A sus 40 años, Julia (los nombres están cambiados) no es una mujer feliz. En personal las cosan marchan bien. Casada desde hace tiempo, tiene casa propia y un negocio particular que le reporta razonables beneficios.
Sentada en la sala de su casa, mientras le acaricia la cabeza a su perro, Julia siente que su vida no tiene sentido. “Debido a dos embarazos ectópicos no puedo tener hijos. A los 26 años ya me había hecho cuatro abortos. Algunos con medicamentos contraindicados, como el Rivanol. Yo utilizaba el aborto como un método anticonceptivo”.
Probablemente Cuba sea un país líder en la práctica del aborto a nivel mundial. Es casi una industria. Amparadas por leyes nacionales, casi la cuarta parte de las mujeres en edad fértil, va al quirófano cuando sale embarazada.
El doctor Jorge Peláez, experto del Grupo Nacional de Ginecología y Obstetricia, perteneciente al Ministerio de Salud Pública, advierte que el aborto voluntario, que es legal en Cuba, constituye un problema de salud ya que "se está utilizando por los jóvenes como método anticonceptivo, regulatorio de la fecundidad. Te encuentras pacientes que han tenido tres y hasta seis interrupciones".
Según la última Encuesta Nacional de Fecundidad, que data de 2009, un 21 por ciento de las mujeres cubanas de entre 15 y 54 años ha tenido al menos un embarazo que acabó en aborto provocado o en una regulación menstrual.
De acuerdo a la encuesta, ese comportamiento está asociado a la "confianza en el sistema nacional de salud, en el ejercicio del derecho de accesibilidad a ese servicio y en la seguridad, más que en el conocimiento, de los riesgos que implican cualesquiera de esos procederes para la salud de las mujeres".
Lo que no dice la investigación o callan los especialistas, es por qué las mujeres prefieren abortar antes que tener un hijo no planificado. Cuba presenta un elevado índice de envejecimiento: para 2025, el 30% de la población será mayor de 60 años.
Existe una palpable crisis de fecundidad. El descenso de la tasa de natalidad, bajo promedio de hijos por mujer y la decisión de postergar la edad del primer parto, son cifras que hablan por sí solas.
Yanelis, 22 años, los fines de semana se prostituye por 25 pesos convertibles. Ya se ha hecho tres abortos. “No me quedó más remedio en los dos primeros embarazos. Mi casa es una pocilga. Tenemos solo dos cuartos y residimos nueve personas. Estaba enamorada de un muchacho y teníamos planes de casarnos, pero ¿dónde íbamos a meter al niño? El tercero fue un accidente con un español. En plena faena se rompió el condón”.
Como promedio, las adolescentes se inician en el sexo antes de cumplir 16 años. Y aunque en todas las farmacias se venden preservativos chinos, a 0.20 centavos de pesos la cajita, la ligereza e irresponsabilidad de hombres y mujeres es colosal.
“Los homosexuales compran más condones que los heterosexuales. Yo vendo más preservativos a los niños, que los utilizan como globos, que a las parejas”, dice la dependiente de una farmacia.
Eugenia, quien alquila habitaciones para citas, se alarma: “En cada cuarto, encima de una gaveta, siempre pongo un paquete de condones. Cuando se van, cambio las sábanas, limpio y veo que muchas veces no utilizan los preservativos”.
Carlos, sociólogo, considera que la clave está en las duras condiciones de vida del cubano. “Con un salario de 20 dólares mensuales, una casa con goteras en el techo, desayunando solo café y sin saber que van a comer esa noche, es muy difícil tener un hijo”.
Más del 50% de las viviendas en Cuba están en regular o mal estado constructivo. Y lo habitual es que dos o tres generaciones vivan bajo el mismo techo.
Hablé con catorce mujeres, en edades comprendidas entre los 17 y 40 años. Once habían tenido uno o más abortos. Las razones para interrumpirse el embarazo fueron diversas: mala calidad de vida, falta de dinero, deseos de emigrar o un proyecto profesional futuro.
Doce de las catorce mujeres coincidieron en algo: quieren tener hijos, pero no en Cuba.
Iván García
Foto: Tomada de Las adolescentes cubanas abusan del aborto, reportaje de Ivet González publicado el 5 de septiembre de 2013 en IPS.
Una sociedad de viejos, que no se regenera.
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