Touzet o del propio Meme Solís, junto a Corazón, de Sánchez de Fuentes, Idilio, de Augusto Tariche o Ebb Tide, de Robert Maxwell y Carl Sigman, encuentran en su voz una textura inédita, una tremenda hondura. Bola de Nieve comentó que Elena “había inventado cantar con feeling”.

Los hermanos Álvarez Guedes, dueños de la pequeña disquera Gema habían propiciado que entre 1957 y 1958 grabara Con el calor de tu voz, respaldada por una orquesta de lujo conducida por Rafael Somavilla: Libre de pecado, de Guzmán; Mil congojas, de Juan Pablo Miranda; Anda dilo ya, de Ernesto Duarte y Juguete, de Bobby Capó, se reúnen con un par de canciones de muchachos del Feeling -Portillo de la Luz y Eligio Valera; boleros de los mexicanos Ruíz Armengol, María Grever y un divertimento con aire de fox de su compadre Frank Domínguez, El hombre que me gusta a mí. Eso ya fue entrar por la puerta grande.

En su libro Música Cubana: del Areyto al rap cubano (edición de 2003), Cristóbal Díaz Ayala razonó que a Elena, “porque es la primera figura del canto cubano”, le hubiera favorecido haber encontrado competencia real en su carrera. Y aunque no le falta razón a don Cristóbal lo cierto es que por más de medio siglo imprimió un original sello a grandes canciones –no pocas fueron escritas por sus autores pensando en su voz–, y también dignificó piezas simples que de otro modo hubieran sido olvidadas sin remedio. En los años 80 había confesado a Mayra A. Martínez: “no temo a nada que venga encerrado en una letra y una música”. Por eso cantó de todo.


Fue intérprete temprana de los jóvenes Pablito Milanés : Mis 22 años y Para vivir; Silvio Rodríguez: Un buen día quizás un barquero, Te doy una canción y Hay un grupo que dice; Juan Formell: De mis recuerdos, Lo material y Y hoy te quiero más; Mike Porcell, Martín Rojas, Amaury Pérez, Noel Nicola… hasta Raúl Torres de quien cantó Nítida fe y Se fue a dúo con Pablo en un concierto memorable en la Cinemateca.

No actuaba una canción, se entregaba a ella. Ahí están sus interpretaciones de Tú mi rosa azul, de Jorge Mazón; Duele, de Piloto y Vera; Aquí de pie, de Fernando Mulens y Olga Navarro; Me faltabas tú, de José Antonio Méndez; Canción de un festival, de Portillo de la Luz; Persistiré, de Rubén Rodríguez y En nosotros, de Tania Castellanos. O su versión de Nostalgia, de Cobián y Cadícamo, y Por si vuelves y En la imaginación, de Marta Valdés -de quien tanto cantó-, por mencionar aquí solo unas cuantas grabadas.

Continuó 'pegando' números en la radio uno tras otro mientras se aproximaba a una edad venerable: De lo que te has perdido, de Dino Ramos, Pido permiso, de Alberto Vera o Amigas, también de Vera, con Omara y Moraima; Son al son, de César Portillo de la Luz con la Orquesta Aragón, Ámame como soy, de Pablo, tema de Una novia para David, de Orlando Rojas, película en la que aparece llena de risa con una divertida peluca rubia.

Años después de haber celebrado sus cinco décadas en el canto 'pega', entre otros, con temas como Aburrida, de Concha Valdés Miranda y La bruma, de Efraín Ríos: Pero yo sigo cantándole a la bruma, yo que a veces grito y nadie escucha. Sus imitadores e imitadoras están condenados de antemano a la caricatura: el modo Burke es personal e intransferible.

“Es un animal musical, definitivamente” dijo, como para sí, Enriqueta Almanza mientras salía del estudio 1 de la calle San Miguel tras acompañarla en la muy difícil Tú y mi música, de Niño Rivera, sin ensayo, en una sola toma, durante una de sus últimas sesiones de grabación en las que tomaron parte Tata Güines en la tumbadora y Felipe Valdés en la guitarra.

En aquellas dos tardes dejó registrados una veintena de tracks: algunos de sus boleros favoritos de José Antonio Méndez, Pepé Delgado, Silvia Rexach, Agustín Lara, Vicente Garrido, Rafael Hernández y Marta Valdés: Hay todavía una canción alborotando el curso de mi pensamiento / Hay todavía una canción precipitando acciones, reclamando tiempo… Fue el inicio de una hermosa despedida.

Un periodista la bautizó Señora Sentimiento, y así continúa llamándola un público integrado por al menos dos generaciones. Te extrañarán las raras armonías, le dijo Ela O’Farrill en la canción que dedicó a su memoria. Portillo y Marta escribieron también sendos boleros en su homenaje.


Hace algún tiempo a un amigo poeta escuché la siguiente profecía: “Sé lo que espera cuando me vaya de Cuba, trabajar como un loco para tener todo lo material que aquí no me es posible y los domingos lloriquear un poquito sobre el arroz congrí mientras oigo un disco tremendo de Elena Burke”. En camiones de mudanza o carga, incluso en bicitaxis, se puede encontrar de vez en cuando un letrero que dice: “Ámame como soy”.

Es fecha dichosa cuando algún cubano de cualquier lugar descubre una grabación suya más o menos desconocida, en vivo o en estudio, no importa de cuándo, quién la acompaña ni de qué se trata. En estos días finales de febrero, en su cumpleaños 89, La Burke canta especialmente para uno, siempre.

Sigfredo Ariel
On Cuba Magazine, 8 de febrero de 2017.

Videos: Las cuatro canciones forman parte de la segunda versión del álbum Elena Burke De lo que te has perdido (la primera es de Fonomusic, España, 1985 y la segunda de Polydor, México, 1988), que también incluye estos otros temas: De lo que te has perdido; Para gastarlo contigo, Amor en festival, Lo que yo te amé, Si vieras, Yo no soy tu amiga y Llora.

Escuchar el disco La Burke canta, con Meme Solís al piano (Producciones Gema, La Habana 1959). Elena Burke grabó una treintena de discos, como solista o acompañada, entre ellos A solas con Elena Burke (Areito, 1964), con 12 canciones (Bellos recuerdos, La dulce razón, Canta lo sentimental, Aquí de pie, Cuando pasas tú, La sentencia, Presiento que te perdí, Canción de un festival, Duele, Ese hastío, Me atrevo a jurar y Por si vuelves). El último habría sido Cómo fue, un CD del 2000, con los siguientes números: Cómo fue, Siempre en mi corazón, Un mundo raro, Babalú, La puerta, Si me comprendieras, Delirio, Todo y nada, Ya no me quieres, Toda una vida, Que me importa, Amor que malo eres, Confidencias de amor, Un poco más, Albur, Por qué negar y Cenizas.

Ver el documental Y me gasto la vida y las fotos de Elena Burke en el texto original.

Leer también: Recordando a Elena Burke.

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