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miércoles, 7 de mayo de 2014

Nace una estrella: Lupita Nyong´o



En 2004, Lupita Nyong'o trabajó para Ralph Fiennes como ayudante de producción en la película El jardinero fiel, cerca de su casa de Nairobi. "Me preguntó qué quería hacer con mi vida y entonces, muerta de vergüenza, le dije que deseaba ser actriz, y él suspiró profundamente. 'Lupita, dedícate a eso solo si se te hace imposible vivir sin actuar', me dijo".

El consejo le pareció "sabio", confiesa, porque "actuar es de todo punto impredecible". No hay mayor prueba de esa impredecibilidad que el papel que le ofrecieron, y que le iba a cambiar la vida, en mayo de 2012, unas semanas antes de graduarse en la escuela de Arte Dramático de la Universidad de Yale.

Dieciocho meses después, Nyong'o, de 30 años, se ha visto recompensada con un Oscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación de Patsey, una esclava de una plantación de algodón, en la película 12 años de esclavitud, dirigida por Steve McQueen y coproducida por Brad Pitt.

La cinta está basada en la autobiografía de Solomon Northup (interpretado por Chiwetel Ejiofor), un hombre negro libre del estado de Nueva York que es secuestrado y sometido a esclavitud en el sur profundo de Estados Unidos. Lo que sigue es un relato despiadado de todas las facetas de la vida de un esclavo: los que no mueren a causa de las palizas, de las enfermedades o incluso de la pena (a las madres las separan de sus hijos por sistema), trabajan sin descanso día tras día mientras soportan todo tipo de malos tratos físicos y psíquicos.

En la época en que es propiedad de un tal Edwin Epps (interpretado por Michael Fassbender), un auténtico psicópata, Northup conoce a Patsey. Aunque él sigue siendo el corazón y el núcleo de la película, la historia de ella resulta la parte más desgarradora.

De carácter dulce y optimista, con unos dedos que se mueven a la velocidad del rayo (mientras la mayoría de los recolectores de algodón obtienen como media 90 kilos al día, ella siempre supera holgadamente los 200), la joven está atrapada entre el libidinoso Epps y su mujer celosa (Sarah Paulson). Violada y azotada una y mil veces por el amo, su vida está permanentemente pendiente de un hilo y, por lo tanto, sufre más que cualquiera de los otros esclavos.

El director, Steve McQueen, eligió a Lupita "porque tenía un brillo especial, ni más ni menos. Es toda una fuerza de la naturaleza". Ella reconoce que, cuando le ofreció el papel, se le doblaron las rodillas y tuvo que sentarse en la acera. "Era una locura", dice.

Nyong'o ofrece una interpretación extraordinaria, al subrayar la luminosidad y el sentido del orgullo de Patsey. "Hay un pasaje [en el libro de Northup] en el que se dice: 'Había un aire de altanería en su manera de moverse con el que ni el trabajo ni el cansancio ni el castigo podían acabar'", recuerda Nyong'o.

En una de las escenas más traumáticas de la película, la desnudan y la atan firmemente de manos y pies a una estaca para darle una paliza hasta que se queda inconsciente, y todo porque quiere un trozo de jabón. "El ama no me lo da y huelo tan mal que me entran ganas de vomitar", se queja a Epps. Oímos el chasquido y vemos el contacto del látigo que hiende la carne mientras los ojos de la actriz, abiertos como platos, expresan horror, traición y sufrimiento sin límites.

Me encuentro con Lupita en un hotel de Londres. Acompañada de su relaciones públicas norteamericana, se la ve mucho más estrella de Hollywood de lo que esperaba. Lleva unos fabulosos zapatos de Christian Louboutin, de tacones vertiginosos, y un abrigo de Moschino rosa pálido con un cuello color chocolate.

Es muy menudita (su madre, Dorothy, declaró recientemente que la altura de su hija era un detalle sobre el que a la familia le gustaba hacer bromas) y tiene un aire risueño, sin preocupaciones. Habla con cariño de Steve McQueen, al que describe "con una capacidad increíble de motivación, que todo lo observa, que percibe todos los detalles, hasta el más pequeño acerca de ti".

Según ella, la prueba que el director le hizo fue casi un alivio comparada con la primera, "nada convencional", que superó en Los Ángeles a finales de abril del año pasado con la directora de reparto Francine Maisler. "Me pidió que me pusiera de rodillas", cuenta, "y luego me gritó como un sargento: '¡Empieza desde allí! ¡Vuelve! ¡Empieza desde el principio!'. Yo comenzaba en un determinado nivel de desesperación y a partir de ahí todo era cuesta abajo, y luego ella me hacía empezar otra vez en ese punto más bajo y me exigía que cayera aún más".

Su segunda audición fue con el propio McQueen, quien la llamó para ofrecerle el papel al día siguiente, cuando ella ya estaba de vuelta en Yale, a punto de irse «a tomar el sol". "Se me doblaron las rodillas y tuve que sentarme en la acera", confiesa entre risas, "era una locura". "Lupita tenía un brillo especial, ni más ni menos", ha declarado McQueen. "Cuando la conocí, pensé: 'Es ella'. Posee esa vulnerabilidad del personaje, pero además es toda una fuerza de la naturaleza".

Nyong'o nació en México (es la segunda de seis hermanos, el más joven tiene 19 años y el mayor, 33), donde su padre, el político keniano Peter Anyang Nyong'o, era profesor visitante de Ciencias Políticas, pero la familia se trasladó de nuevo a Kenia un año más tarde, cuando el progenitor fue nombrado profesor de la Universidad de Nairobi.

Lupita vivió "una existencia de auténtica clase media" en urbanizaciones privadas dentro de tranquilas zonas residenciales de la capital. "Me encantaban los personajes de fantasía", afirma, "yo era la típica niña que jugaba con mis Barbies". Cuando tenía ocho o nueve años, vio la película El color púrpura. "Era la primera vez que me daba cuenta de que había alguien como yo en la pantalla", recuerda, "Whoopi Goldberg tenía el mismo tipo de pelo que yo y era tan morena como yo. Pensé que tal vez podía hacer lo mismo para ganarme la vida".

En lugar de eso, a los 19 años Lupita optó por cursar cinematografía y presentó su solicitud de ingreso en el Hampshire College de Massachusetts, para seguir estudios de cine y teatro. "Quería ser actriz pero todavía no estaba preparada para admitirlo", explica, "así que mi plan B era ser realizadora de cine y que eso resultara más aceptable [que la interpretación] para la gente de mi grupo social".

En 2009 escribió, dirigió y produjo En mis genes, un documental sobre el tratamiento de la población albina en Kenia, aunque el plan A seguía muy presente en sus pensamientos. "Me encanta hacer cine", asegura, "pero decidí asistir a la escuela de arte dramático porque pensé que, cuando tuviera 60 años y echara una mirada a lo que había sido mi vida, si la interpretación no hubiera formado parte de ella me habría odiado a mí misma".

Su primer trabajo de actriz llegó justo antes de que se fuera a vivir a Estados Unidos para matricularse en un máster en Bellas Artes, de tres años de duración, en la Escuela de Arte Dramático de Yale. "Un mes antes del viaje", explica, "estaba en una fiesta y un amigo mío me dijo: 'Busco actores para un programa de la televisión de Kenia titulado Shuga. ¿Conoces a alguno?'. '¡Pues sí! ¡Yo!', respondí".

En esa serie dramática, ambientada en los bares y clubes de Nairobi, Nyong'o encarnó a una veinteañera exuberante con tendencia a coleccionar ligues de una sola noche. Aunque resultara estimulante, el hecho de que la seleccionaran para un papel importante en 12 años de esclavitud antes incluso de graduarse le infundió también bastante miedo. "Me intimidó mucho", reconoce. "Cada día pensaba que iba a sonar el teléfono y que iba a ser Steve diciendo: 'Lo siento, me equivoqué'". Entonces ella se acordaría de la reacción de su padre, una persona digna de confianza, un hombre de éxito, receloso de los vaivenes de la carrera de actriz. "Mis padres siempre se han preocupado mucho por lo que iba a hacer", señala.

Cuando le llamó con la noticia de que iba a aparecer en una película junto con Brad Pitt, el único comentario de él fue: "¡Vaya, así que tienes un trabajo!". "Eso sitúa las cosas en su auténtica perspectiva», comenta Lupita. "Era un trabajo y había que dejar a un lado el miedo a llevarlo a cabo con todas esas personas tan importantes".

Seis semanas antes de empezar el rodaje, Nyong'o se lanzó a investigar por su cuenta. Obtuvo la mayor parte de la intrahistoria de Patsey del propio libro de Northup, que, a diferencia de la película, proporciona sus antecedentes: su padre era un esclavo de Guinea vendido a los Epps cuando ella era una niña; estaba considerada una de las favoritas, e incluso vivía en la casa [de los amos], y le daban leche y galletas para comer, pero la habían expulsado y enviado a trabajar a los campos cuando el interés de Edwin Epps devino puramente sexual.

"Es decir, no era exclusivamente una relación amo/esclava, sino también un poco de padre e hija", opina la actriz, "y se experimenta un cierto síndrome de Estocolmo en virtud del cual alguien se siente unido de forma traumática a personas que le están causando un gran daño. Cada día es una especie de confusión. ¿Dónde está el amor?".

La actriz visitó asimismo la exposición de los National Great Blacks (los grandes personajes nacionales de raza negra) del Museo de Cera de Baltimore: "Lo primero que vi fue una bala de algodón de 227 kilos que era más alta y más ancha que yo, e inmediatamente me impregné de esa altanería de Patsey". Una de las cosas más impactantes de las que se enteró fue de que era habitual confeccionar accesorios con la piel de los esclavos que morían. Se hacían carteras y bolsos, y eran artículos muy apreciados. "No puede haber nada más horrible que eso", considera ella.

"Me sorprendió no haber oído jamás el nombre de Solomon Northup", continúa. "En la escuela aprendíamos cosas acerca de la esclavitud, pero dedicamos más tiempo al Holocausto". Fue idea suya que Patsey hiciera muñecas de maíz durante el poco tiempo libre que tenía. "Sentí que le habían arrebatado su infancia y quería captar esa sensación. A Steve le encantó la idea. Aprendí a elaborarlas y confeccionaba una prácticamente cada día. Era una manera de hacer terapia con Patsey, de ponerme en su situación, que hubiera una parte de ella que no pudiera ser esclavizada", recuerda.

Reconoce que la enorme empatía que sintió con Patsey tuvo sus efectos. "Me mantuvo despierta por las noches desde el día en que Steve me llamó hasta el que abandoné el rodaje, e incluso durante un tiempo después". No es que la actriz siguiera viviendo su personaje entre toma y toma: "De haberme sucedido eso, me habría vuelto loca. Michael Fassbender y yo mantuvimos un ritual para hacer agradables los momentos anteriores y posteriores a las escenas. No nos decíamos nada el uno al otro, simplemente intercambiábamos una mirada a los ojos y un apretón de manos. Nuestros personajes son polos opuestos, pero nosotros como actores nos necesitábamos mutuamente, para ser capaces de llegar hasta el final", añade.

Hubo una noche en particular en la que Nyong'o compartió las experiencias de Patsey. Se fue a dormir con una prótesis que simulaba los verdugones causados por los latigazos en la espalda a modo de preparación de los que iban a añadir en la escena del día siguiente. "Solo podía dormir boca abajo y me sentí sumamente incómoda y obsesionada con aquellas heridas", dice. "Me di cuenta de que aquella incomodidad era transitoria. La suya fue permanente. Me partió el corazón ser consciente de hasta qué punto para ella no hubo ninguna otra opción. Lo que siempre quiso fue liberarse de todo aquello mediante la muerte y ni siquiera eso consiguió".

Al finalizar 12 años de esclavitud, Nyong'o se mudó a Brooklyn, donde reside (para ella, el hogar está donde se halle su su familia). Dice que le gusta cocinar. "Soy francamente estupenda a la hora de preparar aliños para ensaladas", afirma. Su próxima película se titula Sin escalas, un thriller sobre terrorismo.

Sally Williams
El Mundo, 15 de marzo de 2014
Foto de Lupita Nyong'o hecha por Gtres, tomada de El Mundo.
Leer también: Antes de ganar el Oscar, Lupita habló para las mujeres negras.

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