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miércoles, 1 de junio de 2016

Rita Montaner, la única obsesión de un hombre


Y no lloró, aunque se iba muriendo, de la peor manera posible, sin su voz. Cuando Rubén Vigón, dueño del teatro, le hizo aquella pregunta tras quedarse ella sin voz, después del primer acto de la comedia Fiebre de Primavera, Rita Montaner tenía 57 años.

“Señora Rita, ¿usted quiere que suspenda la función?”.

“Ese público viene a verme a mí, ese público no viene por usted ni por su sala y yo tengo que respetar a ese público. Ante todo, respeto al público y ese público se va de aquí con el trabajo bien hecho, aunque yo me muera”, espetó la artista.

Y casi se muere, pero el actor Alejandro Lugo, quien contó la anécdota, recuerda aquella como una actuación “a la altura de lo mejor que se ha visto en Cuba o en el extranjero”.

No subiría más a un escenario. “La Única”, como la apodaron, señoreó en los teatros, cine y televisión de la primera mitad del siglo XX cubano y hasta copó París, México, Nueva York, con su carácter volcánico y el talento que le permitía moverse entre los distintos registros artísticos. Pero había llegado la despedida.

En el siglo que se prolonga, su figura también sobrevive en forma de objetos, partituras, discos, cartas, fotografías y hasta una pequeña historia de admiración y misterio.

A poco de iniciado el año 2016, se expuso en la ciudad cubana de Pinar del Río la colección más grande sobre su persona. Más de 2000 piezas entregadas al Centro de Documentación e Información Musical Argeliers León por una familia ilustre, cuyo nombre quedó sin develar en un principio, generaron el misterio sobre el origen de tamaña donación. ¿Cómo y por qué llega a una sola persona la ingente acumulación? ¿Cómo sobrevivieron esas piezas?

Gracias a la “obsesión” de un investigador pinareño, Rita Montaner “volvió” a la vida. Un hombre que la conoció, la respetó y guardó en su hogar, hasta el día de hoy, las reminiscencias, quizá, de la mulata más popular de Cuba.



En las salas del Centro Argeliers León se puede visitar la exposición titulada Rita Montaner, la música hecha mujer. Vestuarios suyos, fotos autografiadas por Carlos Gardel, partituras originales, libreta de notas, imágenes de las tantas figuras que compartieron escenario y reconocieron su calidad, cubren las paredes y los estantes.

A través de la selección se viven las varias etapas de su vida; su desempeño en cabarés y teatros, además la cercanía con los medios de comunicación. Entre las piezas, se destacan las partituras compuestas para ella por Moisés Simons, Rodrigo Prats y Ernesto Lecuona.

Preciosa y recogida dentro de su estante, descansa la mítica estola de plata, prenda de fabricación egipcia; una misiva escrita por Eduardo Chibás y dedicatorias obsequiadas de personalidades famosas como Libertad Lamarque, Bola de Nieve, Joséphine Baker, Félix B. Caignet e Irving Berlin.

En voz baja se murmuraba la procedencia de las piezas. Aunque la información no fue revelada desde el comienzo, para algunas personas no existía misterio: las obras permanecieron por décadas bajo el cuidado del investigador Aldo Martínez Malo, ya fallecido, autor del libro Rita La Única, y un profundo conocedor de su vida.

Aldo, ya avanzado en años, sonreía cuando los visitantes se inquietaban ante el ruido lejano, en cualquier lugar de la casona. Si en la cocina resonaba un caldero, como el ritmo de un bongó, impávido afirmaba con total naturaleza: “Es el fantasma de Rita que seguro anda por ahí”, y continuaba la conversación tranquilamente.

En la casa confortable de los Martínez Malo, cercana al centro de la ciudad de Pinar del Río, Loyola Fernández Martínez Malo, sobrina de Aldo, recibe a los visitantes. Única heredera del investigador e intelectual, habla sobre la pasión de su tío. “Desde niño se obsesionó con su figura y más adelante comenzó a investigar sobre ella”.

En la amplia sala descansan muchas obras de arte. En el centro de una de las paredes, dentro de un gigantesco cuadro, con sus labios indefinibles, ancha sonrisa y pelo sobre lo corto, descansa el retrato del personaje fetiche de Aldo. Detrás, en una pequeña terraza, otra estampa de la actriz vela por la tranquilidad de la casa, como si de retratos familiares se tratara.

Durante años, los trajes descansaron en baúles y las fotos en la biblioteca del investigador, quien las preservó. Loyola creció escuchando las historias de su tío y viendo como a menudo, iban y venían los interesados por los documentos testimoniales. Allí descansaron la célebre estola de plata, regalo de un presidente para la mulata y el traje con que cantó Cecilia Valdés.

“Cuando mi tío fallece, yo era la heredera universal, porque lo cuidé siempre. Dejó todo en mis manos y temiendo que se dañara, porque no tenía condiciones, decidí entregarlo al Centro Argeliers”, cuenta la anfitriona y aclara cómo llega a manos de Aldo, la inigualable colección inigualable: “Él hizo amistad con Violeta Vergara, nuera de Rita, y ella le donó la colección que cuidó por tantos años”.

La personalidad de Martínez Malo le llevó a acercarse a egregios de su tiempo y a convertirse, a fuerza de insistencia no siempre bien recibida, en albacea y protector. En su poder radicó, incluso, una foto firmada por la diva en 1957. Debajo de la sonrisa joven y el rostro terso, reza, “Para ti Aldo mío, no te olvida, tu Rita”.

Incansable, insistente, propició también que en Pinar del Río se guarde otro importante menaje de piezas unidas a la vida de Dulce María Loynaz, en el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz. De la anciana que vivía exiliada en el Vedado habanero, Aldo recibió los calificativos de ‘impertinente’, ‘majadero’, ‘insoportable’, ‘entrometido’. Pero, al escribir Fe de vida, a petición del pinareño, Dulce reconocería que “él lo hizo posible”.

Rita Montaner falleció en la madrugada del 17 de abril de 1958, víctima del cáncer. Al día siguiente el pueblo la acompañó al Cementerio Colón, y el locutor Germán Pinelli al despedir el duelo dijo: “El pueblo de Cuba trae sobre sus hombros su propio corazón”.

Cuando murió debían haber sido enterradas con ella muchas canciones, porque nadie jamás ha vuelto a cantarlas como Rita, comentó Bola de Nieve. Descanse en paz, Rita Montaner, Rita la Única, Rita de Cuba. Rita del mundo. Para mí, sencillamente, Rita, se despidió Ernesto Lecuona.

Texto y foto: Eduardo González Martínez
On Cuba Magazine, 29 de marzo de 2016.

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