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lunes, 11 de julio de 2016

Historia de un paria (III)



El 29 de diciembre de 2008 ya oscurecía y Farah se buscaba los pesos en las calles de La Habana. Mientras, Santiago cocinaba frijoles negros. Sandro, la pareja que Jorge tenía en aquel momento, metió un cucharón en la olla y a Santiago no le gustó. Santiago y Sandro se fueron a las manos y en fracciones de segundos, Sandro le clavó un cuchillo en la ingle a Santiago.

Teresa sintió la gritería de Jorge: “!Lo mataste, lo mataste!”. El barrio se puso en función de la reyerta. Unos minutos después llegaba Farah, maquillada, contenta del buen día que había tenido. Cinco años de relación cortados por un solo tajo. Fin de Santiago Sánchez López. Fin de la historia.

Dos años más tarde, en 2010, Jorge murió a causa de una cirrosis hepática por el abuso de los medicamentos que consumía.

-Lo cuidé hasta el final. Después de bailar en la calle y de buscar dinero, compraba comida, la cocinaba y se la llevaba al hospital. El día que murió yo estaba en la casa descansando. Acababa de dejarlo bañado en el hospital. Tres días antes de morirse conversamos y le perdoné todo lo duro que fue conmigo.

Sola de nuevo. Al padre se lo encontraba poco, y cuando coincidían en el barrio, cada uno hacía como que el otro no estaba ahí. Con sus hermanos apenas se cruzaba. Iván estaba preso hacía un tiempo en Orlando, Estados Unidos, por tráfico de drogas. En una ocasión le mandó doscientos dólares.

La casa había quedado reducida a un pequeño cuarto en usufructo, luego de que paulatinamente Jorge la desglosara en otros pequeños cuartos que vendió a inmigrantes y gente más o menos marginal.

-Me deprimí mucho por la muerte de Santiago y Jorge, y comencé a hacerle rechazo al cuarto. Empecé a pasar más tiempo en la calle buscando pareja.

Elio Medina es un homosexual santero que vive en otra ciudadela, a un par de cuadras de Farah. La conoció cuando Jorge aún vivía, se encariñó con ella y se convirtió en una especie de amigo y guía espiritual. Elio cuenta:

-Ella es muy buena y confiada. Pasa por cualquier esquina, se encuentra a cualquier muchacho y se lo lleva a vivir a su casa. Una vez llegué a sacar de ahí a diecisiete personas. Fui a verla y la gente estaba durmiendo en el piso. Ella llevaba varios días sin comer.

Después de Santiago ha desfilado por la casa de Farah un pueblo. Muchachos holgazanes ninguno de los cuales ha sobrepasado los treinta años, ninguno de los cuales ha sido negro, porque a ella los negros no le gustan. Nadie cercano a Farah ha conocido una pareja suya que no abusara de su confianza o no le diera una paliza cuando le ha sido imposible costear los lujos a los que aspiran esos tipos.

Desde Santiago Sánchez López hasta la fecha, varios chulos se han disputado la custodia de Farah, especie de gallina de los huevos de oro. Consumida por su hambre de afecto y su flaca autoestima, Farah es capaz de aguantar casi cualquier cosa -desde humillaciones hasta golpes- por no pasar la noche sola.

Como es de suponer, el que quiere obtener algo de ella –un techo donde pasar la noche o pasar una temporada, un plato de comida– solo tiene que ser medianamente astuto para decirle lo que quiere escuchar. Farah se hace la vista gorda, se engaña a sí misma y trata de engañar a los pocos que se preocupan por ella, cuando asegura que a sus cincuenta años tiene a los jovenzuelos comiendo de su mano, hasta que las mentiras salen a flote y las relaciones –si ese nombre podemos darles– se hacen insostenibles.

A saber, las más importantes de los últimos diez años comienzan con Vladimir, alias La Muerte, fumigador de oficio.

-¿Por qué le decían La Muerte?

-Niño, porque era un blanquito precioso, de ojos azules. Lo máximo. Pero por dentro era un veneno. Era como Chucky, el muñeco diabólico.

Farah se fue a vivir con Vladimir a un llega-y-pon que alquilaron en las afueras de San Miguel del Padrón. Se adaptó al aislamiento de la periferia. Rápidamente se convirtió en la criada del lugar. Fregaba, limpiaba, ordenaba, bailaba en la zona para conseguir dinero y comprar comida.

-Todo era color de rosa hasta que comenzó a robarme el dinero. Cuando quería dejarlo me caía a golpes y me amenazaba.

Para salir de Vladimir, Farah se buscó otro chulo. Con Amed Negro Trujillo duraría cinco años.

Se conocieron una noche en el Parque de la Fraternidad. Amed le preguntó si ella era Farah, la famosa. Ella respondió que sí. Ese día, después de hacerse de rogar, se fueron juntos al cuarto de San Leopoldo.

-Le hice una “comidita de puta”: platanitos, tomates, arroz y huevo frito. Hicimos el sexo. Nos compenetramos.

Amed era epiléptico y pastillero. Cuando se juntaban las dos cosas, Farah tenía que huir lejos, porque la tunda era segura. Estuvo preso varias veces por golpear a su abuela de crianza, por desorden público y por amenaza con arma blanca. La misma Farah lo denunciaba a veces por robo o por agresión física, para retirar la denuncia unas horas más tarde.

Cada vez que Amed caía, allá iba Farah, tacones de brillo, vestido atrincado, cargada de jabas con comida, a ver a su marido a la prisión. Cuando Amed salía de pase, se quedaba en la casa de ella.

En una de las visitas a Amed, otro preso comienza a ficharla. Andrés Bravo Cardenal alias El Diente, que estaba en la cárcel por robo con fuerza, sale de pase un día y se tropieza con Farah en un kiosco de fritangas.

-Había frío. Yo me estaba comiendo un pan con minuta y él me pidió que le comprara uno. Se lo compré. Empezamos a conversar y le dije que estaba cansada de Amed, que me daba muchos golpes. Él quiso acompañarme hasta el barrio, me iba a dejar en la esquina, porque Amed estaba en mi casa, de pase también. El final de la historia es que Andrés terminó entrando a la casa. Yo dije que él era un primo mío. Y Amed dijo: “¡Qué primo de qué, si él está en la prisión conmigo!”. Entonces planté: “Pues mira, a partir de ahora él es mi marido”. Niño, cinco de la madrugada y ellos se fueron a los golpes por mí. Tuvo que venir la policía.

Farah se enamoró rápido, como se enamora ella cuando le muestran un mínimo de simpatía. Se hizo tatuar en la espalda las iniciales de Andrés Bravo Cardenal: ABC, con tinta azulada. Él, por su parte, se tatuó Farah en el antebrazo. En alguna ocasión le escribió un par de cartas desde la cárcel. En un cuadernillo donde Farah anota números de teléfonos y cosas importantes, conserva este pedazo quién sabe por qué razón: “(…) es bueno que de vez en cuando salgas a la discoteca para que puedas divertirte un rato, porque tú eres merecedora de muchas cosas, pero también recuerda que la calle está mala cantidad, y no puedes llegar tarde a tu casa. Te amo mucho, Farah. De tu amor, Andrés”.

Las visitas a la prisión y las jabas de comida eran ahora para Andrés, un muchacho que en la calle parecía hermético, de carácter frío, duro e impenetrable. Pero que entre las cuatro angostas paredes del cuarto de San Leopoldo lo que precisamente le pedía a Farah era que lo penetrase. Así copulaban la mayoría de las veces.

-Me enganché con él, porque me trabajó la línea de fuego. Cuando nos enredábamos éramos Shakira con Beyonce. ¡Ayyyyy! ¡Perra! ¡Dura! Andrés era una 'salá' en la cama.

Cuando quedó en libertad y estuvo a tiempo completo en el cuarto de Farah, las golpizas comenzaron de nuevo.

-Era muy materialista. Al principio yo le puse los colmillos de oro, que me salieron en sesenta dólares cada uno. A plazos le terminé de pagar una cadena y después un reloj. Pero cuando no tenía dinero se ponía mal.

En una de las golpizas más fuertes que Andrés le atizó, Teresa tuvo que asomarse al balcón con un palo en la mano:

-Lo amenacé con caerle a palos si seguía maltratándola. A Farah aquí la quiere todo el mundo. Él me dijo que ella lo sacaba de paso. Yo le respondí que si lo sacaba de paso, que recogiera sus cosas y se fuera. Que si se quería comprar unos zapatos o lo que fuese, que trabajara. Farah es muy indefensa. Es poquita cosa. Anda siempre arreglada, sale para la calle y regresa con sus cuatro pesos, es la reina de la Habana Vieja. Pero no oye consejos.

Elio Medina, su padrino, fue una vez testigo de una escena similar en su casa.

-Vino un día a visitarme con Andrés, y él la ofendió delante de mí, la humilló. Lo agarré por el cuello y lo boté de mi casa. Farah no es muy inteligente que digamos, y cuando la ofenden y tiene lucidez, se demora mucho en dar una respuesta.

A principios de 2016, después de casi tres años aguantando golpes, bailando en la calle para mantenerlo, le cambia la cerradura a la puerta y se deshace de Andrés.

-Yo soy el tipo de homosexual al que le gusta llamar la atención. Mientras más extravagante me visto, más segura estoy de mí. Cuando me gritan en la calle !Farah, perra, dura, diva, tú sí!, me siento realizada. En una revista dijeron que yo sí tenía cojones y timbales, por haberme lanzado a las calles vestida de mujer sin importarme nada. Cuando joven fui un homosexual precioso. Fíjate que tengo cincuenta años y todavía me veo despampanante.

-He llegado a tener sesenta pelucas, y cuando se ponen feas las regalo o las boto. Cuando bailo en la cervecería, el que me quiere regalar dinero me lo tiene que poner adentro de la blusa. Le digo a todo el mundo que ese dinero es para ponerme las tetas de silicona. Eso sí quisiera. Cambiarme de sexo no. Yo he tomado anticonceptivos y hormonas, y me han salido mis teticas, pero las he dejado de tomar porque me dan náuseas y mareos.

-Soy virgo. Los virgos somos alegres, tenemos suerte para el dinero. Somos muy queridos. Gente sencilla y natural. Soy tan famosa que cuando Beyonce vino a La Habana, fue a la cervecería a conocerme. Del nerviosismo me mandé a correr y me escondí en el baño. Al final me pidió que bailara algo. Mandé a la orquesta a tocar El cuarto de Tula. Beyonce me regaló quinientos dólares y un vestido. Eso lo sabe todo el mundo. Con el dinero me fui para Varadero y me llevé seis pepillos y dos amigas mías travestis. Era la poderosa. Los pepillos me llovían y yo tenía para escoger.

En marzo de 2016 la casa de Farah es el mismo cajón de cuatro por cuatro que heredó de Jorge La Reglana en el barrio de San Leopoldo. El olor, en cuanto cruzas el umbral, te conecta con la miseria y la marginalidad en que transcurre su vida. El vaho nauseabundo de un sitio poco ventilado y que se limpia con escasa frecuencia y con escaso rigor.

Como los típicos cuartos en usufructo en la superpoblada y ruinosa Centro Habana, el de Farah también queda fraccionado en planta baja y planta alta, con una división de madera llamada 'barbacoa'. Arriba, el cuarto, con una camita personal de sábanas calamitosas y un escaparate viejo. Magullados zapatos de mujer en el suelo de tablas. Ropa vieja de colores chillones que le van regalando. Algunas figurillas de barro y un arcaico ventilador de pie. Dos posters en las paredes: uno de Shakira (frente a la cama) y uno de mujeres y hombres en cueros (a la cabecera de la cama).

Abajo, una sala-comedor-baño-cocina. La entrada del bañito no tiene puerta. Hay en el apretado espacio, con vista al inodoro blanco, dos muebles de una felpa cochambrosa color rojo vino. Las pertenencias de Farah son escasas. Si ha tenido algo de valor en algún momento de su vida, el marido de paso se lo ha robado. Nunca ha tenido, por ejemplo, un refrigerador. Los pocos alimentos que compra los cocina en el día. Cuando no tiene ganas de encender el fogón (la mayoría de las veces), lleva un pozuelo plástico al comedor de ancianos y casos sociales de la calle Perseverancia y allí le dan algo.

Anclada a la pared de la salita, hay una complicada repisa de madera con varios compartimentos atiborrados de fotos y baratijas como pequeños muñecos de cerámica y flores artificiales. Un comprobante de pago de Aguas de La Habana, colillas, una caja vacía de cigarros Criollo. En el resto de las paredes, un collage de desnudos masculinos que fueron arrancados de alguna revista erótica, y un afiche grande con la propaganda del perfume Le Male, de Jean Paul Gaultier, donde un imponente rubio muestra sus abdominales.

En otro destartalado estante de madera, hay un viejo equipo de música y una larga colección de discos llenos de polvo. De Rocío Durcal y Rocío Jurado, Un mano a mano de lujo; de Madonna, You can dance. El show Nuestra Belleza Latina, Donna Summer en concierto, la novela mexicana Amor por siempre. Una colección de documentales de Discovery Channel con los programas Armas de alta tecnología, Aliados de la II Guerra Mundial, Devoradores de Hombres, Trenes de alta velocidad y otros. Varios cassettes VHS con filmes como Hércules y La máscara negra. Completa la colección un video pornográfico que tiene en la carátula fotos pequeñas que adelantan a dos tipos calvos teniendo sexo al lado de una piscina.

-Yo soy una enferma sexual. Me gusta mucho hacer el sexo.

Jorge Carrasco
El estornudo, 25 de abril de 2016.
Foto de Farah hecha por Almudena Toral.

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