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lunes, 4 de enero de 2016

Una mano escondida


La palabra estrella la pronunció por primera vez en lengua maya y la relativa cercanía de la luna llena se la explicó en ese mismo idioma su abuela Rita, una mujer que lo sabía todo sobre el mundo y lo llevaba, de niño, al mercado de Yucatán a vender los sombreros que ella hacía para ganarse la vida. Así es que Armando Manzanero descubrió la poesía en esas caminatas. Y, mientras miraba el cielo, estableció una relación con los astros que marcaría su obra como compositor de boleros, como autor de letras eternas para la canción romántica de América Latina.

El artista, nacido en la zona yucateca de Ticul, en 1935, llegó a Ciudad de México con ese universo particular en la memoria, con una sensibilidad especial silvestre o cultivada de manera natural por su familia y un talento musical que estaba destinado a conmover a los hombres y mujeres de aquél continente y de España y de cualquier parte del planeta donde se entienda que el bolero es un poema que se canta acompañado por una guitarra o, en su caso, por un piano.

Manzanero, que empezó a estudiar música a los ocho años, compuso su primera obra a los 15. La tituló Nunca en el mundo y la escribió en castellano, la lengua de unos hombres que llegaron de lejos y a los que llama, con una mezcla de admiración, afecto y reconcomio maya, "estos señores que nos conquistaron y nos trajeron un idioma muy bonito. Aprovechémoslo".

El compositor, que ha escrito unas 400 canciones, tiene una especial prevención con el uso de giros coloquiales, de figuras del idioma que, desde su punto de vista, afean el mensaje. "La misión de los compositores es comunicar pero de una manera agradable. Hay que inundar el mundo de música y lecturas que alegren".

En la antología de los boleros más importantes divulgados y conocidos como obras imperecederas, el hombre de Yucatán tiene unas cuantas piezas que lo hacen parte de la inmortalidad: Voy a apagar la luz, Esperaré, Somos novios, Sabrás que te quiero, Adoro, Parece que fue ayer, Como yo te amé, Contigo aprendí, No sé tú y Nada personal.

Se sabe que Gabriel García Márquez, un bolerista frustrado y gran admirador de Manzanero, dijo un día que el yucateco era uno de los más grandes poetas de la lengua española.

La exageración es una de las claves del realismo mágico y el colombiano tenía un altar aparte para la fidelidad a sus amigos, pero, de todas formas, leamos unos versos de la canción Por debajo de la mesa, la pieza que para el compositor mejor define su vida: Por debajo de la mesa acaricio tu rodilla/ y bebo sorbo a sorbo tu mirada angelical/ y respiro de tu boca esa flor de maravilla/ las alondras del deseo cantan, vuelan, vienen, van.

Raúl Rivero
El Mundo, 20 de octubre de 2015.

Ver el concierto de Armando Manzanero y el cubano Francisco Céspedes, por los 473 años de la fundación de Mérida, capital del estado de Yucatán.


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