La Habana, 1974. Felito Ayón ponía con frecuencia un disco de vinil: Milestones (Columbia Records, 1958). Mi primer encuentro con John Coltrane. Me interesaba el son cubano mucho más que el jazz que Felito Ayón me hacía escuchar en las pausas de su alcoholismo rumboso. Pero en la prosodia tenor del sax de Coltrane yo deletreaba algo que iba más allá.
Milestones era el disco preferido del exdueño de El Gato Tuerto: Straight, No Chaser, Dr. Jackie, Milestones y Billy Boy se expandían por toda la calle Ayestarán. El sax alto de Cannonball Adderley se tragaba la angustia de la tarde. Mi primer pianista fue Red Garland. Me inicié en la síncopa con los tabaleos de la batería de Philly Joe Jones. Yo caminada sorprendido sobre el walking de Paul Chambers. Me quedaba en silencio en los solos de Davis: me gustaba su columpio de suave resonancia untado de violenta creatividad introspectiva. Entré al cosmos del jazz con Milestones, de Miles Davis. Se lo debo al chino Felito Ayón.
Miles Dewey Davis III, sencillamente Miles Davis, figura concluyente del jazz moderno. Trompetista y compositor que cambió los esquemas del sonido sincopado durante la segunda mitad del siglo XX. Incursiona en el bebop, cool, hardbop, vanguardia (modal, jazz rock), postbop, jazz funk, third stream, fusión. Ejecutante que se caracteriza por un discurso de suavidad melódica, lirico y reflexivo, en el uso de notas breves desde las posibilidades de un dominio técnico del registro central. Declamación única con la sordina, alternada con el fliscornio. Protagonista clave de “todas las metamorfosis del blues instrumental”, según afirmaciones de Arnaud/Chesnel en Los grandes creadores del jazz (Ediciones del Prado, 1993).
En 1959 -no todo fue terrible ese año- aparece el álbum Kind of Blue -silabario esencial del jazz modal- que lo instala entre los grandes músicos norteamericanos del siglo XX junto a Duke Ellington, Louis Armstrong, Charlie Parker, Thelonious Monk, Dizzy Gillespie, Bill Evans y John Coltrane. Examen de la improvisación en escala en desplazamiento de las mudanzas de acordes. Milestones, Birth of the Cool, Round about Midnight, Sketches of Spain, Porgy and Bess, My Funny Valentine, Miles Ahead, Quiet Nights, Bitches Brew, In a Silent Way, You’re Under Arrest, E.S.P., Cookin’: obras maestras.
En el año de su 90 aniversario aparece Tribute to Miles Davis (Blue Line, 2016): álbum doble en el cual Herbie Hancock (piano), Ron Carter (contrabajo), Wayne Shorter (sax), Wallace Roney (trompeta) y Tony Williams (batería) se reúnen para ejecutar piezas emblemáticas del repertorio del “predicador de la trompeta”. Curioso combo: todos sus integrantes colaboraron de manera cercana con el trompetista de Alton, Illinois, en la alineación del segundo quinteto (1964-1968): etapa que transita por el modalismo hard y guiños con el free. Wallace Roney, nacido en 1960, estuvo muy ligado espiritualmente al compositor de Blue in Green.
Homenaje en que las glosas instrumentales se convierten en evocaciones: R. J (Carter), Litle One (Hancock) y Eighty One (Carter/Davis) son temas de la placa ESP (1965); Orbit (Shorter) pieza de Miles Smiles (1967); Pinocchio (Shorter), composición de Nefertiti (1968). So What (Davis) y All Blues (Davis) son tomadas de Kind of Blue: insinuantes consonancias. Tres inspiraciones de Williams: Pee Wee, Elegy y Drum Solo suscriben tres momentos espléndidos de este elogio a 'the sorcerer' (el brujo) de la música afroestadounidense.
Lisonjas atribuladas en un disco en que las compensaciones se columpian en diseños hard y free. Hancock se explaya con clústeres de redundada imaginería; Shorter recrea apuntes de Coltrane y Coleman. Walking carteriano de pujantes pulsaciones. Williams en desafiantes tabaleos. Tribute to Miles Davis: placa de sorpresivas tramas y conformes en que virtuosos concertinos elucidan el estilo sereno del jazzista más confidencial de todos los tiempos. Corroboración de las riquezas del jazz.
Exégesis de la fonética de un trascendente período del carismático instrumentista, amigo de Boris Vian, Louis Malle, Charles Delaunay, Jean Paul Sartre y Juliette Gréco. Fue en París su despedida envuelto en la ruina y en una voluntad rabiosa. Agosto de 1991. Concierto final. Los músicos que lo secundan: siervos de sus caprichos excedidos. Da la espalda al público para estar solo con su virtuosa desolación.
Miles toca esa noche la trompeta con lenitiva voracidad buscando una cadencia proscrita, densa y sigilosa. Pocos asistieron al sepelio del Ubu rey del jazz. Nadie lloró. No hacía falta. El pasado 26 de mayo el hijo del dentista rico de St. Louis cumplió 90 años: me refugié otra vez, como tantas veces, en Straight, No Chaser, el tema preferido del diseñador gráfico Felito Ayón, quien me introdujo en las certezas errantes de Davis.
Carlos Olivares Baró
Cubaencuentro, 3 de junio de 2016.
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