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lunes, 10 de abril de 2017

Recordando los Centros Especiales de Inglés en La Habana


Según una avanza en edad, va retrocediendo más en las memorias de la niñez. Y a mí ahora por la madrugada me invaden los recuerdos y me desvelan. Como no tengo que levantarme por la mañana a una hora determinada para ir a trabajar, a veces me levanto antes del amanecer y me pongo a escribir.

Hace unos días me daban vuelta en la memoria las amiguitas que fueron vecinas mías en Santos Suárez entre los 5 y 10 años de edad, que vivían en la calle Correa y al doblar, en San Benigno. Hoy me ha venido a la mente las clases de inglés. Son poco más de las 4:30 de la madrugada y decido levantarme y ponerme a escribir.

A los 8 años, cuando cursaba el 4to. grado en la Escuela Municipal Alfredo M. Aguayo (más sobre la Aguayo en los posts publicados en este blog el jueves 27 de febrero y el lunes 2 de marzo de 2017), mi maestra de inglés fue Josefina Cadenas, quien nos enseñaba el curso primario El inglés en acción, de Leonardo Sorzano Jorrín (ver post que el jueves 13 de abril de 2017 en este blog dedicaramos a Sorzano Jorrín) y el primer año, con fonética: Tom, Mary, Mr. Blake, Mr. White y la Widow Wilson.

A los 11 años matriculé en el Centro Especial de Inglés No.12, situado en Calzada de 10 de Octubre 711 entre Quiroga y Colina, Santos Suárez. Las clases, de lunes a viernes, eran de 6 de la tarde a 7. La maestra de 2do. año de inglés fue Luz A. Cremé, de pelo castaño oscuro rizado, que vivía en un segundo piso, sin elevador, por la calle Águila, en el centro de La Habana. La de 3er. año se llamaba Lydia Dennis, norteamericana, gruesa, rubia de pelo lacio, que resaltaba poco, solía usar vestidos con florecitas, el aula quedaba en la planta baja.

En 4to. año, la maestra era Mercedes del Río de Montané, casada con un dentista que tenía su gabinete en la calle San Lázaro. Una tarde de otoño dio la clase sin luz -no recuerdo si por Halloween o se habría ido la electricidad- sosteniendo una linterna debajo de la barbilla. Cantamos Stormy Weather y Vereda tropical.

El centro ocupaba una casona colonial. Tres de las aulas en las cuales tomé clases quedaban en la planta alta y daban a un balcón largo descubierto en forma de herradura. El libro de primer año de Sorzano Jorrín que usé, creo que prestado por una vecina de frente a casa, tenía escrito en la primera página Bobby Collazo, no sé si habría pertenecido al compositor y pianista. Había otro libro en uso, me parece que del método de John Hamilton. Aprendimos los nombres de piezas de ropa, comidas, muebles del comedor, partes de la casa, la estufa, lavamanos, modismos... Memorizamos el poema Bed in Summer, del escocés Robert Louis Stevenson.

Era primera vez que asistía a clase con varones. Vencí mi timidez, adquirí un poco de sociabilidad e hice varias amigas. En el portal sin baranda, cuando llegábamos temprano, antes de que empezaran las clases, copiábamos poesías. Recuerdo una bastante ridícula titulada La carta. Cuando estaba lloviendo nos sentábamos en la escalera. Varias compañeras me firmaron el libro de autógrafos, entonces de moda.

En el 4to. año cambiaron el libro del método de Leonardo Sorzano Jorrín para otro que tenía la palabra Digest en su título y contenía una lección sobre los gitanos, que decían descender de los egipcios. En ese curso ingresó otra alumna también nombrada Zilia, lo que causó confusión, Zilia Sáinz, que vivía en San Benigno 446 casi esquina a Zapotes, frente al parque.

De esas clases recuerdo a Ada Morán, Otilia Fernández Vásquez, de ojos grandes, hija de españoles, que vivía en Santa Irene y estudiaba en el plantel Concepción Arenal, Dalia Entralgo, Idalia Pino, delgada, a cuya fiesta de quince asistí, en la calle Mangos; Conchita Cotera, Ohilda Reyes Andrade, Agustín Ramos, poeta y locutor de radio, Lino Sanz, Hilda; la Egea, hermana del actor Eduardo Egea; Reynaldo, muy inquieto; Araminta Suárez, de pelo muy largo; Angélica Socorro, que estudiaba en el Instituto de la Víbora; Rolando Fernández, cuya hermana asistía a Aguayo.

Conservo una fotografía con otras tres compañeras en el portal alto de la casa de al lado, con un vestido verde aqua de chaqueta, y otra borrosa con varios compañeros ante el portal del centro. La directora del Centro era Adolfina Núñez. Daban clases también de 7 a 8 y de 9 a 10 de la noche. Las clases de inglés eran gratuitas.

Teníamos una asociación de alumnos, Liberty’s Torch Association, el emblema era una mano sosteniendo una antorcha, el lema English is knowledge, knowledge is power, un himno con la música del himno de la Infantería de Marina de los Estados Unidos, una biblioteca, Franklin D. Roosevelt Library, y una revista mensual, Happy Jingle. Los Centros Especiales de Inglés tenían su himno, A Song of Good Will, y una revista inter-académica. Otros centros utilizaban el método de Louis G. Alexander.

En el local donde a partir de las 6 de la tarde daban clases de inglés, por el día funcionaba la Escuela Pública No. 87. Tres años y medio después de haber terminado el curso, pasé por la escuela y se había derrumbado el techo del portal, debido a un accidente de ómnibus alguien me dijo. Le tiré una foto a la fachada antigua con el portón y ventanal.

El 10 de septiembre de 1929, por el Decreto Presidencial 1705, se crearon cuatro Centros Especiales de Inglés en La Habana y dos meses después, cinco centros más. Las clases eran alternas de 5 de la tarde a 8 de la noche en tres turnos de una hora cada uno con cuarenta alumnos por grupo. Con posterioridad estos centros se crearon en toda la república (tomado de Organización Escolar, Tomo II, página 87-88, 1971, Revista Mendive, publicación científico-pedagógica). Según el Directorio Telefónico de La Habana, de abril de 1958, el Centro Especial de Inglés No. 6 radicaba en Calzada 908 entre 6 y 8, Vedado. Teléfono: 30-3900.

Zilia L. Laje

Foto: Junio de 1940. Alumnos del primer año de inglés de una de las escuelas dedicadas a ese idioma que antes de 1959 existían en Santiago de las Vegas, municipio a 29 kilómetros al sur del centro de La Habana. En primera fila, con traje, el profesor Norberto Más Sierra. Tomada del blog Santiago de las Vegas en Línea.

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