No ocurre con frecuencia que una artista, una cantante, sitúe a un país entero en el mapa mundi de la cultura internacional. Sucedió con Cesaria Évora, la diva de los pies desnudos que puso a las islas africanas de Cabo Verde en el corazón más querido de los ritmos étnicos.
Con su muerte, ocurrida el 17 de diciembre de 2011, la intérprete de Sodade, Mar Azul y Bésame mucho dejó vacante un trono que se antoja imposible de ocupar. Cierto es que la figura serena de la abuela de la morna es insustituible, pero ahora la nueva generación de cantantes caboverdianas intenta que todo lo conquistado por la inolvidable señora de Mindelo no quede en el olvido.
Entre las nuevas aspirantes a la herencia de Cesária Evora, con el permiso de figuras ya asentadas en el planeta internacional de los ritmos africanos como Nancy Vieira, Mayra Andrade, Neuza, Ceuzany o Lura, destaca ahora la figura de una jovencísima cantante natural de la isla de Santiago, la mayor y mas poblada de las diez islas que componen esta república archipiélago.
Elida Almeida, que así se llama, nació en 1993 en el pueblo de Pedra Badejo, una de las villas rurales que trufan la geografía agreste de Santiago, aunque pronto se mudó con su familia a una pequeña aldea del interior llamada Matinho, donde ayudaba a su madre a vender frutas en mercados callejeros.
Fue allí donde Elida Almeida comenzó a cantar en el coro de la iglesia local, recibiendo poco después el empuje entusiasta de sus vecinos para participar en las veladas que cada fin de semana animaban el centro cultural de un pueblo, como todos en Cabo Verde, dedicados a la agricultura y la ganadería de subsistencia.
Poco a poco, su fama comenzó a crecer entre canciones de profunda melancolía, las sempiternas mornas, y ritmos mas animados como funaná, coladeira y batuque. Los sonidos del folklore de la isla más negra de Cabo Verde, influenciados por el alma emigrante de unas islas país que tienen mas población viviendo fuera que en África y la honda herencia portuguesa.
La aparición inesperada de Elida Almeida llamó la atención de los buscatalentos de la disquera Lusafrica (sobre todo de Djô da Silva, que ya fue el responsable de que la voz de Cesária Evora fuera conocida en Francia y luego en el resto del mundo), que desde su sede en París trabajaron para hacer realidad una presentación musical con un nivel internacional.
El álbum Ora doci Ora margos que se puede traducir como “ahora dulces, ahora amargos”, refleja el corazón partido que atesora el pueblo caboverdiano, verdadera seña de identidad nacional, entre la melancolía de unos tiempos mejores que no llegan y el anhelo por salir del pozo de subdesarrollo africano en un país que acaba de celebrar sus 40 años de independencia política lograda de Portugal en 1975.
Ora doci Ora margos está integrado por una docena de piezas de profunda emoción. Son, asegura su autora, el retrato de unos tiempos marcados por el cambio, por la desaparición inesperada de su padre y, en esencia, por esa saudade que ya es marca de la casa en cualquiera de los compositores e intérpretes de Cabo Verde. Son las crónicas de infancia y adolescencia de una joven africana que nunca se resignó a los embates de una vida temprana.
Capítulos de dulce fortuna como los que disfruta cualquier niña, pero también episodios de tristeza derivados de la enfermedad, la soledad y la falta de rumbo en la vida. Canciones, en fin, del milagro de vivir en África, interpretadas en kriolu, singular idioma caboverdiano hijo de Portugal, África y Brasil.
Desde su publicación a finales de primavera de 2015, el disco de estreno de Elida Almeida no ha cesado de cosechar buenas criticas como “un trabajo musical para recuperar los sueños y las esperanzas de las nuevas generaciones de jovenes caboverdianos”. Fue premiado como revelación de los últimos premios nacionales de la música de Cabo Verde, y también en concierto Elida Almeida ha caído de pie entre el amplio público occidental.
A mediados de julio, Elida cautivó a los asistentes del reputado festival de Porto Corvo, una de las citas de verano del circuito de las músicas africanas que se celebra cada año en esa localidad turística del sur de Portugal. Después, una primera gira de invierno por Francia y otras capitales europeas, quizá también un salto a Estados Unidos para actuar ante la mayor colonia de emigrantes caboverdianos de Boston.
Entretanto, el eco no para de crecer, Elida Almeida continua con los pies en el suelo, sin hacer caso a cantos de las sirenas atlánticas que muchos buscan en las noches de luna llena en las islas de Cabo Verde. Y no olvida que antes que ella estuvo Cesária, la gran Cesária Évora: “Le tengo un inmenso respeto y es una suerte trabajar con quienes estuvieron cerca de ella. Es un orgullo enorme ser cantante como ella, caboverdiana como ella".
Carlos Fuentes
El Confidencial, 31 de julio de 2015.
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