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lunes, 1 de febrero de 2016

Joaquín Ordoqui y la "grandeza de la revolución"



El miércoles 24 de septiembre de 2014, el periódico Granma fue autorizado a invitar -en su sección Culturales- a la presentación en el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, el viernes 26, del documental Los amagos de Saturno. La realizadora Rosario Alfonso Parodi, investigadora de aquel instituto, enfocó las motivaciones del delator de los mártires de Humboldt 7.

Los francotiradores de la blogosfera cubiche aprovecharon la ocasión para comentar el documental y no abordaron la suerte que corrió el comandante Joaquín Ordoqui Mesa.

La propia CIA se atribuyó el juicio por delación contra Marcos Rodríguez Alfonso, alias Marquitos (Causa 72-1959 de la Sala Cuarta de lo Criminal de la Audiencia de La Habana), como “primera reacción a la operación AMROD dentro de Cuba” (Expediente 80T01357A, Registro NARA 104-10118-10001, página 3.

Pero la conexión de Marquitos vía AMROD con Ordoqui es falaz. Aquel cayó fusilado por su delación y Ordoqui cayó en desgracia porque Castro nunca admitió haberse ido con una bola de la CIA.

El 3 abril de 1963, la CIA aplicó una medida activa con ánimo de fragmentar la coalición castrista: Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR) y Partido Socialista Popular (PSP), y socavar la alianza entre Castro y Moscú. Un agente “desafecto” de la CIA vendió a la Dirección General de Inteligencia (DGI) en Ciudad México documentos que endilgaban a Joaquín Ordoqui Mesa haber pasado información militar a Estados Unidos durante la Crisis de los Misiles (1962).

Hacia noviembre de 1963, otros documentos falsos expusieron como agente de la CIA a la attaché cultural de la embajada de Cuba en México, María Teresa Proenza, alias La Momia, exsecretaria de Diego Rivera y militante de la vieja guardia comunista, quien de vuelta a la Isla fue arrestada, pero saldría pronto en libertad y terminó en una biblioteca.

El 16 de noviembre de 1964, Ordoqui fue detenido y sustituido por Juan Almeida como viceministro de las FAR. La nota oficial puntualizó que se procedía a la “investigación completa de su conducta política (desde 1957) con entero espíritu de objetividad y justicia”. Acotó que esto llevaría tiempo, pero si se despejaba “toda duda”, Ordoqui Mesa sería “restituido en sus cargos y recibiría pública satisfacción”.

Junto a su esposa Edith García Buchaca, Ordoqui quedaría confinado en una casa de campo en Calabazar, en las afueras de La Habana. El 16 de abril de 1973, el Buró Político decidiría “no acusarlo ante los tribunales y suspender las restricciones”, pero sí separarlo del Partido Comunista y de las FAR por “debilidades de la conducta revolucionaria y serios indicios de culpabilidad”, aunque no constaran “pruebas definitivas”. Ordoqui Mesa fallecería de cáncer dos meses después, el 19 de junio de 1973.

Tal como puede apreciarse en su número de radicación, la causa penal contra Marquitos venía andando desde 1959, por denuncia de la viuda de Fructuoso Rodríguez, uno de los cuatro mártires de Humboldt 7. Marquitos acabó siendo detenido el 10 de enero de 1961 en Praga y compareció a juicio el 14 de marzo de 1964. Faure Chomón, líder del Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR), abrió la caja de Pandora con una carta de Marquitos a Ordoqui fechada el 10 de septiembre de 1962.

Castro arremetió contra Ordoqui Mesa por no haber “presentado esta carta inmediatamente al Partido (Unido de la Revolución Socialista, PURS)”, pero dejó claro que se debía “exonerar enteramente” a García Buchaca de la grave imputación vertida por Marquitos en la carta: que durante su exilio en México él habría confesado a ella la delación de los militantes del DR en Humboldt 7 y ella, tras reponer que cosas así habían pasado también en China, terminaría aconsejándolo: “Bueno, tienes que hacerte más fiel al Partido (Socialista Popular, PSP)”.

Castro puntualizó que tras el careo entre García Buchaca y Marquitos “delante del compañero (Osvaldo) Dorticós, Blas (Roca), Faure (Chomón), Ramirito (Ramiro Valdés) y (Emilio) Aragonés”, todos tuvieron “la impresión unánime de que aquello era una calumnia”.

Una leyenda urbana reza que Ordoqui y su esposa eran agentes a sueldo de la CIA desde 1957 y Proenza con Teté Casuso se encargaba de hacerles llegar el dinero. Otra versión asegura que el coronel batistiano Esteban Ventura tenía una llave del apartamento donde se escondían los militantes del DR en Humboldt 7 y Marquitos jamás tuvo posesión de ninguna. Otra más envuelve en misterio cómo el padre de Marquitos pudo sacar de la cárcel la carta a Ordoqui Mesa, que Roberto Fandiño tecleó para dar copias a Chomón, Alfredo Guevara y el G-2.

Todas las habladurías y novelerías sobre la inocencia de Marquitos, siendo culpable, y la culpabilidad de Ordoqui Mesa, siendo inocente, son una muestra de la mentalidad de trastienda y el afán de correveidile con que suelen buscarse inquietud y excitación antes que comprensión, en ese fenómeno histórico denominado revolución cubana.

Para fusilar a Marquitos bastaba la ley, que imponía pena de muerte por el delito de confidencia. Sin embargo, Castro aprovechó su comparencia en el juicio -para dar testimonio y opinión sobre su propio interrogatorio extrajudicial a Marquitos- al efecto de sentar que no admitiría más discusiones entre las banderías concurrentes (MR-26-7, DR y PSP) sobre la denominación de origen de su revolución.

No en balde profirió: “Hemos hecho una revolución más grande que nosotros mismos”. Y agregó: “Tenemos que estar a su altura”. No hacía falta puntualizar que él mismo se encargaba de fijar el listón en cada circunstancia.

En el expediente de la CIA consta que hacia marzo de 1966, la operación AMROD concluyó porque los cubanos “perdieron interés”. Tal eufemismo indica que la DGI tuvo noticia de la trampa, que ni fragmentó al PURS (para esa fecha, Partido Comunista de Cuba, PCC) ni conmovió la alianza estratégica de Castro con Moscú.

Pero sí amargó por el resto de su vida a Joaquín Ordoqui Mesa y su familia, ya que Fidel Castro se negó a reconocer que había tragado un señuelo de la CIA.

Arnaldo M. Fernández
Cubaencuentro, 9 de octubre de 2014.
Foto: Joaquín Ordoqui Mesa (1901-1973). Tomada de EcuRed.

4 comentarios:

  1. grandeza de la revolución"
    con su hambre y miseria


    xxx jodance con su robo ilucion




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  2. Realmente pienso que el autor de este escrito, ha mal interpretado lo que dice haber leido sobre la Buchaca, su esposo, Chaumon Mediavilla y Ventura Novo.
    Existe la evidencia de los documentos de la CIA en su estacion de Ciudad Mexico, que dandole la gracia de la buena intencion, el autor del dichoso escrito esta tratando de tapar las verdaderas maniobras super maquiavelicas, bine dificiles de descodificar sino no tenemos un back ground de cual es la gran historia que existe detras, encima, abajo y delante de la Micro Fraccion y el chivito de Marquito.
    Realmente el autor no parece saber, que la entrega de informacion al gobierno de la Isla sobre la actividad subversiva y terrorista de muchos delincuentes que se proclamaban revolucionarios y otros los llamaban Tontos utiles, tenian vida limitada, una vez utilizados habia que deshacerse de ellos.
    Este era el metodo de los comunistas, una vez avanzada la etapa de la desestabilizacion, el orden subversivo debe deshacerse de estos tontos utiles porque en las proximas fases de Crisis y Normalizacion, ya no hay espacio para ellos, tambine ellos dicen que son mas utiles muertos que vivos.
    Increiblemente Pepein Naranjo, Levi Farah, Jose Llanusa Gobel, Vilma Espin, Emilio Araagones y otros tantos hicieron lo mismo que hacia Marquito desde el telefono de la casa de Carlos Rafael Rodriguez y Joaquin Ordoqui, Escalnte y otros mas.
    Comprendase que este fue metodo que vendieron la cabeza de los bandidos como Fructuso, Sergio Gonzales, y decenas. Los muertos se los colgaban al regimen del dictador pero los fabricaban los comunistas y su instrumento Fidel Castro.
    Conozco los expedientes de la senora Maria Theresa Proenza, la vi acostada fumando marihuana con la pintora mexicana, aun con ropa en la cama de Frida, los intentos infructuosos de reclutarla, asi como los de Eusebio Lopez Azcue, quien realmente era Victor Pina Cardoso, Consul de Cuba en Mexico quine junto a al Coronel Nicolai Leonov dirigieron el operativo para asesinar a John F. Kennedy.
    Si el interes del autor era desinformar, no lo perdono, si fue por ignorancia lo felicito

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  3. Para fusilar a Marquitos no alcanzaba la ley, su proceso fue irregular de principio a fin, fue fusilado habiendo sido menor de edad en el momento de los hechos y bajo coacción en el del juicio. En cuanto a Buchaca y Ordoqui -si bien más ella que él-, es cierto que nunca fueron agentes de la CIA, pero sobran las evidencias que demuestran que protegieron a Marquitos, dentro y fuera de Cuba. Ni tan calvo ni tan peludo, señora Tania

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  4. Gracias, Carlos, por visitar el blog y dejar un comentario. Como te conozco de leer tus trabajos (anoche mi hija estaba viendo en You Tube una directa de un cubano, cuyo nombre ahora no recuerdo, y te había invitado a participar y me preguntó si yo sabía quién tu eras le dije que sí, que sabes mucho de historia y tienes un blog que he recomendado a mis amistades) te soy sincera: conozco a Teresita Ordoqui desde niña y de vez en cuando nos comunicamos por email. En 2016 me comentó de ese artículo y le dije que lo iba a reproducir en mi blog. Sigo siendo sincera: si lees los cinco posts titulados Harry Potter y la revolución escatimada, que publiqué en junio de 2009, verás que provengo de una familia del PSP y que no solo desde niña conocía a todos los viejos comunistas, si no que entre agosto de 1959 y febrero de 1961 fui la única mecanógrafa que había en el comité nacional del PSP, en Carlos III y Marqués González. Pero hay dos hechos que aún hoy para mí siguen siendo un signo de interrogación: Aníbal Escalante y la microfracción y todo ese proceso de Marquitos donde Joaquín Ordoqui estuvo involucrado. Tal vez sea porque nunca fui militante del PSP (y menos del PCC) y no tuve acceso a determinadas situaciones e interioridades. Saludos, Tania Quintero

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